Los días habían pasado, y ya le faltaban solo dos materias por rendir. En el trabajo todo estaba más tranquilo, porque todos estaban abocados a la post-producción, y a otras campañas en las que ella no había colaborado. Por fin
podía respirar tranquila.
No había vuelto a hablar con Pedro.
Se cruzaban todo el tiempo en la productora, se saludaban, y nada más.
La ponía triste que las cosas estuvieran así entre ellos, pero por lo menos, su cabeza ya no era un lío. Ahora que había
podido pensar en frío, sabía lo que tenía que hacer antes de volver a su casa con él. Tenía que hablar con Marcos.
Ya nada la frenaba.
Si esta vez lo hacía, y volvía, tendría que haber un cambio grande y visible en ella. El tenía razón.
Confiaba en él. Sabía que la amaba.
No tenía que perseguirse tanto, porque no le daba razones para hacerlo. Dejaría atrás los viejos fantasmas del pasado.
Era impresionante, como tanto tiempo después, la relación con David, seguía arruinándole la vida. Ella no era así antes de que él la engañara. Se había construido un caparazón de
desconfianza, que hacía que ella siempre esperara lo peor de todos los que la rodeaban, aunque pretendía lo mejor.
Tomó aire y levantó el teléfono.
—Hola rubia, que lindo escucharte. – le contestó su amigo del otro lado de la línea.
—Hola Mar. Cómo estas? – le dijo ella, con la voz bajita. Le costaba hablar.
—Qué pasa Paula? – la conocía bien.
—Tenemos que hablar.
****
Estaba cumpliendo su parte y le estaba dando el aire que le hacía falta para pensar.
El también había pensado mucho.
Tantas veces se había enojado. Con él, con ella, con las circunstancias.
Había llegado a pensar que ellos no iban a poder estar bien nunca. Después de todo, ella no confiaba en él, menos
aún de lo que él confiaba en si mismo.
Tal vez lo mejor sería dejar que ella fuera feliz con alguien que no pudiera defraudarla, alguien que había probado ser mejor para ella. Marcos. Le dolía pensar así, pero era inevitable. El siempre terminaba lastimándola y ella corría a los brazos de su amigo.
Seguramente en estos días, ella lo había llamado, y él por supuesto la habría consolado.
Estaba enamorado de ella, y sabía que podía hacerla feliz.
Pero qué sería de él entonces?
Volvería a Londres? Se quedaría en Argentina? Ella se iría a Italia con Marcos?
Dejarían de verse, y el volvería a su vida vacía. Estando con una chica distinta en cada fiesta, o con las mismas chicas que estaba antes. Hasta con Candice. Casi seguro, volvería a sus hábitos de no llamarlas después.
No se involucraría con nadie.
Viviría solo porque no se imaginaba estando en una relación con nadie que no fuera Paula.
Suspiró.
En ese momento, sonó el timbre.
Sabía quien era, y olía problemas. Pero él había accedido después de todo.
—Hola Pedro, gracias de nuevo por recibirme. – parecía sincera por lo menos.
—Eh…si. Decime que necesitas y terminemos con esto, si? – le dijo cortante.
—Necesito trabajo. Vos tenés contactos, podes hablar con alguien. No quiero nada gratis, voy a trabajar y no te voy a hacer quedar mal.
—Se que no. – ella lo volvió a interrumpir.
—Pedro no me quiero volver a Londres. – había lágrimas en sus ojos.
—Rebeca, no llores. – le tomó una mano, cautelosamente.
Ella había cometido muchos errores, pero no podía ver a una mujer llorar.
Simplemente no podía.
Ella se calmó apenas y siguió hablando.
—Es por mi mamá. Yo renuncié a todo, para no volver a verla, Pedro. Ella no aprueba lo que hago, y no me interesa, pero no voy a tolerar que haga lo mismo con mi hermana pequeña. Ella esta ahora conmigo viviendo acá, y si no
puedo mantenerla nos vamos a ver obligadas a volver. No puedo dejar que eso pase. –le dijo apretando su mano.
Lucía desesperada.
Podía entenderla. Sus madres se habían criado juntas, y la conocía. Una de las cosas que más le habían gustado
siempre de Rebeca, era justamente lo protectora que era con su hermana menor. Era todo para ella.
