jueves, 10 de diciembre de 2015

CAPITULO 75




De más está decir que solo había podido dormir un par de horas.


Después de bañarse y cambiarse se miró al espejo. Su gesto se contrajo. Iba a necesitar más que maquillaje para
lucir decente. Tenía ojeras, y estaba pálida. Se puso toda la base que pudo sin parecerse a La Máscara, y aprovechando su blancura, se pintó los labios de rojo furioso.


Al menos así, sus ojos resaltaban.


Tomó sus carpetas y se fue a las oficinas de Harper's Bazaar.


Mientras esperaba ser atendida por Amanda, miraba la pantalla de su celular.


Nada.


Tenía un mensaje de Flor, de Mica, de Anabela, de Nico, hasta de Marcos, deseándole buena suerte. Y de Pedro,
nada.


Podía estar enojado, pero esto ya era ridículo. No se acordaba cuando había sido la última vez que pasaban una
noche separados. El pecho empezó a dolerle. Como tenía una buena relación con Amanda, le había dicho que iba a
acompañarla a la reunión, para que no estuviera tan nerviosa, para darle confianza. Y la había dejado plantada.


Se mordió el labio y respiró profundo. Ahora no podía estar
distraída. Pensaría en ello después.


—Ya puede pasar, señorita. – le dijo una secretaria.


—Gracias.


Abrió la puerta de la oficina y se la encontró leyendo la pantalla de su celular, mientras bebía de una taza de
café. El lugar le hacía juego perfectamente. Era blanco, con detalles rojos en su decoración. Era curioso, si hubiera tenido que asociarla con un color, hubiera sido ese.


Rojo. Y no solamente por su melena, ni por sus uñas perfectamente cuidadas.


Era toda su actitud. Avasallante, femenina, poderosa.


Apenas entró, le dedicó una mirada afilada, y una sonrisa blanca, y deslumbrante.


—Paula, pasá por favor. Sentate. – le hizo señas hacia la silla.


—Amanda, que tal. Antes que nada quería agradecerte por semejante oportunidad, para mí significa muchísimo y… – Amanda la interrumpió levantando un dedo.


—Después de que esté hecho me podes agradecer. Ahora quiero ver que se nos ocurre para empezar a trabajar. Trabajo con la productora desde hace 15 años. Cuando te conocí, no me había fijado en tus ojos. Son azules? – le dijo dejándola descolocada.


—Ehm, si. Dependiendo del clima, y los colores que visto, a veces parecen verdes. – dijo encogiendo los hombros,
nerviosa.


—Preciosos. Cuánto medís?


—Cuánto mi…? Eh… 1,68.


Nunca pensaste en modelar Paula? – le dijo entornando los ojos.


—Qué? No, o sea…nunca se me ocurrió… – dijo dudando. 


—Por?


—Por nada querida. Veamos esos bocetos. – dijo agitando una mano en el aire. La reunión después de eso había ido
genial. Amanda no esperaba que Paula hubiera avanzado tanto. Prácticamente tenía hecha una propuesta formal de lo
que quería hacer. Tenían una forma parecida de ver las cosas, y por eso la charla había fluido. Incluso habían
tenido tiempo para plantear más ideas, juntas, como pares.


Cuando estaba inspirada, Paula podía ser un poco obsesiva, y perdía noción del tiempo, y de su compañía. Se había
dado cuenta tarde de quien tenía en frente. Pero eso, en lugar de perjudicarla, la había dejado muy bien parada. 


Amanda estaba impresionada con ella. Tenía carácter, y no le daba miedo expresarse.


Se despidieron con un apretón de manos, y con la promesa de verse en menos de un mes para seguir concretando los detalles.


Salió animada, y como no tenía mucho tiempo, se fue directo a la facultad. Si tenía suerte, no perdería ni diez minutos de la clase que tenía ese día.


Todavía no tenía noticias de Pedro.


Escondió su celular en el fondo de su bolso para no estar chequeándolo a cada rato y se concentro en sus clases. Con
Ana habían presentado algunos prácticos, y adelantaron trabajo para la campaña de la productora.


