miércoles, 16 de diciembre de 2015

CAPITULO 92





Esa mañana, cuando se despertó estaba abrazada a Pedro


Sonrió mientras pasaba una mano por su pecho.


Su futuro esposo.


El solo hecho de pensar en esas palabras, la hacía marearse. Pero de una manera agradable. No con miedo y
nervios, si no más bien con ansiedad, con emoción.


El sol llenaba la habitación, iluminando todos los rincones con rayos amarillos.


Estaban a días del verano, y se notaba.


El se movió, estirándose, y le acarició la espalda.


—Buen día, mi amor. – le dijo besándola.


—Buen día. – le respondió, devolviéndole el beso.


—Mmm… que lindo día va a hacer hoy. – le dijo entreabriendo los ojos hacia el ventanal.


—Si, ya empieza a hacer mucho calor. Qué tenes ganas de hacer? – le preguntó.


Con una media sonrisa, se movió rápidamente quedándose encima de ella.


Abriéndole de a poco las piernas con su rodilla, apretándose contra ella.


Podía sentirlo a través de la tela de su ropa. Se mordió el labio y lo atrajo para besarlo. El tipo de besos que
comienzan siendo suaves, y terminan con los dos respirando ásperamente, buscando desvestir al otro.


Llevó una de sus manos a su entrepierna, mientras la inmovilizaba contra la cama con la otra. Cerró sus ojos y lo besó por el cuello, la mandíbula.


El le sacó su ropa interior, y siguió tocándola, provocándola, como él mejor sabía, y ella ya no tenía el control de lo
que hacía. Se dejó llevar por completo.


Sintió como él se bajaba el elástico del shortcito del pijama apenas, sin desvestirse por completo y se lanzaba
de golpe, dentro de ella.


Sin poder evitarlo lo mordió con fuerza por el cuello, mientras él gruñía apretando los dientes.


Movió su cadera, cada vez más profundo. Ella lo tomó firmemente por el cabello, y tiró de él violentamente. La
cabeza de Pedro se hizo levemente hacia atrás. Su respuesta, su necesidad, fue demasiado. Mordiendo su labio, mostrándole claramente que le gustaba lo que le hacía, empezó a moverse cada vez más rápido. Ferozmente.


Brutalmente.


Al principio le había hecho daño, pero ahora parecía necesitar más. Abrió sus piernas, y se ajustó a su cintura, con urgencia.


El agarró un mechón de pelo de su nuca, obligándola a mirarlo a los ojos.


Apenas hicieron contacto visual los dos se dejaron ir, jadeando, pegando sus frentes mientras sentían como sus
corazones latían desenfrenadamente y un alivio los unía, haciéndolos suspirar.


Cuando pudieron volver a la normalidad, se abrazaron.


—De eso tengo ganas, futura esposa. – le dijo entre risas.


—El día es muy largo, Ken. – le dijo sonriendo.


El se rió.


—A las 9 de la noche tenemos que ver a Amanda, pero hasta ese momento, yo digo que nos quedemos acá. – dijo
cerrando los ojos, y abrazándola por detrás.


—Mmm… se me venció el plazo. Le tengo que contestar hoy. – dijo preocupada.


—Son un par de fotos, Barbie. Saliste preciosa en las que ella te pidió, no entiendo por qué no querés.


Ella se apoyó sobre sus codos para mirarlo.


—Porque no soy modelo Pedro. Me siento incómoda, no me gusta. – le contestó.


—Qué es lo que te hace sentir incómoda?


—No saber que hacer.


—Para eso estoy yo. No te olvides que yo en la agencia siempre ayudaba a las nuevas modelos. Además se te da
muy bien, aunque no lo notes, sos buena. Tenes aptitudes.


Ella puso los ojos en blanco. El se rió.


—Te digo en serio! Y además sos hermosa. – le tomó el rostro y la besó. —La más hermosa.


Muy a su pesar, sonrió.


Para cuando se quiso dar cuenta, estaba de nuevo en sus brazos, olvidándose absolutamente de todo.


Llegaron a un restaurante, que quedaba muy cerca de donde vivían. Era un lugar exclusivo, y estaba lleno de gente famosa. Había que esperar para poder pasar a la mesa que habían reservado, pero obviamente cuando nombraron a Amanda, pasaron sin problemas.


Pedro la llevaba de la mano, y dos o tres veces había tenido que frenarse a saludar a algún conocido. Unos cuantos
incluso sabían de su compromiso, y los felicitaban.


