miércoles, 9 de diciembre de 2015
CAPITULO 70
—Y cuando es el casamiento? – había preguntado Cat.
—Ah?
—Te conozco Pedro, mira tu cara. Estas hecho un bobo por Paula. Ella se queda en tu casa, te hace la cena, vos pones la mesa. Decime que más, ya le diste un cajón de tu ropero?
—Tengo guardarropas. Y si, ella tiene tres estantes y un perchero para colgar su ropa. Pero no se que tiene eso
que ver.
—Hablo de tu futuro. La querés. Se te nota.
—La amo.
—Wow. – dijo ella sorprendida.
—Si, a mi me costó también hacerme a la idea.
—Nunca habías estado así. Me gusta. Por fin una chica que te hace perder un poco los papeles. Todas las mujeres con las que saliste y todos los corazones que rompiste, deben estar esperando que te pase lo mismo a vos. – dijo riendo.
—Y me pasó. Y justamente por culpa de una de esas que se quiso meter entre nosotros.
—Qué vas a hacer al final con ella? Vas a hablar?
—Con Rebeca? No. No tengo nada más que decirle.
Se hizo un silencio, y después Catherine habló.
—Bueno, si cambias de opinión y hablas con ella, por favor le das mi teléfono, si?
Pedro se rió a carcajadas.
—Estas para mucho más Cat.
—Bah, yo no la quiero para llevármela a vivir conmigo y darle mis cajones. Pero por lo menos me voy a divertir un rato.
—No cambias más. Algún día vas a encontrar una chica que te haga sentir de verdad.
—Y ese día me vas a pegar una trompada, modelito.
Se siguieron riendo. Entonces no estaba interesada en Pedro, pensó. No tendría que haber escuchado esa
conversación. Se sentía un poco ruin.
Salió de la cocina como si nada, y se sentó en su lugar.
—Bueno, yo los dejo, porque mañana me tengo que levantar temprano. – dijo la pelirroja.
Saludó a Pedro con un beso en la mejilla rápidamente.
—Un gusto verte de nuevo Paula, cocinas muy bien. – le dijo dándole a ella un beso en la mejilla. —Me encanta tu color de pelo. – le dijo tomando un mechón.
—Bueno, bueno. – dijo Pedro, haciendo que su socia retirara la mano entre risas.
—Tranquilo, modelito. – y se fue por la puerta, después de guiñarles un ojo. De repente le caía mejor.
Apenas se quedaron solos, ella lo abrazó y lo empezó a besar. Lo que le había dicho a su amiga, de su relación,
la había emocionado. Lo quería ahora, ya.
El se dio cuenta al instante de sus intenciones, y la alzó para llevársela al sillón.
No iban a llegar a la habitación.
Se besaban desesperados, luchando para desvestirse cuanto antes. Le dio gracia pensar que solo hacía unos
segundos tenían compañía, y ahora estaban desnudos en el sillón, sin poder parar de besarse.
—Pensé que no se iba a ir nunca… – dijo mientras le mordía el cuello.
—Mmm…tenía muchas ganas de estar así con vos. – dijo ella retorciéndose.
—Así? – le preguntó él mientras de a poco la llenaba.
—Ah… – gimió. —Si, así.
La tomó por las rodillas, levantándole las piernas, y esta vez él gimió.
Empezó a moverse con más fuerza, mientras decía.
—Así? – entre dientes.
Ella se movía con él, descontrolada, totalmente enloquecida por todo lo que le hacía sentir.
—Si, si así. – le respondía cerrando los ojos.
Cada vez más fuerte, a más velocidad, sus cuerpos chocando a un ritmo delicioso y profundo.
—Así? – dejo Pedro casi sin aliento, cuando sintió que ella estaba cerca.
Ella le contestó como pudo.
—Si, así, así. – casi gritando. O gritando a todo pulmón. La verdad es que no se escuchaba. Todo su cuerpo estaba dedicado a otra cosa.
Se dejaron llevar por el momento, y terminaron los dos iguales.
Cuando pudieron volver a respirar con normalidad se miraron sonriendo.
—Te amo, hermosa. – le dijo mientras se la llevaba en brazos a su habitación.
—Yo te amo más. – le contestó abrazándose más.
Al otro día era domingo, y ellos, no tenían que trabajar. No pusieron la alarma, y pudieron dormir todo lo que querían, abrazados.
Los días fueron pasando, y habían encontrado una rutina en la que los dos se sentían cómodos conviviendo.
Sus horarios eran bastante compatibles, y ya que trabajaban en el mismo lugar, podían volverse juntos. En la agencia, la trataban de manera diferente. Era la novia del jefe. Y a ella,
no le molestaba. En todo caso le hacía gracia. Cada vez que podían, pasaban tiempo juntos o intercambiaban un beso
o mensajitos en la oficina.
A Paula se le había vuelto costumbre preparar la cena, aun cuando Gerard regresó.
El se encargaría de todo lo demás.
Pedro, había modificado su vida entera para incluirla, y lo mejor de todo, es que lo había hecho encantado.
Casi todos los días le pedía que se mudara permanentemente. Y ella al principio se había negado porque le parecía una locura. Muy apresurado.
Pero lo estaban llevando tan bien, que tenía que darle la razón. Estaban en perfecta sintonía, se amaban, y se
sentían cómodos con el otro.
Los abogados habían logrado que levantaran la guardia periodística en unos días, y ahora que podían hacer vida
normal, todo parecía ideal. Era imposible no fantasear con un futuro.
Podrían probar un tiempo, y ver si funcionaba…
Oh Dios. Solo faltaba un detalle menor. Cómo le diría a sus padres? Era mayor de edad, y todo, pero era tan cercana a su familia, que seguramente querrían saberlo todo.
Querrían conocer el lugar en donde su hija estaba viviendo.
Estaba acostumbrada a sus modos confianzudos, porque los amaba y sabía que sus intenciones eran buenas. Pero
como se lo tomaría él? Era su casa, después de todo.
También pensó en el aspecto económico. Ni siquiera con el aumento de suelto que había significado su ascenso, podía costearse la mitad de los gastos de semejante departamento. Se lo había querido hacer entender a Pedro,
pero este, se ofendió por insinuar que quería colaborar con las expensas. De esa forma es que habían tenido sus
primeras discusiones, desde que volvieron a estar juntos. Lo que había inaugurado algo bastante interesante entre ellos.
El sexo de reconciliación.
Una novedad, y por demás, agradable.
En ese aspecto, solo parecían estar mejorando.
No podían sacarse las manos de encima
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