Ella al ver que él se quedaba callado, siguió hablando.
—Se que estuve mal, y que probablemente no me merezca tu ayuda, pero no te lo estoy pidiendo por mí. Te lo pido por ella. Por favor, Pedro.
El la miró a los ojos. La misma chica con la que había prácticamente crecido.
Quien pasó de ser una de sus mejores amigas de la adolescencia, a su amante cuando se hicieron mayores. La
conocía en cada mínimo detalle. Su rostro era tan familiar.
Siempre se había sentido atraído, y es que era bellísima, siempre se sentiría así. Pero nunca los había unido más que
un cariño especial. En todos esos años, nunca se había enamorado de ella.
—Voy a hablar con quien pueda. Mañana a primera hora. No vas a volver a Londres, sabés que puedo ayudarte. – le dijo mirando para abajo.
—No, no quiero que me des dinero. No lo aceptaría. Quiero trabajo, Pedro.
El asintió. Ella lo miró con los ojos vidriosos, y le dijo.
—Perdoname por todo. Sos uno de los únicos amigos que tenía en la industria. Me dolió mucho perderte. Sos muy buena persona. – las lágrimas le caían sin parar.
—No se si voy a perdonar, o si quiera entender lo que hiciste Rebeca… lo dejemos así. Te conozco, y durante muchos años, fuiste mi amiga. Te voy a ayudar por eso. Nada más.
Ella asintió y tras darle un beso en la mejilla, y decirle gracias, se fue.
Pedro se quedó mirando la puerta.
No sabía si era porque la había vuelto a ver, pero se sentía extraño.
Parecía que habían pasado años desde que habían pasado una noche juntos.
****
Y aunque le había prometido que iban a seguir siendo amigos, algo le decía que nada volvería a ser igual.
A pesar de que estaba triste, la había hecho reír. Le había contado todas las cosas que le habían pasado en Italia por
no dominar el idioma. Había terminado comiendo cosas muy extrañas, y se había ganado un par de insultos, pero se estaba divirtiendo.
Iba a tener un muy buen futuro, estaba segura. Realmente se lo merecía.
Y así, un poco decaída, se fue a rendir una de las últimas materias que le quedaban por rendir.
Solo un par de días más. Podía lograrlo.
Apenas salió de la universidad, se fue a la productora. Pedro no había ido.
Había dejado dicho que tenía unos trámites, o reuniones, a nadie le había quedado muy claro.
Frunció el ceño. Tampoco a ella le quedaba claro, hacía días que no lo veía por ahí.
No podía decir nada, ella misma había pedido tiempo, y eso incluía espacio, y distancia. En la que no se verían ni hablarían más de lo necesario.
Si no hubieran trabajado juntos, habrían pasado dos semanas sin saber del otro.
Pero al estar los dos en la productora, se enteraban cada
movimiento que hacían, si iban, si no iban, si hablaban con alguien, si estaban contentos, tristes. Era definitivamente
peor. Amanda la distrajo, de sus pensamientos autodestructivos.
—Paula, necesito hablarte un segundo.
—Si claro. – dijo ella parándose.
Caminaron hasta llegar a una de las salas de reuniones.
Le tendió una carpeta de tapas negras. Ella la abrió sin entender.
Adentro estaban las fotos de su sesión.
Algunas de cuerpo entero, en diferentes poses, su rostro, haciendo todo tipo de gestos, y otras que eran planos detalle.
Sus ojos, sus labios.
—Ese es tu book. – le dijo con una sonrisa.
—Mi qué?
Amanda hizo la cabeza hacia atrás y se rió.— Cuando te decidas, me vas a llamar y vamos a ponerte en contacto
con las agencias. Ya le mostré estas fotos a dos representantes que trabajan para la revista y están interesados en contratarte para sus campañas.
—Qué? – estaba a punto de gritar.
Pero después se acordó con quien estaba.
—Te dije que no me equivocaba,Paula. Y no me equivoco. Tenés un mes para decidirte.
Sin decir nada, se levantó y se fue.
Muy típico de ella.
Se quedó mirando la carpeta sin tocarla, como si fuera a morderla. Qué se proponía? Por qué si había tantas
modelos…?
