miércoles, 23 de diciembre de 2015
CAPITULO 118
En el consultorio, estaban los dos tomados de la mano, esperando que el importante doctor Benjamín Avellaneda
terminara de ver los resultados de sus análisis.
Los miró con una sonrisa y comenzó a hacerles preguntas de todo tipo.
Pasados los dos minutos, los había llenado de papeles, folletos y explicaciones para padres primerizos, y le había sugerido a ella vitaminas prenatales y ácido fólico. Era tanto para asimilar de una vez, que se alegraba de tenerlo por escrito.
—Bueno Paula, ahora vamos a pasar a la parte más linda, que es la ecografía. Lo que quiero es determinar
en que etapa del embarazo estás, y si podemos, escuchar el corazón del bebé. – tomó nuevamente los análisis. —
Supongo que debes estar de pocas semanas, pero necesito una fecha estimada de parto. – le sonrió.
Oh. Parto.
Ella hasta ahora se había preocupado por el embarazo en sí, o por como criar un niño… pero no había tenido en cuenta el parto. Fue como si agua helada le corriera por las venas.
Le tenía pánico al dolor, a estar internada… a sentirse mal. Y si se complicaba? Oh por Dios. Miró hacia donde estaba su marido, y él estaba escuchando atento todo lo que el médico
indicaba como alumno aplicado. Se estaba tomando todo esto muy en serio.
Y podía notar que iba a hacer lo posible porque ella respetara todo al pie de la letra. Suspiró.
—Anda a ponerte la bata al baño. – le señaló un perchero y una puerta blanca.
—Bata? – preguntó confundida.
—Si. No es una ecografía abdominal. Si el bebé es muy pequeño, no podríamos ver nada. – dijo tranquilo.
Oh. No estaba preparada para esto.
Cuando salió del baño se sintió demasiado incómoda. Estaba con una bata fina que cerraba… apenas.
Siempre le había resultado horrible ir al ginecólogo… por qué ahora tenía que hacerlo frente a Pedro? Qué horror.
Se sentía tan expuesta.
Una voz en su mente le dijo: Acostumbrate, en el parto va a ver mucho más que esto. Y no es como si nunca te hubiera visto desnuda, después de todo.
El doctor Benjamín le hizo señas y se recostó en la camilla.
Pasó un preservativo por un aparato largo, blanco, que se conectaba a un cable del ecógrafo y después le puso una sustancia viscosa.
La miró como preguntándole si estaba lista, y cuando ella asintió, el artefacto ya estaba dentro. Se sentía raro. Incómodo. Invasivo. Espantoso.
Pedro estaba a su lado, tomándole la mano, mirando toda la escena sin decir una palabra, y con su rostro ceniciento.
El doctor movía la sonda y ella hacía algunos gestos de molestia. Pero entonces una figura comenzó a moverse
en la pantalla que antes era negra.
Había algo.
Y lo vió.
La ecografía que ella se había imaginado ver, era la de un puntito con latido, pero no. En la pantalla había un bebé.
Un pequeño bebito con toda su columna vertebral visible. Y se movía!
Como un pececito. Sus brazos, sus piernitas. Tan pequeño.
La imagen trajo lágrimas a sus ojos.
Pedro se acercó un poco a la pantalla, incrédulo.
Hasta el médico estaba sorprendido.
—Bueno! Parece que no era tan chiquito. Paula, estás por lo menos de 11 semanas de gestación.
—11 semanas?! – gritaron los futuros padres.
El doctor sonrió.
—A veces pasa. La mujer no presenta síntomas, o sigue teniendo su período… Hay casos que incluso se enteran al momento del parto. Lo que me preocupa un poco es tu peso. Vamos a tener que cambiar la dieta. Si? Te voy a recomendar una nutricionista excelente.Y en menos de dos meses ya vas a estar en peso normal. – tocó botones en el
ecógrafo, y la pantalla cambió del blanco y negro a una imagen con azules y rojos.
—Ahora vamos a escuchar el corazón. – y así fue.
Un sonido galopante. Fuerte, rítmico y profundo como del fondo del mar.
Ella soltó todo el aire de golpe.
Que fuerte. Estaba vivo dentro de ella.
Tenía un corazoncito que latía con fuerza. Era una personita.
Más lágrimas pinchaban en sus ojos.
Pedro le secó las mejillas dándole besos y diciéndole cosas dulces al oído.
—Podemos llevarnos la ecografía? – preguntó mirando al doctor.
—Claro. Ahora les doy un CD con todo. – les sonrió y anotó con un calendario en la mano haciendo cálculos. —La fecha estimada de parto es el 4 de enero.
Salieron de la clínica aturdidos.
Acababan de enterarse, y estaba pasando todo tan rápido.
En 6 meses serían padres.
