Había dejado pasar un tiempo, pero Pedro no la llamaba para hablar.
Había dejado mensajes todos los días, y había preguntado por medio de Marcos, como estaba. Mientras tanto, seguían
saliendo a la luz algunas fotos más en donde se lo veía salir de boliches en estados deplorables. Lo habían perseguido con cámaras, y él tambaleándose se subía a autos con
amigos y amigas. No se le había pasado el detalle de que esa Katy estaba siempre a su lado.
Estaba evitando las notas, y la estaba evitando a ella también. Su paciencia había llegado a un límite.
Una mañana, ofuscada por la persecución de los fotógrafos, a los que había estado a punto de atropellar accidentalmente en su cochera, bajó del auto dándole un portazo.
Había salido a hacer unas compras, y a despejar su mente aunque no la habían dejado. Para colmo de males los
gritos de quienes la perseguían, la estaba mareando, y sentía nauseas.
—Paula, viste las últimas fotos de Jamie? Se lo ve desayunando con la modelo Katy Harris. Ustedes están
separados?
Ella no las había visto. De hecho, había hecho un esfuerzo para no enterarse de nada más hasta su regreso, para no disgustarse. Y por momentos lograba pensar en otras cosas, pero ahora estaba que echaba fuego.
Miró al periodista con mucha bronca y le respondió. Cosa que no había hecho nunca.
—Preguntale a él si está saliendo con ella. Y si es que a vos te atiente el teléfono, mandale saludos de mi parte. – tras una sonrisa irónica entró al edificio entre un mar de flashes y preguntas a raíz de lo que acababa de decir.
Había sido un impulso, y sabía que no era conveniente hacer ese tipo de comentarios porque ahora se tejerían todo tipo de especulaciones alrededor de aquella frase, pero estaba saturada.
Esa tarde, mientras veía tele con su amigo, pasaron la nota.
Estaba con esa cara de enojada? Había usado ese tono?
Oh por Dios. Esto le iba a traer problemas. Inclinó la cabeza y mientras escuchaba lo que el notero tenía para decir le preguntó a Marcos.
—Estoy así de gorda?
Su amigo se rió.
—No te puede preocupar eso ahora. Pero no. – se acercó a ella y la dio vuelta para quedar frente al espejo de la sala. —Estás más bonita que nunca.
Ella le sonrió y le dio un beso en la mejilla.
—Gracias por estar siempre, morocho.
El le devolvió la sonrisa.
En ese momento su celular empezó a sonar. Pedro. No lo podía creer. Sin perder tiempo atendió.
—Pedro! – dijo casi sin poder creer que se trataba de él.
—Por qué mierda hablaste con un periodista? No tenés derecho a ventilar nuestra vida privada. – estaba furioso.
—Derecho? De qué me hablas? Vos estás haciendo cosas peores, y acá me ves. Todavía hasta ahora esperando
a que me llamaras para explicarme que había pasado. Cuándo volves? Necesitamos hablar.
—No sé cuando vuelvo, pero la verdad es que no me están dando ganas. – soltó un insulto. —No me paró de sonar en todo el día el teléfono, por tu culpa.
—Mi culpa? Qué te pensas que a mi me dejan tranquila? Todo el día tengo que soportar que me persigan para
contarme que mi esposo me es infiel.
No podía creer, lo desconocía.
—Paula. – la frenó él, como regañándola. —Me fui buscando paz y tranquilidad.
—Pero qué mierda te pasa? – dijo quebrándose. El no era así. Por qué de repente era tan frío y egoísta? Como si
apropósito quisiera enojarla o lastimarla.
Estaba a punto de contestarle cuando escuchó que alguien le hablaba.
—Pedro, are you coming? – alguien lo llamaba entre risas.
Ella.
—Paula, me tengo que ir. Ahora no puedo hablar.
Y eso fue demasiado. Mucho más de lo que podía tolerar.
Estaban hablando después de días. Días de lo
más complicados. Su confianza y paciencia habían llegado al límite.
Cortó el teléfono sin despedirse y agarrándose de su amigo para no caerse le dijo.
—Mar, nos vamos. Ayudame a guardar mis cosas.
Cerca de las 9 de la noche, estaban tocándole el timbre a su amigo Mateo.
Este al verle la cara, y reconocer en Marcos un gesto de “no preguntes”, no dijo nada y los hizo pasar.
