martes, 22 de diciembre de 2015

CAPITULO 112





Su ex amiga tenía la campera algo abierta, y por ahí asomaba una enorme e inconfundible panza.


Estaba embarazada, y por lo poco que sabía del tema, estaría aproximadamente cerca del sexto, o séptimo mes. 


Tal vez más, ella siempre había sido muy flaca.


Pedro atrajo su atención apretándole la mano.


—Ese no es…? – preguntó al reconocerlo.


Ella asintió con la boca abierta.


Qué fuerte. Tomó la mano de su esposo y lo llevó a otra dirección, más lejos, a otras mesas que estaban cerca del fondo del lugar.


La pareja no los había visto, y se había ido sonriente, en su mundo.


Aunque Paula había tenido tiempo de ver como David le acariciaba la panza cariñosamente antes de besarla en los
labios. Ella estaba radiante. Siempre había sido una chica preciosa, y el embarazo parecía sentarle mejor que nada.


Como pudo se sentó en una de las sillas, contenta de no haberse desplomado en el piso. Algo era algo.


—Esa chica era Nadia. – dijo sin aliento.


—La embarazada? – contestó abriendo mucho los ojos.


Ella asintió.


—Ahora entiendo porque tenés esa cara de haber visto un fantasma. – se rió nervioso. —Te salvaste, Barbie.


Quiso sonreír ante el chiste. De verdad que quiso, pero no pudo.


Desde que eran pequeñas, habían compartido tanto, que verla a punto de ser mamá, le tocaba lo más profundo de
su alma. Algunas veces habían bromeado con como serían ellas el día que estuvieran embarazadas, y siempre
lo habían hecho pensando que en esos días seguirían siendo amigas.


Era demasiado fuerte.


Y el hecho de que el padre fuera David, lo hacía directamente irreal. Se sentía como si le hubieran vaciado un
balde de agua helada en la cabeza.


Muy a lo lejos alcanzó a escuchar que Pedro le hablaba.


—… y siendo tan jóvenes. Chau. Que manera de cagarse la vida. – tardó un poco más de lo normal en entender de
lo que hablaba porque no había prestado atención desde el principio.


—Lo más raro es que David siempre decía que no quería tener hijos. O que si los tenía, iba a ser a los 40 años. – dijo agarrando la carta sin mirarla, como para tener algo en que
ocupar las manos que todavía le temblaban.


—Comparto. No van a poder hacer nada de ahora en más. Todo el tiempo dependiendo de los horarios del bebé… uff… pañales, llanto. – negó horrorizado. —Nunca me gustaron los chicos.


Eso rápidamente captó su atención.


Nunca habían hablado del tema. Para ser sinceros, no habían tenido tiempo para hacerlo. Se conocían desde hacía…5 minutos.


—No te gustan? Ni los bebés? – lo miró curiosa.


—No es que no me gusten. – sonrió. —No es que sea un monstruo y no me dan ternura, y esas cosas. Pero nunca estuvieron en mis planes o proyectos. Creo que se lo debo a mi mamá también. – bromeó. —Son divinos los nenes, y más si no son míos


—Y no querés tener hijos?


La miró serio. Se dio cuenta de lo que estaba diciendo y suavizó un poco el tono de voz.


—Nunca había tenido una relación seria con la que viera un futuro, Barbie. Eso cambió. – se removió incómodo en
la silla. —Estoy de acuerdo en que es mejor más adelante. A los 40… 50 capáz. Y si no queda otra. La verdad es que no está entre mis prioridades. – dijo riéndose.


Ella rió también.


A veces le asombraba lo poco que conocía de la persona con la que se había casado. Todos los días se sorprendía con algo nuevo. Y aunque la mayoría de las veces, eran cosas que hacían que lo admirara, y que se enamorara más y más, otras, como esta cuestión de los hijos… No sabía como tomárselo.


Era aun muy chica para pensar en esos temas. Todavía quería recibirse, viajar, vivir miles de experiencias, estar
casada y conocer a su marido, antes de pensar en tener un bebé.


Y le sorprendía ver como dos personas que pensaban igual, ahora estaban a punto de ser padres. No quería hacer la cuenta, pero era probable que cuando ella estuvo con David, él estuviera viendo a Nadia también.


Y ese mail que ella le había escrito? Que ahora estuvieran juntos, tendría que ver con su embarazo?


Bueno, por lo menos por primera vez en su vida, David estaba siendo un hombre, y estaba haciendo lo que le
correspondía.


