Al día siguiente, habían ido a la productora para que Pedro pudiera dejar todo listo para las vacaciones. No había mucho trabajo en esa época del año, así que no iban a tener problemas.
No muchos parecieron sorprenderse con la noticia del compromiso. Los felicitaron, y desearon lo mejor. En los
meses que se había pasado ahí, le había tomado cariño a sus compañeros, y era lindo ver que a ella también la querían.
Cat los había abrazado, y se había pasado más de media hora diciendo que ella ya lo sabía. Que lo supo desde que
la conoció. Aunque cuando lo hizo, ellos no estaban juntos.
Tomó su mano y se detuvo a analizar el anillo.
—Es lo más lindo que vi, en mi vida. – le dijo.
—Es… – dijo Paula, pero no pudo encontrar las palabras.
—Del mismo color que tus ojos. – dijo Pedro.
Ella sonrió, mirándolo enamorada.
Cat puso los ojos en blanco, e hizo una mueca como si estuviera vomitando.
Todos se rieron.
Solo quedaba contarles a sus respectivas familias. Pedro sentía que tenía la necesidad de hablar primero con el padre de Paula, pero ella se negó.
Quería que todos se enteraran al mismo tiempo. No le interesaban algunas tradiciones.
Estaba feliz, y quería que todos lo supieran.
Le pareció lo más indicado esperar unos días a que sus padres viajaran a Buenos Aires, para visitarla.
Era perfecto, porque Nico también iba a poder estar.
Francisco ya se había enterado, porque había ido a comprar el anillo con su hijo. La idea la hacía sonreír. Los imaginaba discutiendo sobre que forma, el color. Se miró la mano. No se podía quejar del resultado.
De todas maneras, lo iban a invitar también ese día. Harían una cena en el departamento para sus familias, y sus
amigos más cercanos. Elizabeth incluida. Era su madre, no les quedaba otra. Cierto? A no ser que quisiera volverse antes a Londres.
No perdía nada con soñar. Tal vez se cumpliría.
A su amiga Anabela le había contado por teléfono, porque se le hacía imposible viajar para esa fecha, estaban cerca de las fiestas, y era un lío organizase. Pero se puso feliz por ella, y le envió sus mejores deseos.
Su felicidad se sentía incompleta, porque había un amigo, al que no le había contado. Y por supuesto, un amigo que no estaría ese día con ella para compartir su felicidad.
Había mirado el teléfono más de mil veces, y todavía no se decidía a llamarlo.
Era el colmo del egoísmo esperar que él asistiera a la boda, pero en el fondo, lo deseaba de todo corazón.
Era su mejor amigo después de todo.
Iba a dejar pasar unos días.
Y finalmente, había dejado a su amiga Flor para el último, porque sabía que se iba a poner histérica. No era muy
fanática del compromiso y lo había dejado claro en varias oportunidades.
Y no se equivocó.
Fue a su casa, y mientras tomaban mates, relajadamente, se lo soltó. Había guardado el anillo en un bolsillo, para que el impacto fuera de a poco, y no de golpe.
Flor la miró entornando los ojos.
—Me estas jodiendo. – le dijo.
—No. – negó con la cabeza, sacando el anillo y colocándoselo de nuevo en la mano para que lo viera.
—Estas loca Paula?! Cómo te vas a casar? Recién se conocen! – le gritó. —En febrero va a hacer un año… –
respondió ella tranquila.
—Y no tiene nada que ver con eso Flor…lo amo.
—Entonces salgan, estén de novios, convivan. Pero casarse es algo serio. No entiendo cual es el apu… – abrió los
ojos grandes y la señaló. —Vos estas embarazada. Es por eso, no?
—Qué!? No!!! – dijo ella frunciendo el ceño.
—Entonces no entiendo.
—O sea que no te pones contenta por mi? – la miró casi haciendo un puchero.
Su amiga la miró y pasó del enojo, a la resignación poniendo los ojos en blanco.
—Si vos estas contenta si, Pau. Pero la verdad es que no comparto. Te voy a ser totalmente sincera, me parece un error. – dijo seria.
—Bueno, espero que no sea así. Estoy segura de él, de lo que siento. Y se que es algo único. Se siente bien. Me
siento bien con la decisión.
Flor la miró brevemente y la abrazó con fuerza.
—Perdoname por ser tan mala onda. Sabes que te digo lo que pienso porque te quiero, no?
—Te quiero Florcita. – le dijo abrazándola más.
Cuando el primer impacto se le pasó, pudieron seguir charlando.
Los días fueron pasando, y finalmente, había llegado el momento de la cena.
Pedro parecía estar tranquilo, mientras ella daba vueltas por todo el departamento, ordenando, limpiando, retorciéndose las manos.
—Tranquila, Barbie. – le dijo abrazándola por la cintura.
—Debería sacarme el anillo, y mostrarlo después? O de golpe, y que se enteren apenas me ven? – dijo ella
hiperventilando.
