viernes, 25 de diciembre de 2015

CAPITULO 124





Los resultados estuvieron esa tarde y estaban los dos bien. 


Pedro lo vió un clínico y concluyó en lo mismo que
su obstetra. Era producto del estrés y el estado de ansiedad al que últimamente estaba sometido.


Era demasiado para su mente y para su cuerpo.


Apenas lo llamaron desde Estados Unidos, ella le sugirió que se fuera.


Unos días le darían la perspectiva que necesitaba, y bajaría la intensidad.


La distancia lo haría no estar tan pendiente y dejaría de estar todo el tiempo con la cabeza en el embarazo.


Volvería a ser él. Necesitaba eso.


De todas formas ella no se quedaría sola. Acababa de llamarla su amigo Marcos, que viajaba esa misma noche para Argentina.


Su esposo lo había invitado a quedarse en su casa en su ausencia. Y no es que sus celos estuvieran perfectamente superados, pero era más fuerte su espíritu protector. Y sabía que su amigo se preocupaba por ella, y estaría a salvo con él.


Ni Paula ni Pedro le habían dicho al chico del bebé. No era algo para hablarlo por teléfono, ya lo había aprendido por experiencia.


Después de cenar, se despidió entre besos y promesas de llamarse a cada rato, como siempre hacían y después de un par de lágrimas, su esposo partía para Ezeiza.


Por qué lloraba así? El se había ido ya miles de veces… pero estaba tan sensible. Y al ver su reacción, él había
dudado miles de veces y por momentos no se quería ir. No le gustaba verla llorar.


Le partía el corazón verla tan triste, y lo angustiaba la situación. Pero después de que le prometió mil veces
que se iba a poner mejor, y que los lloros eran solo las hormonas, su amor partió para Nueva York.


Esa noche había dormido mal, extrañándolo más que de costumbre.


Cuando se despertó tenía un mensaje de él, avisándole que había llegado y que le mandaba besos a sus dos Barbies
hermosas, refiriéndose a ella y a su bebita. Sonrió.


Con más ánimo empezó a prepararse para la visita de su amigo.


Estaba que caminaba por las paredes.


Cómo se lo diría? De golpe? Le mostraría la panza? Uf no. Que fuerte.


Buscó una camisa amplia y se dejó la ropa suelta para que no fuera tan impactante.


Apenas le dijera, le podría decir a Amanda y al resto del mundo sin problemas. Sentía que no podía hacerle eso de nuevo. La traición que había sentido por haberse enterado de su boda por los medios era algo que todavía ella no se perdonaba.


Cómo reaccionaría? Se pondría triste? – se angustió. Oh por Dios, que no se lo tomara mal. No quería lastimarlo.


Pero después de todo, había pasado un tiempo, y quizá él ya no sentía lo mismo por ella. Tal vez hubiera conocido a alguien.


Caminando de un lado a otro, saltó al escuchar el timbre.


Su amigo apenas entró no la miró, solamente la envolvió en sus brazos en un fuerte abrazo de oso mientras le
susurraba al oído.


—Te extrañé, rubia.


—Yo también, morocho.


Estuvieron así por un rato, hasta que ella empezó a separarse. Se aclaró la garganta.


—Tengo algo para contarte. – respiró mientras él dejaba su valija a un costado y la miraba curioso.


—Me estás asustando. – dijo entre risas.


—No me notas algo distinto? – dijo parándose a cierta distancia para que la apreciara con atención.


El la miró frunciendo el ceño de arriba abajo y arriba otra vez. De repente con una media sonrisa asintió.


—Te pusiste… – al ver que se llevaba las manos al pecho divertido imitando… lo interrumpió.


—No! No me puse tetas… – puso los ojos en blanco. 


Entendía por qué se lo había imaginado. Su camisa estaba
por reventar, pero era una consecuencia y no la causa.


—Estoy embarazada, boludo.


El se quedó congelado por un segundo con los ojos abiertos de par en par, hasta que pudo reaccionar.


—En serio? – ella asintió, se paró de costado y se llevó una mano al vientre, pegándose la tela al cuerpo para que se le notara.


