lunes, 21 de diciembre de 2015

CAPITULO 110




Por lo menos podía decir que ese semestre había sido bastante liviano.


Las materias que estaba cursando eran en su mayoría teóricas, así que lo único que tenía que hacer era estudiar y leer.


Aprovechaba los momentos que tenía libres en la agencia, o después más tarde mientras hacía tiempo hasta que Pedro
se comunicara con ella. Incluso algunos días se había juntado con Anabela para estudiar y hacer cuadros y apuntes.


Había arreglado en la productora para que no se le asignara ningún trabajo hasta mitad de año. No tenía tiempo para
nada. Y tenía que reconocer que había podido darse ese lujo porque su esposo estaba a cargo. El mismo lo había
sugerido.


Extrañaba sacar fotos. Con todas sus fuerzas. Y aunque cada día se sentía más a gusto modelando con Walter, su
corazón estaba del otro lado del lente.


Esa última semana, la había pasado casi pegada a su compañero de trabajo.


Tenían que hacer todo juntos. Las sesiones de fotos, eran solo el comienzo.


También tenían presentaciones y eventos a los que tenían que asistir. Y en consecuencia, se estaban llevando bien.


Se arriesgaba a decir que de a poco iban desarrollando algo parecido a la amistad. No habían vuelto a hacerse ninguna maldad, y Mateo la ayudaba cada vez que podía. Entendía que si ella metía la pata, los afectaba a los dos, así que estaba siempre pendiente de que ella se sintiera cómoda, y guiarla para hacer mejor su trabajo.


Pedro, desde Estados Unidos, también le había pasado una serie de tips para la campaña. Casi se sentía culpable cuando hablaba con él. Estaba trabajando como loco, y encima ella que le hablaba de pavadas. No quería molestarlo.


Según le había contado, estaba en proceso de adquirir las acciones de un empresario que tenía dinero invertido en
varias compañías, y no estaba particularmente interesado en
permanecer en esta. Ya había conseguido comprar otras de un contacto que hizo en Buenos Aires, y si seguía así, para mitad de año ya podría volver definitivamente.


Francisco, estaba llevando a la perfección N producciones, junto con Catherine. Eran un buen equipo. Y Pedro, a la distancia, se podía quedar tranquilo de que por lo menos por eso no tenía que preocuparse.


Nico y Flor, habían aprovechado lo que les quedaba de tiempo libre hasta que él tuviera que empezar a estudiar
para exámenes parciales y finales, estando todo el tiempo juntos. En algunas oportunidades habían salido a comer con Paula, o a tomar algo, pero ella se volvía temprano. Todo el tiempo estaba agotada y se dormía parada.


Ese día tenía una sesión con Mateo en estudios y estaba a punto de entrar al set, cuando empezó a sentirse mal.


Maldijo.


Otra vez la gastritis. El estómago se le movía para todos lados.


Hizo memoria, y no había podido recordar nada pesado que hubiera comido. Su dieta había cambiado, supervisada por Gerard, y era sana y balanceada. Casi rozando lo obsesivo.


Serían los nervios, se dijo.


Mateo apenas la vio, la tomó del brazo y la alejó de los demás para hablarle.


—Te sentís bien? – la miró a los ojos. —Estás un poco pálida.


—Me duele un poco la panza. – le contestó. —Pero ya se me va a pasar.


El, entrecerró los ojos, y sujetó sus manos mirándolas con atención. Era la segunda vez que lo hacía. Qué buscaba?


—Por qué me mirás las manos? – le preguntó curiosa.


—Busco marcas. – le dijo serio.


—De qué?


—De mordidas.


Ella, totalmente confundida lo miró fijo y él le explicó.


—Es un síntoma de las personas que se provocan el vómito. Pasan hambre, después se dan… atracones de comida, para después vomitar.


Se sorprendió. Ella pasaba de no comer a comer excesivamente. No lo hacía a conciencia, pero lo hacía.


Tendría un problema?


—Pero yo no me provoco nada.


