miércoles, 18 de noviembre de 2015

CAPITULO 46





Los días fueron pasando, y todo su proyecto marchaba de manera esperada.


Había empezado las clases, y de a poco volvía a su rutina.


Era momento de volver a mudarse.


Marcos había hecho mil pucheros, y le había insistido hasta el cansancio para que se quedara un tiempo más, pero
la verdad es que ya había abusado demasiado de su hospitalidad.


Necesitaba volver a su casa.


Esa noche, era la despedida.


Marcos había pedido sushi, y estaban mirando una entrega de premios que Paula quería ver.


Pobre su amigo, tuvo que soportar la previa a la alfombra roja, la alfombra roja, los premios, el after party, los
comentarios, y por supuesto el Fashion Police del canal E!, sin decir nada.


Desde que trabajaba en la industria de la moda, había empezado a interesarse por diseñadores y marcas. Era parte de estar al tanto del mundo al que ahora pertenecía.


Después de comer, habían prendido el equipo de música mientras brindaban.


El, la agarró por una mano, y se pusieron a bailar.


Era tarde, y los dos empezaban a sentir los efectos del alcohol. No paraban de reírse, mientras jugaban el juego de la moneda y los shots.


Como eran solo dos participantes, se ponía un poco fácil, entonces le habían sumado otras reglas al juego.


Si no acertaban a la moneda, deberían elegir entre un trago, o sacarse una prenda de ropa.


Paula erró. Mordiéndose los labios, tiró de su remera, quedándose en corpiño.


—Ehm…rubia, podrías haber empezado por los zapatos… aunque no me quejo. – le dijo mirándola apreciativamente.


Ella se rió a carcajadas.


Después de un rato, ambos estaban del todo ebrios. Marcos, solo vestía su bóxer blanco, una media, y su reloj,
mientras que Paula, solo había podido conservar sus dos piezas de ropa interior rosa. Se rió, no era precisamente lo más sexy para este tipo de juegos, pero le daba igual.


A juzgar por como la miraba su amigo, su conjunto estaba bien.


Marcos había errado, y se sacó la media. La desafió con la mirada.


Ella erró. Miró el vaso y se miró ella.


Se llevó las manos a la espalda, y despacio se desabrochó el corpiño. Lo dejó caer al piso, mientras clavaba la mirada en los ojos de su amigo.


El, tomó aire por la nariz, y se acomodó en la silla.


Tiró la moneda, y le erró. Se sacó el reloj, y le alcanzó la moneda.


Paula había vuelto a errar. Quizá se debía que los dos estaban demasiado borrachos, y ya solo perdían, pero no
importaba. Ni la moneda, ni los tragos, ni nada.


Cuando ella estaba a punto de agarrar el trago, para tomarlo, miró a su amigo y cambiando de opinión se acercó a donde estaba sentado. Se sentó en su regazo y comenzó a besarlo.


El, al principio se había quedado quieto, tal vez demasiado sorprendido, pero no tardó en responderle. La rodeaba con los brazos, por su cintura, subiendo más y más hasta la curva de sus pechos.


Paula hizo la cabeza hacia atrás apenas suspirando, haciendo que él empezara a besarla y la agarrara con
más fuerza. Se dio vuelta, quedando sentada totalmente de frente a él y lo miró. Otra vez en su cabeza algo hacía
click. Como esa primera noche en la que lo había conocido. 


Se estaban equivocando. Y en sus ojos veía la misma indecisión.


—No puedo hacer esto, rubia. – le dijo cerrando brevemente los ojos.


—Pensé que querías… – dijo ella un poco aliviada.


—Si. Quiero, pero no así. No se siente…bien.


Paula suspiró, volviéndose a vestir.


Tenía razón, se sentía mal.


Ella solo quería estar con él para olvidarse de Pedro. Eso estaba muy mal.


No podía hacerle eso a su amigo.


Era la peor.