—Es bastante reciente. Estoy de cuatro meses, por entrar al quinto, pero me enteré hace muy poquito. – dijo con una sonrisa dulce que emocionó a su amigo.


—Felicitaciones, bonita. – la volvió a abrazar, pero esta vez con más cuidado, notó ella.


—Gracias. – para variar, tenía algunas lágrimas en los ojos, a punto de salir. —Es una nena.


—Qué bueno, rubiaa… – la tomó del rostro con las dos manos. —Vas a ser una mamá preciosa.


Su sonrisa era radiante, y su alegría tan genuina que no pudo evitarlo, y sollozó.


—Oh.. gracias… – secándose los ojos se rió de lo sensible que estaba.


El también se rió, y tímidamente le preguntó.


—Puedo? – señaló su barriga. Ella asintió.


Con mucho cuidado, rozó su panza en un gesto de infinita ternura apoyó la palma separando los dedos para abarcar su pequeño, pero ya evidente embarazo.


—Y como te sentís? Cómo te enteraste?


Y así, entre risas y más lágrimas Paula le contó a su mejor amigo todo sobre las últimas semanas. Había sido como en las primeras épocas en donde eran solo amigos. Nada de temas tristes, nada de reproches, nada de amores no
correspondidos. Solamente dos amigos charlando de la vida.


Era como si todo hubiera ido cayendo a su lugar, y ahora todo era más sencillo.


No se había dado cuenta de cómo lo extrañaba. Con él siempre había tenido una relación muy particular y códigos en común que no compartía con nadie más. El poder tenerlo en ese momento tan particular por el que estaba pasando era maravilloso.


El, también tenía noticias. Aunque le estaba yendo muy bien en Italia, ya se estaba hablando de su pase nuevamente.


Varios clubes nacionales lo habían visto y se lo estaban disputando. Cosa que la hacía sentirse profundamente orgullosa y feliz por él. Si todo salía bien, para fin de año lo tenía de nuevo en Buenos Aires.


Quiso dar saltos de la emoción.


—Y las chicas? – le guiñó el ojo de manera cómplice. —Conociste alguna o algunas?


El se rió antes de contestar.


—Ehm… – se sentó incómodo. — Hay algo dando vueltas por ahí.


—Contame yaaa! – gritó. — Perdón, son las hormonas.– agregó calmándose.


—No te enojes. No te quería contar, para que no te enojaras.


—Por qué me voy a enojar? – levantó una ceja. —La conozco?


Apretó los labios en una fina línea.


—Si. – se rascó la cabeza haciendo tiempo. —Coty me fue a buscar hace unos meses.


—Coty? – se quedó de piedra. — No te lo puedo creer Marcos, después de todo lo que pasó.


Haciendo un gesto de disculpa con las manos se explicó.


—Fue a buscarme… estaba tan mal. Me partió al medio, rubia. – sus ojos grandes le decían tanto…ella le gustaba. —Me pidió disculpas mil veces por todo. Me dijo que lo que había hecho, era por celos. Siempre fue por lo que sentía…y…


—Y qué? – escupió sin poder creerlo.


—Que la entiendo, rubia. Sé lo que se siente.


Auch. Golpe bajo, pensó. Tratando de controlarse, y suavizando el tono todo lo que pudo, le dijo.


—Pero Mar, la mina es…– no la dejó terminar.


—La mina es lo que es. Y yo… – buscó sus ojos. —Y nada, yo la quiero.


Su mundo se detuvo. Intentó entender que le pasaba con esta nueva información. Por un lado, su amigo estaba saliendo con una de las personas que habían querido separarla de Pedroy que le había hecho un daño inmenso
del que tardó en recuperarse. Y por el otro… su amigo, quien estaba enamorado de ella, por el que había tenido sentimientos muy fuertes no hacía mucho…le estaba confesando que sentía cosas por otra mujer.


Ella quería que fuera feliz, pero tenía demasiadas emociones
encontradas. Era mucho para procesar.


Lo único que sabía era que su amigo le importaba. Por eso no se aguantó.


—Me preocupa que te lastime, Mar.


El sonriendo con cariño, le contestó.


