sábado, 19 de diciembre de 2015

CAPITULO 104





Apenas la puso sobre la cama, se abalanzaron sobre el otro para desvestirse lo antes posible. Todo el día había estado esperando por estar así, con él.


Los brazos de Pedro la envolvían, acariciándola con pasión, con urgencia, como si ya no pudiera esperar más.


Sabía que estaba pasando por un momento difícil en su vida, y estar con ella lo hacía olvidar. Eran sus besos, sus caricias, ahí se refugiaba. Y la llenaba de alegría cumplir con esa misión tanto como podía.


Le abrió las piernas con sus rodillas, ubicado sobre ella, con la respiración entrecortada y justo cuando estaba por… – el teléfono de la habitación sonó.


Con frustración hundió la cabeza contra la almohada.


—Nooo. – dijo.


Ella todavía agitada tocó el botón para ver que necesitaba Gerard. Aunque lo más inteligente hubiera sido ignorarlo.


—Señor Pedro, su padre Francisco está en la sala.


Después de soltar un abanico variado de insultos, incluso algunos que tal vez estaba inventando en el momento,
le contestó.


—Es muy importante?


—No me dijo, señor. También tengo un mensaje para la señora Paula: llamó el señor Marcos, y dice que por favor lo llame.


Paula se mordió el labio.


—Decile a Francisco que ya voy. – dijo vistiéndose a toda velocidad sin mirarla.


No hizo comentarios sobre el llamado de su amigo, pero sin dudas eso les había cortado más el ambiente que la llegada de su suegro.


Ella se vistió, para salir a saludar, pero cuando vio que se encerraban en el estudio, decidió que era lo mejor darles
espacio para que hablaran de sus cosas.


Aprovechó el momento para hablar con su amigo. Este había llamado para contarle que le estaba yendo muy bien en
Italia, y que estaba conociendo mucha gente copada. Se mordió la lengua para no preguntarle si entre esa gente, por
casualidad no había una chica que le gustara. No le pareció que todavía hubieran llegado a ese momento en la amistad como para hablarlo. Se sorprendió, de hecho, por sentir algo de celos ante la posibilidad.


El, por su parte le había preguntado por sus sesiones, y le había hecho prometer que le contaría cuando saliera algo publicado para verla.


Su amigo la había apoyado desde que se enteró que iba a modelar. No dudaba ni por un segundo de su capacidad, y mucho menos de su belleza. Aunque la ponía incómoda…
bastante incómoda que él le dijera esas cosas. Justamente él.


La buena noticia era que en dos meses volvería a viajar a Argentina para ver a su familia, y de paso, a Paula.


Estaba contando los días.


Su relación había cambiado un poco, pero no podían negar que se adoraban, y lo más importante para ambos era la felicidad del otro. Y eso la hacía feliz.


Francisco se había ido tarde, y Pedro se había quedado trabajando por unas horas más. Al principio lo había
esperado despierta mientras hacía unas actividades para la facultad, pero era de madrugada y empezaban a arderle los
ojos. Al día siguiente tenía otra sesión y no podía arruinarla otra vez, sería irresponsable estar con mala cara, así que se acostó.


Al otro día, cuando llegó a la agencia después del mediodía, estaban todos preparándose para las sesiones que se realizarían. Ella estaba más cansada que de costumbre, así que fue en busca de la cafetera para prepararse un café dulce cargado. Pero no la encontraba por ningún lado.


Se chocó con un chico que llevaba unas carpetas en la mano, y se le ocurrió preguntarle.


—Disculpame, el café?


El chico la miró de arriba abajo y con una sonrisa le contestó.


—En un segundo. – y salió corriendo.


Dejó sus cosas en donde siempre lo hacía, una especie de vestidor comunitario lleno de mesas, luces y perchas, en donde todos se cambiaban y maquillaban, y escuchó alguien que entraba.


El modelo antipático le sonreía y le alcanzaba una taza pequeña.


Ella le devolvió la sonrisa algo sorprendida. Qué mosca le había picado a este chico? Tenía la impresión de que
no la soportaba, pero bueno… le agradeció y dio un sorbo de café.


Estuvo a punto de escupir todo de golpe. Estaba asqueroso. Salado. El muy idiota le había puesto sal a propósito, y
ahora mientras ella hacía arcadas, se reía como un desquiciado.