El resto de su viaje a Córdoba no habían hablado más del tema, aunque a los dos le había dado mil vueltas en la
mente.


De nuevo en Buenos Aires, apenas habían tenido tiempo de estar algunas horas juntos antes de despedirse. Le había prometido que volvería en algunas semanas, antes de que ella rindiera finales.


Algo triste y desganada llegó a la agencia para una nueva sesión. Ese día tocaba hacer unas en donde tenía que
estar con una ropa interior mínima, sentada sobre una pierna de Mateo mientras él la sujetaba por la cintura.


Habían hecho poses más jugadas, pero la lencería era tan reveladora, que se sentía mil veces más íntimo.


Gracias a que la relación entre ellos había mejorado, ahora tenían la confianza para hablar de casi todo.


—Esto es un horror, de verdad. Cómo se supone que salga vestida así en frente de todos? Me muero. – dijo mirándose en el espejo.


El encaje era tan transparente que dejaba muy poco a la imaginación.


—Olvidate de los que te rodean. Me tenés que mirar a mí. Nada más. – le dijo tranquilizándola. El tenía un bóxer negro que combinaba con lo que ella usaba y lo ajustaba en cada centímetro de su anatomía.


—Cómo se hace? Me acuerdo que me ponía tan celosa cuando veía a Pedro posando con… una modelo. – no quería nombrarla.


El le sonrió.


—Es por eso que no tengo novias. Nunca más. Y es por eso también que estuve creo con todas las modelos de esta agencia… menos con vos. – se encogió de hombros. —Pero como no sos una modelo realmente, no cuenta.


Se rieron. Con el paso de los días y la cantidad de tiempo que compartían, ya se había acostumbrado a su sentido
del humor.


En el set, Mateo la ayudaba, y le daba ánimos en voz baja para que solo ella lo escuchara. También le alcanzaba
la bata entre tomas para que no se sintiera incómoda, y le hacía chistes para que se soltara.


Con mucha paciencia por parte de todos, habían casi terminado la sesión del día. Walter estaba encantado con los
resultados. Pidió hacer unas fotos más, para aprovechar que estaban todos inspirados, y las fotos estaban saliendo
geniales.


Justo entonces vio que el set se revolucionaba. Amanda, la editora jefe de Harper’s Bazaar acababa de entrar.


Le había avisado que iba a ir a visitarla, pero no sabía que iba a ser justo ese día. Todo su cuerpo se tensó.


Su opinión y mirada contaba más que la de cualquiera en ese mundo y parecía que desde que había cruzado por la
puerta, todos habían perdido el eje. Y demasiado concentrados en no meter la pata, estaban más torpes que nunca.


Su compañero notó que se ponía nerviosa y la miró.


—Ey, dale que ya faltan dos o tres fotos y nos vamos. Acordate. – con el dedo índice y el pulgar le apretó la
rodilla. Se rió. Tenía muchas cosquillas.


Era un código que habían inventado, para no estar tensos y aflojar el ambiente. Relajarse.


Uno de los fotógrafos comenzó a darles directivas, sin dudas para llamar la atención de Amanda.


—Bueno chicos, quiero que se miren con pasión. Que parezca que quieren comerse a besos. Acerquen más
la cara. Mateo, agarrale el pelo. Paula, mordete el labio.


Ella estaba roja como un tomate.


Tenía que agradecer las 30 capas de maquillaje que tenía, y no se le notaba.


O eso creía.


—Mirame a los ojos. Pensá que soy Pedro. – le susurró y los dos asintieron.


Mateo movió la cabeza para aflojar los músculos del cuello y se acercó a ella con nueva determinación.


Ella haciendo lo que le habían indicado, lo miró también. La tenía con una mano sujeta por la cintura, y otra mano tirándole el cabello. Y eso fue suficiente para trasladarse. De un momento a otro, su compañero había desaparecido y en su lugar Pedro la miraba como solo él sabía hacerlo.


Hacía apenas un par de horas que no lo veía y que no estaba con él, pero la necesidad estaba siempre patente. 


Era algo que tenía gravado en su piel.


Se mordió los labios, imaginando como sería estar besándolo ahí, en frente de todos, y estar así tan cerca…


Clavó los ojos en su boca…


Podía escuchar como tanto el fotógrafo y los asistentes estaban complacidos, y en vez de darles indicaciones los alentaban a ir cada vez más allá.


Pero ella estaba a miles de kilómetros de distancia. Estaba con él.


Con Pedro.