—Yo no te voy a juzgar. Estuve dos años saliendo de eso. Llegue a pesar muy poco. Desde chico tengo tendencia
a ser gordito, y en una época, perdí el control. Una amiga que estudiaba modelaje conmigo la pasó peor. Y bueno, no terminó bien. – Paula notó el cambio en su mirada. Rápidamente siguió hablando, sin detenerse mucho en
detalles. —Ahí recién me di cuenta de que estaba haciendo mal las cosas. De que necesitaba ayuda. Podes contar
conmigo. A mi me hubiera gustado que nos ayudaran cuando todavía no era un problema. – dijo reflexivo.


Ella se acercó, y con cautela tomó de nuevo sus manos y lo miró.


—Qué le pasó a tu amiga?


La miró por un segundo, pero después se soltó.


—No me gusta mucho hablar de ella. Te sentís bien como para hacer las fotos? O querés que hable con Wally?


Ella se sorprendió por la evasiva, pero no pudo evitar imaginar cual había sido el destino para aquella chica.
Wow. Seguramente había sido una experiencia difícil para él. 


Su mirada todavía era triste, y llena de pesar. Era todo un lado de Mateo que no conocía.


Sin dudas había sido alguien importante para él.


—No, estoy bien. Ya se me va a pasar. Tengo un poco de nauseas, ya se me pasa.


El asintió y salieron.


Las fotos, afortunadamente habían salido bien, y habían servido muchas.


No podía negar que había química entre ellos y trabajaban bien. Salían muy fotogénicos juntos. De alguna manera la
hacía verse más sexy. Su cabello ya casi platinado, combinado con el jopo de su compañero, y sus brazos musculosos llenos de tatuajes hacía que se vieran…
muy bien.


Habían entrado en confianza, por lo menos a lo que se refería a posar y estaban familiarizados con el cuerpo del otro.


Algunas de las fotos, los mostraba en poses bastante jugadas. Poses que no le habían gustado para nada a su marido, pero como producción estaban excelentes. Además su compañero era muy profesional, la había cuidado y se
había mostrado respetuoso siempre.


Estaban a punto de irse cuando Walter entró a hablarles al vestuario.


—Estarán listos en una hora para una presentación? Desfilan, se sacan fotos y se quedan tomando algo para que
los vean y vean la marca. Tienen que estar de jean vos Mateo, calza negra ajustada vos Paula. Y los dos con
remeras con el logo.


Suspiró. Tenía ganas de irse a casa, estaba molida.


—Tomo eso como un si. Les mando un texto con la dirección. Chau, chau. – dijo casi corriendo.


Su compañero la miró mordiéndose el labio.


—Estoy destruido. – dijo tapándose la cara.


—Yo también. Me caigo del sueño.


—Bueno, vamos rápido así nos podemos ir temprano.


Arrastrando casi los pies, buscaron ropa entre las perchas de la agencia y se peinaron y maquillaron rápidamente.


En media hora estaban puntuales, sacándose fotos con medio mundo. Se rieron, y charlaron entretenidos.


Aparentemente, además del modelaje tenían otras cosas en común. El era un amante de la música de los 80, y aprovechando que habían puesto algunas de esas canciones se habían cansado de bailar.


Su celular comenzó a vibrar. Miró la pantalla: Pedro. No le había dicho que no iba a estar en casa.


No podía hablarlo ahora, porque estaba rodeada de gente, y estaba trabajando. Así que le escribió un mensaje diciendo que no podía hablar.


A la mitad de la noche, sentía que los pies le latían. Se la había pasado parada todo el tiempo, y no resistía las ganas de acostarse que tenía. La estaba pasando pesimamente 
mal.


Mateo, que estaba charlando con unas chicas, se acercó para preguntarle como estaba. Había conseguido el
teléfono de media docena, y había hecho planes con varias de ellas para verse en otra oportunidad. Se rió.


De donde sacaba la energía?


—Tenés una cara… – le dijo negando con la cabeza.


—No puedo más. – le contestó ella entre risas.


Le hicieron señas para que se acercara a sacarse fotos con unos chicos, y haciendo un gesto de dolor se paró y fue gravando una sonrisa lo más natural que pudo. Cuando en realidad lo que quería era llorar.


Al rato volvió a donde estaba sentado el modelo y pudo descansar.


Habían podido irse cerca de las 3, y estaban destrozados.


