sábado, 21 de noviembre de 2015

CAPITULO 55





Pedro estaba sentado, con su portátil en una superficie un poco mas elevada.


No parecía su departamento, así que seguramente, sería su casa de Londres.


Contuvo la respiración y se dedicó a escuchar.


—Hola, Barbie. Espero no estar rompiendo la promesa, pero no quería irme sin despedirme de vos. – A Paula se le estaba rompiendo el corazón. Estaba tan guapo, mirando a la cámara, hablándole a ella. Esos ojos azules, que ahora estaban tan tristes.


—Tenías razón. No se nada de relaciones, y por eso cuando pensé en hacerte este video, no sabía bien que podía decir. Así que esto es para vos.
Disculpá si suena horrible, pero es que hace casi 10 años que no toco, y…


Los ojos de ella se abrieron de par en par. Ahora se daba cuenta cual era la superficie sobre la que estaba apoyando
su computadora. Era un piano.


Un enorme piano.


Oh por Dios…


El empezó a mover los dedos y una melodía la envolvió. Nunca había escuchado algo más hermoso. El tenía la
cabeza gacha, y estaba muy concentrado.


Reconoció la canción. A drop in the ocean, de Ron Pope. Su corazón se estrujó.


Entonces empezó a cantar. Tenía una voz preciosa. Cerraba los ojos, y movía la cabeza. Se lo veía triste. No podía quitar los ojos de él, tenía la piel de gallina.


Nunca hubiera imaginado que lo hacía tan bien. Se detuvo a escuchar la letra, pero eso la hizo llorar aun más.



Una gota en el océano,
Un cambio en el clima,
Yo estaba rezando para que tú y yo
pudiéramos terminar juntos.
Es como desear la lluvia mientras
estoy en el desierto.
Pero te sujeto más fuerte que a
nada,
Porque tú eres mi cielo.
No quiero perder el fin de semana,
Si no me amas, finge.
Unas pocas horas más, entonces es
hora de irse.
Y mientras el tren rueda por la
costa este, Me pregunto cómo mantener
el calor.
Es demasiado tarde para llorar, y
estoy muy destrozado para seguir
adelante.
Y aún así no puedo dejarte,
Casi todas las noches me cuesta
dormir.
No tomes lo que no necesitas de mí.
Una gota en el océano,
Un cambio en el clima,
Yo estaba rezando para que tú y yo
pudiéramos terminar juntos.
Es como desear la lluvia mientras
estoy en el desierto, Pero te sujeto más
fuerte que a nada,
Porque tú eres mi cielo.


Se había quedado sin palabras. Con esa canción, él acababa de decirle como se sentía. Igual que ella. Y ya no le
interesaba Rebeca, ni su pasado, nada.


Tenía que ir a buscarlo.


Cuando la canción terminó, ella había estado a punto de buscar su tarjeta de crédito, para gastarse los últimos dos
sueldos en pasajes, pero todavía el video no se terminaba.


El tomó aire y siguió hablando.


—Todo lo que decía la canción, es lo que tanto me costaba decirte, Barbie. Y no podía dejar las cosas así. Se que
para vos se acabó, y yo voy a respetar eso. Pero necesitabas saber todo. Todo lo que siento por vos. Te lo mereces.


Paula estuvo a punto de caerse de la silla. Para ella nada había terminado. Lo quería de vuelta. Por primera vez en
mucho tiempo, veía las cosas claras.


Su vida había cambiado al conocer a Pedro, se había enamorado, y no podía seguir escapando de este sentimiento.


Iba a luchar por él.


Su amor podría con todo, con Rebeca, con la desconfianza, con el dolor, con la distancia.


La pantalla quedó negra.


Con las manos, temblorosas, entró al sitio de viajes. Ya estaba decidido, viajaba a Londres.


Había pasado esa semana completa pensando en que le diría a su familia, llegando a la conclusión de que nada,
era lo más seguro.


