domingo, 13 de diciembre de 2015

CAPITULO 82



A Paula, le pareció lo más adecuado darles espacio y tiempo para que hablaran.


Acababa de presenciar como la mujer casi se ahogaba con la noticia, necesitaba hablar con su hijo.


Se excusó, diciendo que iba a hacer unas compras. Se acercó a Pedrodándole un beso en la cabeza y diciéndole al oído que cualquier cosa que necesitara, ella estaría cerca, con el celular en la mano. El le sonrió y le besó los nudillos, diciéndole muy bajito “gracias”, para que solo ella lo escuchara.


Había aprovechado para hacer algunas compras. No conocía mucho las calles cercanas a su nuevo hogar, así
que fue una oportunidad excelente para dar una vuelta.


Se podía decir que en esa zona del barrio, los locales eran más exclusivos, y sofisticados. Sacó la cámara de su
bolso y empezó a sacar fotos. Como siempre que lo hacía perdió por completo la noción del tiempo. Cuando se dio cuenta, ya era de noche, y estaba bastante lejos de donde había comenzado. Así que, se dijo que era hora de volver a casa.


Seguramente ya habían terminado de hablar.


Por todos lados, estaba lleno de gente. Totalmente iluminado, era precioso.


También notó que los autos estacionados en estas calles, eran más llamativos.


Todos lujosos, todos importados.


Suspiró. Ahora ella también tenía uno así. Para poder aceptar ese regalo, se había dicho a ella misma, que Pedro, lo había comprado para él, y en ocasiones se lo prestaba. 


Era más fácil así.


Cuando cruzó por la puerta de entrada, estaban charlando de trabajo.


Respiró aliviada de no haber interrumpido una discusión familiar.


Sin querer molestar, pasó por donde estaba Pedro, y le dio un beso en la frente.


Disimuladamente chequeando también su temperatura. Tenía mejor color en el rostro, y eso le parecía una buena señal. Ella sabía que en 24 horas, 48 como mucho, ya no tendría ningún síntoma.


Fue a la cocina, en donde Gerard estaba preparando la cena.


—La señora Elizabeth se queda a comer, señorita. – le dijo.


—Paula. Decime Paula, Gerard. Pedro no puede comer nada todavía, pero le hice una sopa. La puedo calentar.


Gerard le sonrió encantado y asintió.


Charlaron mientras las comidas estaban listas, y cuando pudieron, arreglaron la mesa y sirvieron la cena.


Elizabeth miraba todo con mucha atención.



****


Después de haber hablado con su madre, se sentía más tranquilo. Le había contado como había sido su historia con
Paula desde un principio, y las cosas que le pasaban por ella. Había jurado que después de un rato, la mirada de su
madre se había suavizado un poco.


Gerard había preparado un estofado de carne que olía maravillosamente.


Pero sabía que no podía abusar de lo bien que se sentía en ese instante.


Además la sopa que había hecho Paula, también olía bien. Y el hecho de que la hubiera hecho ella para cuidarlo, con
amor, la hacían la mejor sopa del mundo.


—Está buenísima, Paula – le dijo mirándola a los ojos.


—Me alegro que te guste. Es una receta familiar. Te va a hacer bien al estómago.


—Pensé que Gerard era el encargado de cocinar. – dijo su madre.


—Si, pero como Pedro no se sentía bien, quise prepararle algo especial. – dijo Paula con una sonrisa en el rostro, y
levantando una ceja levemente de manera desafiante.


Su madre no contestó, pero hizo una pequeña sonrisa, mientras seguía comiendo.


—De todas formas, ya me siento mejor. Tanto, que mañana voy a ir a trabajar más temprano. – lo dijo sabiendo que las dos mujeres que había en la mesa le iban a saltar al cuello.


Contuvo la sonrisa.


—A trabajar?! – preguntó Pau.


—Ni se te ocurra Pedro! Hoy has estado todo el día en cama. Podés tomarte unos días. – dijo su madre.


—Si, además tuviste fiebre. Ahora no creo que tengas, pero vas a estar débil.