Ella lo había invitado a que se quedara, después de todo, él vivía lejos y tenía habitaciones de sobra para que
durmiera. Podía comprenderlo. Si hubiera tenido que hacer un viaje de casi 2 horas para poder irse a dormir, estaría
desesperada.


Después de comentar como les había ido esa noche y de reírse un buen rato, se despidieron y se fueron a dormir.










CAPITULO 109







—Mateo, te presento a Pedro. El fue la imagen de la marca para la que ahora van a trabajar, por años. Además de ser uno de los modelos más importantes… y…


Pedro lo interrumpió.


Pedro, el esposo de Paula. Mucho gusto. – Mateo mirándola rápido y después a él, tendió la mano y se la
estrechó.


—Mateo, mucho gusto.


Walter seguía hablando de toda una cantidad de cosas, sobre lo que había hecho uno u otro modelo, desarmándose
en halagos, pero ninguno lo escuchaba.


Se estaban midiendo con la mirada.


Lo conocía. Sabía que estaba enojado. Oh por Dios. No quería escenas en su lugar de trabajo. Y menos ahora que su compañero había cambiado su actitud.


Se arrepintió de haberle contado a Pedro de las bromas. 


Después de todo, ella también había sido parte de ese
juego. Y no se lo había dicho.


—Desde cuando trabajas en la agencia? No me suena tu cara de ninguna campaña. – le dijo de manera casual.


Paula lo miró. No podía creer. Era un lado de Pedro que no conocía, sin dudas. Su ojos eran fríos, y había un dejo de… soberbia… superioridad.


—Desde hace unos meses apenas. Estuve mucho tiempo trabajando en Brasil. – le contestó incómodo.


—Y para que marcas trabajaste? – parecía una entrevista. Su compañero se tambaleaba de un pie al otro. La estaba
pasando verdaderamente mal.


No le gustó. De alguna manera esa actitud le hacía acordar a su suegra. A Elizabeth.


Disimuladamente, lo tomó por el brazo y se lo apretó sutilmente para llamarle la atención.


Mateo le contestó la pregunta, cada tanto mirándola.


—Bueno, nosotros nos vamos. Me levanté muy temprano y tengo que dormir las 8 horas que Wally pide…así que… – dijo ella entre risas para alivianar el ambiente.


Se despidieron con una sonrisa, y se fueron.


Una vez en el auto lo miró seria.


—Por qué lo trataste así?


—Así como? Lo saludé. No lo conocía, así que le pregunté donde había trabajado y eso… – le dijo sonando tranquilo. Pero frío. Frío como el hielo.


—Sonaste exactamente como tu mamá. – le dijo sin mirarlo.


Silencio.


—Agradecé que no lo cagué a trompadas. – dijo por lo bajo.


Ella solamente lo miró sorprendida y no pudo evitar recordar como había reaccionado esa vez discutiendo con Marcos en la puerta de la productora. O como le había pegado a David en el boliche…


—No es la manera. – dijo negando.


—Es mi lugar de trabajo.


Más silencio.


—Lo pensé pero no lo hice. Es una manera de decir, Pau. – dijo en tono conciliador. —Pero si te vuelve a hacer algo… ahí si… me vas a tener que disculpar desde ya.


—Odio la violencia. – dijo mirando por la ventanilla.


El la miró con media sonrisa y levantando una ceja.


—Un poco te gusta, a veces.


Sabía a lo que se refería. Que desubicado. No tenía nada que ver.


—Sos un idiota. – le dijo molesta.


—Ey! Qué te pasa que no te puedo hacer un chiste? – dijo entre risas.


No le contestó. Su humor se había oscurecido de tal forma, que no quería ni hablarle.


Llegaron a casa sumidos en el más absoluto de los silencios.


Sin siquiera mirarlo, se bañó y se cambió para dormir.


—No vas a cenar? – le preguntó cortante.


—No tengo hambre. – lo miró desafiante. Casi esperando que él le hiciera algún comentario sobre su forma de comer. Pero no lo hizo. El solo levantó las dos manos y se encogió de hombros.


Se acostó y se giró para un lado dándole la espalda.