—Yo también podría lastimarla a ella. Es así en todas las relaciones. No soy tonto, rubia. Sé donde me estoy metiendo. Pero esta vez vamos en serio. – se mordió el labio. —Hace un mes estamos viviendo juntos.


Paula soltó el aire por la boca, indignada.


—Y después decís que soy yo la que no te cuenta las cosas?


—No te podía decir! La odias! – buscó su mano y la sujetó. 
—No te enojes, Pau.


No podía enojarse con él. No estaba de acuerdo, y odiaba la idea de imaginárselos juntos, pero tuvo que reservarse su opinión y dejar las cosas pasar por el bien de la felicidad de
Marcos.


Apenas habían tenido tiempo para nada más que ponerse al día con todo lo que tenían para contarse. Se había quedado impresionada al ver fotos de su casa en Europa. La cantidad 
de dinero que le estaban pagando era una locura.


Ahora manejaba un auto deportivo, parecido al de ella, y tenía a toda su familia de Argentina viviendo con los mejores lujos. Había podido conocer a los jugadores estrellas de los que siempre hablaba, y antes de estar de nuevo con Coty, había conocido algunas italianas más que interesantes.


Ella, por su parte, le mostró las producciones de fotos que había hecho para la agencia de Walter, y le contó de su nuevo amigo Mateo. También le contó de todas sus idas y vueltas con Pedro, y su reacción por el embarazo.


Como siempre, su protector amigo se había puesto de todos colores al enterarse la desafortunada cantidad de cosas que su esposo le había dicho por teléfono aquella vez. Pero como todo buen amigo, se había callado.


Era increíble. Sólo habían pasado un par de meses, pero parecía una vida.












CAPITULO 123








Los días habían pasado, y gracias al trabajo del calendario, habían subido las notas sin problemas. El profesor se había quedado impresionado por la calidad y por el número de modelos que habían logrado reunir.


En agradecimiento por la buena onda, ella y Pedro, los habían invitado a una fiesta en su casa. Hacía mucho que
estaban concentrados entre trabajo, facultad y embarazo…y no estaban teniendo mucha vida social.


Así que aprovecharon para hacer una fiesta como las que él daba en su departamento antes. Lleno de modelos y amigos que ella ahora conocía.


Habían invitado también a Flor, Anabela y a Nico que se estaban divirtiendo por su cuenta.


Pedro se acercó y le sacó la copa que tenía en la mano.


—Qué haces, Barbie? – le dijo al oído.


—Es jugo de manzana. – hizo pucheros. —Gerard me compró.


El se rió y dejó su propia copa de lado.


—Yo tampoco voy a tomar hoy. – la besó. —Además desde la mañana me siento mal…


Se llevó la mano a la panza con gesto disgustado.


—Querés un té?


—Ya se me pasa. – dijo haciendo un gesto con la mano.


Fue un rato con sus invitados, y nuevamente se sorprendió cuando vió a su compañera. Se había puesto a hablar
y bailar con otro de los modelos. Mateo la miraba con cara de pocos amigos.


Cuando más entrada la noche ella siguió a uno hacia fuera, salió casi escopetado a donde estaban.


Esto se iba a poner feo. Le contó a su esposo y juntos salieron a la puerta para evitar problemas, pero quedándose
a una distancia prudencial.


—Ey, a dónde vas? – preguntó Mateo.


Ana se dio vuelta como si estuviera chequeando si le hablaba a ella o no.


—Me voy con Iván. – señaló al impresionante modelo rubio que tenía al lado. Este incómodo miró a su amigo que lo fulminó con la mirada.


—Podemos hablar un segundo? – preguntó.


Ella asintió confundida y se acercó a él.


Discutían algo acaloradamente. La cara de su compañero irradiaba animosidad, y ella, no se quedaba corta.


Hacía gestos con las manos, y con una risa lo dejó solo mientras volvía con el rubio.


Mateo se quedó mirando el auto mientras se iba y después se subió al suyo sin despedirse y arrancó en dirección contraria.


Pedro le dijo al oído.


—Pobre pibe. – le corrió el pelo rozándole el cuello y el lóbulo de la oreja con los labios. —Parece que le gusta en serio tu amiga.


Paula cerró los ojos levemente reaccionando a su toque. Y levantó la mano para acariciarle la mejilla.