—No tenemos nada listo. Tendría que sacar las cosas del cuarto de huéspedes. Tendríamos que comprar una cuna, o una cuna y una cama. Y muebles para la habitación del bebé. Y cómo vamos a hacer viviendo un piso 11? Nos
convendría mudarnos… Una casa. Grande. – decía su esposo, quedándose sin aire al final de todas las frases. —
Podríamos mudarnos de barrio también. Alguno que tenga buenos colegios. El colegio! Ya tendríamos que ir buscando
opciones y viendo si tienen banco para la guardería… y ..y…una sillita para el auto.
Paula lo miró y haciéndole una seña lo obligó a respirar profundo.
—Nos quedan meses, Pedro. Meses.
El asintió de manera violenta mientras inhalaba.
—Yo me preocuparía por una cosa a la vez. – dijo pensativa. —Qué voy a decir en el trabajo? Me queda una sola
sesión de fotos en ropa interior y después varios eventos. – cerró los ojos haciendo memoria. —Y las fotos para
Harper’s.
—A Walter no le diría nada todavía. Conociéndolo se va a poner histérico. Pero vas a tener que hablar con Amanda. – Pedro se pasó las manos por la frente. —Y nuestras familias?
—Tienen que ser los primeros. Ya nos vieron salir de la clínica muchas personas. Cuánto tiempo va a pasar
hasta que se filtre la noticia? – dijo por experiencia.
—Hoy Francisco va a casa. – contestó pensativo.
—Empezamos por él, y mañana sábado, nos vamos a Córdoba. Si? – el asintió. —Y tu mamá… – el levantó una
mano.
—No le vamos a decir nada.
—Pero Pedro…
—No, Paula. – dijo cortante.
Ella solo asintió.
Francisco los miraba con la boca abierta. Hacía segundos se había enterado que iba a ser abuelo, y no podía creerlo.
Después de un rato, se abalanzó a los brazos de Pedro
sujetándolo fuerte.
—Abuelo? – se rió. —Estoy muy orgulloso de vos, hijo. —Le golpeó la espalda con cariño. —Me hace feliz la noticia.
Miró a Paula y sin poder contenerse, la abrazó también.
—Vas a ser una mamá preciosa de todos mis nietos preciosos.
Los hizo reír.
—Todos? – preguntó Pedro con una risa nerviosa.
—Quiero muchos nietos. – la miró cómplice, aunque ella tenía los ojos abiertos de pánico como los de su marido.
Fueron a sentarse en los sillones de la sala, en donde entre otras cosas le mostraron la ecografía.
—Esto obviamente quiere decir que ya no vas a viajar a Nueva York, no? – preguntó.
—No habíamos pensado todavía en eso. – la miró. —Algunos papeles están todavía en trámite, pero creo que puedo arreglármelas para hacer todo desde acá, o si tengo que viajar, no estar más de dos días allá. Como mucho. No voy a dejar las cosas como están. Ya casi podemos hacer algo.
—Algo? – preguntó su suegro curioso.
—Tenemos casi la misma cantidad de acciones que Elizabeth. La empresa no se va a liquidar. No van a despedir a nadie.
Francisco suspiró.
—Si tu madre quiere…
—No. Hay muchos temas legales que no puede pasar por alto.
—Los otros miembros accionistas, solo están ahí para recibir el cheque a fin de mes, a nadie le va a importar que despidan a la gente.
—Voy a hacer lo que haga falta. – dijo Pedro mirándolo seguro.
—No quiero que en este momento estés metido en estos líos. Yo puedo seguirla desde acá con los abogados.
Incluso puedo reunirme con los inversionistas. Fueron muchos años, hijo. Nadie sabe mejor que yo el
funcionamiento financiero de la empresa.
—Francisco, a mi me parece que Pedro necesita terminar con lo que estuvo haciendo. Yo no voy a estar sola acá, y él cuenta siempre con mi apoyo. – sonrió. —Hay mucho en juego.
Su suegro asintió, aunque no muy convencido. Después de la cena se marchó pensativo. Nada de esto le parecía justo.
Era la primera vez que veía a su hijo tan feliz. No quería que
cargara con los caprichos de su manipuladora ex mujer.
CAPITULO 117
Pedro la miró angustiado, y aceptando resignado el hecho de que no tomara su mano asintió.
—No vas a volver? – preguntó.
—Tenemos que hablar antes. – dijo queriendo sonar segura, aunque teniéndolo tan cerca, se le hacía difícil.
—Paula, perdoname. Por favor. No quise decir nada, – cerró los ojos, arrepentido. —nada de lo que dije… Estaba con la cabeza en otro lado. Fui muy egoísta, no me frené a pensar lo que estabas sintiendo vos, y estuve mal.
Se acercó más a ella y con una mano en su corazón siguió hablando.
