domingo, 13 de diciembre de 2015

CAPITULO 83





El, como siempre hacían cada vez que iban, la abrazó y la empezó a besar por el cuello. Mmm… Podía estar con un virus, con fiebre, un poco débil, pero ciertas partes de su anatomía no se enteraban.


Pedro, vamos a dormir. – le dijo entre risas, mientras lo ayudaba a cambiarse.


—Pero me siento mucho mejor, Barbie. – le dijo mientras bajaba sus manos apretándola contra su cuerpo.


—Me alegro, Ken. Pero esta noche dormimos. – lo besó dulcemente en los labios y se separó de él.


Se fue a bañar, aprovechando que Pedro la había soltado apenas.


Tenía muchas ganas de estar con él, pero sabía que no era la mejor idea.


Podían estar un día sin tener sexo. Por supuesto que podían.


Cuando salió de la ducha, él estaba desnudo. Pasó por su lado, y rodeándola, entró a bañarse. No la había tocado exactamente, pero le había pasado tan cerca que todo su cuerpo había reaccionado. Suspiró. Sabía lo que se proponía. La tentaría, y ella terminaría por saltarle encima.


Se podía controlar. Claro que podía.


De hecho, iba a ser divertido.


Buscó entre su ropa de noche.


Sonrió. Dos podían jugar ese juego. Era un desafío? Bueno, a ver quien de los dos era el que cedía. Encontró lo que
estaba buscando.


Era un pequeño camisón que apenas le cubría la mitad del trasero y ropa interior, todo en los mismos materiales.


Gaza y satén. Todo negro y transparente.


Ja!


Se acostó, y chequeó distraídamente su correo electrónico desde el celular.


Cuando él salió, la miró por un instante, quedándose quieto. 


Después sonrió y miró para otro lado. Se secó, y
dejó la toalla a un costado. Se puso un bóxer, y se acostó a su lado.


Ella no podía evitarlo y a cada rato se daba vuelta para mirar. Estaba guapísimo, con todo el cabello mojado, en ropa interior. Se mordió el labio.


El se acercó a ella cuando dejó de lado su teléfono, y casi pegando sus labios a los suyos le preguntó.


—A dormir? – Sus labios se tocaban, y sus respiraciones comenzaban a hacerse más audibles.


Ella asintió, sin apartarse. No le iba ganar. Es más, estaba determinada en ser ella quien lo hiciera. Se dio vuelta,
quedando por encima de él, mientras miraba como se sorprendía y jadeaba, pero justo cuando pensó que estaba por besarlo, estiró su mano y apagó el interruptor la lámpara de la mesa de luz.


Volvió a su lado de la cama reprimiendo una sonrisa, acostándose, dejándolo desconcertado.


Lo tenía a pocos centímetros, podía sentir el calor de su cuerpo, pero como a propósito, ninguno tocaba al otro.


Volaban chispas por toda la habitación.


Era insoportable, no iba a poder dormir.


Se dio vuelta, y sintió como él se acomodaba a sus espaldas, cerca. Muy cerca.


Casi rozándola.


Había pegado su rostro a la nuca de ella, y cada vez que respiraba, podía sentir su aliento cálido. Todo su cuerpo
se estremecía.


Cuando el acercó hasta su oreja para decirle algo, no pudo evitar gemir. Si la tocaba una sola vez, no iba a poder
seguir resistiéndose.


—Mucho sueño tenés? – le preguntó con la voz ronca. El también estaba afectado por la situación.


Le estaba ganando. Se estiró, como si estuviera bostezando, y colocando las manos en el ruedo del camisón lo
empezó a subir. Se sentó y se lo sacó por la cabeza.


—No, pero si tengo calor. Vos no? – le preguntó de manera inocente, mientras se sujetaba el pelo y se ventilaba con
una mano.


El la devoraba con la mirada. La luz que entraba por la ventana, era suficiente para que pudiera ver que no llevaba más que la parte de abajo de la ropa interior.


Volvió a acostarse.