Marcos, sentía cosas por ella, estaba siendo egoísta. No podía engañar a nadie, esto no cambiaría con el tiempo.


Seguía tan enamorada de Pedro, como el primer día.


—Perdoname Mar… tenés razón… yo todavía – pero él la interrumpió.


—Ya sé. Me puedo dar cuenta. Sigamos como hasta ahora, si se tiene que dar, se va a dar. Pero antes, tenés que superar a…


Ella se encogió. No quería escuchar su nombre en voz alta. 


Su amigo se dio cuenta, y asintió.


Y sonriéndole, le dio un suave beso en los labios. Cada uno se fue a dormir.











CAPITULO 45




Se quedó mirándolo. Estaba muy distinto. Su cabello estaba más largo, y se le ondulaba apenas. Tenía la barba crecida de varios días, y cara de cansancio.


Pero más allá de eso, estaba guapísimo. Vestido de traje, daba la impresión de un empresario exitoso.


Que en realidad era.


Se le secó la boca.


Entonces Eduardo tomó la palabra.


—Los reuní a todos porque tengo algunas noticias. Se van a efectuar algunos cambios en la productora, y necesitan estar al corriente.


Paula frunció el ceño, no le gustaba a donde estaba yendo la charla. Tenía el presentimiento de que se iba a poner
todavía peor.


—Recibí una oferta de trabajo en el exterior – miró a Pedro, que le sonrió. —Y tengo la oportunidad enorme, de trabajar para el mejor productor de moda del mundo, Bureau Betak. Así que los dejo. Pero no se preocupen, quedan en excelentes manos.


Señaló a Pedro.


A Paula le sudaban las manos.


Pedro, va a ser quien quede a cargo de la productora, junto a su socia, Catherine.


Volvió a señalar, y ahora, había una mujer al lado de ellos. Una mujer joven, de poco más de 30 años, alta, un cuerpo
increíble, pelirroja, de ojos muy verdes, elegantemente vestida. Era bellísima.


Ella, ante ese reconocimiento, sonrió a Eduardo, y saludó a todos haciendo un gesto con la mano.


—Ahora, le cedo la palabra a su nuevo jefe, que estén muy bien, y les deseo lo mejor. – dijo Eduardo, haciendo
algunos pasos para atrás.


Pedro tomó su lugar, y sujetó las carpetas que estaban en una silla.


—Quiero que sepan que todo va a seguir funcionando como hasta ahora. Los trabajos que ya estaban asignados,
van a seguir en agenda. Todas las decisiones que tomaba Eduardo, ahora las tomo yo. Y todas las dudas que tengan,
tienen que acudir a mi, o a Cat. – dijo señalando a la pelirroja.


Que oportuno el sobrenombre, pensó Paula. Con esos ojos verdes, definitivamente se veía felina. Se puso una mano en la boca, para disimular una sonrisa.


—Eso es todo por ahora. Me gustaría que todos los fotógrafos del staff se acercaran a mi oficina, así discuto los horarios, y nos ponemos de acuerdo. – y sonriendo de manera encantadora, saludó a todos, y se fue a la oficina que antes ocupaba Eduardo.


El corazón se le agolpaba en el pecho, cuando fue su turno por ir a la oficina. Se sentía como en la escuela, a punto de ver a la directora.


Estaba con las manos totalmente transpiradas, la boca seca, y estaba empezando a temblar.


Como pudo abrió la puerta y se quedó en frente de quien había sido, por meses, el protagonista de todos sus sueños. Dormida, y despierta también.


El levantó la mirada buscando sus ojos, y a ella le subió el calor a las mejillas. El temblor solo había empeorado.


Ahora no iba a poder escaparse. Ese era su trabajo. Tendría que aprender a vivir con esto, se dijo.
—Hola Paula. Cómo estás? – le dijo haciéndole señas para que se siente.


—Hola. – le dijo ella, muy seria, bajando la mirada.


—Lo mejor, va a ser que dejemos nuestros problemas de lado, para poder trabajar.