—Sos lo más importante para mí. – sus ojos llenos de dolor, y miedo.
—No sé que pensar, Pedro. Vos también sos lo más importante para mí. Es por eso que lo que tengo que decirte,
me resulta tan… difícil – frenó para tomar aire. Había empezado a llorar otra vez. —Voy a tener el bebé.
El tiempo se detuvo mientras esperaba su respuesta y evaluaba su reacción. El asintió.
—Siempre supe eso.
Ella abrió los ojos sorprendida. De verdad? Porque para ella no había sido tan obvio desde el primer momento. Por lo menos no de una manera consiente.
Arriesgándose, preguntó.
—Y eso que quiere decir… para nosotros?
—No entiendo. – dijo él frunciendo el ceño.
—Significa que nos vamos a separar? – preguntó llorando.
—Vos ya no querés estar conmigo? – dijo con la voz ronca.
Su corazón amenazaba con romperle el pecho. Qué? Cómo ella no iba a querer estar con él? Era el amor de su vida. Al ver que ella no contestaba, él siguió hablando.
—No me digas que no querés estar conmigo, Pau – sus ojos la miraban desesperados. —No me digas que no me
querés más. – suplicó.
—Qué? – estaba confundida.
—Me siento muy mal por todo lo que te dije, y te pido disculpas. Sé que tendría que haber estado acá porque te
sentías mal, y estaba lejos ocupado con el trabajo. Pero lo dejo todo. Todo, Pau. Por vos lo dejo todo. – volvió a insistir acercando su mano, y esta vez ella se la tomó, aun confundida. Pero de qué estaba hablando?
—Por qué no te voy a querer más, Pedro? – respiró profundo y se secó los ojos con su mano libre. —Por qué decís
eso?
—Por lo que dije… porque no estuve con vos… porque soy una bestia.
Ella frunció el ceño.
—Si nos separamos va a ser porque yo si quiero seguir adelante con el embarazo y vos no. – dijo segura. Esto lo había pensado mucho. —Y lo respeto, no es el mejor momento para ninguno. Pero…
El la interrumpió.
—No es el mejor momento, pero es lo que nos está pasando ahora. – su mirada se suavizó. —Empezamos muy rápido, nos mudamos juntos muy rápido, nos casamos muy rápido y ahora vamos a tener un bebé muy rápido también… tiene sentido. – sonrió.
Ella sonrió también.
—Tengo miedo. – le confesó apretando su mano.
—Yo también. – acarició su mejilla.
Lo abrazó con todas sus fuerzas y se dio cuenta de que ese miedo, no era tan terrible si él estaba con ella.
—Vamos a casa, Barbie. – le dijo al oído.
Ella asintió.
Había sido un día alocado, y necesitaba descansar. Para no preocupar a su amigo, rápidamente le dejó una nota
en la mesa.
“Volví a mi casa. Mañana
charlamos.”
Y la tentación fue demasiado, así que mientras juntaba las cosas para irse, abrió la caja y se llevó una porción para
el camino.
Pedro la miró levantando una ceja.
—Te va a hacer mal, está fría. – dijo arrugando la nariz.
—Es más rica así. – respondió sonriéndole con ganas.
El le devolvió la sonrisa, y negando con la cabeza agarró su bolso para llevarlo hasta el auto.
Cuando llegaron era tarde, y ella no podía mantener los ojos abiertos.
Nunca en su vida había estado tan cansada. Todo el cuerpo le pesaba. No sabía mucho del tema, pero se lo atribuyó al embarazo. Estaba empezando a afectarla notoriamente en cuanto a síntomas.
Se tocó la panza distraída.
Al menos todavía no se le notaba a simple vista. Cómo iba a decirlo en la agencia? Oh por Dios,…a su familia…Pedro la miró preocupado.
—Te duele algo?
Ella sacudió la cabeza, despertando.
—Ehm?... no. No me duele nada. – lo miró insegura. —Mañana es la primera ecografía. – esperó su reacción.
—Me pedí el día libre en la agencia.
El asintió. Así iban a ser los 9 meses? Parecía un robot.
Bueno, la verdad es que lo prefería así y no como se había puesto por teléfono. No iba a presionarlo.
Frunciendo el ceño terminó de cambiarse y se acostó.
El la siguió unos segundos después, abrazándola por la espalda.
Sus párpados pesaban toneladas, así que no tardó en quedarse totalmente dormida.
****
Ese ruido era el reloj o su corazón?
Oh Dios. Se estaba volviendo loco.
Suspiró. Por qué le hacía tanto calor? Se estaba sofocando.
No podía respirar.
Rápidamente se incorporó y casi tambaleándose salió al balcón. El viento frío lo hizo inhalar con fuerza. Tenía que
calmarse. Todo era producto del miedo que tenía.
Y cómo no iba a tener miedo?