—La próxima que quieras un cafecito, te lo haces vos, reina. – le dijo antes de irse.


Paula no pudo resistirlo más y corrió hasta el baño totalmente descompuesta del asco.


Había pasado media hora y todavía no se sentía del todo bien. Estaba blanca como un papel y no paraba de vomitar.


Se lavó la cara con agua fría y salió a prepararse lo mejor que pudo.


Sólo pudieron sacarle fotos durante 2 minutos antes de que tuviera que salir nuevamente corriendo al baño. Walter
se acercó a ella preocupado.


—Estás bien, nena?


—No, me siento muy mal. Perdoname. – le dijo tratando de
sentarse.


—Si tenés un problema sabés que podes contarme. Además… y esto te lo digo sin intenciones de que te lo tomes a mal: si tenés un temita con la comida, yo conozco miles de buenos profesionales que… – pero ella lo interrumpió.


—No estoy bulímica, Wally. – dijo casi gritando.


—Pero es que has estado bajando tanto de peso. Las chicas al principio no se dan cuenta de su condición, hasta que…


—Ninguna condición. – dijo más enojada. —Es el modelo que no me banca y le puso algo a mi café. Debe haber sido algo fuerte, porque fue hace como una hora y sigo vomitando. No tengo nada en el estómago.


—Qué!? Es muy grave lo que me estas diciendo Paula. Estás segura de que fue él?


—Si, pero dejalo así. No le digas nada, porque se está matando de risa. Es un idiota. – le dijo mientras se echaba
aire con una revista.


Su jefe no le dijo nada más y salió hecho una furia.


A los dos minutos volvía a entrar con el modelito visiblemente molesto.


—Mateo decime por favor que le pusiste al café de Paula.


El chico suspiró, se cruzó de brazos de manera violenta, y mirándola con odio contestó.


—Sal. Solamente le puse sal.


—Decí la verdad. No para de vomitar, que le pusiste?


El modelo se llevó una mano al bolsillo y sacó dos paquetitos de papel, uno con azúcar y uno con sal. Eran casi idénticos.


—Sal. Te lo juro, Wally. Le queríamos hacer un chiste nada más. Para que se integre. – le sonrió de manera simpática mientras lo veía el jefe.


—Ustedes están locos? Esos chistes no se hacen. Le pueden hacer mal en serio. Tu bromita nos costó un día de
producción entero. Mirale la cara, así no le podemos sacar fotos.


Estuvo a punto de reírse, pero se contuvo. Se estaba divirtiendo el muy imbécil.


Pero no pudo quedarse a ver que le contestaba, porque tuvo que salir disparada al baño con una nueva arcada.


No sin antes, verle la cara de asustado a su compañero al verla tan enferma.


Cuando se sintió mejor, y se rehidrató, le dieron permiso para que se retirara. Mateo la miraba con bronca, porque gracias a su reacción, lo habían regañado desde todas las áreas.


Llegó a su casa con Walter que insistió en acompañarla.


Su esposo estaba en la sala trabajando con la notebook cuando entraron.


Paula le había pedido por favor que no le contara sobre el incidente del modelo, porque no quería que se enojara, y pasara un mal rato. Estaba pasando un momento difícil y no quería molestarlo con estas pavadas. Así que habían optado por decirle que desde la mañana se sentía con molestias, y que había estado con un poquito de nauseas nada más.


De todas formas fue bastante evidente que estaba asustado y preocupado por ella.



****


No les había creído ni una palabra.


Su esposa estaba blanca como un papel, y estaba ojerosa. 


La manera en que ellos se miraban le daba a pensar que se
trataba de algo más.


El la había visto partir esa mañana a la facultad, y estaba perfecta.


Por qué se lo ocultaría? Pero después se acordó como se había comportado todos estos últimos días. Ni un si ni un no. Había estado tratándolo como entre algodones, para que nada lo molestara. Sonrió. Estaba preocupada por él. Por todo lo que estaba pasando. Y la verdad es que en cierta manera se lo agradecía infinitamente. Su cabeza no resistía ni un problema más. Estaba que reventaba.


Pero esto era diferente. Se trataba de su salud.