El tomó aire por la nariz, y se incorporó sobre un codo. La miró, y casi poniéndose por encima de ella, apoyo una mano a cada lado de su cabeza. No se tocaban, pero estaban a punto. Los músculos de sus brazos flexionándose.


Sus manos picaban por tocarlo.


El la miraba a los ojos. Convencido de que ganaría. La conocía. Esto solo la incentivó.


Sonrió mirándolo fijo, y abrió sus piernas a cada lado de las de él.


De repente, un juego que para cualquiera hubiera sido inmaduro, se convirtió en una de las cosas más sexis que le habían pasado.


—Si te hace mucho calor, puedo prender el aire. – dijo estirándose, imitando lo que había hecho ella, hasta alcanzar el control remoto del aparato.


Se le había acercado tanto, que muy a su pesar, y sin poder controlarse, se había empezado a retorcer en su lugar, y
ya su respiración eran prácticamente jadeos.


Sorprendentemente, esa reacción jugó a su favor, porque pareció afectarlo más a él, que cerró con fuerza los ojos
mientras tomaba aire con dificultad.


Todo su cuerpo irradiaba calor.


Volvió a acostarse en su lugar.


—No puedo dormirme si no te doy un beso de buenas noches, Barbie. – dijo, muy serio.


Paula se rió. Muy despacio se acercó a su boca, y le dio un beso. Apenas tocando sus labios. El gruñó, arqueando
levemente el cuerpo. Ya casi había ganado.


—Buenas noches, Ken. – le dijo al oído. Se acostó y se dio vuelta dándole la espalda.


El volvió a acercarse a su cuerpo, con la boca cerca de su oído, seguía tentándola.


—Buenas noches, Barbie. – le dijo mientras de repente, se pegaba a su cuerpo.


Era el primer contacto que habían tenido, y había bastado para que los dos dejaran escapar el aire de golpe.


Ella podía sentir como él comenzaba a moverse, apoyándose en ella. Era enloquecedor. El calor la abrazaba. 


Se volvió, quedando boca arriba.


No estaba lista para dejarlo ganar aun.


Sin perder contacto visual, llevó una de sus manos a sus pechos. El entreabrió la boca, y la volvió a cerrar.


Hizo lo mismo con la otra mano, ahora arqueándose muy despacio, fue bajando más y más.


El no paraba de mirarla. Sabía que se moría por ser él, quien la tocaba.


Cuando su mano se perdió dentro de su ropa interior, jadeó despacio, cerrando los ojos.


El mundo a su alrededor desapareció. Fue poco consiente de que Pedro, se sacaba el bóxer a su lado y se
ponía por encima de ella.


Abrió los ojos, para encontrarse con la mirada de él cerca de su cara.


—No aguanto más, Barbie. – le dijo sin aliento.


Ella sacó su mano muy despacio, y se terminó de bajar la ropa interior.


Lo miró a los ojos. Ella tampoco aguantaba más. Sus alientos se mezclaban, agitados, como si hubieran
corrido una maratón. Cada pequeño roce, los hacía estremecer de placer.


Lo tomó con una mano, deteniéndose, sin dejar de mirarlo,
mientras él soltaba el aire por la boca y muy despacio lo hundió en ella, haciéndolos gemir. Oh. Una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo.


Mmm…necesitaba moverse. Lo necesitaba. Ya.


—Esto va a ser rápido. – le dijo mordiéndole el lóbulo de la oreja, mientras mecía hacia los costados la cadera.


Ella asintió. Estaba de acuerdo. El, en este momento, podía solo moverse, que ella ya estaba al borde del abismo.


Lista. Muy lista.


Pedro le acarició los brazos, subiéndolos por sobre su cabeza, y haciendo que se sujetara de la cabecera de la cama. Ella había perdido por completo el control de lo que hacía. Se estaba dejando llevar.


La besó con fuerza, antes de alejarse un poco y quedar casi arrodillado entre sus piernas. La levantó por la cadera, y
sostuvo sus piernas para que ella se sujetara a su cintura. 


Una vez ahí, empezó realmente a moverse.


Era intenso, y mil veces más profundo. Todo su cuerpo vibraba. En ese momento, no había nada más. La poseía por completo.