Su amiga estaba encantada con todo lo que estaba aprendiendo. Cuando Pau le contó de su entrevista con Amanda, no lo podía creer. Le hizo repetir mil veces cada palabra que habían dicho.


A Paula le gustaba como trabajaba ella, seguramente la tendría en cuenta para contratarla en sus trabajos, o quien
sabe, cuando tuviera oportunidad, hasta podía recomendarla.


Sabía que Anabela tenía talento, pero era tímida, y muchas veces sentía vergüenza de mostrar lo que hacía. Iba a tener que adquirir experiencia, pero eso era algo que se podía hacer.


De la universidad, pasó directamente al trabajo. Se comió una ensalada de frutas en el camino, porque sabía que una vez que se pusiera a trabajar con la producción, apenas le
quedaría tiempo para ir al baño.


Entró a su oficina, y sobre su escritorio, había un ramo de flores. No cualquier flor, por supuesto. Eran las mismas flores del puente. Era de Pedro.


Se acercó a olerlas, y vio una pequeña tarjeta escrita con su letra.



“Perdón”


Eso solo ponía. Si antes había pensado que estaba enojada, cuanto se había equivocado. Estaba furiosa. Toda la maldita noche y el maldito día pensando en que bicho le había picado, y pensaba que lo solucionaba todo con unas flores.


Dejó la tarjeta a un costado, y se sentó inmediatamente a trabajar. Casi siempre, apenas llegaba, se asomaba a la oficina de Pedro y lo saludaba, pero hoy no estaba de humor.


Tenía mucho que hacer.


A los pocos minutos de su hora de entrada, vio que él asomaba la cabeza por la puerta de su oficina. Seguramente
preguntándose por que no había pasado a saludarlo.


Y chequeando que hubiera llegado bien. Apretó los puños un poco, y tomando aire, siguió haciendo su trabajo como si no lo viera.


Por el rabillo del ojo, vio como al verla sentada en su escritorio, se escondía un poco más, y se debatía entre
ir a donde estaba ella, o volver a encerrarse en su oficina.


Tuvo que morderse el labio a punto de reírse. Cuántos años tenía? 12?


No se iba…


Levantó de golpe los ojos de la pantalla y lo miró.


—Qué? – le dijo casi gritando, haciéndole dar un respingo.


—Hola. Podemos hablar? – le dijo bajito.


—Es de trabajo? – preguntó ella, fría.


—No.


—Entonces no. Más tarde. – le dijo, al tiempo que volvía a mirar la pantalla, dejándole entender que se marchara.


El dio media vuelta y se encerró en su oficina.



****


Había metido la pata. Y no tenía a nadie más que a él mismo para culpar.


Ninguna ex amante, ni una ex amiga traicionera, ni un mejor amigo enamorado, ni su madre. Era él solito el que se había buscado el problema. Y ahora tenía que afrontar las
consecuencias.


Las flores, tal como la primera vez que le regalo unas, no habían servido de nada.


Pensó en mandarle un mensaje. Miró su celular. No, iba a ser peor, se pondría furiosa. Algo le llamó la atención.


Volvió a mirar, prestando atención. Hoy era 25? Oh no . 


Sintió como un frió recorría toda su espalda.


Su entrevista con Amanda. Lo había olvidado por completo. 


Se golpeó la frente con la palma de la mano. Había
dicho que iba a acompañarla. Pero claro, había estado tan centrado en sí mismo, en sus supuestos problemas, que
se le había pasado por alto.


Era un idiota.


La había dejado sola. Para ella era un acontecimiento importante, él tendría que haber estado ahí para apoyarla.


Pero que idiota.


Pegó la cabeza contra el escritorio, y empezó a golpeársela cuando sintió que alguien se aclaraba la garganta en la
puerta.


—Si estás muy ocupado vuelvo después. – dijo Cat entre risas.


—No estoy de humor para chistes. Qué necesitas? – preguntó.


—Ahora entiendo por que la cara de culo que tiene tu novia. Qué hiciste? – le preguntó sentándose en una de las sillas.