Esperó a que su hermano viajara de nuevo a Córdoba, y recién empezó los preparativos para su viaje.


Nico la había notado rara, pero no le había dicho nada. 


Además estaba demasiado distraído con la vecina.


Su amiga Flor, que cada vez que lo veía se le caía la baba.


Ninguno de los dos le habían dicho nada, pero ella sabía que habían empezado algo, y se veían a escondidas.


Ahora ella tenía la cabeza en otra cosa, de todas formas.


Pedro.


No podía esperar para estar a su lado. La aceptaría de nuevo? Cuál sería su reacción?


Partiría ese lunes. En el trabajo no había tenido problemas, ya que había presentado la mayoría de la campaña, y las fotos tenían que pasar por postproducción.


Nada para lo que se la necesitara con urgencia.


En la facultad iba a tener algunos inconvenientes. El semestre acaba de comenzar, y estaban viendo temas
nuevos, así que tuvo que convencer al tutor de su carrera que tenía que viajar urgente por cuestiones familiares.


Si se hubiese tratado de una universidad pública, seguramente hubiera perdido toda la segunda etapa
del año, pero tratándose de una privada, tenía otras ventajas.


Iba a tener que ponerse al día cuando regresara, pero ella sabía que no era imposible. Ahora lo más importante
era irse. Cuanto antes.


Ese domingo a la noche su amigo Marcos la fue a visitar.


Tenía algunas noticias. Habían firmado su pase, y se iba a vivir definitivamente a Italia ese viernes.


Eso era demasiado pronto, pensó.


—No te das una idea de lo mucho que te voy a extrañar morocho… – le dijo con lágrimas en los ojos.


—Ni me digas rubia, yo también te voy a extrañar. – le dijo abrazándola. — No llores, me vas a poner triste. Además
tenemos algunos días todavía para despedirnos.


—No, en realidad no. Pasó algo. Me voy a Londres, mañana. – le dijo mirándolo mientras evaluaba su reacción.


—A buscarlo. – dijo él, resignado.


—Si. – le dijo ella.


El negó con la cabeza, pero después se encogió de hombros.


—Entonces prometeme que nos vamos a ver en Europa para despedirnos como corresponde, rubia. No te podes ir
así.


—No lo planee, Mar. Pasó…todo muy rápido. Y pensé que iba a tener tiempo para volver, verte antes de… – decía entre sollozos.


Cada vez, le costaba más hablar. Su amigo se iba, y ella no iba a estar con él.


Marcos le sonrío, y la abrazó con fuerza.


—Rubia, tranquila. Cuando esté allá vamos a hablar, vamos a chatear, hasta nos podemos visitar. Mi oferta de llevarte conmigo, sigue en pie. Pero ahora más que nunca, me parece que no estás lista. Necesitas resolver tus cosas.
Y si después te decidís, te voy a estar esperando con los brazos abiertos.


Ella asintió. El volvió a sonreírle, y tomándola del mentón, le dejó un suave beso en los labios. Rozó la punta de su nariz con la de Paula, y después la volvió a abrazar.


Al otro día la acompañó al aeropuerto. Ella era un mar de lágrimas, pero se habían podido decir adiós. Eran unos días hasta que él estuviera en Europa, y viajara para entrenar y de paso se verían.


Ella estaba muy confundida. Si Pedro no la quería de vuelta, entonces qué haría?


Se estaba yendo a otro país, a un continente que no conocía, y era una locura.


Ni siquiera sabía bien en donde vivía.


En la productora le habían dado pocos datos. Ella había inventado una excusa para sacar su dirección, pero era
política de la empresa, no divulgar los datos de los otros empleados. Mucho menos del jefe.


Lo que tenía era un solo dato. Su casa se encontraba en el centro de Londres.


Iba a ser, como poco, complicado encontrarlo, pero se las arreglaría.


Era curioso, pero el viajar en avión le resultaba agradable. 


