domingo, 20 de diciembre de 2015

CAPITULO 107





El viernes, estaba agotada. Había estado haciendo ejercicio el día anterior y tenía los músculos adoloridos. No había podido comunicarse con Pedro, y eso también influía en su humor. No podía evitar recordar su viaje a Londres. La situación era distinta. No estaba viajando con un montón de
modelos de fiesta en plena campaña, y las circunstancias habían cambiado por completo. Ahora estaban casados, pero de todas maneras todo le era familiar, y la ponía nerviosa.


Se obligó a poner buena cara y enfrentar el día de la mejor manera. En la agencia había un desfile. No era un evento importante. Sólo lo hacían para algunos clientes, y era algo informal.


Para mostrar las nuevas caras, y de paso, para que hicieran sociales y contactos con gente que podía servirles en sus carreras.


Ella no tenía intenciones de ir. La verdad es que no estaba de ánimos para fiestas. Pero Wally, su jefe le había insistido. 


Y estaba el hecho de que había escuchado al modelito Mateo, decir que mejor si ella no iba. Ya se estaban riendo de su forma de caminar en la pasarela. Suspiró. Eran muy odiosos con ella.


Fue apenas llegar, que todos murmuraban cosas a sus espaldas.


No tenía recuerdos de haberla pasado mal, ni siquiera cuando fue nueva en el colegio secundario. No se había destacado como la chica más popular, pero tampoco había sufrido nunca semejante maltrato.


La agencia estaba decorada, y había catering, un DJ, y fotos de ellos por todas partes.


Conocía a muchos de los concurrentes, gracias a que con su
marido, había tenido la oportunidad de asistir a cenas, reuniones, galas de beneficios y demás celebraciones con
gente de la moda. Estos se mostraban amables con ella, y sonreían al reconocerla. Había notado como sus compañeros modelos, hacían mala cara y murmuraban a sus espaldas.


Trató de ignorarlos, y casi lo estaba logrando cuando Mateo, se acercó a ella que estaba charlando con uno de los representantes de una de las marcas para las que iba a modelar, y fingiendo tropezarse, le volcó el contenido de una copa entera de vino en su vestido color coral.


Uno de sus vestidos favoritos. El mismo que había usado en la cena en donde Pedro le había propuesto matrimonio. Le clavó los ojos entre sorprendida e indignada y lo que más le
molestó fue no ver ni la más mínima pizca de arrepentimiento.


No iba a ganar. Suspiró. Comenzó a contar hasta mil, y puso su mejor cara.


Se excusó del coctel y se fue a cambiar.


Cuando estaba en el back, vio la computadora del DJ que iba a musicalizar el evento e impulsivamente hizo algunos cambios. Estaba furiosa. El vino tinto no se quitaría de ese tipo de tela con nada. Tenía un nudo en la garganta. A Pedro también le gustaba ese vestido.


Justo estaba pensando en él cuando le llegó un mensaje suyo deseándole suerte.



“Barbie hermosa, lo mejor para
esta noche. Me gustaría tanto estar con
vos. Sos la más linda… y te extraño
tanto, que apenas me den un descanso
viajo a verte y a llenarte de besos y
mimos. Te amo. P”


Y eso solo la hizo poner peor. Por qué tenía que bancarse lo que otros le hacían? Ella tenía sus propios problemas como para encima tener que estar angustiándose por gente que no la conocía.


Se vistió con un vestido que había en una percha y salió decidida a la pasarela improvisada mientras la pista de música empezaba a sonar. Una música electrónica que no conocía… la letra decía algo como “Dance your tears
away” y no podía venirle mejor para ese momento. Disfrutó su pasada, y sonrió a todos como le habían enseñado.


Llegando a la punta, le habían tomado fotos, y había posado dando lo mejor.


Con un guiño y una vueltita se volvió a los vestidores. No sabía de donde había sacado la seguridad para
hacerlo, pero lo había hecho.


Era el turno de Mateo, y ya se estaba riendo.


El salió, comiéndose la pasarela, con una seguridad que dejó a todos con la boca abierta. Ok, a ella también. Su
compañero tenía talento, no podía negárselo.


Pero entonces, justo antes de llegar a la punta, el cambio de canción hizo que se tropezara. Un ritmo noventoso inundó la agencia, y una voz grave y profunda hizo que algunos se miraran y empezaran a reírse. “I’m too sexy” de Right said Fred, cantando sobre un hombre demasiado sexy, pasarelas, y modelos, hizo que todos, hasta los representantes se partieran de la risa.


