A la hora, Pedro, fue a la cocina, en donde ella estaba terminando de servir la tarta de verduras que acababa de
preparar.
La abrazó por la espalda, y apoyó el mentón en el hombro de ella.
—Mmm… eso huele muy rico. – dijo cerrando los ojos.
—Vamos a comer bien sanito, así después no me echas la culpa de que arruino tu figura.
Los dos rieron. Se dio vuelta y lo abrazó. Había querido hacer esto todo el día.
No importaba que afuera estuviera lleno de personas esperando sacarles una foto, o criticarlos, o espiar cada cosa que hicieran. Se sentía feliz y segura a su lado. Nadie podía quitarle eso.
Y así, entre besos y risas, cenaron tranquilos, por momento olvidando su situación.
Si aparecían en todos los diarios y revistas, sería un problema que enfrentarían después.
Cuando se fueron a acostar, era tarde.
Al día siguiente, Pedro, tendría que ir a reunirse con abogados, ir a la productora y arreglar todo lo que había
dejado, y hacer otros trámites que tenía pendientes. Ella, en cambio tenía que llamar por teléfono a su universidad para decir que ya estaba de regreso, y adelantar algo de trabajo desde la computadora.
Habían puesto la alarma a las 7, otro gesto tan doméstico y cotidiano, que a Paula la dejaba perpleja. Hacía bien en
acostumbrarse a esta vida?
Estaban dormidos, cuando el celular de Pedro empezó a sonar.
El miró la pantalla con un ojo, que volvió a cerrar, y atendió.
—Cat – dijo con la voz ronca.
No podía escuchar lo que ella decía, solo lo que él respondía.
—Si, estaba durmiendo. No, en Buenos Aires. Dale, mañana hablamos.
Se rió.
—Un besito, nos vemos.
Dejó el teléfono en el borde de la mesa de luz, y este se cayó haciendo un estruendo. Escuchó que él insultaba
mientras lo levantaba.
No se dio cuenta de que ella se había despertado. La abrazó para seguir durmiendo, y le dio un beso en la cabeza.
El gesto le hubiera parecido de lo más tierno, de no ser porque se la estaban comiendo los celos. Por qué lo llamaba esa mujer? Había diferencia horaria, pero de todas formas ella estaba acá, que hacía despierta para llamarlo?
Y ese tono con el que le hablaba él? De dónde venía?
Basta.
Se obligó a dejar de ser tan idiota.
No le había demostrado Pedro, que podía confiar en él? Que todo ese tema con Rebeca había sido un malentendido.
El quería estar solo con ella. Y le creía.
Pero podía confiar en la pelirroja de su socia?
Al otro día, se levantó y era bastante tarde. Entre tantas cosas que había estado maquinando, se había dormido a
cualquier hora.
El le había dejado café preparado y algunas cosas dulces para comer.
Sonrió.
Por supuesto, también le había dejado una nota.
“Estabas hermosa dormida en mi
cama, me encanta despertar con vos.
Te amo.
Tu novio. P”
Para la tarde, ya había hablado con la universidad, que le había dicho que ya que no había perdido mucho, no le
costaría reintegrarse, solo iba a estar más apretada con las fechas de entrega de los trabajos. Pero tras hablar con
Anabela se quedó más tranquila. Ella había hecho la mayor parte del las actividades en agradecimiento por invitarla como pasante en la productora.
Se quedaron mucho rato hablando de su viaje a Londres, igual que cuando llamó a Flor. Sus amigas le habían exigido detalles, y ella, entre risas no había omitido ni uno.
Como le quedaba tiempo, quiso sorprender a Pedro con la cena, otra vez.
Había pedido a uno de los empleados del edificio que hiciera
algunas compras.
Así que ahora contaba con carne de ternera que ya había adobado y asado, y salsa de champiñones, para unas
verduras que había asado también. Olía muy bien, reconoció.
Había usado vino blanco para darle más sabor a la comida, y ya que estaba abierto, también se había servido una
copa. Justo en ese momento, escuchó la puerta.