—No creo. Está encaprichado. Es un creído, le gusta estar con mil mujeres… no va a cambiar.


El la dio vuelta y la miró a los ojos.


—Si conoce a alguien que le guste de verdad puede cambiar, Barbie. – sonrió de lado. —Le pasó a un amigo.


Los dos se rieron.


—Tu amigo se arrepiente de haber cambiado? – preguntó siguiéndole el juego.


El sonrió aun más, mientras volvía a darla vuelta y apoyaba sus dos manos en su barriga con mimo.


—Ni loco.


Ella imaginaba más o menos que iba a responder algo por el estilo, pero aún así se quedó sin aliento, invadida por una felicidad que trajo un nudo a su garganta y sonrió.


Así como algunas cosas estaban mejorando otras se complicaban cada vez más. Walter había tenido un par de
palabras con ella por ocultarle el embarazo, y aunque se excusó diciendo que ni ella sabía, su jefe estaba demasiado enojado como para entender razones.


Mateo también había caído en el problema, y sumado a su pequeño incidente con Anabela, no estaba de buen humor últimamente.


Nico y Flor, habían viajado a Córdoba para las vacaciones de julio, y por lo que le habían contado la estaban pasando genial.


Con Pedro iban a ir unos días antes, pero él no se sentía bien.


Hacía unos días que se levantaba con nauseas, o algo mareado. De a poco iban encontrado una nueva rutina. Paula solo estaba cursando a la mañana y le quedaba el resto del día libre.


No había querido volver todavía a la productora porque pensó que sería demasiado estresante, y ahora solo
podía concentrarse en recibirse, y mantenerse sana para su bebé.


Ese mismo día tenían turno en el obstetra, y si había suerte, podrían saber el sexo. Estaban ansiosos, y hasta habían
hecho apuestas al respecto. Pedro decía que era una nena y ella que sería un varón. Y aunque era divertido, lo único
que de verdad les importaba era que estuviera sanito o sanita.


El doctor Benjamín, la encontró mejor que en su primera visita. Había ganado mucho peso y todos los valores
daban perfectamente normales. Sus síntomas habían desaparecido por completo, casi al mismo tiempo que su
panza comenzaba a asomar.


Tenía una pequeña, redondita y adorable barriga que apenas sobresalía si se la miraba de costado y con mucha
atención. Ya se había tornado casi un reflejo para ella acariciarla con delicadeza. Hasta Pedro lo hacía, algo que le encantaba. La relajaba tanto, que de noche así es como se quedaban dormidos siempre.


El, por lo menos parecía haber aceptado el hecho de que iba a ser padre, y se mostraba entusiasmado. A veces demasiado. Tenía que admitir que la ponía nerviosa, porque él pensaba absolutamente en todo. Estaba siguiendo una dieta estricta, y ya habían buscado un lugar en donde hacer las clases preparto a las que él también se había anotado para acompañarla haciendo espacio en su agenda sin pensar en sus otros compromisos. No la dejaba levantar nada, y estaba pendiente de mimarla en cuanto podía.


Era como si mantener la cabeza ocupada a toda velocidad, lo hiciera olvidar de su angustia de un principio, y del hecho de que no se sentía listo para ser papá. Ella tenía miedo de que un día explotara y todo ese susto llegara de golpe.


Como siempre hacía, el doctor puso gel frío sobre su panza y pasó el aparato del ecógrafo mientras tocaba algunos controles y la imagen se empezaba a hacer nítida.


—Ahí está. – dijo acercándose. — Ven?


Los dos asintieron embobados, mientras veían como el pequeño bebé se movía para todos lados.


—El corazón está perfecto, se puede escuchar. El tamaño es el que corresponde, está perfecto. – mientras medía e inclinaba la cabeza mirando la pantalla sonrió. —Quieren saber el sexo?


—SI. – dijeron con decisión.


—Es una nena.


Ahogó una exclamación y emocionada miró a su esposo.


—Viste? Yo te dije. – le guiño un ojo.


Ella rió nerviosa. Los dos lo hacían.


