jueves, 10 de diciembre de 2015

CAPITULO 73




Ese domingo, fueron a comer con Nico. Se iba esa tarde a Córdoba, así que iban a aprovechar unas últimas horas juntos.


Estaba sorprendida de la relación que tenía con Pedro. En poco tiempo habían logrado una confianza y una
familiaridad, como si se tratara de viejos amigos.


Después de almorzar, se fueron para el departamento de él, en donde miraron todos los partidos de fútbol, que por su
puesto, ese día se jugaban.


Ella no entendía de deportes, pero todo el tema la puso algo nostálgica.


Extrañaba a su amigo Marcos.


Seguramente él también estaría mirando los mismos partidos, y estaría gritando a todo pulmón dando instrucciones a los jugadores de la televisión como siempre
hacía. Sonrió.


Tomó su celular y le mandó un rápido mensaje, dejándole saber que pensaba en él, y lo extrañaba.


El le había contestado casi al instante, diciéndole que también la extrañaba, y que pensaba todo el día en ella. Le había contado que había conocido muchísimos lugares históricos de Italia, y de lo maravillosa que era la comida. Le dijo que de seguro le gustaría, si decidía ir.


Tuvo que respirar profundo para no comenzar a llorar.



****


Pedro estaba en el sillón mirando el partido, pero cada tanto se daba vuelta.


Paula estaba callada. Demasiado callada.


Ella siempre tenía algún comentario para hacer, de lo que sea, pero siempre hacía algún aporte. Y ahora estaba con
la mirada triste. Y con el celular en la mano. Suspiró dos veces y apretó los labios. Conocía esa expresión.


Siempre hacía eso cuando no quería romper a llorar.


De a poco todo tuvo sentido.


Cada tres segundos, su celular sonaba con la llegada de algún mensaje, y ella le sonreía.


Era Marcos. Estaba seguro.


Puso las manos en puños. Ni siquiera desde la otra punta del mundo, dejaba de meterse en medio.


Estaba empezando a ponerse rojo de los celos. Verla así, triste por él, lo hacía tener ganas de pegarle a la pared.


Ella todavía sufría por su amigo.


Pero sentía algo más?


El sabía que Paula estaba enamorada de él. Pero lo estaría también de su amigo?


Un sentimiento horrible se instaló en su estómago.


Ahora su teléfono sonaba y ella atendía.


Se fue a atenderlo a otra habitación.


Por qué hacía eso? – se preguntó. El quería escuchar de que hablaban.


—Eu. Todo bien? – le preguntó Nico, al ver que él estaba mirando fijo la puerta por la que se acababa de ir


Paula, con ojos asesinos.


—Ehm, si si. Perfecto.


Nico asintió, pero frunció el ceño.


—Son amigos, nada más. – le dijo respondiendo una pregunta que él no había hecho.


—Quiénes? – dijo haciéndose el distraído.


—Mi hermana, y Marcos. Yo estuve acá cuando ellos supuestamente salían.


No tenía ganas de escuchar los detalles, de solo imaginarse, el almuerzo se le subía a la garganta.


Respiró profundo y siguió mirando la tele. Se estaba comportando como un crío. No tenía por que desconfiar de Paula.


De hecho no lo hacía. Pero no terminaba de confiar en el jugador de fútbol. El era un hombre. Un hombre, que estaba
enamorado de su novia.


—Era raro… Parecían amigos, pero por ahí los veías matarse a besos por los rincones… – dijo Nico sonriendo y
arrugando la nariz.


—Nicooo… – le contestó él, tapándose los oídos. Ahora tenía nauseas.


El chico empezó a reírse a carcajadas.


—Pero además de eso, te digo, no había nada. Veo como mi hermana te mira, o como se mueve cuando está con vos. Es totalmente diferente.


—Si? – preguntó ahora más interesado.


Nico solo lo miró, levantando levemente una ceja, como si lo que acabara de decir fuera lo más obvio.


—Es que con Marcos, tenían otra confianza. Capaz, por eso se comportaba como siempre, de manera normal, natural. – dijo Pedro.


—Eso es algo bueno, pensalo.


—Cómo bueno?


—Conmigo también tiene toda la confianza.


Pedro sonrió. Aunque no pensaba que viera a Marcos como un hermano, le agradaba saber que lo que le decía podía ser cierto. Para ella, ese chico era un buen amigo. Nada más.


Para mitigar esa sensación del estómago, hubiera estado bueno que su novia saliera de la habitación y volviera donde estaban ellos, pero no. Seguía ahí encerrada, haciendo Dios sabe que.


Hablando de Dios sabe que cosas.


Miró de nuevo la puerta.



****


Paula había cortado con su amigo, y estaba tratando de respirar profundo para no desmoronarse. Le hacía falta.