Así que cuando el jefe de Paula se fue, se le acercó y la agarró de las manos. Esta ridiculez tenía que terminar.


—Me vas a contar la verdad? – le dijo.


—Qué verdad? – le contestó confundida.


—Qué te pasa? Decimelo, Barbie. Te conozco. Últimamente estás comiendo tan poco, que…


—Vos también con eso? No estoy bulímica, ni anoréxica ni nada, Pedro. – le dijo enojada.


El abrió los ojos extrañado. Vos también? Quién le había dicho eso antes? Ahora todas las alarmas sonaban en su cabeza. Estaba bajando mucho de peso. Y él estaba tan ocupado con el trabajo que no le había prestado suficiente atención. Se sintió terrible.


—Sos hermosa, Barbie. No tenés que hacer ninguna dieta para estar preciosa. Lo sabés, no? Es por algo que te dijeron en la agencia? Hablaste con Amanda? Yo puedo hablar con quien sea…y…


—Y nada, no seas ridículo. No tiene nada que ver con todo esto. Ya estoy cansada de que todos se estén fijando lo que como, lo que no como. Basta! No tengo ningún problema.
Querés saber que me pasa?


Pedro se había quedado callado con la boca abierta. Paula en menos de un segundo se había puesto a gritar totalmente molesta.


—Uno de mis compañeros, un modelo muy antipático que no me soporta ni idea por qué… le puso sal a mi café y me pasé todo el día vomitando. Contento?


—Quién fue? – dijo tratándose de tranquilizar a si mismo contando hasta mil. Quien sea que hubiera sido, las iba a pagar.


—Mateo se llama. – miró hacia arriba. —Qué importa? Ya fue. No te conté que me vengo llevando un poco mal con mis compañeros, porque no quería sumarte algo que me parece que es una estupidez, a los temas realmente importantes con los que estás tratando. Ahora ya está. Ya pasó. No hablemos más del tema que estoy cansada, y me duele la panza.


—Cómo no va a importar? No está nada. Decime el apellido. Decime bien quién es y yo voy… – ella lo interrumpió.


—Vos no vas a ningún lado. Se acabó. Basta, en serio. Me voy a poner peor. Lo peor que podes hacerle a este tipo de personas, que se creen tan vivas, es ignorarlas. Se frustran, se aburren y al poco tiempo, dejan de romper las pelotas. – dijo enojada.


—No era esa la idea, Paula. Si la estás pasando mal podemos hablar con Amanda y… – lo volvió a interrumpir.


—No. No pasa nada. Fue un chiste, una broma pesada nada más. – dijo quitándole importancia. —Me voy a bañar.


No iba a seguir insistiéndole mientras se sintiera mal. Pero esto no había acabado así.













CAPITULO 103





Se despertó gracias al olor a café que venía de la sala. Algo adormecida todavía, se colocó una bata y se fue a
desayunar.


Se quedó congelada al ver que Pedro no estaba solo. Su padre y otro hombre estaban en la mesa discutiendo.


Su esposo le sonrió divertido, y ella por poco salió corriendo.


—No sabía que estabas con gente. Eh… Hola, qué tal? Me voy a cambiar, vuelvo en 5… – y corrió.


Se miró en el espejo y tuvo que reírse. Tenía un nido de pájaros por cabello.


Cuando estuvo más presentable, se asomó y pidiendo disculpas, saludó a todos.


—Buenos días, querida. – le dijo su suegro.


Pedro le dio un beso en los labios y le presentó a su abogado, el Dr. Garret.


Estaba ahí porque había novedades de Elizabeth.


Al parecer había comenzado los trámites para liquidar la empresa. La noticia había caído a todos como una bomba, pero no había tiempo para lamentarse.


Si no encontraban una solución, más de 50 empleados se quedarían en la calle en menos de 3 meses.


Eso significaba 50 familias.


La empresa tenía su cede principal en Nueva York, y contaba con 10 accionistas. Entre ellos su madre. Pedro
pretendía viajar cuanto antes, y averiguar más. Haría lo que estuviera en sus manos.


Por otro lado, Francisco se negaba a volver a trabajar para su ex mujer. Y ellos lo comprendían. Había sido un golpe durísimo, y ya no quería saber nada, ni de ella ni de nada que se le relacionara.