El modelito se había quedado descolocado. Miró furioso al back, donde sabía que ella lo estaría mirando.


Paula no paraba de reírse, “si las miradas mataran”, pensó. 


Por un momento no supo que hacer, todos lo miraban, y algunos hasta aplaudían y silbaban. Habían estado tomando desde temprano, y sin dudas ya estaban todos algo envalentonados por el alcohol.


Ella aprovechó que la estaba mirando y le guiño un ojo y tiró un beso.


Vio como los músculos de su compañero se contraían de bronca.


Con la misma confianza que había salido, empezó a bailar. 


Ahí, en frente de todos. Imitaba al cantante del video,
se dio cuenta. Hacía posturas, y todo el mundo aplaudía más fuerte, enloquecidos. Se estaba ganando al público.


Se quedó con los ojos como platos.


Otra vez había dado vuelta la situación para salir airoso. La canción aun no terminaba, cuando él volvió corriendo al
vestidor y la arrastró con él de la mano.


La llevó a la pasarela y la dio vueltas para que bailara con él, mientras le sonreía llamando la atención de todos los invitados.


Ella estaba sorprendida, pero le siguió el juego, riendo con él e imitando las cosas que hacía. Exagerando posturas sexis, levantándose a medias la remera, levantándosela a ella.


Cualquiera que los mirara de afuera, podría jurar que esos dos eran amigos, y se llevaban de maravilla.


Aunque por dentro, se estaban deseando lo peor.


En cuanto la canción terminó y volvieron atrás, el desfile siguió su curso con normalidad. El DJ, había retomado el mando de la música, y otra vez sonaba un raro remix de un tema de Nine Inch Nails, o eso le pareció. La gente todavía aplaudía y se reía, recuperándose del numerito que ellos
habían hecho.


Justo cuando Mateo se acercó a ella, seguramente para decirle unas cuantas cosas, Walter entró corriendo.


—Cuándo planearon eso? Qué sea la última vez que no me avisan una cosa así! – dijo al borde del infarto. —Parece
que a la gente le encantó… pero de todas formas! Yo no marqué eso! No me gusta que…


Paula lo interrumpió porque vio que se estaba poniendo muy nervioso, y los miraba enojado a ambos.


—Fui yo. – dijo levantando una mano y mirándolo de manera cautelosa.


—Yo cambié la música. La verdad, es que me quería vengar por todo lo que me viene haciendo. – señaló a su compañero. —Perdón.


Todos se habían quedado callados intercambiando alguna que otra mirada.


—Ahora no tengo tiempo de seguir discutiendo. – dijo Walter, y salió por la puerta.


Mateo miraba a Paula sin decir nada. Los dos sabían que habían llegado muy lejos.


El jueguito que habían empezado podía costarles sus carreras, las campañas, la reputación de la agencia y la de su jefe también.


Como siempre le ocurría en los peores momentos, se empezó a reír. Se tapó con una mano y se aclaró la garganta, pero no podía contenerse. Los dos habían quedado solos, como si estuvieran en penitencia, sintiéndose culpables. Sacando la verdadera gravedad del asunto, era un poco gracioso.


El la miró y se rió también, negando con la cabeza.


En unos segundos estaban los dos muertos de la risa, sin poder parar. Y era lo más parecido a una tregua que
habían tenido hasta el momento. Era hora de aflojar ese estúpido enfrentamiento y poner paños fríos por el bien de todos.


Walter volvió a entrar y los encontró tentados, hablando como si nada hubiera pasado y su rostro pasó por todos los colores del arco iris.


—Claro! Ahora que casi me arruinan el evento se ríen y son amigos? – dijo a los gritos. —Vos Paula sos nueva, pero vos Mateo… Tendrías que ser más profesional. Qué sea la última vez que me hacen pasar por un momento así! – dijo dándose aire con un pañuelo de manera dramática.


Se miraron nuevamente, buscando seriedad, pero seguían bastante tentados, así que Walter enojado los interrumpió.


—Bueno, mejor que se lleven bien, porque les cuento que los representantes de una de las marcas de ropa interior
acaba de pedirlos juntos para las campañas. Iban a hacer cada uno por su lado, y ahora les toca juntos. – los miró
desafiante, a ver si se reían. Y efectivamente, se habían quedado mudos.


Mal humorado, su jefe volvió a la fiesta para seguir hablando con los clientes, mientras ellos se miraban serios.


—Cómo vamos a hacer? Yo no puedo decir que no. Es una de las marcas que más me contrata. – le dijo Mateo.


—Y yo tengo un contrato. Además me comprometí con Amanda. – dijo encogiéndose de hombros.