Era raro, porque ella jamás los había visto en su vida, pero todos parecían conocerla.


Se iba a tener que acostumbrar, pensó.


Amanda los estaba esperando, con una botella de champagne, y una carpeta en la mesa.


Paula sabía lo que había en ella. El contrato. Otra de sus maneras de, sutilmente, presionarla a que hiciera lo que quería. Tragó duro antes de poner su mejor cara y saludarla.


Se sentaron a la mesa, y comenzaron a charlar mientras ordenaban.


—Qué es ese precioso anillo que tenes ahí? No me digas que… – dijo abriendo los ojos como platos.


Ella se rió y asintió con la cabeza, mientras le daba la noticia del nuevo compromiso. Amanda brindó por ellos, y felicitó a Pedro por la elección del anillo, a lo que él se ruborizó apenas y agradeció quitándole importancia.


—Bueno, ahora vamos a lo más importante, Paula. Lo primero, las fotos quedaron perfectas, les traje unas
muestras de cómo van a ser publicadas en la revista, en agradecimiento por su trabajo.


Dentro de la carpeta, tenía páginas del próximo ejemplar de la Harper 's Bazaar.


Con todo y las notas que iban con fotos que ellos habían hecho. Tenía que reconocer que era un trabajo excelente.


Se las devolvió.


—No, quédatelas de recuerdo, por favor. – le dijo sonriendo. —Vamos a lo segundo. – levantó una ceja.
Volvió a abrir la carpeta y sacó un papel. —Este es el contrato con las condiciones que pone la agencia. Como
vas a ver, yo no me quedo con ninguna ganancia monetaria. Solamente la exclusividad, de que no aparezcas en
otra revista que no pertenezca a la editorial. O sea, la Harper's, la revista Vanidad, Cosmo y Teens.


—Amanda yo no… – empezó a decir negando con la cabeza.


—No quiero que lo firmes ahora. Por favor leelo, y mañana me comentas.


—No entiendo por qué yo Amanda. Habiendo tantas modelos.


—Porque modelos hay miles. Vos sos…otra cosa. Yo trabajo con todas esas agencias, de hecho manejo algunas. Me interesa cambiar el rumbo de las producciones, y vos tenes algo… – dijo entornando los ojos. —Y no te voy a
negar que la repercusión que va a tener que la novia de Pedro, ahora futura esposa, debute modelando va a atraer la atención que la agencia en cuestión necesita. Estan aun más interesados que yo. – dijo riendo.


—Lo voy a pensar. – le dijo al ver que no se rendiría hasta que no escuchara eso.



El resto de la cena, había sido relajada. El lugar era el que tenía la mejor comida francesa de Buenos Aires, y aunque estaba lleno de gente, sus colores cálidos y la decoración refinada y clásica, lo hacía íntimo.


Cuando volvieron a casa era tarde así que se fueron directamente a la cama. Pedro ya estaba dormido. Y
roncando, por cierto. Ella sonrió y le dio un beso en la mejilla.


No se podía dormir. Desde la cena, no había podido dejar de pensar en el contrato.


Bueno, leerlo no le iba a hacer mal a nadie. No podía negar que en el fondo, ya había pensado un par de veces que el
dinero extra le vendría bien. No se sentía cómoda con que su novio pagara todo. Fue hasta la sala, y sacó el contrato
de la cartera.


No era para nada lo que había imaginado.


La agencia quería un contrato por cuatro meses, en los que pensaba trabajar intensamente en 4 producciones.


Dos eran para empresas de cosméticos, una de ropa de dormir, y por último, una marca de ropa interior. Se rió. 


Estaban locos? No tenía un mal cuerpo, pero
tampoco era el de una modelo.


Negó con la cabeza.


Si ella firmaba, tendría que empezar a trabajar a partir de abril.


Pedro se quería casar cuanto antes, y eso les iba a dejar poco tiempo en la agenda.


Además estaba el hecho de que tenía que empezar su segundo y último año de universidad. Era una carrera corta, pero intensa. Y no pensaba hacer menos materias, ni recibirse después de lo que tenía previsto.


En resumidas cuentas, no había tiempo para nada.


Pero entonces leyó cual iba a ser su sueldo. Dejó de respirar. Era muchísimo más de lo que ganaba en un año entero trabajando para la productora. Ni siquiera se le comparaba. Y por cuatro meses? En los que lo único que tenía que hacer era posar, y asistir a eventos.