Comieron viendo una película y después ella se fue directo a dormir.
Sus dos amigos se habían quedado en la sala charlando de lo que había pasado.
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—No entiendo. Vos tendrías que haber visto lo bien que estaban… él la adora. – dijo Mateo.
—Lo ví. No se cuanto te contó Pau de nuestra historia, pero te puedo asegurar que sé de lo que me estás hablando. – suspiró al recordar otras épocas. —No sé que le pasa a este pibe, pero me dan ganas de matarlo.
Mateo asintió.
—Yo la conozco desde hace poquito, pero ella sabe cosas de mí que no le conté a nadie. Es divina la flaca. No me gusta verla así. – torció el gesto.
—Y más estando embarazada. Me parte al medio.
—Me dijo que no le contáramos nada a Nico, ni a Flor. – lo miró sonriendo. —Así que tené cuidado lo que le decís a Ana… Son todos muy amigos.
El modelo se rió.
—Está preocupada por Paula también. Creo que deberíamos cuidarla de los periodistas… no tiene que salir más en la tele. – tensó la mandíbula. — Y cuando vuelva Pedro, lo agarramos entre los dos.
Se rieron.
—Yo ya me agarré a las trompadas con él una vez, no parece, pero tiene aguante. – dijo Marcos.
—Hace rato que tengo ganas de hacerle comer los dientes. Me amenazó pensando que me quería hacer el vivo
con Vale… – resopló. —Mirá que caradura…
Y así, entre risas siguieron hablando hasta que se hizo tarde.
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Al otro día Paula seguía con la mirada perdida mirando por la ventana.
Era un día precioso. El sol brillaba y aunque estaban en invierno ese día la temperatura era agradable.
Había ignorado llamadas de su familia, de sus amigas, hasta de Francisco, que seguramente después de la nota del día anterior querían hablar con ella para saber que había ocurrido.
Mateo y Mirco la miraban preocupados. No lloraba, no insultaba, no se desesperaba. No estaba haciendo nada.
Solo admiraba la belleza de ese día desde la ventana del departamento del modelo que daba a uno de los parques más grandes llenos de verde y gente paseando perros o haciendo ejercicio. Era extraño, pero estaba tranquila.
Se llevó la mano al vientre y sintió una patadita. Sonrió. No podía darse el lujo de ponerse mal, no lo valía.
Su percepción de las cosas empezaba a cambiar. Y sus prioridades también.
Ya habría tiempo para lamentarse después.
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Era la siesta y él seguía acostado.
Qué había pasado? Ah si. Había tomado hasta casi perder la conciencia y uno de sus amigos lo habían llevado cargando a su departamento. Su cabeza daba miles de vueltas y se sentía una mierda.
Sonrió amargamente. Lo era.
Cómo había llegado a esto?
Por miedo.
Simplemente eso. Un día estaba en una reunión, ahí en Nueva York y literalmente comenzó a faltarle el aire.
Corrió hasta la calle y se sentó en un parque a pensar. En un par de meses sería padre, y ni siquiera podía hacerse
cargo de su persona. Cómo podría hacerse cargo de alguien más? Paula no se merecía algo así. No. Ella sería una madre excelente. Ya lo era.
Ahora todas las noches tenía pesadillas, y la voz de su madre diciéndole en su adolescencia que se cuidara porque los hijos venían a cambiarle la vida a uno para siempre y
lo complicaban todo, resonaba una y otra vez.
Sus últimos días en Buenos Aires habían sido una muestra de eso. Nada era como antes, y una sensación de terror lo abrumaba. Tenía tanto miedo de decepcionar a su esposa que casi prefería quedarse a vivir en Estados Unidos y no estar a su lado para arruinarlo todo. Siempre arruinaba todo.
Ella no le perdonaría nunca el no ser capaz de ser un buen padre, de fallarle en algo tan importante. El se moriría antes de ver decepción en sus ojos.
Cualquier otra emoción, podría soportarla, pero no decepción.
Perdido en sus pensamientos, no notó como alguien lo llamaba desde la cuadra de enfrente.
Cuando miró, era su amiga Katy.
Habían trabajado juntos años antes, y habían tenido una corta y casi insignificante… relación. La verdad era que ella prefería estar con mujeres, y aunque siempre se divertía a su lado, tenía una forma de vivir que mucho él no compartía.
Estuvieron un rato poniéndose al día, hasta que ella lo invitó a una fiesta.
