miércoles, 9 de diciembre de 2015

CAPITULO 72





Llegaron a casa de Flor un poco más tarde de la hora que habían quedado, pero no les importó. Estaban en su propia nube.


En el departamento, pudo notar, el ambiente era bastante distinto a como ellos estaban.


Nico ya estaba ahí cuando llegaron, en un rincón. Apenas la había saludado y Pedro. Tenía la cara larga. Algo le
ocurría. Y al ver a su amiga, con la misma actitud, era casi obvio que esos dos habían peleado por algo.


El modelito, le apretó la mano, atrayendo su atención, también se había dado cuenta.


Minutos más tarde, otras amigas de Flor y Paula llegaron, y la fiesta empezó a mejorar.


La parejita peleada intentaba reír, distraerse y hablar con otros, pero estaba claro que entre ellos no se dirigían la palabra.


Paula, había llamado a su amiga para preguntarle que le pasaba, pero esta, se había hecho la distraída, diciéndole que no le sucedía nada. Supuestamente, ella no estaba al tanto de su relación con Nico, así que tampoco podía preguntarle directamente.


Iba a tener que averiguarlo de otra forma.


Fueron a la fiesta de Chelo, y se pusieron a bailar y a tomar casi inmediatamente.


Pedro la tenía sujeta por la mano, y la paseaba de aquí para allá presentándole a todos sus amigos.


Miró hacia donde estaba su grupo y vio a su hermano, bailando con otra modelo.


No podía verle la cara, pero era rubia, y tenía unas piernas larguísimas.


El la sujetaba con las dos manos por la cintura, y le hablaba al oído mientras sonreían.


Su amiga Flor, desde otra punta, los miraba furiosa.


Pedro, mirando la escena, le dijo.
—Barbie, anda a hablar con el pendejo antes de se arme lio.


Ella asintió, y se fue a buscarlo.


Cuando llegó a donde estaban, levantó las cejas por la sorpresa. Nico no estaba bailando con cualquier modelo, esa era Coty.


Sin darse cuenta, Paula había apretado los puños. Ahora estaba más determinada que nunca en interrumpirlos.


Le hizo señas a su hermano para que se acercara. El asintió con la cabeza mientras le decía algo al oído a la chica
con la que bailaba y se encontraba con su hermana. La modelito la miraba con una sonrisa de arpía. Sabía quien era él, y lo estaba haciendo a propósito.


—Qué pasa? – dijo levantando una ceja.

Qué haces? Esa chica es una víbora. Me hizo creer que Pedro me estaba engañando, y yo todo el tiempo pensando que era mi amiga. Es de lo peor.


Y qué tiene Paula? No me voy a casar con ella, ni nada…estamos bailando. – miró a la rubia que tenía atrás. 


Paula resopló malhumorada.


Claramente a su hermano le daba lo mismo con quien estaba. Así que tuvo que probar de otra forma.


—Se lo tuyo con Flor. – le dijo.


El la miró sorprendido por un segundo. Después sonrió de manera airada.


—No se de que estas hablando.


—Te vi una mañana, se que salían y se veían a escondidas.


—Primero, no salíamos. Segundo, si, nos veíamos a escondidas, pero no era nada serio Paula. Vos sabés que yo
no tengo novias. Y claramente, con tu amiga teníamos eso en común. Nos divertimos, y se acabó. Así que si me disculpás, me vuelvo con… Cami es?


—Coty. – dijo ella enojada.


—Eso. Coty. – dijo antes de darse vuelta y seguir bailando.


Su hermano era grande, podía cuidarse solo, pero todavía le
preocupaba su amiga. Si tenía oportunidad, intentaría hablar con ella.


Recordó como era cuando asistía a fiestas y tenía que ver a Pedro con otras chicas.


Pero cuando la buscó con la mirada y la vio, dejó de sentirse mal por ella.


Estaba besándose con uno de los modelos que conocía. 


Ahora fue el turno de Nico de mirar enojado.


Se encogió de hombros. Eran tal para cual.


Pedro la sujetó por la cintura, y volvieron a bailar. Cerró los ojos, mientras se dejaba llevar por el ritmo de la canción que sonaba. El le besaba el cuello con dulzura mientras le susurraba al oído cosas no tan dulces, haciendo que se estremeciera.


Como la primera vez que bailaron, sentía el contacto de su piel como un calor que la abrazaba. Cada palabra, cada pequeño roce, era como una descarga eléctrica.


Pero ahora era diferente. Ahora sabía que esa noche terminarían juntos, en su casa. Una casa que ahora compartían. Sabía que él la amaba.


Resultaba tan difícil de creer.


Y pensar que meses antes, Pedro le había dicho que él no tenía novias, no le interesaba. Y había sido él, el que había
dado el primer paso para que fueran más en serio.


Se le hacía más increíble aun.


Habían bailado y festejado como hacía mucho tiempo que no hacían.


Cuando regresaron al departamento, los dos estaban un poco alegres y mareados.


Entre risas y tropezones, se subieron al ascensor. La tomó por la cintura, y acercándola a su cuerpo empezó a besarla. 