Si, tenía inseguridades acerca de su cuerpo. Pero siempre estaba el Photoshop, no?


No sabía modelar, y para eso no había programa de edición digital que pudiera ayudarla.


Aunque Pedro podía enseñarle.


Serían solo cuatro sesiones, nada más. No tenía que hacer nada de lo que no se sintiera a gusto. Y no estaba sola.


La oportunidad era demasiado grande, y el pago demasiado generoso como para rechazarlo de movida.


No tenía que ser hermosísima, después de todo por algo la habían buscado a ella y no a una modelo como Rebeca, que se acercaba más a la perfección.


Al otro día, durante el desayuno, se lo contó a Pedro, y él como siempre parecía tener todas las soluciones.


—Entonces, en vez de irnos de vacaciones ahora, podemos
concentrarnos en los preparativos del casamiento, casarnos en marzo, y listo. – le dijo como si todo fuera así de fácil.


—Casarnos en marzo? Y en qué momento vamos a organizar todo? – dijo casi gritando.


—Hay gente que se encarga de eso, además si no nos vamos, pero tampoco estamos trabajando, tenemos casi dos
meses. Vamos a poder. – le dijo comiendo una tostada, muy tranquilo.


—Y la luna de miel? – le preguntó.


—Nos podemos ir 3 semanas antes de que empieces las clases, y después cuando te recibas nos vamos más
tiempo. Pensá que después nos costaría más encontrar el momento. Fechas de exámenes, entregas, producciones… – le enumeró.


No podía negarle que tenía mucho sentido.


El se paró en frente de ella, y la acercó a su cuerpo.


—No tenemos que hacer nada de esto, si no queres. – le dijo besándola muy despacio.


Ella negó con la cabeza, y lo acercó más a ella, sujetándolo por la espalda.


—No es que no quiera. Si quiero. – lo miró. —Me da miedo asumir más cosas de las que voy a poder hacer después.


—No estas sola, bonita. – le sonrió.


Le sonrió y en un rápido movimiento lo envolvió con sus piernas, abrazándolo de todas las manerasposibles.


El levantó una ceja, y con una mano, la acarició por la espalda, bajando por la cintura, para terminar en su trasero.


Ella ronroneó de placer, moviéndose donde estaba.


Pedro, repentinamente, y sin previo aviso, se lo golpeó. No había sido doloroso, pero sí lo suficiente para que ella diera un respingo y apretara los dientes. Había sido inesperado, pero le había gustado. Mordió sus labios.


Al verlo, la llevó alzando sin perder más tiempo a la habitación.


Últimamente no podían terminar una charla. Siempre terminaban igual.



****


Amanda se había reunido con ellos en un bar, y mientras tomaban unas copas, terminaron de acordar los
pormenores del contrato.


Se había quedo más tranquila al saber que en el momento que quisiera podía salirse, y no habría consecuencias.


Pedro se encargaría de supervisar todo lo que ella hiciera, casi en calidad de su representante. Así él la cuidaría en
todos los detalles.


Después de un par de copas, para celebrar que Paula había firmado, Amanda se fue y ellos volvieron a su casa.Y alguien los estaba esperando.


Elizabeth.


Los saludó amablemente, y le pidió Pedro hablar en privado en el estudio.


Era impresionante lo incómoda que esa mujer la hacía sentir. 


Cómo iba a hacer más adelante? Serían casi familia.


Iba a tener que aprender a verla de otro modo.


Pensó como antes de enterarse la noticia de la boda, casi lo había logrado. Desde ese día en que había hablado con su hijo, había parecido que en verdad iba a cambiar un poco su
actitud. Pero su cara, sumada a la pregunta que le había hecho la noche de la cena, le había dejado en claro que lo
anterior había sido una actuación.


Hacía media hora que estaban encerrados, y no se escuchaba nada.


Estarían peleando?


Ok, ella no quería mucho a su suegra, pero Pedro si. Y era importante en su vida.


No podía evitar sentir un poco de dolor por él. Si se estuviera por casar con otra, con alguien de doble apellido, no sería un problema. Hasta era probable que Elizabeth hubiera estado
ilusionada, y quisiera ayudar con los preparativos.


No quería iniciar una guerra en la que su novio tuviera que elegir entre ella y su madre.


No era justo.