—Me parece bien. Acá esta mi itinerario, si tenés algún problema, me podes mandar un mail, y cambio lo que me digas. Necesitas algo más?


—Ok. Si, necesito hablar con vos, para que podamos trabajar bien, necesito decirte algo. Te extraño, Paula. – estiró su mano en la mesa, como si quisiera tocarla.


Ella, todavía sin mirarlo, se hizo mas atrás y se llevó la tablet que tenía en la mano, al pecho, poniendo toda la
distancia entre ellos posible.


—Hiciste todo esto a propósito, Pedro? – le preguntó. —Estás acá por eso?


—Lo hice por vos, si. No puedo estar lejos tuyo.


—Y como sabes que no puedo dejar mi trabajo,… – dijo ella negando con la cabeza, enojada. —Vamos a dejar esto
claro. Así como con Eduardo, yo no mezclo trabajo con nada, ni con amistad. Así que si solamente estás acá por mi,
perdes el tiempo.


—Me voy a ganar tu confianza y tu amor de nuevo, Pau. – le dijo seguro.


Era la primera vez que le escuchaba decir esa palabra y la dejó sin aliento.


No es que estuviera si quiera insinuando que sentía eso por ella, pero igual había sido como un golpe en la cara.


La dejó descolocada.


Toda la determinación que había logrado empezaba a esfumarse.


—Entonces te gusta perder el tiempo. – dijo ella mordiéndose el labio.


Pero antes de que él pudiera contestarle, dos golpecitos en la puerta los interrumpieron. Catherine, su socia, entraba en la oficina moviendo sus caderas, y parándose al lado de la silla de Pedro.


Le había entregado unos papeles que ahora él leía con atención.


—Bueno, por ahora eso es todo Paula. Que tengas un buen día. – y le señaló la salida.


Paula asintió y salió disparada, viendo como Pedro le sonreía a la pelirroja.


Nauseas. Después de tanto tiempo, seguían ahí.


Llegó a su escritorio, que antes estaba vacío, pero ahora un enorme ramo de flores ocupaba tres cuartas partes de él.


Enorme. En colores pasteles.


Las reconoció de inmediato. Eran las mismas flores que estaban en el puente de la isla.


Esa cita perfecta que habían tenido cuando estaban juntos.


El momento más romántico de su vida. Tenía una tarjeta, que decía:
“Felicitaciones por las excelentes
notas en los exámenes, Barbie.
Miss you.
P.“


Sintió un nudo en el estómago.


Guardó la tarjeta para tenerla lejos, y luego inspiró profundo unas cuantas veces, hasta recuperar el control.


Obligándose a no pensar, se puso a trabajar.


Se concentró en contactar a todos los que iban a formar parte de su equipo técnico.


Al día siguiente, era la presentación del primer boceto. Ella tenía todo listo desde hacía semanas, pero la perspectiva de tener que presentárselo a la parejita que ahora estaba encerrada en la oficina, le daba pavor.



Cuando fue hora de irse a casa, por poco sale corriendo.


Afuera, Marcos la estaba esperando apoyado en su auto.


El color empezaba a volverle al rostro, ahora no le costaba tanto respirar. Le sonrió y él se le acercó.


No tuvo tiempo de advertirle que Pedro estaba adentro, su amigo la sujetó por la cintura y la besó.


Un beso dulce y tierno, que le devolvía la alegría a ese día tan difícil que acababa de tener.


Pedro pasó por su lado sin decir nada, sin siquiera mirarlos. 


Y golpeando la puerta de su auto con tal fuerza, que
los dos dieron un salto.


Marcos la soltó al verlo y cerró los ojos. Cuando se fue, le preguntó.


—Por qué no me dijiste, rubia?


—Porque no me diste tiempo. Pero qué tiene? – le dijo ella encogiéndose de hombros.


—Que no está bueno ponerse a apretar enfrente de un ex, aunque sea un idiota. – le dijo él.