Todo el tema de la propuesta de Pedro de mudarse juntos, le tenía la cabeza hecha un lío, y quien siempre la ayudaba en esos casos, estaba en otro continente, tan lejos de ella para darle un abrazo.


No quería llorar en frente de Pedro.


No le parecía justo. Lo hizo la noche en que su amigo se fue, porque simplemente, no hubiera podido evitarlo. Pero no podía seguir haciéndolo.


Se paró, tomo aire por enésima vez y se dirigió al baño. Se lavó la cara con agua fría y salió.


En la sala, los chicos seguían viendo el partido como si nada, así que sin pensarlo, se les unió.


Cuando se hizo más tarde, se despidieron de Nico, que se volvía a Córdoba, y se quedaron, ya que estaban,
paseando por ahí.


Era domingo, y ninguno tenía apuro por llegar a casa, así que pasearon de la mano, como no hacían desde Europa.


Cada tanto, habían tenido que soportar algún fotógrafo que, desde lejos les robaba alguna que otra foto.


Pero como ahora no eran noticia, no se acercaban a acosarlos con preguntas.


Simplemente los retrataban caminando de la mano, sonriendo, paseando. No les molestaba.


Se imaginó como sus padres tomarían esas fotos, y la idea no paró de darle vueltas hasta que llegaron a casa.


—Tengo que volver a Córdoba, en estos días. El próximo fin de semana sería buena idea. – dijo ella pensativa.


—Extrañas mucho a tu familia? – le preguntó Pedro acariciándole la mejilla.


—Si, los extraño. Pero me preocupan otras cosas además. Yo no les conté que me estoy quedando en tu casa, ni que vamos…más en serio que la última vez que te vieron.


El asintió.


—Quiero contarles, porque seguramente ya se cansaron de leerlo en todas las revistas, y de verlo en todos los programas de la tarde…


—Tienen una relación muy cercana, no? Siempre se cuentan todo? – preguntó.


—Si, todo. Mi mamá es como una amiga para mí. Siempre hablamos. – dijo sonriendo.


—No me imagino poniéndome a hablar con mi mamá. Con mi papá, puede ser. Pero es distinto. Los hombres tienen
otros códigos. – dijo pensativo. —Mi mamá es… especial.


—Te adora. Y lo puedo notar, aun sin conocerla mucho.


—Si, pero muchas veces me quedo con la sensación de que le preocupan más sus expectativas de mí, que…lo que
yo realmente quiero.


Paula se quedó pensando en lo que decía. Podía ser cierto. 


Lo había arrastrado a que trabajara desde los 14 años, cuando a él todavía no le interesaba ese mundo, lo había hecho abandonar la escuela, y lo había mantenido lejos de su padre. Quien se oponía a que siguiera viajando a tan
corta edad. Tal vez hubiera sido ella, quien lo había alejado de otras potenciales novias. Después de escuchar como había hablado de ella, casi queriendo convencerlo de que la deje…


—Si querés podemos ir juntos. Saco pasajes. – dijo Pedro, distrayéndola.


—Ehm, si. Me parece bien. Tendría que hablar con ellos para avisarles, y de paso, preguntarles si te podes quedar
con nosotros en casa. – eso iba a ser difícil. El no era solo un amigo, como Marcos.


—No, Barbie. Yo me quedo en el hotel donde me quedé la otra vez. Vos necesitas ese espacio con tu familia. – le
dio un beso mientras le sonreía.


Ella le sonrió y le devolvió el beso abrazándose a su cuello. 


En ningún lado se sentía mas a salvo. Sus problemas se
volvían pequeños e insignificantes. Le hacía bien.


No podía imaginarse como sería la vida sin él a partir de ahora. Y entonces, lo supo.


Suspiró.


—Ellos no saben que me fui a Londres. – se acordó.


—Tenés muchas cosas que hablar con ellos. Preferis ir sola? – le dijo abrazándola por la cintura.


—No. Quiero ir con vos. – le sonrió.


—Quiero contarles todo, quiero que conozcas mi casa, te quiero presentar como mi novio y quiero que sepan que
me voy a mudar con vos.


El se había quedado callado, y se separó levemente para mirarla a la cara entornando los ojos. Le hizo gracia, pero
era como si estuviera esperando que le dijera: Es una broma! Pero no lo era.


Ahora estaba segura.


Ya superarían todos los obstáculos, como lo económico, y lo que su madre y el resto del mundo pensaría. Se tenían uno al otro.


—Estás segura? – le preguntó.


—Muy segura. – le sonrió.


Pedro, sonriendo, volvió a besarla, mientras se la llevaba en brazos a la habitación.


La misma habitación blanca en donde todo había comenzado, y que era ahora también, su habitación.













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