—Me olvidé de hacer algo muy importante, y anoche me escapé en medio de una discusión. De hecho, no llegamos a discutir. Ni a hablar. Me fui. La dejé sola. Salí corriendo


Pedro


—Si, ya se, soy un idiota. Me doy cuenta, quédate tranquila.


—No. Te iba a decir que es normal que se peleen. Son cosas que pasan.


—Hoy se suponía que tenía que acompañarla a la reunión con Amanda. La decepcioné. – dijo apretándose los
ojos. Cat levantó las cejas y silbó.


—Mmm….si. Te la mandaste. Vas a tener que remar mucho. Si yo fuera ella, te haría sufrir.


Pedro levantó la mirada y le entornó los ojos con bronca. Ella le sonrió.


—Te va a perdonar, modelito. – le dijo pasándole los dedos por el pelo. — Esa chica esta loca por vos.


—Espero.


—Bueno, ahora tratá de pensar en otra cosa. Te traigo los presupuestos de la campaña para que los mires y apruebes.


El suspiró. Iba a tener que pensar en Paula más tarde. Ahora tenía que ponerse a trabajar.












CAPITULO 74






Esa semana se había pasado volando. Tenían que cerrar la campaña con la que había estado trabajando, y tenía un par de entregas en la facultad.


Eso sin contar con la gran reunión que tenía con Amanda, para la que ya tenía todo lo que quería mostrarle, listo. Se
había armado carpetas de bocetos, y su portfolio con los trabajos, que ella consideraba más logrados.


Y con todo lo que tenía que hacer, quedaba otro detalle. Su mudanza.


Pedro se estaba encargando de todo, pero aun así, era mucho trabajo.


El departamento iba a quedar casi vacío a la espera de que Nico se mudara en el verano, para el que faltaban solo
unos meses.


Estaba en medio de cajas de cartón llenas de papeles, y fotos, que para cualquiera hubieran sido pavadas, pero
para ella, eran tesoros. Además aquí viviría su hermano, y no quería arriesgarse a que metiera sus narices.


Era tarde, y habían pedido comida por teléfono para seguir ordenando. Era mejor terminar esa noche.


Habían dejado la música de la radio encendida, y tarareaban las canciones mientras seguían llenando cajas.


Pedro soltó lo que tenía, y le agarró la mano para que también se parara. La abrazó por la cintura y empezaron a
bailar. Sonaba Patience de Guns´n Roses. Ella había apoyado la cabeza en su pecho mientras se movían.


—Esta es una de las cosas que más extrañé cuando me fui a Londres. – le dijo él, apoyando toda su mano en su
cintura.


—Yo también. – dijo suspirando. — En realidad extrañé todo, casi todas las noches soñaba…con vos. 


No tenía sentido, pero solo recordarlo, le hacía un nudo en la
garganta. Tantas veces le había hecho falta. El separarse de Pedro le había roto el corazón.


—Tantas veces pensé en irme, no podía quedarme, no tenía sentido. Vos no querías verme. Pero lo mismo me quedé. Algo me decía que tenía que insistir. Que esto no se había terminado. Ya no sabía que hacer. Me había quedado sin fuerzas.


—Nunca dejé de sentir lo que siento por vos.


—Te amo. – le dijo besándola.


Ella lo tomó por las mejillas y profundizó el beso. Lo que sentía era tan intenso, tan grande, que supo que no
podría superar una nueva separación. El podía lastimarla, y ella a él. Y ojalá no hubieran tenido que aprenderlo de la
manera en que lo hicieron, pero hasta cierto punto, había sido necesario.


Los había hecho abrir los ojos. Si no hubiera sucedido, no estaba segura de que ahora estarían ahí, y que ahora
estaría mudándose a vivir con él.


Pedro estaba empezando a subirle la remera, cuando el teléfono de la sala sonó. El gruñó y ella sonriendo, solo lo
ignoró. No tenía ganas de que los interrumpieran.


El le pasaba las manos por la espalda, haciéndola sentir cada vez más calor


Ella le besaba el cuello, y le daba suaves mordiscos.