Respiró con alivio al ver que los dos salían sonriendo del estudio momentos después. Se disculpó con ella
por su comportamiento de la última vez, poniendo cara de arrepentida. Lo más falso que había visto en mucho tiempo.


Pero no dijo nada. Los saludó y se fue, diciendo que estaba muy apurada.


Resulta que los había invitado a un evento que realizaba. Otra de esas impresionantes cenas a beneficio, en las
que Paula se sentía una intrusa.


Quizá lo había hecho a propósito, pero tampoco lo mencionó. No iba a caer en su juego. Una cena elegante?


Genial. Ella le daría elegante. Se pondría el mejor vestido que pudiera comprarse, y se pasaría toda la tarde en la peluquería si necesitaba.


No decepcionaría a Pedro.



****


Se estaba arreglando el moño frente al espejo. Resopló. Odiaba esos eventos.


Eran aburridos, y llenos de gente como su madre. Además los odiaba porque toda su vida había estado obligado a asistir.


Elizabeth siempre le decía que era en este tipo de ocasiones que se hacían los mejores contactos, y aunque la pasaba fatal, tenía que reconocerlo. Le debía mucho a esa gente.


Nunca se había sentido parte de ese mundo. Y a decir verdad, no era algo que lo preocupara.


Ahora estaba yendo para hacer las paces por segunda vez con su mamá.


Ella le había pedido disculpas por la reacción que había tenido. Le había dicho que él era su único hijo, y que
para ella era dificilísimo…y se había dejado llevar por el shock del momento.


Pero que pensaba que Paula era una buena chica, y que seguramente iban a ser muy felices.


Por esto es que le había insistido que fueran juntos al evento. La podría presentar en sociedad.


El estaba dispuesto a ceder, porque amaba a su madre, y quería que tuviera una buena relación con su novia. Paula
era lo más importante en su vida ahora.


En ese momento, ella entró y se quedó mirándolo.


—Estas muy lindo, Ken. – le dijo sonriendo y mordiendo apenas su labio.


—Vos también, Barbie. Vení más cerca así te veo.


Estaba preciosa. Se había comprado un vestido especialmente para esa noche. Era negro, ajustado en la parte superior, dejando libres sus hombros, y marcando su cintura. La silueta que le haría un corsé pero, logrado con tela drapeada.


Inevitablemente comenzó a imaginársela con un corsé. Y tal vez unas medias hasta los muslos…


Ella tomó su rostro y muy despacio le besó los labios.


El la tomó con fuerza por la cintura y la besó de verdad. Ella se rió.


—No te quería llenar de maquillaje.


Se encogió de hombros y la siguió besando.


Llegaron a una casona, que parecía ser muy antigua, totalmente remodelada.


Como en todos los eventos que había asistido, estaba perfectamente organizado y decorado.


Si había algo que sabía hacer Elizabeth, era planear fiestas.


Apenas entraron, la vieron a lo lejos hablando con unos viejos amigos de Londres, que por lo que ella misma le
había contado, estaban de viaje por Argentina.


Pero entonces, vio algo que le llamó la atención.


Al lado de su madre, había una rubia, y altísima mujer. Su cabello brillaba suelto, y sus movimientos eran finos y elegantes. Se desenvolvía con soltura, hablando con los que estaban cerca. Era bellísima. Y le resultaba tan familiar. 


Cuando pudo verle la cara, lo entendió todo.


Rebeca.


Ahora su madre la tenía agarrada por el brazo y la presentaba con sus amigos. La visión le dio ganas de
romper todo.


Su madre estaba al tanto de lo que esa chica había hecho. 


Sabía toda la historia.


No podía creerlo.


Miró a Paula.


Estaba visiblemente incómoda y eso solo lo enojó más.


Elizabeth había planeado todo esto para hacerla sentir mal. Frunció el ceño.



****


No esperaba ver a la ex amante de su novio en la fiesta. No estaba preparada.


Después de todo el tiempo que había pasado, después de lo que les había hecho, incluso después del beso…


Estaba ahí, como si nada, del brazo de Elizabeth.


Las dos se llevaban bien, y se conocían de toda la vida. No podía ni quería competir con eso, pero la había puesto algo triste.


Pedro apretó su mano, y le besó los nudillos. Ella le sonrió, sacando fuerzas de donde no tenía y se dijo que no se
dejaría ganar tan fácilmente.


Las dos mujeres se acercaron a ellos, y los saludaron de la misma manera que al resto de los asistentes. Se preguntó si ella alguna vez podría ser tan hipócrita si se lo proponía.