Escuchó como se bañaba y cambiaba. Se acercó por su espalda y le besó la nuca muy suavemente.


—Barbie. Perdoname. – le dijo muy bajito.


Ella se dio vuelta y lo miró.


Parecía afectado de verdad.


—Perdón. Fui muy mal educado. Pero me dio bronca porque sé las cosas que te hizo. Y no quiero que te sientas mal…


Ella tomó la palabra, ya no tan molesta.


—Si. Pero ahora está todo bien. Tenemos que trabajar juntos, lo hablamos. De hecho antes de salir, me ayudó para que no estuviera tan nerviosa. Creo que nos llevábamos tan
mal porque no nos conocíamos. Pero no creo que tenga mala intención.


El asintió.


—No quiero que estés enojada conmigo. En dos días me voy. – dijo dejándole un mechón de cabello detrás de la oreja.


Ella frunció los labios ocultando una sonrisa, y lo besó, tomándolo del cuello.


—En serio no querés cenar? Te puedo preparar algo livianito. Una sopa?


—No querés que esté enojada, pero empezás a joder con el tema de la comida? – dijo mirándolo enojada.


—Barbie…


—Me siento mal. No tengo hambre. De los nervios por las fotos tengo el estómago revuelto. Quiero dormirme y que se me pase.


El la abrazó con cariño por detrás, y entre palabras dulces se quedaron dormidos.


La despertó el movimiento de la cama hundiéndose a su lado. Pedro había apoyado una bandeja con té, galletas de salvado, fruta y tostadas con varios tipos de mermeladas dulces.


—Buen día, Barbie. – la besó.


—Buen día, hermoso. – su sonrisa se hacía más grande por segundos. — Había extrañado tanto despertarme con vos.


Todo olía demasiado bien. El le estaba contando algo relacionado con su viaje, mientras le daba besos o le hacía
podía parar de comer.


La noche anterior se había sentido asqueada, y ahora tenía un vacío que necesitaba llenar.


Se estaba ahogando de comida.


Se paró a pensar que cualquiera que viera su comportamiento, sin conocerla, pensaría que tenía un
desorden con las comidas. Pero es que el estrés últimamente le tenía la panza hecha un nudo.


Siempre había sido su punto débil.


Había momentos en los que no podía probar bocado, y otros momentos como ahora, que comía como si alguien estuviera a punto de quitarle el alimento de la boca.


Su esposo estaba encantado de verla así.


No tenía dudas, ese viaje, en parte era para controlarla de cerca y saber si comía, si se cuidaba, si se estaba sintiendo bien. Sonrió. El se preocupaba demasiado.


Esa tarde la había acompañado nuevamente a la agencia. 


Les quedaba menos de un día juntos, y no se querían
separar.


Tenía que ir un rato solamente para las pruebas de maquillaje y peinado que el día anterior no habían podido hacerse por falta de tiempo. Con suerte, al terminar podría ir a casa.


En un par de horas, ya estaba totalmente peinada y estaban
retocándole el maquillaje. Era una producción sexy, así que tenía el pelo lacio, y ojos negros muy esfumados.


Se sentía bonita.


En el set hacía más frío que de costumbre, y empezó a sentirse mal. El estómago le molestaba de nuevo. Hacía
mucho que no desayunaba y almorzaba tan pesado, eso también había contribuido, para que ahora tuviera un
torbellino de ruidos y unos dolores agudos que la estaban matando.


Probaron colores de sombras, de labiales, aumentando el volumen del cabello, todo. Como si fuera una muñeca
con la que estaban jugando. Su compañero también había ido, y estaban evaluando la posibilidad de bajarle el
jopo. El se negaba, era su toque distintivo. Estaba enojadísimo. Todos estaban enfocados en hacerlo entrar en
razón, pero ella lo escuchaba lejos.


Como en un túnel. Se sentía tan mal.


No pudo resistir más y salió corriendo a los baños de los vestidores.


Si, tanta comida de golpe había sido una mala, pésima idea.


Minutos después salía sintiéndose algo mejor, pero totalmente pálida y cubierta de sudor. Mateo estaba
esperándola con gesto serio. Oh Dios.


No estaba de humor para peleas, ni bromas.