—No creo que apenas entren se les de por mirarte las manos. Pero si te ayuda te lo podes dar vuelta. No quiero
que te lo saques. – le dijo besándole los nudillos.
Ella asintió histérica, haciendo lo que le había dicho. Se dio vuelta para mirarlo y le dio un suave beso en los labios. El
sonrió.
Y justo en ese momento sonó el timbre. Los dos pegaron un pequeño salto.
Sus padres. Respiró profundo.
Ya habían llegado todos, y estaban sentados en la mesa comiendo. Su familia, Flor, Cat, Gerard, que estaba como invitado esa noche.
Francisco y Elizabeth estaban sentados cada uno en una punta de la mesa, y no habían cruzado ni un hola, pero estaban ahí también.
Pedro la miraba cada tanto, y le hacía señas con la cabeza para que empezara a hablar, pero siempre cuando estaba a punto de tomar la palabra alguien decía algo, y la conversación se iba por las ramas.
Y se estaba poniendo nerviosa, y poniéndolo nervioso a él también.
La excusa de la cena había sido que sus padres conocieran a donde estaba viviendo, y para que las familias se
conocieran antes de las fiestas. Era la ocasión perfecta para hablar. Entonces por qué no se animaba?
****
Nico, Flor y Cat para evitar los silencios incómodos, y para alivianar el ambiente con algún chiste.
Se aclaró la garganta, y tomó la mano que Paula tenía apoyada en la mesa.— Queríamos aprovechar que están
todos acá, para contarles algo. – dijo sonriendo.
Miró a su novia, estaba blanca como un papel, y respirando por la boca.
Esperaba que aguantara hasta el final sin desmayarse.
Todos lo miraron. Algunas caras más suspicaces que otras. Cat y Flor que ya sabían, se pusieron tensas e intercambiaron una mirada nerviosa.
—Hace unos días le pedí a Pau que se case conmigo. Y me dijo que sí. Así que…nos casamos. – dijo alegremente.
Nico escupió entre toses el vino que tenía en la boca. Los demás comensales no parecieron notar que el chico se
estaba ahogando. Les clavaron la mirada a los dos.
El primero en hablar fue el padre de Paula, quien pensó sería el más difícil de convencer.
—Bueno, felicitaciones. – dijo con una sonrisa sincera. —Ahora me gusta más la idea de que vivan juntos.
Paula sonrió.
Carla, la mamá de Paula, estaba al borde de las lágrimas. Se levantó hasta donde estaban y abrazó a su hija. Habló
muy bajo, para que solo ella la escuchara, pero estaban tan cerca que pudo oír como le preguntaba si estaba
segura de la decisión que estaba tomando. Ella asentía, también con lágrimas en los ojos.
Francisco se levantó a continuación, y lo abrazó, dándole unas cuantas palmadas en la espalda mientras los
felicitaba orgulloso.
Su madre no se había movido ni un centímetro.
Gerard los felicitó dándoles la mano y una sonrisa radiante. Cosa que era por demás extraña en la personalidad fría y
huraña de él.
Nico la abrazaba sin entender lo que pasaba, pero felicitándolos. Le preguntó a Flor si ella sabía de esto, y ella asintió guiñándole un ojo.
Sabía que su madre no iba a hacer espectáculos, y se estaba guardando todo lo que sentía y opinaba muy dentro
suyo, para explotar luego en un volcán de odio y lamentos.
Suspiró.
Cuando todos se fueron, ella seguía callada, y en lugar de irse con todos cuando el ascensor bajaba, se inventó
una excusa para quedarse unos minutos más. Resulta que ahora, le urgía hacer unas llamadas desde la tranquilidad del
balcón.
Se quedaron solos con ella.
Los miró especulativa.
—Está embarazada? – le soltó de mala manera.
—Qué es esa pregunta mamá? Pensé que habíamos hablado bien la última vez. O te alegras por mi, o no, pero yo ya no te voy a seguir el juego. En serio. No lo voy a tolerar. – le dijo algo molesto.
Su madre miró a Paula, esperando que ella le respondiera lo que había preguntado antes. La duda debía estar
carcomiéndola.
—No le contestes,Paula. – le dijo mirándola.
Después de mirarlos a los dos como si hubieran hecho algo terrible, levantó el mentón, soltó el aire por la nariz, y se
fue sin despedirse con un gesto airado.
No sería lo último que escucharía de ella antes de la boda, pero por lo menos por esta noche se había terminado.
Miró a su novia, y esta estaba muy pensativa. Afectada seguramente por la pregunta y por el momento incómodo
que acababan de vivir.
Sintió la necesidad de abrazarla y besarla hasta que todas sus preocupaciones desaparecieran.
Cuidarla hasta que volviera a sonreír. Y eso exactamente fue lo que hizo.
Sonrió.
Haría lo que fuera para hacerla feliz, siempre.
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