lunes, 16 de noviembre de 2015

CAPITULO 38





A la mañana siguiente, Paula se levantó con una sensación rara.


Se acordaba de lo que había hecho la noche anterior, y eso la tenía inquieta.


Cómo se suponía que iba a convivir con Marcos, ahora? Había arruinado su amistad?


Se dijo que actuaría normalmente, sin darle importancia.


Buscó sus toallas y se dirigió al baño. Abrió la puerta y pegó un grito.


Marcos, totalmente desnudo entrando a la ducha, la miraba con los ojos muy abiertos, tapándose rápido aunque en vano, porque ya lo había visto todo.


Se había quedado quieta, hasta que pudo reaccionar y se tapó los ojos, para salir a los tropezones de ahí.


Casi se mató tratando de esquivar la puerta, pero era lo mejor que podía hacer con los ojos tapados.


Ok. Si pensaba que vivir con Marcos iba a volverse incómodo después del beso…


Antes, siempre se hubieran reído ante una situación así. Histéricamente.


Probablemente, hubieran bromeado por días. Pero después de la noche anterior, era extraño.


Aunque, reconocía que su amigo estaba bien. Muy, muy bien. No! No iba a pensar en eso. Sacudió la cabeza y se
fue a desayunar.


Al rato Marcos fue hasta la cocina, y se sentó con ella en la mesa.


—Perdón rubia, tendría que haberte avisado que me iba a bañar. Te juro que pensé que ibas a dormir hasta el
mediodía.


—Es tu casa Mar, perdón por no tocar la puerta… – dijo mirando para otro lado.


El tampoco la miraba.


La situación no podía ser peor.


Desayunaron en silencio. Un silencio inmenso.


Apurada por escapar, Paula lavó los platos y buscando su cámara, salió a sacar fotos.


Había pasado todo el día vagando por ahí. No quería volver al departamento y enfrentarlo. Iba a hacer tiempo hasta que fuera de noche. Por lo menos entonces, estaría Flor, y no sería tan raro.


Llegó, y su amigo no estaba. Una nota en la mesa, ponía: Rubia, me fui al super. Voy a comprar para hacer unas pizzas y un par de cervezas. Me llevé 2 envases. Si hablas con Flor, decile que me debe uno.
Besito


Bueno, el mensaje era bastante normal. Tomó las toallas, y ahora si, se duchó aprovechando que él no estaba. Y si llegaba, escucharía el agua corriendo.


De todas formas, se cambió en el baño.


Escuchó que estaba en la cocina, y se ponía a cocinar. Ella tomó aire, y salió del cuarto.


Cruzaron un par de miradas breves.


—Rubia, hablemos un poquito, no? Para que no estemos así… – le sonrió.


—Si, por favor. – le dijo, ahora mirándolo.


—Lo de anoche… eso, está mal.


—Si, ya sé. No se que me pasó.


—Paula, estabas borracha y…además sé que estás mal todavía por lo de Pedro… estás confundida. Yo te entiendo.
Pero así no vas a solucionar nada.


—Gracias morocho… – lo abrazó. —Te quiero mucho, sabés?


—Yo también te quiero, rubia. – le dijo devolviéndole el abrazo.


Con las cosas aclaradas, volvieron a su relación de siempre. Paula pensó en lo que su amigo le decía. Era probable que
todo lo que le estaba pasando al perder Pedro, la hiciera confundir.


Pero anoche realmente lo había querido besar. A él. A Marcos.


Ella estaba dolida pero aceptaba que su historia con el modelito estaba terminada.


No lo hacía para darle celos. Le había nacido.


Con la llegada de Flor, su mente logró despejarse un poco.
Siguieron su rutina llegando a un boliche parecido al de la noche anterior, pero donde esta vez, sonaba electrónica.


Era un antro con todas las letras.


Como siempre, estaban borrachos.


Paula cerró los ojos. Esa música la hacía volar.


Había algo en el ritmo, en la cadencia de los sonidos graves, que hacía que todo su cuerpo se moviera solo. Se llevó las manos al cabello, y despejándoselo de la cara, bailó. Su
amiga Flor había tomado a Marcos de la cintura, y lo miraba. Paula frunció el ceño. No le gustaba que lo mirara así.


Pero qué estaba pensando? Eran sus amigos.


De todas formas, de manera disimulada, se metió entre esos dos y bailó con ellos.


A ninguno le pareció raro, y bailaron juntos.


Las luces lo ponían todo muy confuso. Era como estar en un sueño. Se sentía bien.


No se sentía real.


No pasó mucho tiempo hasta que Flor desapareció por ahí con un chico, dejando a Marcos y a Paula solos.


Estos como hacían siempre, cerraban los ojos y bailaban, pegándose entre ellos, pero también a los demás.