Entonces sonó el contestador. Biiip.


Y empezó a escucharse el mensaje que entraba.


—Hola hermosa. No estás en casa. No te llamo al celular porque no quiero molestar. Nada más quería decirte que
te extraño, hoy estuve todo el día pensando en vos y... se que me disculpé muchas veces, y que vos me perdonaste,
pero no tendría que haberte besado la última vez. La semana que viene te voy a mandar un regalo, y tengo la
camiseta firmada para Nico, el pendejo va a estar chocho. Me voy yendo. Sabes que te estoy esperando, y siempre te
voy a esperar. Te amo rubia.


Wow. Eso había sido inoportuno. E incómodo.


Automáticamente Pedro se soltó, agarró su campera y se fue.


Se había quedado tan sorprendida, que ni siquiera reaccionó para frenarlo.


Se había ido? Así? Sin más?


Miró fijo la puerta. Podía salir y buscarlo, o podía llamarlo, o ir directamente a su departamento. Pero no. Prefirió darle espacio. Por algo se había ido. Ya volvería.


Ella no había hecho nada malo, no tenía por que enojarse. Y si se enojaba, por o menos tenía que intentar hablarlo.


Estaban tan bien…


Si lo pensaba un poco más, hasta ella se estaba enojando un poco también.


El nunca había reaccionado así. Y si pensaban vivir juntos, no podía solo irse, y dejarla plantada, sin entender.


Qué clase de ataque era ese?


Ya estaba muy enojada.



****


A medida que se alejaba de la casa de Paula, iba recobrando el aliento. El pecho se le había cerrado impidiéndole respirar al escuchar ese mensaje.


Era un impulso. Se había escapado casi corriendo. Pero es que la otra opción hubiera sido tener que enfrentar la situación. Mirarla a los ojos, que ella lo mirara también y le dijera que no había terminado del todo esa otra relación. 


Que Marcos todavía la esperaba. Que sentía cosas por él. 


Que aun no se decidía. Maldijo, cerrando los ojos. Si, hubiera sido la opción más madura y cuerda.


Podía volver sobre sus pasos, entrar al departamento y hablar con ella. Podía marcar su número de teléfono y decirle lo que sentía. Pero no. Ya se había ido.


De todas maneras, le haría bien un poco de distancia. 


Pensar las cosas con claridad, de manera objetiva. Y mañana más tranquilo, menos asustado, afrontar la charla.


Si.


Eso iba a hacer.



****


Las horas fueron pasando, y él no volvía.


No le había dicho ni una sola palabra. Se suponía que iba a ayudarla a ordenar.


Mañana tenía una entrevista importante con Amanda, él lo sabía.


A la mierda.


Dejó todo como estaba y se fue a bañar.


Buscó la ropa que se pondría al día siguiente, y se acostó.


No podía dormirse. Miraba el celular, y no tenía mensajes. Resopló, tapándose la cabeza con la almohada.


Qué le costaba mandarle un texto diciendo que estaba en su casa, o que le explicara por que se había ido…o aunque sea deseándole suerte para su reunión. Nada.


Estaba comportándose como un idiota.


Cada vez se enojaba más.


Era ese mismísimo idiota, con el que iba a convivir de ahora en más. Sería un error?


Estarían apurándose? Si no podían hablar sobre sus problemas, no deberían estar dando ese paso. Teniendo cada uno su espacio, podían pegar un portazo y tomar distancia hasta que se les pasara el enojo, o lo que sea que le pasaba a él.


Pero viviendo bajo el mismo techo? Qué iban a hacer? 


Encerrarse cada uno en una habitación?


Entendía que el mensaje de Marcos le hubiera molestado. 


Su amigo siempre se había referido a ella con palabras
cariñosas. De hecho, se había medido en esta ocasión. 


Podría haber sido peor.


Después de todo él estaba en otro continente, por Dios. Lo había dejado para ir a buscar a Pedro a Londres. Lo había elegido a él.


Estaban juntos, eran una pareja.


Estaba dejando hasta su casa. No era eso suficiente? Desconfiaba de ella?