El asintió.


—Vamos a tener que llevarnos un poco mejor. No? – le propuso.


—Yo nunca… tuve ningún problema con vos. Solamente me
defendí. – dijo levantando la voz más de lo que hubiera querido.


El se rió y se mordió el labio.


—Ok ok. Empezamos de cero. Yo voy a ser menos forro y voy a hacer de cuenta que vos sos una modelo de verdad. Flaca, linda, y con onda. – al ver que Paula se cruzaba de brazos le sonrió. —Es una broma!


Suspiró.


—No puedo hacer de cuenta que sos flaca. – le dijo él entre risas.


—Ni que sos menos forro. – le contestó ella riendo también.


Se acercó y le tendió la mano para que se la estrechara, simbólicamente sellando el pacto de empezar desde cero.


Tendría que hacer lo posible para soportar los meses que le quedaban, y comportarse de manera profesional como se esperaba de ella. Aunque no estaba acostumbrada al humor de su compañero. Iba a tener que tolerarlo.


Por lo menos se lo veía decidido a cooperar. Era insoportable, pero su trabajo significaba todo para él.


Esa noche se habían mostrado educados el uno con el otro, frente a los invitados, e incluso habían estado charlando con los representantes de la marca, que estaban encantados con la pareja.


Solo un par de meses más, pensó.










CAPITULO 106





Apenas llegó a su casa, Pedro la estaba esperando con la cena preparada y servida.


Por suerte, los malos momentos vividos en el trabajo eran olvidados en segundos y reemplazados por todas las
atenciones de su esposo.


Habían llegado a un acuerdo de trabajar durante todo el día, y concentrarse en sus obligaciones, pero la noche era de ellos. No se hablaba de nada que tuviera que ver con sesiones de foto o modelos idiotas, ni con los asuntos legales con los que él estaba lidiando.


Era el único descanso que tenían y lo aprovechaban.


Y las noches se habían vuelto cada vez más intensas. 


Después de todo, era su forma de escaparse de todo, de
alejarse de los demás y de refugiarse en los brazos de la persona que más amaban.


Pero esa noche, Pedro tenía un gesto serio. Estaba preocupado. No sabía si preguntarle, lo que violaba el
trato que habían hecho, o distraerlo.


Justo cuando estaba por decir algo, él tomó aire y habló.


—Me tengo que ir un tiempo a Nueva York. – dijo soltando un suspiro.


Ella lo miró y asintió esperando más...


—Los negociados que estamos haciendo ya no pueden hacerse a distancia. Necesitan que esté presente. Si o si.


—Cuánto es “un tiempo”? – preguntó.


—Pueden ser un par de meses. – contestó tapándose la cara, con pesar.


—Meses?


—No puedo mandar a ningún representante. Pero se me ocurría que podías venir conmigo.


—Y la agencia? Y la facultad? – ya no tenía hambre. Corrió el plato y se apoyó con ambas manos en la mesa.


—No tenés que trabajar, Paula. Sabemos perfectamente que con mi trabajo, estamos perfectos. Y la facultad, bueno… podés recursar algunas materias después. O el año que
viene. – dijo tranquilo.


—No voy a dejar de trabajar, Pedro. Amo lo que hago. Me
comprometí con Amanda, con Walter. No puedo hacer eso. Tengo un contrato.


—Mi abogado puede… – ella lo interrumpió.


—No. Y tampoco voy a dejar la carrera para después. Yo entiendo que tengas que viajar, y te apoyo, pero no me
podés pedir que deje todo.


—No quiero pedírtelo. – dijo sonriendo. —Sabía que ibas a decir eso, y la verdad es que no quiero que dejes la facultad. Es lo que te hace feliz. Tenía que decírtelo y que vos decidieras.


Ella sonrió.


—Pero el trabajo en la agencia… – ella le clavó los ojos. —Ok! Si tanto te gusta, no te digo nada. – dijo levantando
las manos.


—No se trata de que me guste. Confían en mí, me comprometí con ellos. No me puedo bajar de un día para
el otro. Son 4 meses nada más.


Se levantó y se sentó en su regazo para abrazarlo.


—Te voy a extrañar, Barbie. – dijo hundiendo la nariz en su cabello.


—Vas a tener que viajar mucho y venir seguido a verme, si?


—Apenas tenga 2 segundos estoy en un avión. – le dijo sonriendo.



****


Había imaginado que el asunto del viaje desencadenaría algunas discusiones, pero se había equivocado.


Estaban en un buen lugar.