El ambiente era sofocante. No corría aire, y el tumulto de gente se agolpaba entre si. Era una gran masa de personas
moviéndose y rozándose entre si.


Marcos, que estaba más borracho que de costumbre, sujetó por la espalda a Paula, que cada tanto parecía que la iban
a voltear al piso de un empujón.


Pero eso los había dejado muy cerca, y ahora cuando bailaban, sus cuerpos estaban pegados.


No. Pensó Paula. Esto no tiene nada que ver con la ruptura. 


Los sentimientos están ahí. Tenía ganas. Tenía todas las
ganas.


Cerró los ojos imaginándose como sería, el besar la boca de Marcos. Que él esté en su cama, entre sus piernas. La ropa se le pegaba por el calor. Era algo primitivo, casi un impulso. Mmm….si… pensaba cada vez que él se movía contra ella.


Era atracción.


El abrió los ojos, y la miró por un segundo. Sabía que él también lo sentía.


Era algo fuerte y poderoso.


Sus ojos, la miraban encendidos.


Primero a los ojos, después a la boca.


Casi podía sentir el calor de su aliento en el de ella. Paula pensó que iba a explotar.


El, como la noche anterior, bajó las manos, de su espalda, hasta la cadera y un poco más abajo. Muy despacio. Ella
se estremeció.


Imitándolo, movió sus manos desde la cintura, hasta su cadera controlando así sus movimientos.


Se mordió el labio. Quería que la besara, y se la llevara a su casa de una vez. Era su amigo, y eso, aunque debería
haberle resultado raro, solo la ponía más y más.


Marcos se había quedado mirando su boca. Pero después la soltó.


Se separó apenas, delicadamente, y le dijo al oído.


—Rubia, ya lo hablamos, por favor. Vamos a casa. – le dijo al tiempo que la tomaba del brazo para sacarla del lugar.


—Vamos. – le dijo ella mirando sus labios.


—Vamos a dormir, estas borracha. – le dijo él mirando hacia otro lado.


Como la noche anterior, la ayudó a acostarse y se fue casi corriendo al sillón.


Qué le pasaba? Se desconocía. Es decir, era normal sentirse atraída por Marcos.


Era divino. Y además tenía un cuerpo que…


Sería tan malo sacarse un poco las ganas? Ella se daba cuenta de que él también se moría por hacerlo.


Su amistad era lo suficientemente fuerte como para soportarlo.








CAPITULO 37





Los días fueron pasando, y no volvieron a verse. Paula se había concentrado por completo en sus exámenes finales, y los había aprobado sin problemas.


En el trabajo le dieron vacaciones y tenía dos semanas libres para descansar.


Su plan original había sido volver a Córdoba, pero ahora no estaba tan segura.


Tendría que afrontar a su familia, sus preguntas y no tenía ganas.


Empezarían a notar que no estaba bien, que estaba desecha de hecho. No quería hablar del tema.


Además necesitaba tener a sus amigos cerca.


Sobretodo a Marcos. Era como su interruptor de apagado a tanto dolor.


Solo estar con él la hacía olvidar.


Pero había algo de quedarse en su casa, que no le gustaba.


Tenía miedo de que Pedro fuera a verla otra vez. La llenaba de miedo, cada vez que entraba en el edificio, miraba a todos lados antes de abrir la puerta. Sabía que estaba siendo ridícula, pero no podía enfrentarlo otra vez.


Tenía que salir de ahí. La casa de su amiga Flor estaba a medio metro de distancia, quedaba descartado. Marcos se
ofreció a refugiarla esas semanas, hasta que volviera a la normalidad y ella aceptó.


Y ese viernes, justamente estaba juntando todas sus cosas para trasladarlas a su departamento.


El la buscó por su casa a la tarde y la ayudó a instalarse.
El lugar, era un dúplex elegante, pero típico de hombre soltero.


Estaba decorado en colores blancos, grises, y algunos acentos rojos por aquí y allá. La sala tenía un sillón de cuero
negro en frente de un televisor plasma, rodeado por videojuegos y parlantes de todo tipo. Sonrió. Un cuadro moderno en donde aparecían los Beatles retratados, pero intervenido en colores brillantes.


El cuarto tenía una cama blanca gigante. La más grande que había visto.


Un par de lámparas, una biblioteca, un equipo de música, y dos puertas.


—Rubia, ese de ahí es el baño y la otra puerta es el guardarropa. Te hice lugar para algunas cosas, pero por el
tamaño de la valija, me voy dando cuenta de que no te va a entrar nada…


—No te hagas drama, dejo en la valija. Gracias morocho. De verdad.


—Para eso estamos. – le dijo abrazándola con un brazo mientras le seguía dando un tour por la cocina y el balcón.


Iba a dormir en su cama, y él, en el sillón del living. Paula le había dicho que no era necesario, pero había insistido.