Cuando la sesión terminó, su compañero la sujetaba con ambas manos por los muslos y ella tenía la frente apoyada en la de él.


Como despertándose de un sueño, volvió a la realidad y se rieron.


—Gracias. – le dijo.


El asintió y fueron a ver como habían salido. Los dos abrieron los ojos y se quedaron con la boca abierta.


Iba pasando por todos los colores del arco iris. Oh por Dios. Le daba algo de pudor. Nunca se había visto así. Tuvo
que mirar para otro lado. No parecía ella. Y era como estar mirando a una pareja …en una situación íntima. Eso
quería decir que lo habían hecho bien.


Amanda que había estado viendo todo se acercó y con una amplia sonrisa los saludó.


—Los quiero en la próxima edición de la revista. – asintió como siempre hacía cuando tenía una idea. —Y esta
noche los quiero presentes en una fiesta. Tienen que mostrarse sexys, accesibles, y con buena onda entre ustedes. Me gusta esta pareja, la quiero vender. – asintió con la cabeza, y de la misma manera impetuosa que había entrado, salía.


Una vez más, y a pesar de estar totalmente agotada, partió al evento, acompañada de Mateo tras pasar por un bar y cenar.


Para su sorpresa, la dirección que Amanda le había pasado, no era otra que la casa de Chelo. Un productor al que ella, a estas alturas conocía muy bien.


No dudó en llamar a sus amigas, Flor, Mica, otras modelos, Anabela y a Nico para que se les unieran en la fiesta. De
ese modo, por lo menos iba a poder sacarle provecho pasando un buen rato.


Mateo, había llamado por teléfono a la primera chica que se le ocurrió para que fuera también.


Sabían que durante toda la noche iban a tener que estar pegados, pero después cada uno se iba por su lado, así
que si tenía suerte, él también pasaría un buen rato.


Entraron e inmediatamente, se pusieron a saludar gente. Últimamente esas actividades sociales eran una rutina, y ella sabía que cara poner y que decir a casi todas las situaciones. Su compañero, cada tanto la sujetaba de la
cintura, y le susurraba al oído quien era la persona que le estaba hablando, porque a veces ella se olvidaba. La verdad es que era malísima con los nombres.


Se tomaron un par de fotos, con los invitados, solo ellos dos, y hasta habían hecho alguna que otra nota con bloggers
que escribían de moda y estaban esa noche invitados.


Sus amigos llegaron en patota un rato después y le hicieron señas para saludarla.


Agarró a su compañero del brazo, porque aparentemente esa noche tenían que estar unidos como siameses, y se los
presentó.


Flor y Mica lo conocían, e intercambiaron algunas anécdotas de trabajos para marcas y gente en común.


Nico lo saludó, pero entre tanto parloteo no había podido meter ni un bocadillo.


Y su amiga Anabela, se había quedado con los ojos como platos.


Mateo la saludó con un beso en la mejilla y ella, nerviosa, se acomodaba el pelo tras las orejas y sonreía.


Si supiera, pensó. Sin dudas le había gustado su compañero. No la culpaba, a simple vista era muy atractivo, pero no lo conocía. Podía ser un verdadero idiota si se lo proponía.


Aunque ahora se estuvieran llevando mejor, y la hubiera ayudado en su trabajo, era el típico modelito antipático, que se burlaba de la gente y estaba demasiado preocupado en su aspecto. Además de salir con una chica distinta cuando se le ocurría.


Como antes hacía Pedroexactamente lo mismo que pensó de él al principio.


Siguieron charlando y bailando entre todos, hasta tarde. Era hora de marcharse, y estaban a punto de hacerlo cuando Walter los llamó.


—Necesito que mañana viajen a Mendoza. Solamente pasan dos noches, esta todo arreglado. Tienen que hacer una presentación, y yo los encuentro el segundo día para que vayamos a la cede mendocina de la agencia, que los quieren conocer, y esas cosas. Amanda los quiere en la revista, no sé si les contó, y tenemos que movernos rápido con las fotos de campaña.


—Ok. Tenía un trabajo de promoción pasado mañana, pero lo puedo arreglar si llamo temprano, así buscan a otro. – dijo Mateo.


—Yo tendría que avisar a la facu. – dijo pensativa.


—No hace falta. Mañana a primera hora mando un certificado. Te ausentas por trabajo.


—Esta bien entonces...supongo – encogió los hombros, sorprendida.


Estaba todo dicho.


Partirían para Mendoza al día siguiente a las 4 de la tarde.
















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