Se llevaban bien conviviendo, y se amaban, pero era todo tan reciente que a veces parecía que estaban apenas
conociéndose. Y ya como un matrimonio.


Era necesario. Muchas personas dependían de él. Y aunque ahora se sentía como un crío encaprichado, queriendo rebelarse para no viajar, sabía que tenía que hacerlo.


La sola idea de estar un día lejos de Paula, lo entristecía, no quería imaginar como serían meses.


Por eso es que tenía que plantearle la posibilidad de dejarlo todo para acompañarlo.


Y sabía que diría que no.


Se había enamorado de todo lo que ella era. De todo lo que ella hacía. Y había cosas que no eran negociables y él, a su vez, solo quería verla feliz.



****


Estuvieron sentados y abrazados un largo rato. Estaban recién casados y ninguno era un buen momento para que
él viajara, pero parecía que justo cuando habían logrado una dinámica, el destino los separaba. Últimamente habían estado más cerca que nunca. Como nuevos amantes que recién se conocen, pero sin los nervios de una nueva relación. Sin inseguridades y con su amor más que afianzado.


Cuando el día llegó, y Pedro partió para Estados Unidos, Paula era un mar de lágrimas. Habían estado días despidiéndose, y aun así no podía evitar sentir como si se lo estuvieran arrancando de su lado de manera abrupta.


El dolor que sentía era físico. No le quedaban ganas para mucho más. Iba a la facultad a la mañana, a la agencia a
la tarde, y apenas llegaba, tras comunicarse con él, se iba a dormir temprano.


Sus compañeros de trabajo ya la habían notado un poco triste, y con mala cara, pero nadie le decía nada.


Muy lejos de compadecerse, Mateo, el modelo antipático, le hacía la vida imposible. Su última maldad había sido aflojarle los tornillos a la silla que ella utilizaba para sentarse mientras la maquillaban. Obviamente, se había pegado un tremendo golpe. Por suerte no le había dejado ninguna marca visible,
porque en unos días tenía la producción de ropa interior. 


Eran varias líneas, dentro de la misma marca, y estaban
planeadas para hacerse en varias sesiones.


Había decidido no decirle nada a Pedro. No tenía sentido, estando lejos de ella seguramente se preocuparía y
sentiría impotencia por no poder hacer nada. Además ella prefería aprovechar sus charlas para otras cosas y no hablar
de su molesto compañero.


Tenía otros planes. Ella sola se iba a defender. Y ese día en particular, ya tenía una idea.


Se quedó más tiempo en la agencia sabiendo a que hora él solía darse una ducha en los vestidores, y lo esperó.


Cuando entró a bañarse, sin percatarse de su presencia, ella agarró toda su ropa y se la escondió en la sala de recepción, donde como rara vez, se había llenado de gente.


Con una sonrisa de oreja a oreja, se quedó para ver su reacción. Ella también podía jugar a su juego.


Pasaron unos minutos, y se empezaron a escuchar gritos que venían desde los vestuarios, y la gente de la entrada miraba curiosa hacia el interior de la agencia.


Entonces, como poseído, y sin importarle en lo más mínimo quien lo mirara, el modelito la enfrentó a los gritos, totalmente desnudo.


—Fuiste vos? – la miró con bronca.


Ella quería no reírse, estaba haciendo toda la fuerza que podía para contenerse.


Algunas de las personas que estaban sentadas, empezaron a irse, y otras sin el menor recato se quedaban mirándolo. 


No todos los días se veían cosas así, tenía que reconocerlo aunque no lo soportara.


La secretaria corrió a taparlo con una de las toallas que estaban en el gimnasio. 


—Mateo, te volviste loco? Tapate. Qué haces así desnudo? – le dijo casi histérica.


Pero él no la miraba. Seguía con los ojos clavados en Paula.


—Tantas ganas tenías de verme desnudo, Paula? – le preguntó levantando una ceja y haciéndole una sonrisa seductora e indolente. —Me decías y lo solucionábamos. Pero solos. – miró hacia los ojos curiosos.


De repente se le habían ido todas las ganas de reír. Todos la miraban esperando una respuesta. Estaba roja como un tomate. Indignada, y sin saber que decir, le dio un empujón y salió de ahí dejándolo muerto de risa.


Si, había pensado que se moriría de vergüenza, pero era evidente que se sentía cómodo con su cuerpo. Disfrutaba
de cómo todas esas personas se lo comían con la mirada. 


Había dado vuelta la broma. Dejándola humillada, y
con ganas de matar a alguien.


No iba a quedar así. Ya pensaría en algo para vengarse.