Nada comparado con subirse a un barco. Así que lo único
que la atormentaba era la cantidad de horas que le esperaban hasta poder ver a su modelito.


Había pensado miles de cosas que quería decirle, se había imaginado millones de escenarios, y no podía estarse quieta.









CAPITULO 54




Una vez afuera, localizaron un banco que estaba vacío y se sentaron.


Paula, se mordió apenas el labio antes de empezar a hablar.


—El otro día me encontré con Pedro. En el trabajo. Era tarde, yo pensé que no había nadie en la productora. Y
pasó…pasó algo. Y te lo quiero contar porque vos fuiste conmigo siempre de frente, Mar.


Su amigo la miraba callado.


Esperando que ella terminara de hablar.


En su gesto se notaba que había entendido perfectamente que había pasado. Pero de todas maneras se quedó
en silencio.


—Y lo besé. – Paula se puso roja. — No se porque lo hice, estábamos ahí, solos. Y nada más lo hice.


Marcos asintió pensativo. Miró para abajo, y mirando el vaso que tenía en la mano, le preguntó lo que ella estaba
esperando.


—Fue solamente un beso? – su voz casi un susurro.


—No. – ella trató de buscarle la mirada, pero él seguía mirando hacia abajo.— Tarde o temprano iba a pasar,
rubia. – se encogió de hombros.


Ella suspiró. Le hubiera gustado poder negárselo. Pero era verdad. Pedro la volvía loca. Se sintió débil por no poder controlarse. Después de todos esos meses sufriendo por él, había caído.—Van a volver? – le preguntó otra vez, sin mirarla.


Ella no contestó. Sabía que la respuesta era “no”, pero no podía decirlo en voz alta.


El tomó aire y miró hacia arriba, pensativo.


—Yo también te tengo que contar algo. – le dijo.


—Decime. – le dijo ella, mirándolo.


—Hace unos días, estuvieron preguntando por mí en el club. Gente de otro equipo que me quiere comprar.


—Ey, te felicito, morocho! Por qué no me habías dicho nada?


—Porque recién hoy me dieron todos los detalles. – dijo mirándola.


—Para que equipo es?


—El Inter, en Italia. –


Paula se quedó helada. No sabía que decir. Era una oportunidad gigante para su amigo, y ella no podía dejar de
pensar en que él se iba, y la dejaba tirada.


Era una de las pocas personas que la mantenía cuerda.


Era su mejor amigo.


—Ya es seguro? – le preguntó con la voz quebrada.


—Si. Entre la semana que viene y la otra me firman el pase.


Ella se llevó las manos a la boca, y algunas lágrimas asomaron de sus ojos.


—Tan rápido?... Perdón. – dijo tomando aire. —Te felicito Mar. – y lo abrazó con fuerza. —Pero te voy a extrañar tanto.


Su amigo la abrazó acariciándole el pelo. —Y vení conmigo, rubia. Podes seguir estudiando allá. A mi me van a pagar lo suficiente para que vivamos muy bien. Y podes trabajar, si queres. Milán es una de las capitales de la moda.


Paula se rió.


—Desde cuando sabes tanto de moda?


—Estuve averiguando… – le dijo un poco avergonzado.


No estaba bromeando. En realidad le había propuesto irse con él. Pudo sentir como los colores abandonaban su cara.


—Mira Paula, yo no te mentí cuando te dije que me pasan cosas con vos. Y a veces, a mí me parece que te pasan
cosas conmigo también.


Ella había querido interrumpirlo, pero él le hizo seña levantando una mano para seguir hablando.


—Se que todavía seguís enganchada con Pedro. Pero estoy dispuesto a darte el tiempo que necesites. No te estoy
diciendo que vayas ya a Italia. Yo tengo contrato por 5 años. Vos podes venir cuando estés lista para empezar de
nuevo.


Ella no decía nada. Irse a Italia con Marcos. Dejar todo atrás. 