Pedro. Escuchó su voz.
—Mmm…ese olor venía de mi casa? – dijo entre risas mientras caminaba en dirección a la cocina.
—Huele riquísimo, Pedro.
Catherine. La socia de Pedro.
Seguían hablando. Ella no pudo seguir prestando atención.
Rápida como la luz, se sacó el delantal de cocina, se soltó el
pelo, y se volvió a poner sus zapatos de tacos. Se pellizcó apenas las mejillas y puso su mejor sonrisa. En ese momento,él se asomaba por la puerta.
Le dio un beso largo en los labios y le dijo.
—Hola, mi amor. Tenemos que hablar de trabajo. Te molesta mucho que se quede? – le dijo pegado a su cara.
Ella estaba con el corazón derretido por como la había llamado. Cómo iba a tener algún problema? Negó con la
cabeza y sonrió como boba.
—Vamos, yo pongo la mesa, y sirvo los platos. Vos anda y sentate cómoda, si queres tomate otra copa.
—Seguro? – le preguntó mientras miraba como se ponía a buscar en todos los cajones los platos.
—Si, si. Vos andá. – le contestó todavía perdido en su propia cocina.
Evidentemente Gerard la había organizado.
Ella conteniendo la risa le indicó antes de salir.
—Los platos están en el mueble alto, y los cubiertos, en el primer cajón de tu derecha. Los vasos y copas en el mueble
de vidrio. – y se fue.
En la sala, Catherine se había sentado en un sillón. Se la veía tan cómoda. La certeza de que ella ya había
estado ahí, la golpeó como una cachetada. Pero de todas formas, se obligó a no poner mala cara.
—Hola Catherine. – le dijo.
—Ah... Paula, hola! – saludó sorprendida. —No sabía que estabas acá. Estoy interrumpiendo una ocasión
especial? – preguntó en voz baja.
—No. Me estoy quedando acá, y quise preparar algo rico para comer, nada más. – le dijo sonriendo.
Asintió aliviada.
—Bueno, y que tal las vacaciones? – le preguntó.
—Bien, me hacía falta. Pedro seguramente te contó.
Catherine sonrió y asintió. Le guiñó un ojo de manera cómplice.
—Me contó. Me alegro por ustedes.
Paula sonrió. Se la veía bastante sincera. Seguro la había prejuzgado.
Después de varios minutos y ruidos desde la cocina, Pedro salió con platos y fuentes a poner la mesa.
Ella dejó escapar una risa.
Apiadándose de él, y de su voluntad por querer hacer algo, tomó lo que quedaba y lo ayudó.
El, en agradecimiento, tomó su rostro con las dos manos y la besó.
Durante la cena, habían hablado de asuntos que se relacionaban con la administración de la productora. De
números, pesos y dólares, de los que Paula no entendía ni un poco.
Resulta que Cat, había estudiado Gestión de Empresas, y esos temas se le daban a las mil maravillas. Por lo que
pudo escuchar, su modelito, también era un entendido en ese aspecto. Ella estaba callada, y algo mareada a causa del
vino. Había tomado antes de comer, y no estaba acostumbrada.
—Paula, esto está exquisito. – le había dicho la pelirroja.
—Muchas gracias, me alegro que te guste. – le dijo con una sonrisa.
Pedro la tomó de la mano, y entrelazando los dedos, le dijo.
—En serio, está riquísimo. – y le besó los dedos.
Ella le respondió con una sonrisa, mientras él la miraba a los ojos.
Pudo ver por el rabillo del ojo, que Catherine sonreía.
Después ellos habían continuado su charla de negocios. Ella aprovechó, y llevó los platos a la cocina para lavarlos.
Los dos habían insistido en ayudarle, pero ella hizo un gesto con la mano, así de paso terminaban pronto.
Estando en la cocina, se distrajo y se sirvió otra copa, mientras terminaba de guardar los platos limpios y secos.
Cuando estaba por volver a la sala, escuchó su nombre y se frenó. Estaban hablando de ella.
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