—Estás bien? – le preguntó, sorprendiéndola.


—Si. Perfecta. – le dijo confundida.


El levantó una ceja y se acercó más a ella. Y con toda la confianza del mundo le puso la mano en la frente como
tomándole la temperatura. La miraba de forma curiosa. 


Estaba revisándola?


Después tomó sus manos y las miró de cerca. Qué estaba buscando?


Sobresaltada, se soltó de su agarre y puso cara de malos amigos.


—Mirá, yo pasé también por eso. Y lo peor que podes hacer es no reconocer el problema y esconderlo.


—Ah? – no sabía que decir.


—Te escuché vomitando, Paula. – le dijo como si entendiera perfectamente lo que le pasaba.


—Si, estoy mal del estómago. Comí pesado y…


—Y nada. Es una enfermedad. Yo pasé por algo parecido al principio de mi carrera. La presión por ser uno más, y no tener ni un gramito de grasa… sé de lo que te estoy hablando.


Ahora estaba entendiendo. Puso los ojos en blanco ofuscada.


—No estoy anoréxica, ni soy bulímica. – dijo repitiendo
mecánicamente lo que hacía semanas venía diciendo.


—Al principio yo tampoco me daba cuenta. No lo reconocía. Tuvo que pasar algo muy grave para que me abriera los ojos. – la miró. —Conmigo podés hablar. Aunque soy un poco forro, y me gusta joderte. – puso los ojos en blanco. —Con estos temas no jodo.


—Te juro que nada que ver. Amo comer, y en unos meses cuando termine el contrato, no es mi idea seguir modelando. Voy a seguir sacando fotos. – le sonrió.


El frunció los labios, resignado y levantó los hombros rindiéndose.


—Ya sabés. – le recordó, antes de volver al set.


Otra persona más que tenía que sumar a la lista de personas
preocupadas por ella. Tendría que ir al médico para que le hiciera estudios, y a un nutricionista para que le recomendara alimentos que no le sentaran tan mal en tiempos de mucho estrés.


El había sufrido esa enfermedad?


Hacía cuánto? Se lo veía tan saludable.


No era para nada un modelo escuálido, de los que hacen alta costura. Estaba bien formado, y le gustaba entrenar. Por
algo lo querían siempre para las marcas de ropa interior.


Qué sería lo grave que le pasó para abrir los ojos?


Sus pensamientos fueron interrumpidos por Pedro, que entraba al vestidor para ver como estaba. Y por más que le aseguraba que se sentía bien, podía ver en sus ojos que no terminaba de creerle. Era agotador.


—Te puso algo en el café otra vez, ese idiota? – le preguntó molesto.


—No! – contestó calmándolo. — Ya me sentía mal. No tomé ni comí nada acá.


Asintió serio. El día había terminado horrible. Estaba exhausta y solo quería descansar.


Para colmo de males, todo el día siguiente se había sentido como la misma mierda. Se la había pasado en cama, con vómitos, y dolor de panza.


Un médico había ido a verla, y le había dicho que eran síntomas de gastritis. Sin dudas, provocada por un estado de nervios, mezclado con el cambio de sus horarios, y por supuesto, por la ausencia de su marido. Tenía que ir a la clínica para hacerse algunos análisis de rutina, pero nada urgente.


A la noche ya se sentía como nueva.


De hecho, había podido comer y todo.


Pedro estuvo a punto de posponer su viaje, pero ella lo convenció de que no lo hiciera. Cuanto antes terminara con
esos trámites antes lo tendría en casa.


Aunque lamentaba profundamente haber pasado un día entero en ese estado cuando sabía que pasarían varias
semanas antes de que pudieran estar juntos otra vez.


Se habían despedido entre besos, abrazos y algunas lágrimas. Cada vez le costaría más? Su visita se le había hecho tan corta…


—Si te sentís mal, me llamás y vengo. No me importa nada. – le dijo serio, mirándola a los ojos mientras tenía la frente apoyada en la suya.


—No podés dejar todo. – se rió. — Voy a estar bien. Anda, terminá lo que tenes que hacer y volvé rápido. Si?


El asintió, besándola y abrazándose con fuerza.


—Te amo. – le dijo. Y se fue.