De más está decir que solo había podido dormir un par de horas.
Después de bañarse y cambiarse se miró al espejo. Su gesto se contrajo. Iba a necesitar más que maquillaje para
lucir decente. Tenía ojeras, y estaba pálida. Se puso toda la base que pudo sin parecerse a La Máscara, y aprovechando su blancura, se pintó los labios de rojo furioso.
Al menos así, sus ojos resaltaban.
Tomó sus carpetas y se fue a las oficinas de Harper's Bazaar.
Mientras esperaba ser atendida por Amanda, miraba la pantalla de su celular.
Nada.
Tenía un mensaje de Flor, de Mica, de Anabela, de Nico, hasta de Marcos, deseándole buena suerte. Y de Pedro,
nada.
Podía estar enojado, pero esto ya era ridículo. No se acordaba cuando había sido la última vez que pasaban una
noche separados. El pecho empezó a dolerle. Como tenía una buena relación con Amanda, le había dicho que iba a
acompañarla a la reunión, para que no estuviera tan nerviosa, para darle confianza. Y la había dejado plantada.
Se mordió el labio y respiró profundo. Ahora no podía estar
distraída. Pensaría en ello después.
—Ya puede pasar, señorita. – le dijo una secretaria.
—Gracias.
Abrió la puerta de la oficina y se la encontró leyendo la pantalla de su celular, mientras bebía de una taza de
café. El lugar le hacía juego perfectamente. Era blanco, con detalles rojos en su decoración. Era curioso, si hubiera tenido que asociarla con un color, hubiera sido ese.
Rojo. Y no solamente por su melena, ni por sus uñas perfectamente cuidadas.
Era toda su actitud. Avasallante, femenina, poderosa.
Apenas entró, le dedicó una mirada afilada, y una sonrisa blanca, y deslumbrante.
—Paula, pasá por favor. Sentate. – le hizo señas hacia la silla.
—Amanda, que tal. Antes que nada quería agradecerte por semejante oportunidad, para mí significa muchísimo y… – Amanda la interrumpió levantando un dedo.
—Después de que esté hecho me podes agradecer. Ahora quiero ver que se nos ocurre para empezar a trabajar. Trabajo con la productora desde hace 15 años. Cuando te conocí, no me había fijado en tus ojos. Son azules? – le dijo dejándola descolocada.
—Ehm, si. Dependiendo del clima, y los colores que visto, a veces parecen verdes. – dijo encogiendo los hombros,
nerviosa.
—Preciosos. Cuánto medís?
—Cuánto mi…? Eh… 1,68.
—Nunca pensaste en modelar Paula? – le dijo entornando los ojos.
—Qué? No, o sea…nunca se me ocurrió… – dijo dudando.
—Por?
—Por nada querida. Veamos esos bocetos. – dijo agitando una mano en el aire. La reunión después de eso había ido
genial. Amanda no esperaba que Paula hubiera avanzado tanto. Prácticamente tenía hecha una propuesta formal de lo
que quería hacer. Tenían una forma parecida de ver las cosas, y por eso la charla había fluido. Incluso habían
tenido tiempo para plantear más ideas, juntas, como pares.
Cuando estaba inspirada, Paula podía ser un poco obsesiva, y perdía noción del tiempo, y de su compañía. Se había
dado cuenta tarde de quien tenía en frente. Pero eso, en lugar de perjudicarla, la había dejado muy bien parada.
Amanda estaba impresionada con ella. Tenía carácter, y no le daba miedo expresarse.
Se despidieron con un apretón de manos, y con la promesa de verse en menos de un mes para seguir concretando los detalles.
Salió animada, y como no tenía mucho tiempo, se fue directo a la facultad. Si tenía suerte, no perdería ni diez minutos de la clase que tenía ese día.
Todavía no tenía noticias de Pedro.
Escondió su celular en el fondo de su bolso para no estar chequeándolo a cada rato y se concentro en sus clases. Con
Ana habían presentado algunos prácticos, y adelantaron trabajo para la campaña de la productora.
Su amiga estaba encantada con todo lo que estaba aprendiendo. Cuando Pau le contó de su entrevista con Amanda, no lo podía creer. Le hizo repetir mil veces cada palabra que habían dicho.
A Paula le gustaba como trabajaba ella, seguramente la tendría en cuenta para contratarla en sus trabajos, o quien
sabe, cuando tuviera oportunidad, hasta podía recomendarla.