Hace un año se la pasaba de fiesta en fiesta… sin responsabilidades… y ahora tenía que hacerse cargo de 50 familias que quedarían en la calle si no solucionaba el lío que había provocado por desafiar a su madre. Y como si eso
fuera poco, ahora tenía que hacerse cargo también de su familia. Una que estaba empezando a formar.
Un hijo.
Volvió a la habitación y miró a su esposa dormir. Respiraba tranquila, con una expresión pacífica. Acarició su mejilla.
Qué bonita es… pensó. Su cabello descansaba en la almohada y olía maravillosamente.
Cómo hacía para estar tan calmada?
Acercándose muy despacio, le besó los labios y ella sonrió.
Le devolvió la sonrisa como si pudiera verlo.
En qué estaría pensando? En qué soñaría?
Rozó su brazo, suavemente, y ella reaccionó destapándose.
Su remera se levantaba apenas y dejaba a la vista su
ombligo.
Casi sin pensarlo, colocó su mano ahí.
Su panza seguía tan chata como siempre. Cómo era posible? La acarició con los nudillos, preguntándose como se vería cuando empezara a notársele el embarazo. Hermosa. Siempre estaba hermosa. No tenía dudas de eso.
Miró sus dedos, ahí, tan cerca de su vientre. Ahí estaba su bebé. Tan pequeñito, pensó. Cómo iba a ser capaz de cuidar a alguien así de chiquito?
Sin sacar la mano, subió en la cama, y con cuidado se acostó a espaldas de su esposa. Volvió a taparla con cariño y le besó el cuello.
Distraídamente, había empezado a hacer dibujitos circulares alrededor de su barriga.
Cómo se sentiría una patada del bebé en la panza? Sería doloroso para Pau? Y el parto?
Tenía la cabeza tan llena de preguntas que al no poder responderlas, lentamente iba cayendo en un suave letargo.
No fue consiente cuando ni como, pero se terminó durmiendo. Sólo para seguir soñando con esas mismas dudas.
****
Pedro a su espalda, roncaba tranquilo. Una mano apretada bajo su cabeza y la otra descansando casualmente sobre su panza, por debajo de la remera. Sonrió.
Sin despertarlo le dio un beso, que tuvo que interrumpir cuando una puntada en la boca del estómago la hizo correr al baño.
Había salido tan bruscamente que su esposo se había despertado, y alarmado le golpeaba la puerta.
—Paula? Estás bien? – sonaba preocupado.
—Hmmm… si. – dijo ella cuando pudo hablar. —Es así todas las mañanas últimamente.
—Hoy le podríamos preguntar al médico si te puede dar algo para que dejes de vomitar.
Ella no contestó. Se sentía horrible.
Pero, como todo malestar matutino, así como venía, se iba sin dejar rastros.
Al rato estaba totalmente repuesta y para sorpresa de su marido, con hambre.
—Perdón, mi amor. – le había dicho mirándola angustiado.
—Por? – dijo frunciendo el ceño.
—Es mi culpa que te sientas mal. – dijo levantando los hombros.
Ella sonrió.
—No. Es culpa de las hormonas. Soy muy susceptible cuando se trata de mi estomago. Acordate del barco.
El sonrió apenas y la abrazó.
—Por culpa de las hormonas me estoy durmiendo a cada rato, y estoy siempre cansada…y estoy sensible y llorona – lo abrazó por la cintura. — Pero no todos son efectos negativos. – lo miró de manera sugerente mordiéndose el labio.
—Ah no? – preguntó divertido, levantando una ceja. —Qué otros efectos tienen esas hormonas?
Lo interrumpió acercando su cara y besándolo apasionadamente.
Suspirando, tomando su rostro con una mano, y la otra bajando por su abdomen.
Provocándolo. Tentándolo con su toque.
Y como podía notar, había tenido un efecto casi inmediato en él.
—Mmm…Paula, esperá. – le dijo separándose apenas.
—Qué? Por qué? – dijo sin entender.
—Porque no quiero lastimarte, ni lastimar al bebé. – dijo serio. Sus ojos muy abiertos. Llenos de qué? Miedo?
—Y cómo vas a lastimarme a mí o al bebé? El sexo no está contraindicado en el embarazo. De hecho es algo sano… – tiró de la pretina de sus pantalones para acercarlo.
El dudó por un instante, entornando los ojos, pero volvió a alejarse.
—Primero vayamos al médico, y nos quedamos tranquilos de que va a estar todo bien, si?
Estaba asustado por el bienestar del bebé, y no pudo evitar enternecerse por completo. Tenía ganas de estar con él, pero verlo así… queriendo ser cuidadoso, preocupándose, la puso feliz.
A lo mejor no serían 9 meses tan terribles.
Sonrió abiertamente y asintió.
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