Fuerte.


Más fuerte.


Muy fuerte. Casi demasiado. Al límite de lo que ella podía tolerar.


Los jadeos se mezclaban con el sonido de sus cuerpos chocando, en violentas embestidas. Era algo salvaje, no quería que se acabara nunca.


Con un grito, se liberó pegando su cuerpo al de él, que tras un gruñido ronco, la siguió, soltando todo el aire de su cuerpo. Su pecho, bañado en sudor, como ella.


Había sido algo tan intenso, que estaba casi temblando. Con mucho cuidado, él bajó sus piernas, y se las acarició. Buscó su boca para besarla.


Se recostaron de espaldas al colchón, recuperando el aire.


—Estás bien? – le preguntó.


Lo estaba? No podía estar segura.


Estaba confundida. Ese último orgasmo, le había apagado todos los sentidos.


Como salir de un lugar con música fuerte, y después al completo silencio.


El vacío aturdía también. Había sido necesario. Y ahora entendía lo que Pedro había dicho de sus vecinos. Esta
vez se había escuchado. Se sonrojó.


Eran sus vecinos ahora. Cómo iba a hacer para cruzarse con ellos por los pasillos o en el ascensor?


—Si, estoy bien. –dijo con la voz entrecortada.


—Yo creo que también. Me curaste, Barbie. – dijo dándose vuelta para abrazarla.


Ella sonrió y se abrazó también.


—Alguien va a estar muy afónica mañana. – dijo él riéndose.


—Creo que vamos a tener que poner paneles de aislamiento acústico en esta habitación. – dijo riendo ella también.


—Eso puede venirnos bien para mis ronquidos. – dijo pensativo.


Ella se dio vuelta, y lo besó. Su temperatura estaba bien, y ya no estaba pálido.


Bueno, tal vez tendría que agregar esto último a la receta de la sopa de pollo. Ella tenía sus propios métodos
para sanar.


—Te amo, preciosa. – le dijo ya casi dormido.


—Te amo, hermoso. – le contestó.


Se fue quedando dormida, casi instantáneamente. Estaba exhausta, se había quedado sin fuerzas.


Esa noche solo pudo tener sueños maravillosos, que iban a la perfección, con la noche que acababa de pasar.



**** 


Se despertó envuelta en los brazos de Pedro. La sujetaba cerca, su rostro casi pegado al de ella. Abrió un poco más los ojos para mirarlo. Le dio un beso en los labios, y se movió despacio para poder levantarse.


Le dolía el cuerpo. Sonrió. Era ese tipo de dolor que le gustaba de todas formas.


Un dolor que la hacía recordar lo sucedido la noche anterior. Mmm…


Rápidamente se empezó a preparar.


Quería llegar a la facultad temprano, para adelantar entregas. Sin hacer ruido, se bañó y desayunó.


Esa tarde tendría otra reunión con Amanda, que quería empezar a trabajar cuanto antes. Iban a ser un par de
semanas un tanto intensas.


Pedro le había dicho que iba a ir a trabajar ese día, pero todavía estaba débil y necesitaba recuperarse, así que
no lo despertó. Tomó los libros y se fue.


Ya empezaba a acostumbrarse a bajarse del auto y que todas las miradas se dirigieran a ella. Sabía que era por el
Porsche. Pero ahora, que ya no estaba tan asustada, se había dado cuenta de que el suyo no era, ni de cerca el auto
más lujoso de los alumnos que asistían a su universidad.


Anabela estaba perdida en un libro cuando la vio llegar. La saludó con una sonrisa y se pusieron a trabajar en el
proyecto para una de las materias.


Trabajar con Ana, era fácil. Era una chica muy inteligente, y tenía ideas originales.


Ese día les habían dado 3 trabajos nuevos, para los cuales iban a tener que sacrificarse el doble de lo que ya venían
haciendo, ya que valían la mitad de la nota final del semestre.


Para sumar un detalle extra, ya estaban las fechas de los parciales. Le parecía pronto, pero ya estaban casi en
noviembre, a punto de terminar el año.