Ya sabía lo que eso significaba.
Alcohol, descontrol y probablemente drogas. El ya había vivido todo eso, y no quería volver a experimentarlo.
Pero ella, insistente como siempre había sido, y aprovechándose de que lo veía decaído, le dijo que era
exactamente lo que le hacía falta para relajarse.
Suspirando, tuvo que reconocer que un poco de distracción no le vendría mal…
De eso a estar 3 días sin dormir, metidos en una rave, bajo los efectos de alguna que otra sustancia, con un grupo
enorme de gente que acababa de conocer y ya se hacían llamar sus amigos, habían sido semanas.
Cuando quiso darse cuenta de la situación en la que se encontraba, ya era tarde. Y sentía vergüenza. Lo carcomía
por dentro.
Había estado años para escapar a esa vida, y ahora se veía nuevamente inmerso en toda esa mierda. No se soportaba.
Se tenía…asco.
Tenía moretones, que no recordaba haberse hecho, se había gastado miles de dólares en una sola noche, y
apestaba.
El día anterior Paula le había preguntado por una mujer. Katy, seguramente. Pensaba que él la había engañado. Pero en cierta forma, lo que había hecho era mucho peor.
No la había traicionado con ninguna mujer, simplemente porque no se sentía atraído por nadie que no fuera ella, y porque nunca, ni en ese estado hubiera sido capaz de hacerlo.
Pero era un hipócrita. Lo que estaba haciendo también era traicionero, y horrible. Casi prefería que ella pensara que se trataba de una infidelidad.
Cerró los ojos con fuerza. Se sentía tan débil. Cómo había caído otra vez en lo mismo?
Su mujer era lo mejor que le había pasado en la vida, y no podía hacerle esto. No la merecía. Y su hija? Esa bebita que no tenía nada que ver con sus problemas. Un angelito que merecía todo el amor del mundo. Merecía un padre que pudiera contar con ella. No esta basura que ahora estaba mareado tras una noche de juerga, mintiéndole a su esposa
Al día siguiente, cuando se sentó a desayunar se sentía mejor. Era el primer día de las vacaciones de julio, y se
sentía genial. Se preparó un té y mientras chequeaba en el celular si tenía mensajes de su amor, desayunó en paz.
Su amigo estaba despierto desde antes, y desayunaba a su lado en silencio. Por ahí le pareció que la miraba y después se hacía el distraído.
Encogiéndose de hombros, se estiró para buscar el control remoto del televisor, pero él la frenó quitándoselo.
—Qué te pasa? – dijo extrañada.
—No la prendas, porfa. – parecía nervioso.
Con más razón aun prendió el televisor. Seguramente habían iniciado algún nuevo rumor sobre ella después de
haber salido con su amigo a una fiesta, pero no le importó.
Por más infame que fuera la mentira que ahora se habían
inventado, quería enterarse.
Fue directa a uno de los canales en donde a esa hora había un magazine de espectáculos y mientras veía como su
amigo suspiraba resignado, esperó a ver su foto, la de su panza, y un montón de otras cosas con las que les alcanzaba para inventarse miles de historias. Pero no.
No era ella la que aparecía en todos los medios.
Era una foto, tomada con una cámara de celular a juzgar por su baja calidad y desenfoque. Aun así se distinguía perfectamente a su esposo, en un boliche, mordiéndose el labio con una sonrisa, mientras una rubia altísima lo sujetaba por el cuello.
—Me estás jodiendo… – dijo ella por lo bajo.
El presentador de la noticia comentaba:
“El modelo se divierte en Nueva York, acompañado de Katy Harris, una colega con la que él trabajó hace un par de años y con la que se sabe tuvo un corto romance. Se los vio divertidos entre amigos esa noche, y en varias oportunidades esta semana. En esta otra foto se los ve cenando solos, y en esta otra los vemos entrar a un auto y después llegar a un hotel. No sabemos que pensará de esto su esposa, pero también se la estuvo viendo bien
acompañada.”
A continuación una seguidilla de imágenes de ella con gafas de sol oscuras, caminando al lado de Marcos, o bailando en la fiesta con Mateo.
—Me estás jodiendooo… – repetía ella sin sentido.
—Lo mejor es que yo siempre soy testigo de estos momentos de mierda. – se tapó la cara.
—Lo voy a matar. – decía ella entre dientes.