—Es mi nuevo jefe además. – le dijo mordiéndose los labios.


Marcos se tapó la cara con las manos.


—Entonces definitivamente, no esta bueno, rubia.


—No pasa nada, vamos. – le dijo queriendo quitarle importancia.


Se fueron a comer por ahí como siempre hacían. Esquivando a los fotógrafos.


Después, en el departamento, como era parte de su rutina, se sentaban en el sillón a ver películas. Cosa que terminaba con los dos besándose como locos, sin poder sacarse las manos de encima.


Pero sabían cuando frenarse, y ese era el momento en que cada uno se iba a dormir por su lado.


Paula se preguntó vagamente, si alguna vez iban a dar el siguiente paso.


Porque si bien, en un principio había sido idea de Marcos, ella después había reconocido que no estaban listos para
eso.


Alguna vez lo estarían?


Al otro día, llegó al trabajo más temprano, para preparar su presentación.


Tenía un panel de inspiración en donde había puesto dibujos, fotos, y telas que formaban parte de la idea. Y además, en su computadora, tenía todo el material audiovisual que le hacía falta.


A medida que iba llegando el resto del personal, se iban sentando en la sala en donde ella tenía que hablar.


Oh Dios. Ahora le hubiera venido bien un trago.


Se acomodó el pelo detrás de las orejas, nerviosa. Y si no les gustaba?



****


El había entrado en la sala casi último, y se había sentado al fondo. Conocía a Paula, y estaría caminando por las
paredes de los nervios, no quería que se sintiera peor con su presencia.


Había dispuesto una especie de pizarra en la mesa, llena de recortes, y telas.


Parecía un collage. Y en su computadora, el fondo de pantalla era el logo de la productora.


Cuando vio que estaban todos en sus lugares, comenzó a hablar.


La campaña era para una empresa pequeña de indumentaria femenina, que buscaba cambiar la imagen, entre otras cosas.


Había nacido en el negocio como marca satélite, y ahora se abría camino independientemente. La idea de los
representantes de la marca, era mostrar una cara que se viera reflejada en las prendas.


Estas eran femeninas, sumamente delicadas, con géneros livianos y etéreos, que brillaban en los colores más frescos.


Paula tenía pensado todo.


Todo su equipo técnico estaba ya definido, y todas las locaciones establecidas.


Sonrió al reconocer algunos de los profesionales que él le había recomendado.


Cat, a su lado, le daba un codazo y le hacía cara de estar totalmente impresionada.


El solo sonrió e hizo un gesto afirmativo. Así era Paula.



****


Mientras cerraba la presentación, vio como el nuevo director de la productora, y su socia se sonreían y se decían algo
al oído. Bajó levemente la mirada y terminó de hablar.


Todos la aplaudieron, y felicitaron.


Aparentemente, sus ideas habían gustado y estaban ansiosos por trabajar en el proyecto.


Aunque todavía faltaba la aprobación mas importante.


Pedro la miró y le sonrió. Eso significaba que le había gustado.


Después se dio vuelta, y volvió a su oficina.


En la mesa, había otro ramo. Igual que el del día anterior. La tarjeta, solo tenía un corazón dibujado. Nada más.


Qué significaba?


Sabía que eran de Pedro, pero no quiso hacer más lecturas del asunto, de todas formas, no tenía sentido.


Escuchó unos golpes en su puerta.


Catherine se le acercó. Hablaba español, pero su acento denotaba que no era argentina.


—Felicitaciones, Paula. Un trabajo excelente. No puedo esperar a ver las fotos de la campaña. – le dijo sonriéndole.


—Muchas gracias, significa mucho para mí que les haya gustado.


—Lo que necesites, no dudes en pedírmelo. – y se fue a la oficina con Pedro.


Era amable. Mmm…hubiera sido más fácil odiarla si hubiera sido una víbora como Rebeca, pensó. Pero no, era agradable, y para colmo, le caía bien.