Con fuerza, con la respiración cada vez más agitada.


Ella dio un pequeño saltito y se subió a él, abrazándolo con las piernas.


El impulso fue demasiado para la poca estabilidad que tenían, y casi se caen.


Se siguieron besando, mientras reían, hasta que, en un piso, sonó la campanita de la puerta. Esta se abrió y dos señores de traje se quedaron con los ojos abiertos, frenados, como si
estuvieran dudando si entrar o no.


En menos de un segundo, los dos estaban separándose, y acomodándose, un poco avergonzados.


Los hombres entraron al ascensor sin decir nada, y les dieron la espalda.


Pedro la miró de reojo y apretó los labios para no reírse. Ella tuvo que mirar para otro lado porque si lo miraba, sabía que no iba a poder aguantar y se quebraría.


Llegaron a su piso, y rápidamente cruzaron la puerta de la casa de Pedrodonde con solo mirarse, empezaron a
reírse por todo lo que no se habían reído.— Si estuviera sobria, seguramente ahora estaría mortificada de vergüenza
por tus vecinos. – dijo tratando de recuperar el aliento.


—En este momento no me importan nada los vecinos. – le dijo mientras volvía a besarla.


—Te van a terminar echando. – le dijo ella riendo.


—Si no me echaron hasta ahora con todos tus gritos… – le dijo mordiendo su labio.


—Ey! Yo no grito. – dijo frunciendo el ceño.


—Si, si gritas. Y me encanta. – se la llevó a la habitación en brazos.


La acostó sobre la cama y comenzó a desvestirla.



****


Paula se mordía los labios, mientras él le dejaba besos por todo el cuerpo.


La conocía lo suficiente para saber lo que más le gustaba. 


Aun así, había mil cosas más que quería descubrir. De ella
y con ella.


Terminó de desvestirse y la besó con más fuerza, ella se movía sujetándolo por la espalda.


Bajó su cabeza, besándole los pechos, el ombligo, las caderas, y ella se retorcía debajo de sus caricias.


Finalmente la besó donde él quería.


Ella se movía, mientras arqueaba la espalda.


Abrazó sus piernas, y las puso sobre sus hombros, para que estuviera cómoda, y concentrándose en hacerla gritar como a él tanto le gustaba.



****


Pedro sabía lo que hacía. Todo su cuerpo se prendía fuego y se movía al compás de sus caricias. Estaba tan cerca, que podía sentir como todo su interior temblaba.


Pedro… – dijo entre jadeos.


El levantó su cabeza, y buscó su boca para besarla. De golpe se hundió en ella, haciéndola gritar.


Empezó a moverse suavemente, mirándola a los ojos. Una de sus manos, acariciaba su cabello, y con la otra sujetaba su rostro besándola con delicadeza. Ella lo abrazaba con sus
brazos y sus piernas, mientras se dejaba amar.


Sus gemidos se mezclaban con los de él, y ahora se movían los dos.


Encontrándose, todas las sensaciones creciendo. Juntos.


El, la seguía mirando intensamente.


Como si no quisiera perderse ningún detalle.


Estaban cerca, se daba cuenta. Los dos habían perdido el control en el otro, y estaban agitados.


—Te amo, Pau. Te amo. – le dijo mientras se dejaba ir.


Pedro, te amo… – le dijo respondiéndole.


En unos segundos, ella también se dejaba llevar, totalmente conmovida por lo que acababa de vivir.


El también podía ser suave y cariñoso cuando quería. Si en otro momento había dudado a cerca de sus sentimientos hacia ella, ahora eso quedaba por demás olvidado.


Bastaba ver como la miraba, para darse cuenta de que la quería.


En su mirada había adoración.


Mientras volvía la cordura, se abrazaron y suspiraron.


—Por favor, Paula. Mudate conmigo. Vivamos juntos. – le dijo casi suplicante.


Pedro, ya lo hablamos. Este es tu lugar. Yo en este momento no estoy para hacer gastos. Quiero recibirme, buscar un trabajo de tiempo completo. No puedo, ni quiero que me mantengan.


—A mi eso no me importa.


—A mí si. Yo no soy como tu mamá piensa. – dijo ella resoplando.


Se había dado cuenta de que esa era su mayor freno para decidirse a vivir con él.


El prejuicio. De su madre, y de otros que podían pensar como ella.


Siempre que estuviera con él, iba a tener que enfrentarse a eso, pero al menos cuando tuviera un sueldo mejor, podría ser más equitativo, o podía seguir cada uno viviendo en su casa.


—Yo no pienso eso de vos. – le dijo él, algo ofendido.


Se levantó de la cama, y se metió al baño. Se había enojado. Ella se quedó pensando mientras miraba el techo.


Se tapó la cara. No quería que él pensara que ella no quería vivir con él.


Lo había herido. Sabía que nunca había tenido una relación seria con ninguna mujer. Ella era la primera. Y ahora que
finalmente, tomaba la decisión de dar ese paso, ella lo rechazaba.


Se sintió triste.


Y abrumada.


Qué tenía que hacer?









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