—No te apures a sacar conclusiones. – le sonrió su amigo
dándole apoyo.
Sin pensarlo marcó el número de Pedro y esperó. Nada. El contestador.
Suspiró. No le quedaba otra que dejarle un mensaje.
“—Acabo de ver las noticias. Quién es esa mina, Pedro? Por qué no me atendes nunca el teléfono? – se tragó el llanto, que le apretaba la garganta. — Para que veas que estoy confiando en vos, y espero una respuesta de tu parte,
llamame apenas puedas. Te amo.” – Y cortó.
—Ya sabés como son estas cosas, rubia. A vos misma te pasan. Por ahí, el pibe se reencontró con una amiga, así
como nosotros dos, y salió a divertirse nada más. – quiso restarle importancia, pero lo conocía y sabía que su amigo
estaba igual o más enojado que ella.
Tenía la mandíbula apretada y hacía un esfuerzo sobrehumano para sonreír.
Ella asintió devolviéndole la sonrisa y se encerró en su habitación.
No tenía ganas de pensar en nada hasta que no pudiera hablar con Pedro. Y lo que menos quería era, escuchar algún nuevo chimento. Desconectó el teléfono fijo, porque desde que había salido esa nefasta nota no paraba de sonar. Sólo dejó su celular en la mesa de luz a la
espera de un solo llamado.
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Marcos se había quedado solo en la sala sin saber que hacer. Paula tenía cara de explotar en cualquier momento, y en su estado no era para nada bueno.
Suspiró. Tenía sin dudas una puntería increíble para ir a visitarla.
Llevado por un impulso tomó su teléfono y llamó al esposo de su amiga.
Antes de irse habían acordado llamarse en caso de que fuera necesario. Y en este momento, lo era.
El atendió a los dos tonos.
—Pedro? – dijo sorprendido.
—Está todo bien? – preguntó. Su voz sonaba algo rara, pero no prestó atención.
—Paulahace días quiere hablar con vos. – frunció el ceño. Por qué no la atendía?
—Si, yo intenté llamarla y nunca coincidimos. – dijo rápido.
—Bueno, está acá conmigo. Dame un segundo le golpeo la puerta del cuarto y te paso con ella.
—No, no, no. – dijo apurado. — Estoy por entrar a una reunión. Yo la llamo cuando salga.
—A mi no me jodes. Qué te pasa? – soltó un insulto. —La estás evitando? Qué hacés? Esta embarazada y vos de
joda con una mina?
Estaba dejando afuera todo lo que no podía decir con su amiga presente.
Tenía que controlarse si quería respuestas, porque al paso que iba, en cualquier momento empezaría a descontrolarse y el modelito cortaría.
—No es así, Marcos– soltó el aire con fuerza. —Es todo demasiado complicado.
—Yo lo único que sé es que cuando vuelvas, te voy a estar
esperando. Y si las cosas son como me las imagino… te juro que te voy a romper el culo a patadas. – escupió enojado. —Te lo juro.
Sin siquiera contestar, cortó.
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Esa noche el teléfono de Paula sonó.
Tenía un mensaje de Pedro que decía que había llamado y no se había podido comunicar. Le preguntaba como estaba y
si necesitaba algo. Sonaba como un trámite. Como si comunicarse con ella fuera un compromiso, una obligación.
Y además de dolerle, le molestó. Acá estaba ella, embarazada… preocupada y siendo atacada por periodistas que decían las cosas más horribles de su marido, y éste no le atendía el teléfono.
No quería hablar con ella, le había quedado claro por fin.
Algo le pasaba que no quería hablar.
Sabía que estaba pasando por un mal momento, y que ahora más que nunca necesitaba tener la cabeza
despejada, porque cuando estaba en Buenos Aires los nervios lo enfermaban.
Literalmente. Pero de ahí a desligarse de ella, había una diferencia.
No quería desconfiar de él, pero cada vez le costaba más.
Había aparecido en los medios una nueva foto
en donde se lo veía en un evento, muy bien vestido, hablando con esa Katy casi en el oído.
Ella no se merecía eso.
Por más que no estuviera saliendo con la modelo, tenía que pensar en que ella vería las fotos. Su mujer embarazada y sensible, tarde o temprano las vería. Por qué no la cuidaba? Por qué la hacía pasar por eso con los medios?
Las lágrimas le mojaban las mejillas mientras intentaba dormir.