Cuando terminó de ordenar, le dijo que le iba a hacer la mejor cena que hubiera comido, en agradecimiento por darle asilo.


Flor se terminó sumando, así que Paula tuvo que cocinar para 3.


Les preparó pastas. Ella estaba particularmente orgullosa de su receta, a todo el mundo le gustaba. Hasta Pedro… pensó con tristeza.


Alejó ese pensamiento rápidamente, concentrándose en su viernes a la noche.


La música ya había empezado a sonar a todo volumen, y ya estaban bailando.


Después de comer, los tres amigos jugaron un juego en donde tiraban una moneda al aire y decían cara o cruz.


Cuando caía, se fijaban si había acertado. Si lo hacían, pasaban la moneda a la persona a su derecha. Si erraban, tenían que tomar un shot de tequila.


Con solo 3 participantes, y dos posibilidades de errar o acertar, a la hora ya estaban en un estado desastroso.


Era momento de salir.


Desde hacía un mes evitaban los eventos sociales a donde solían ir.


Demasiadas caras conocidas.


Optaron por boliches.


Y el de esa noche en particular era genial. Un ritmo divertido de cumbia resonaba hasta la calle. Rió.


Definitivamente no habría modelos ahí dentro.


Aunque Marcos, no parecía muy feliz.


Sus amigas eran lindas, altas, la rubia y la morocha, y los chicos se les tiraban encima. El los espantaba como moscas.


Pero la verdad es que él tampoco había zafado. Un par de chicas le habían tocado la cola, y le habían robado algún
que otro beso.


Con Flor se morían de risa, y lo ponían al medio para bailarle.


Seguían compartiendo tragos, y la fiesta se puso aun mejor. Tanto, que Flor agarró a Paula para que baile en el escenario.


—Dale Paula, que bailas re bien vos… – le dijo mientras se tambaleaba.


Ella siguiendo a su amiga, se paró en una tarima, en donde había algunas chicas bailando de manera sensual. Se dijo: Y por qué no?


Y empezó a moverse. Cerró los ojos y con las manos en la cadera, se meneaba hacia abajo, seguía el ritmo de
la música, y se dejaba llevar.


Escuchaba como aplaudían y le gritaban todo tipo de cosas. Ella solo sonreía y seguía bailando.


Un chico se subió para bailar con ella. Se puso en su espalda, y la pegaba caderas.


Paula por un momento empezó a sentirse incómoda. El chico no lo hacía mal, pero se estaba acercando demasiado. Y estaba sintiendo cosas que no le gustaban.


Quiso poner distancia, pero no pudo.


El chico la tenía por una mano, y le decía cosas pegando sus labios al cuello.


Ella hizo un gesto de disgusto.


En menos de dos segundos, dos manos la estaban tomando por la cintura y alzándola como si pesara lo mismo que una pluma, la bajaban del escenario.


Lo miró. Marcos.


Tenía la cara seria. Casi enojado.


—No te puedo dejar sola, Barbie… – le dijo sacudiendo la cabeza.


Paula todavía confundida por el alcohol, acercó su cara a la de su amigo, y le besó la comisura del labio. Se quedó quieto.


Como no hacía nada, ella se acercó a su oído y le dijo: —No quiero que me dejes sola, Mar. – y lo abrazó.


Dudó por un momento, pero después le devolvió el abrazo.


Bailaron un rato abrazados. El se había quedado muy callado.


Flor, estaba cansada, y sentía que en cualquier momento se dormía, así que se tomaron un taxi. Esperaron que Flor
entrara, y siguieron a la casa de Marcos.


Apenas llegaron, Paula se había quedado dormida, así que la tuvo que cargar.


Cuando la estaba ayudando a acostarse, ella abrió apenas los ojos y lo miró.


Su amigo era realmente lindo. Esos ojos oscuros, la atravesaban. Su mandíbula de líneas duras, pero a la vez,
dos hoyuelos en las mejillas cuando sonreía. Era sexy. Muy sexy.


—Borracha. – decía riendo mientras le sacaba el abrigo.


Ella lo miraba sonreír. Esa sonrisa que siempre le hacía bien. Hacía que todo el dolor desapareciera.


Sin dudarlo, le tomó el rostro con las dos manos y lo besó.


Marcos, había hecho un sonido profundo con la garganta, mientras le respondía el beso con fuerza.


Ella gimió, arrastrándolo para que se acostara a su lado. 


Pero él la frenó y se separó de golpe.


—No, no rubia. Espera. Estas borracha. Esto no está bien.


Paula lo miraba sin decir nada. Ese beso se había sentido tan bien. Como si ese último mes hubiera estado al borde
de congelarse, y ese beso le hubiera devuelto algo de calor.


El se levantó de golpe y se volvió a dormir en el sillón.


Qué había hecho? Se tapó la cabeza con ambas manos.