Felicitándolos y dándoles para que se llevaran la grabación de esa nueva ecografía, el médico despidió a esta pareja de nuevos padres que aunque tenían dos sonrisas radiantes fijadas en sus rostros, también se los notaba ansiosos, nerviosos y al borde del ataque de susto. Pero era normal. 


La mayoría de los padres primerizos pasaban por eso, y ellos eran muy jóvenes todavía. Les dio cita para el otro día, así hacían otro análisis de sangre a primera hora.


Una vez en el departamento, Paula se cambió a ropa más cómoda y acercándose a Pedro, lo besó. Todo su cuerpo se lo pedía a gritos. El, al principio se lo respondió, pero cuando
estaban comenzando a moverse de la sala hasta la habitación, se separó de ella rápidamente y corrió al baño.


Recordó que desde hacía días venía sintiéndose mal y se lamentó. El año anterior había tenido esa horrible gripe estomacal con los mismos síntomas. Seguramente se había vuelto a enfermar.


Cuando salió se lo veía pálido y algo mareado.


—Mmm…está bien que soy una vaca horrible, pero tampoco para tanto, no? – el sonrió.


—Sos preciosa. Qué decís? – la abrazó por la cintura y con la otra mano le tocó la panza. —Me encanta como te queda… ya quiero que estés asíii. – hizo el gesto que siempre hacían con la mano para exagerar el tamaño.


Ella rió, pero sin cambiar de tema, le dijo.
—Tendrías que ir al médico, mi amor. – lo abrazó llevándolo a la cama y se acostó a su lado.


—Mañana cuando vayamos a la clínica saco turno. – dijo cerrando los ojos.


Con mimo, lo acunó hasta que se quedó dormido. No le parecía que tuviera fiebre, ni nada. A diferencia de la gripe anterior, ahora no se había vuelto a levantar, ni había tenido más vómitos. Estaba durmiendo. Como un tronco, de hecho. Los ronquidos resonaban en toda la habitación. Ya estaba tan acostumbrada, que en parte la relajaba. Creía, de hecho que sin esos ronquidos se le haría difícil dormir.


Cerró sus ojos y se dejó llevar.


Soñó toda la noche con una niña.


Tenía el pelo castaño y ojos muy azules que la miraban divertida. Corría por todas partes y la hacía reír. Era
preciosa.


Al otro día estaban los dos en la clínica de su médico otra vez. Una vez hechos los análisis, les dio un cronograma nuevo de las visitas que tenían que hacer de ahora en más, la pesó y le recomendó algunas vacunas que no tenía.


A su lado Pedro miraba todo con una mano apretada a la frente y blanco como un papel. Se estaba sintiendo mal
otra vez.


—Estás bien? – le preguntó preocupada.


El negó con la cabeza sin abrir la boca.


—Se siente mal? – quiso saber el médico.


El frunció el ceño, así que Paula para no hacerlo hablar, le comentó.


—Hace unos días que está con nauseas, vómitos… – lo miró. —Está peor que yo hace un mes. – dijo para hacerlo sonreír.


Pedro la miró y haciendo un esfuerzo le devolvió la sonrisa
apretándole la mano que sujetaba.


—Muchas veces el hombre en estos casos puede presentar alguno de los síntomas del embarazo también. Se lo llama Síndrome de Couvade o “embarazo por simpatía”. – al ver el
gesto incrédulo del muchacho, agregó sonriendo. —No digo que sea su caso.Debería verse por un doctor. Pero si lo
es, puede ser útil que hablen mucho en la pareja. Del bebé, de los miedos, de las inseguridades. Son todas manifestaciones de estrés.


Tipeándolo todo en su computadora, sin mirarlos, dijo.
—Trate de descartar cualquier enfermedad infectocontagiosa por el bien del bebé. No puedo medicar a Paula con lo mismo que a usted le receten.


Eso último hizo reaccionar a su esposo. Se sentó más derecho en la silla, y cuando la consulta terminó salió
corriendo a la guardia. Le dijo que ella se fuera a casa porque se podía contagiar de alguien y que hasta que no
supiera que tenía que no se le acercara.


Puso los ojos en blanco. Siempre tan exagerado, ella nunca se contagiaba.


Se tocó la panza.


Pero prefería no correr riesgos.