Pedro, me alegro de que hayas podido venir. – dijo Elizabeth besando a su hijo. Dirigió una fría sonrisa a Pau y
solo dijo. —Paula.


—Hola Elizabeth, y felicitaciones. El evento se ve hermoso. – dijo sonriendo.
Miró a la modelo que estaba al lado de ella y con la misma buena cara le dijo. — Rebeca, cómo estas?


Pudo ver por el rabillo del ojo que Pedro sonreía.


—Hola Paula. Hacía mucho que no nos veíamos. – dijo sonriendo y haciendo un gesto con su mano, disimuladamente apoyándose en su hombro. —Al menos no en persona.


Claro, la última vez que la había visto había sido por cámara, cuando le dijo que su novio estaba con ella. No se dejó perturbar por ese detalle y se rió también con ella, de manera cómplice.


Rebeca dejó de mirarla y pasó a mirar Pedro.


—Hola Pedro. – levantó las cejas despacio. —A vos si te estuve viendo seguido. Cómo estás?


—Muy bien Rebeca. De hecho, más que eso. – miró a Paula con una sonrisa y después de nuevo a ella. —Estamos
comprometidos.


La mandíbula de la modelito, se había caído al piso. Los colores abandonaron su rostro y por un momento le había parecido que iba a empezar a salirle espuma por la boca. 


Pedro la miró, y le dijo.
—No nos vas a felicitar? – dijo a su ex amante, mientras la abrazaba por la cintura de manera posesiva.


—Felicitaciones. – dijo estirando la boca en una línea recta. Era un esfuerzo de sonrisa.


—Muchas gracias, Rebeca. Y muchas gracias Elizabeth por la invitación. – miró a su suegra fijo a los ojos, dejando
claro el desafío. —Todo está perfecto. Voy a tomar nota de algunas cosas para la boda. – dijo guiñando un ojo.


Tomó a Pedro de la mano, entrelazando los dedos, y sonriéndoles, dijo.— Ahora, si nos disculpan, vamos a
buscar unas copas. Pedro me quiere presentar a todos sus conocidos. – se rió.


Sus conocidos. Conocidos de su familia, conocidos de Elizabeth. Sabía que con ese último comentario, la había
hecho enfurecer. No podía hacer nada.


Dijera lo que dijera, ellos estaban juntos. No podría separarlos.


El resto de la noche, se dedicó a sonreír, y presentarse de manera elegante con todos los asistentes.



****


Paula se había transformado. El pensó que iba a tener que llevársela de ahí para evitarle el mal momento, pero ella
había podido con todo.


Supo como tratar a su madre y ponerla en su lugar con altura.


Siguiéndole el juego.


Estaba hermosa, irradiaba simpatía y belleza con quien hablara.


Todos sus conocidos lo felicitaban, y él la presumía orgulloso. Era inteligente, y podía mantener cualquier
conversación sin problemas, de hecho, la gente se reía de sus chistes. Era graciosa, y tenía una forma de decir las
cosas, que enamoraba.


Lo enamoraba.


La miró y le besó el cuello, mientras acercaba la boca a su oído.


—Te amo, preciosa. – ella sonreía y le acariciaba la mano que le tenía tomada.


Lo que quedó de la noche, se la habían pasado bailando entre ellos, aislados en una burbuja perfecta.


No podía esperar para empezar una vida con ella.



****


Se habían ido tarde. Seguramente su suegra no contaba con que fuera a quedarse hasta el final, pero lo hizo.


Pedro se había portado como un príncipe con ella. Estaba pendiente de lo que necesitara, y sabía que había estado
preocupado por que la pasara mal.


Había transformado una noche, en la que Elizabeth pretendía que fuera una pesadilla, en una velada romántica en la que habían bailado abrazados y había terminado en su casa.


Por fin se sentía como si estuviera en el lugar correcto.


En la ciudad correcta, con el trabajo que la apasionaba, con nuevos proyectos que la emocionaban, con amigos que la
apoyaban y con Pedro. Y él era su lugar en el mundo.


Lo había encontrado.


Lo miró y ahí estaba él. Abrazándola cerca de su cuerpo, tal cual se había quedado dormido.


Tan guapo como siempre.


Se abrazó más, y volvió a dormirse, sabiendo que el próximo día, lo compartiría con él, como el resto de su
vida. Sonrió.







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