Fue un segundo. Las dos intercambiaron una mirada, y estuvieron de acuerdo. Las dos se preocupaban por
él. Como él se preocupaba por ellas.


Habían encontrado tal vez, un punto en común. Quién sabe? Tal vez ahora se llevarían mejor.


El había hablado mucho con Elizabeth. La había enfrentado después de tantos años, por fin, le había dicho todo lo que pensaba. Y sabía que ella iba a intentar cambiar ciertas actitudes.



**


Elizabeth los miró. Realmente se querían.


Su intención, desde un principio, había sido cuidar de su hijo, y se había dado cuenta, de que esa chica, buscaba lo mismo.


Nadie cuidaría de él como ella misma lo hacía, pero era lindo ver que alguien quisiera intentarlo.


Su hijo era grande. Sabía que tarde o temprano iba a querer formar una pareja.


No estaba del todo feliz con la elección que había hecho. Ella conocía miles de jovencitas de Londres, con un mejor presente y futuro, pero ninguna parecía gustarle.


Hasta esa modelo Rebeca, con la que él solía salir en revistas, era una mejor opción. Era linda, hija de gente
influyente de Londres, con un apellido de peso. Una modelo excelente.


Sofisticada, había ido a uno de los mejores colegios de Inglaterra, sus padres eran encantadores.


Qué veía Pedro en esta chica Paula?


Era algo bonita. Si, si uno ponía atención, era algo bonita. 


Era graciosa.


No tenía nada de clase, pero había algo.


Algo espontáneo en su forma de ser.


Parecía una niña pequeña. Había visto dos o tres veces, como su hijo se quedaba mirándola encantado.


Había aparecido en todas las revistas por salir con un jugador de fútbol. Era una chica mediática. No se podía decir que buscara fama. Se la veía muy incómoda con el asunto. 


Pero de igual manera, era un punto en contra. Las noticias volarían, y todas esas historias dejarían pegado a Pedro, y con eso, a toda su familia.


También estaba el hecho de que unos meses antes, había visto a su hijo con el corazón hecho pedazos. Por ella.


El le había contado la historia, y aunque todavía le costaba creer que Rebeca fuera capaz de hacer algo así, todo el asunto le daba mucha bronca.


No era una de sus costumbres demostrar sus sentimientos, pero solo recordar como sufrió su hijo, la llenaba de dolor.


Habían vuelto a estar juntos después de todo, y había que verle la cara ahora, estaba contento. Más que eso, era feliz.


Y esa chica era la responsable de eso.


Decidió quedarse en su lugar, y no intervenir. Le iba a dar una oportunidad real a Paula. Por él, haría eso, y cualquier cosa. Después de todo, cuánto podía durar esta locura? 


Hasta que su hijo se aburriera y se buscara nueva compañía. Lo había visto hacer eso constantemente. 


Esta no sería la excepción. Y lo último que quería era
disgustar a su hijo y que se alejara de ella.



**


Cuando Elizabeth se fue, los dos se quedaron un rato en la sala. Esa mujer era avasallante. No había sido testigo de
ninguna discusión, pero de todas formas, estaban agotados. Como si un camión con acoplado les hubiera pasado por
encima.


—Todo bien? – le preguntó, un tanto preocupada.


—Si. Hablamos…hablamos mucho. – Se pasó las manos por la frente. — Pero ya está todo bien. Aunque siento que se tendría que haber disculpado con vos.


—Ella nunca me dijo nada directamente, en realidad. Yo escuché una charla privada que no tendría que haber escuchado…y – pero él la interrumpió.


—No tendría que haber dicho eso. Así no lo hubieses escuchado, Pau. Lo escuché yo. No voy a dejar que nadie
hable así de vos. – Se acercó a ella abrazándola por la cintura, y le dio un suave beso en los labios.


—Ya pasó. Yo ya me olvidé. Ahora, lo que importa es que vuelvas a la cama, y duermas. Todavía estás un poco
pálido. – Lo tomó de la mano y se lo llevó a la habitación.













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