Su amigo, que la conocía casi de memoria, se acercó a ella y la envolvió en un abrazo hasta que por fin pudo descansar.
Cuando se despertó se sorprendió al ver una llamada de Pedro en su celular. Era raro porque últimamente le
dejaba solo mensajes. Se fijó la hora y frunció el ceño. Sería urgente?
Sin dudarlo y preocupada marcó su número. No le daba el contestador, y eso hizo que sus manos temblaran. Por fin
hablaría con él.
Lo atendió con voz ronca.
—Hola? – estaba durmiendo.
—Pedro, hace mucho que te estoy tratando de ubicar.
—Paula, hola. – se aclaró la garganta. A ella el pulso se le había disparado. “Paula”? Desde cuando la llamaba así?
—Estás bien? Te escucho raro. – tuvo que sentarse porque sentía flojas sus rodillas. Algo le decía que algo andaba mal. Muy mal.
—Estaba durmiendo, perdón. Vos estás bien?
—Si, bah. Qué son todas esas fotos? Quién es esa chica? – dijo con un hilo de voz.
—Qué fotos? Estoy viendo a unos amigos que hace años no veía y salimos un par de veces. – el sonido de algo cayendo al suelo la hizo saltar. — Mierda.
Del fondo se escuchó una segunda voz.
—What was that? – era una mujer, con la voz tan ronca como la de su esposo.
Todo empezó a darle vueltas y se sintió enferma. Sentía la cabeza liviana.
—Quién es esa, Pedro? – no pudo contener más el llanto. —Es verdad? Me estás engañando?
—No, Paula No es así. – parecía molesto. —Es una amiga, se quedó porque vive lejos. Viste como es esto… – soltó una risa.
Al fondo alguien reía con él.
—Estas borracho?
Más risas. Otro golpe, más gente gritando y aplaudiendo y la
comunicación se cortó.
La ira empezaba a apoderarse de ella, pero entonces se dio cuenta que cuanto más se enojaba, más se le endurecía la panza. Tomó aire por la nariz.
Tenía que pensar en su hija.
No iba a enojarse. Era la primera vez en su vida, que no iba a hacer nada impulsivo. Iba a esperar que él se comunicara de nuevo, y le explicara mejor. Cualquiera podía emborracharse de vez en cuando.
Y más cuando eran amigos que hacía mucho que no veía.
No pretendía que no se divirtiera, eso no. Pero ella pensó que era un viaje de negocios, y que apenas terminara su trabajo volvería para estar con ella, porque supuestamente eso era lo que él más quería. El mismo había dicho que no se quería separar en los meses que quedaban de embarazo.
Decidió ignorar todo el asunto y concentrarse en cosas mejores. Cuando la guardia periodística los dejó salir del
edificio, se dirigieron en su auto a la casa de la familia de Marcos. Era gente muy amable, y la trataron como una
reina. Comieron hasta hartarse.
La madre de su amigo, cocinaba unos canelones de verduras tan buenos, que había tenido que frenarse ella misma después del segundo plato. Todos estaban encantados con el éxito del jugador, y se pasaron el día mostrándole fotos de cuando era más pequeño y jugaba en el club del barrio. Estaban tan orgullosos y lo miraban con tanto cariño que habían hecho que se emocionara en
repetidas ocasiones.
—Está un poquito sensible con el embarazo. – explicó él mientras ella sollozaba tras un pañuelo.
Su madre la miró enternecida.
—Es una época hermosa, aprovechala. Los bebés son tan
hermosos. – miró a su hijo con gesto acusador. —A ver cuando me haces abuela y dejas de salir con cuanta chica
se te cruza que ya me estoy haciendo vieja.
Todos rieron. Y su amigo, se levantó para abrazar a la mujer con cariño.
—No te estas haciendo vieja, estás cada día más hermosa. – la besó en la mejilla y agregó. —Cuando encuentre una madre para mis hijos, vas a ser abuela.
La mujer resopló.
El corazón de Pau se encogió. Iba a ser un padre maravilloso. Era siempre tan cariñoso, cálido y protector.
Además le encantaban los chicos. Siempre hablaban de cómo quería tener muchos.
Sin dudas cuidaría a su esposa, y sabría darle amor…
Más lágrimas.
Al verla otra vez llorando, todos sonrieron y su amigo corrió a abrazarla a ella también.