Sin dudarlo, su hijo le había hecho una oferta para trabajar a su lado como el contador de N Producciones. De todas formas, su socia Catherine no podía con todo.


Estaba de abogada, de contadora, de administradora, y también hacía trabajos que tenían que ver con el área de recursos humanos.


La incorporación de personal, le pareció una buena idea. 


Además desde que había entrado como director, tenía
miles de proyectos para que la productora creciera y se expandiera.


Todo iba a salir bien, se dijeron.


Era increíble con el pragmatismo con el que estaba manejando todo este asunto. Realmente tenía una mente fría cuando se trataba de negocios. Pero era su madre, y Paula sabía que él la adoraba. No debía ser fácil para él
tampoco. Pero no lo demostraba.


Se mostraba fuerte y decidido. Ella no podía ser menos.


Por más que tuviera ganas de ir a gritar a su suegra por ser tan desalmada, o de consolar a su esposo por las cosas
que le pasaban, tenía que mostrarse fuerte para él.


Tenía que apoyarlo en todo. Estaba convencida de que podrían pasar este mal trago, y todo volvería a la
normalidad.



****


Tener un plan, hacía que su cabeza estuviera organizada y no tuviera tiempo para ponerse a pensar en las cosas que
realmente sentía.


El peso de tener más de 50 familias dependiendo de él, le daba fuerzas. No sabía ni lo que hacía.


Seguro, al tener acciones en algunas de las agencias de modelos, y empresas de moda influyentes del país, conocía el funcionamiento interno, pero lo que quería hacer era otra cosa.


No estaba solo. En cuanto a su asesoramiento, contaba con
profesionales del campo que con los años se habían hecho casi amigos de él, y un millón de contactos en todas partes
del mundo que estaban dispuestos a darle una mano. Tenía el capital para hacerlo. Y lo más importante, tenía el apoyo de quienes amaba.


Su padre iba a trabajar a su lado, y sabía que podía contar con él. Siempre había podido hacerlo.


Y Paula, estaría a su lado para apoyarlo. Durante todo el desayuno ella cruzaba alguna mirada con él, sonriéndole, o tomando su mano.


También contaba con ella.


Todo esto parecía una locura. Pero estarían bien. Si. Estaba seguro.



****


Pasaron semanas, y sus vidas iba de a poco acomodándose a nuevas rutinas de ambos. Pedro había dejado a Cat manejando la productora, con su padre, y él estaba todos los días reunido con inversionistas, abogados y el suyo personal. Cada tanto tenía que ausentarse por horas par viajar dentro del país, y sus horarios se estaban poniendo complicados.


Ella, por su parte, tenía una agenda apretada. Debía levantarse y hacer ejercicio, cosa que era una exigencia de
Walter, su nuevo jefe que no le había dicho que tuviera que bajar de peso, ni nada. Pero si, mantenerse sana.


Luego partía para la facultad, y lo que quedaba del día, tenía clases de modelaje, y sesiones de fotos.


No se lo había propuesto, pero había bajado por lo menos 2 kilos. Se sentía más cómoda con las fotos, pero todos parecían estar alarmados.


Su esposo más que nadie.


Dejaba a Gerard indicaciones precisas de que Paula se alimentara bien en su ausencia, y le había dicho a ella que tenía que comer más.


Walter, la había pesado como todos los lunes, y frunció el entrecejo.



—Blondie, me bajaste de peso otra vez. – la miró serio. —No estarás haciendo esas dietas locas, no? Acá no necesitamos que estés escuálida. Todo lo contrario, queremos que estés
cómoda.


A ella le dio gracia como la había llamado. Su novio, cuando recién la conoció le había dicho así.


—Quedate tranquilo Wally, estoy comiendo como siempre. Deben ser las clases. No estoy durmiendo bien.


—Tenés que dormir bien, para salir bien en las fotos. Y para no desmayarte por ahí. – le midió la cintura preocupado.


—Estoy bien! Gracias por preocuparte, pero siempre bajo de peso cuando estoy estresada. Es hasta que me acomode en mis nuevos horarios, ya vas a ver.