Su trabajo, su carrera, su familia, sus amigos, a Pedro


—Yo estoy muy seguro de lo que siento. Y eso no va a cambiar. Se que quiero estar con vos. Te voy a esperar, Paula. Todo lo que haga falta.


—Mar, yo… – él negó con la cabeza.


—Pensalo nada más. – y después de darle un beso rápido en los labios, la tomó de la mano para que volvieran adentro.


Lo que siguió de la noche habían bailado casi abrazados.


Era algo muy fuerte para asimilarlo todo de una sola vez.


Estudiar en una universidad de Milán, para luego trabajar y vivir en Europa. Era su sueño. Amaba Italia aunque nunca había ido, desde pequeña estaba enamorada de esa cultura.


Era una oportunidad enorme que la llenaba de vértigo, y nervios.


No había que decidir ya. Ahora lo importante era que su amigo se estaba por ir, y por un tiempo no lo vería.


Se abrazó más fuerte.


Por meses se había abrigado en esos brazos. Alejando todo el dolor.


Ahuyentando todos los fantasmas. Juntos.


Mas tarde, decidieron que ya era hora de marcharse. No veía por ningún lado a nadie de las personas con las que
había ido a esa fiesta.


Marcos la llevó a su casa, y se fue a la suya.


Paula se habría preocupado por su hermano, de que no supiera ubicarse en la ciudad y se perdiera. Pero lo conocía.


Seguramente se había ido con una chica.


Así que se acostó en el sillón del living.


Le había dejado a él la cama, porque era bastante más alto, y no entraba en otro lado.


A las 10 de la mañana se escuchó algo en el pasillo.


Ella, sigilosamente, sin hacer ruido, se acercó a la mirilla de la puerta.


Nico salía de la casa del lado acomodándose la remera.


Volvió al sillón y se hizo la dormida.


El entró y se dirigió directamente al cuarto.


Esa había sido una noche intensa para todos.


Paula dejó que su hermano durmiera, y se puso a adelantar trabajo. Con suerte, esa semana ya tendría todas las
muestras necesarias para ver si la campaña era aprobada.


Se preguntó si en ese entonces, volvería a ver a Pedro


Parecía haberse esfumado de repente.


Recordó la última charla que habían tenido. El le había prometido, no, jurado, que ya no iba a molestarla ni insistirle. 


Una sensación de inquietud le hizo un nudo en el estómago.


Las manos le empezaron a temblar.


Era eso exactamente lo que hacía. Se estaba apartando, finalmente. Lo que ella había querido desde un principio.


Pero ahora, extrañamente la llenaba de miedo.


Sabía que no tenía sentido. Ella tenía que dejar atrás esa relación. Pero todas las células de su cuerpo le decían lo
contrario.


Justo cuando estaba por apagar la computadora, el sonido de alerta del correo electrónico saltó.


Cuando se fijó en su bandeja de entrada, su estómago se estremeció.


Pedro.


El mail tenía pocas palabras escritas, así que se animó a leer lo que ponía.


“Paula: estoy cumpliendo con mi palabra, y ya no voy a volver a molestarte.
Como te prometí una vez, me abro definitivamente para que hagas tu vida.
Me vuelvo a Inglaterra. De hecho, ya estoy en Londres. Mi despedida está en el video que te adjunté. Un beso.
Pedro


Lo que tanto había temido desde un principio. El se había ido. Y esta vez para siempre. Había empezado a trabajar en la productora, por ella. Se había vuelto días antes de la gira de promoción, por ella. Y ahora, ya no tenía por que quedarse.


Todo su cuerpo se había quedado congelado en el lugar. 


Tenía terror de abrir el video.


Ya le había costado demasiado tener que leer esas palabras. Verle la cara, iba a ser insoportable ahora que sabía que ya no volverían a estar juntos.


Lágrimas empezaron a caer por sus mejillas, mientras con sus dedos temblorosos hacían clic en el reproductor.


La imagen era nítida.