Sabía que Anabela tenía talento, pero era tímida, y muchas veces sentía vergüenza de mostrar lo que hacía. Iba a tener que adquirir experiencia, pero eso era algo que se podía hacer.
De la universidad, pasó directamente al trabajo. Se comió una ensalada de frutas en el camino, porque sabía que una vez que se pusiera a trabajar con la producción, apenas le
quedaría tiempo para ir al baño.
Entró a su oficina, y sobre su escritorio, había un ramo de flores. No cualquier flor, por supuesto. Eran las mismas flores del puente. Era de Pedro.
Se acercó a olerlas, y vio una pequeña tarjeta escrita con su letra.
“Perdón”
Dejó la tarjeta a un costado, y se sentó inmediatamente a trabajar. Casi siempre, apenas llegaba, se asomaba a la oficina de Pedro y lo saludaba, pero hoy no estaba de humor.
Tenía mucho que hacer.
A los pocos minutos de su hora de entrada, vio que él asomaba la cabeza por la puerta de su oficina. Seguramente
preguntándose por que no había pasado a saludarlo.
Y chequeando que hubiera llegado bien. Apretó los puños un poco, y tomando aire, siguió haciendo su trabajo como si no lo viera.
Por el rabillo del ojo, vio como al verla sentada en su escritorio, se escondía un poco más, y se debatía entre
ir a donde estaba ella, o volver a encerrarse en su oficina.
Tuvo que morderse el labio a punto de reírse. Cuántos años tenía? 12?
No se iba…
Levantó de golpe los ojos de la pantalla y lo miró.
—Qué? – le dijo casi gritando, haciéndole dar un respingo.
—Hola. Podemos hablar? – le dijo bajito.
—Es de trabajo? – preguntó ella, fría.
—No.
—Entonces no. Más tarde. – le dijo, al tiempo que volvía a mirar la pantalla, dejándole entender que se marchara.
El dio media vuelta y se encerró en su oficina.
****
Ninguna ex amante, ni una ex amiga traicionera, ni un mejor amigo enamorado, ni su madre. Era él solito el que se había buscado el problema. Y ahora tenía que afrontar las
consecuencias.
Las flores, tal como la primera vez que le regalo unas, no habían servido de nada.
Pensó en mandarle un mensaje. Miró su celular. No, iba a ser peor, se pondría furiosa. Algo le llamó la atención.
Volvió a mirar, prestando atención. Hoy era 25? Oh no .
Sintió como un frió recorría toda su espalda.
Su entrevista con Amanda. Lo había olvidado por completo.
Se golpeó la frente con la palma de la mano. Había
dicho que iba a acompañarla. Pero claro, había estado tan centrado en sí mismo, en sus supuestos problemas, que
se le había pasado por alto.
Era un idiota.
La había dejado sola. Para ella era un acontecimiento importante, él tendría que haber estado ahí para apoyarla.
Pero que idiota.
Pegó la cabeza contra el escritorio, y empezó a golpeársela cuando sintió que alguien se aclaraba la garganta en la
puerta.
—Si estás muy ocupado vuelvo después. – dijo Cat entre risas.
—No estoy de humor para chistes. Qué necesitas? – preguntó.
—Ahora entiendo por que la cara de culo que tiene tu novia. Qué hiciste? – le preguntó sentándose en una de las sillas.
—Me olvidé de hacer algo muy importante, y anoche me escapé en medio de una discusión. De hecho, no llegamos a discutir. Ni a hablar. Me fui. La dejé sola. Salí corriendo
—Pedro…
—Si, ya se, soy un idiota. Me doy cuenta, quédate tranquila.
—No. Te iba a decir que es normal que se peleen. Son cosas que pasan.
—Hoy se suponía que tenía que acompañarla a la reunión con Amanda. La decepcioné. – dijo apretándose los
ojos. Cat levantó las cejas y silbó.
—Mmm….si. Te la mandaste. Vas a tener que remar mucho. Si yo fuera ella, te haría sufrir.
Pedro levantó la mirada y le entornó los ojos con bronca. Ella le sonrió.
—Te va a perdonar, modelito. – le dijo pasándole los dedos por el pelo. — Esa chica esta loca por vos.
—Espero.
—Bueno, ahora tratá de pensar en otra cosa. Te traigo los presupuestos de la campaña para que los mires y apruebes.
El suspiró. Iba a tener que pensar en Paula más tarde. Ahora tenía que ponerse a trabajar.