Su jefe asintió poco convencido y aun inquieto por su nueva modelo. No era la primera vez que veía a una novata que desesperada por integrarse al mundo de la moda, caía en dietas absurdas o desórdenes alimenticios. Lo había visto
todo en ese campo. Y tenía que vigilarla de cerca.


Cuando después de unos días, ya había tenido un par de clases, y pruebas, era hora de sus sesiones reales.


Para estas, pasaban a otros sets, llenos de luces especiales, muy parecidos a los que tenían en la productora, así que no se sentía como una extraña por lo menos ahí.


Se sorprendió cuando vio a otros modelos entrar también, entre ellos el antipático que conoció en su primer día.


Este le hizo una sonrisa burlona, y se fue a sentar con los otros, esperando que fuera su turno por ser maquillado.


Si ya de por si estaba algo nerviosa, ahora estaba peor. 


Podía ver como desde la distancia la miraba mal, o se reía con sus otros amigos modelos.


Pero cuál era su problema? Por qué tenía que ser así de desagradable?


Cuando tuvo el visto bueno de la maquilladora y el peinador, fue su turno de pararse frente al objetivo y empezar a hacer las poses que le habían marcado días antes.


Estaba con las manos en la cintura, levemente encorvada hacia delante, haciendo que sus clavículas sobresalieran, cuando escuchó una risa estruendosa.


La hizo desconcentrar completamente.


Era ese chico pesado, que ahora la imitaba haciendo que el resto de sus compañeros se murieran de risa. Idiota.


Sabía que no tenía que hacerle caso, pero de todas formas, la predispuso mal, y todas las fotos que le habían sacado habían sido rígidas, y sin dudas iban a tener que repetirlas.


Al final del día, Walter se acercó a ella para preguntarle que había pasado.


Estaba revisando el trabajo de todos, y le llamó la atención lo que ella había hecho.


—Estaba algo dispersa, perdón. – le dijo ella angustiada.


—Está todo bien? Sabés que podés contarme lo que sea. – le contestó poniéndole una mano en el hombro.


—Te digo la verdad? Hay un modelo. El de los tatuajes. Siempre me mira mal. Hoy se estuvo burlando de mí todo el día.


—Mateo? Es su forma de ser, es muy alegre, le gusta hacer bromas. No te lo tomes como algo personal. – dijo sonriendo.


Ella asintió.


—Pero hay alguna manera de que la próxima vez, esté yo sola en el set para la sesión?


—Mmm… lamentablemente contamos con muy poco tiempo.
Entonces facilita mucho que otros se vayan preparando mientras se desarrollan otras sesiones. – le contestó.


—Si querés yo le puedo pedir que no te moleste.


—No, no. No quiero problemas con nadie. Dejemos las cosas así. Voy a estar bien. – dijo devolviéndole la
sonrisa.


Llegó a su casa con el cuello totalmente contracturado. 


Tenía que aguantar solo 4 meses.


Pedro estaba sentado en la mesa de la sala rodeado de papeles, y decidió no hacerle ningún comentario sobre su día.


Después de todo, él se enfrentaba a problemas reales. Y no pavadas de colegio secundario. Se lo iba a tener que
bancar.


Se acercó a su esposo que tenía el ceño fruncido, y muy despacio le masajeó el cuello besándolo.


—Hola, mi amor. – le dijo con una sonrisa.


—Hola hermoso. Está todo bien?


El se sentó más derecho y se refregó los ojos por un instante.


—Si, todo perfecto. Mucho trabajo nada más. Pero ahora que viniste, pienso dejar todo. – la besó en los labios con
dulzura. —Qué tal tu día?


—Tranquilo. – mintió. —Ya empezamos con las producciones, así que es mucho trabajo también. Me alegro de estar del otro lado esta vez. – se rió. —Solamente tengo que posar y estar bonita.


El la sentó en su regazó y la acarició por la cintura.


—Eso no te cuesta para nada. – le dijo mientras comenzaba a besarla.


Ella, sonriendo, lo abrazó por el cuello haciendo el beso más profundo.


—Se me ocurre algo para olvidarnos un ratito del trabajo. – le dijo subiéndole la falda mientras le acariciaba las piernas.


Sin decir nada más, se habían entendido perfectamente. La sujetó con fuerza por detrás y se la llevó alzando hasta la habitación.