Por lo menos en un mes, el trabajo que habían hecho para ella, estaría terminado y ya podría rechazarla de buena manera sin que el trabajo de nadie estuviera en juego.
Los días iban pasando y ya solo le quedaba un final. El aire empezaba a oler a vacaciones. La gente en todos lados estaba de un humor excelente.
Habían cerrado la mayoría de los proyectos, y con estos, el de Harper's.
Gracias a que se había juntado casi todos los días a estudiar con Ana, había aprobado con muy buenas notas en la
universidad.
Pero Pedro se había borrado completamente del mapa. Lo había visto unos días atrás, firmando unos papeles en su oficina, y le había dejado un par de mensajes en el contestador solo diciendo que se iba a ausentar de la
empresa, porque necesitaba hacer otras cosas. Le había deseado mucha suerte en sus exámenes, y le había mandado flores también.
Estaba respetando lo que ella le había pedido, pero aun así, se sentía como si una brecha se hubiera abierto entre ellos.
Y lo extrañaba con locura.
El día que rendía la última materia, se levantó con su bolso hecho. Apenas pudiera, hablaría con Pedro, y volvería
a su casa. Ya no había nada que esperar.
Por fin todo se acomodaría.
****
Había estado ansioso, y hasta nervioso por ella, aunque no tuviera dudas de que le fuera a ir bien. Sonrió.
Desayunó, se vistió y salió de su casa. Al mismo lugar que había frecuentado desde hacía un par de días.
La agencia de modelos.
Se había encontrado con su viejo trabajo, con gente que antes veía a diario. Se sentía como en casa.
Había estado ayudando a Rebeca, renovando su portfolio, contactándola con gente, incluso le había dado un par de consejos y tips para que enseñara a modelos más jóvenes como caminar.
Estaba, de a poco, recuperando su estabilidad. De la chica triste y apagada que lo había visitado unos días antes, a
la hermosa y elegante mujer que sabía que podía ser.
Y aunque él se decía que había sido para ayudar a una amiga, la verdad es que esos días, el estar lejos de la
productora, le habían sentado muy bien.
El ver a Paula, y no poder ni siquiera acercarse, le resultaba insoportable. Era una de las razones por las que se había
ido a Londres cuando se habían separado.
No podía evitar pensar que hacía mucho que no se sentía tan relajado.
Había sido confuso para él, ir de cero… a mil con Paula. De lo que él solía hacer, a estar de novios y conviviendo.
Habían sido solo unos meses, y habían ido a toda velocidad. Bajar el ritmo ponía todo en perspectiva. Y la idea de que
ella terminaba de rendir, y probablemente se mudara de vuelta con él, le daba vértigo.
Iban a ir en serio. Muy en serio. Se acababan las pavadas.
Se sentía como una despedida de soltero.
Tragó con fuerza el café que estaba tomando.
—Estas muy distraído hoy. – le dijo Rebeca.
— Si. Estaba pensando…cualquier cosa. – sacudió la cabeza y la miró. — Hoy tenemos el desfile. Qué haces que no estás preparando todo?
—Me estaba yendo, pero antes pensé en pasar a verte. – se acercó al sillón donde él estaba y se sentó a su lado.
— Es raro volver a la agencia, aunque hayan sido solo unos días, porque ya vuelvo a la productora. – dijo pensativo.
—Estás seguro de que es eso lo que querés? No tenés dudas? Estas dejando… muchas cosas atrás.
De alguna manera, se sentía que no era sobre la agencia de lo que estaban hablando. Se refería a su vida con Paula.
Rebeca, se acercó aun más y lo miró a los ojos. Tomó su mano, algo dubitativa y se la apretó mientras sonreía.
Si, él sabía que estaba dejando esto atrás. Su trabajo como modelo, a Rebeca, a toda esta que había sido su vida. Y
también sabía lo que le esperaba.
Sonrió.
Ella, llevada por un impulso, o tal vez porque vio su sonrisa, se acercó más y muy despacio lo besó en la boca.
Por un momento, todos sus sentidos se vieron aturdidos. Era una reacción involuntaria a los besos que tantas veces
lo habían hecho perder la cabeza. Su perfume, la suavidad de su tacto.
Pero q pelotu.... Pedro, son como el juego de la oca, avanzan 2 casilleros y retroceden 10
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