En qué momento había pasado? Le parecía ayer, cuando había entrado por las puertas del aula por primera vez.


Almorzó una ensalada de frutas, y un sándwich de camino a la productora. No tenía tiempo para nada más. Quería tener
todo listo para la reunión. Se ató el pelo y se puso a trabajar.


Notó que todavía le dolía el cuerpo.


Pero esto era algo más. Oh no, por Dios, pensó. No tenía tiempo para enfermarse ahora. Si estaba incubando
algún virus, iba a tener que esperar al verano. Ahora tenía la agenda completa.


Pedro, se asomó por la puerta de su oficina, y la vio ocupada, así que solo la saludó con la mano y siguió camino. Al final había venido a trabajar. Siempre se
salía con la suya. Sonrió. Por suerte, ya se lo veía mucho mejor.


Cat, también se había reintegrado, y estaba como todos, trabajando contra reloj, a la espera de la llegada de
Amanda. Sin dudas, la clienta estrella.


Cuando tuvo todo listo, se fue a la sala de reuniones, para prepararla.


Sintió un fuerte dolor en la cintura, que se reflejaba hacia delante, a la zona baja de su abdomen.


No era gripe estomacal, ni ningún virus. Hizo una cuenta rápida de los días en su cabeza. Si. Le estaba por venir el
periodo. Justo a tiempo, pensó irónicamente.


Su humor ya empezaba a oscurecerse.


Por suerte, tanto trabajo, había sido un éxito. Amanda estaba encantada con las ideas de Pau.


Habían planteado solo una producción fotográfica, así que no era como las campañas para las que había colaborado. 


Esta solo tenía cuatro etapas. Ideas, producción, la sesión de fotos y finalmente, la post-producción.


En dos semanas, con suerte, todo estaría terminado.


Pero iban a ser dos semanas de locos.


Empezarían al día siguiente con la preparación de locaciones, el casting de modelos, y las pruebas de vestuario.


Su cabeza daba vueltas. Ya descartaba el poder juntarse con Ana para hacer los prácticos. En parte, el promedio de su amiga también dependía de ella.


Pero era un trabajo importante.


Quizá la oportunidad de su vida. Y ya sentía que estaba haciéndolo todo mal.


Cuándo iba a estudiar? Se iba a atrasar.


Tenía un nudo en la garganta. No debería haberse comprometido con Amanda. No sería capaz de cumplir con
todas sus obligaciones.


Cuando llegaron a casa, tenía muchas ganas de llorar. 


Aunque hubiera sido mas catártico empezar a gritar,
arrojar cosas contra las paredes, y arrancarse el pelo corriendo por todo el lugar.


Después se le ocurrió, que ya no vivía sola y probablemente asustaría a su novio.


Eran las hormonas, solo eso.


Respiró profundo.


—Estas demasiado callada. – dijo Pedro mirándola curioso. —Estás bien, hermosa?


Para qué le preguntó? Pobrecito.



****
Los ojos de Paula se habían puesto rojos, y le temblaba el mentón.


—Es que…es que… – no conseguía hablar.


Se acercó, y la abrazó con fuerza, mientras le corría el pelo de la cara. El sabía, que Amanda podía ser exigente, y
seguramente estaba algo asustada. Era normal. Pero nunca la hubiera recomendado si no estuviera convencido
de que ella podía con todo.


—Shh…tranquila. Contame que pasa, y sea lo que sea vamos a ver como lo solucionamos.


—Si? Podrás agregarle 6 horas más a los días de acá a diciembre, porfa? – dijo ella algo más dura de lo que había
pretendido ser.


—No estás sola para la producción. Yo te voy a ayudar, tenemos un equipo de trabajo listo…y además…


—Hoy me dieron más prácticos. Así no trabajara, no llegaría. Encima tengo la fecha de los parciales, no voy a poder
con todo. Y ya no puedo volver atrás. No quiero decepcionar a Amanda, a vos…a nadie. Quiero cumplir con todo…y Ana… – siguió llorando. — Ella me ayudó tanto, y ahora su nota depende de mí, y…


Se estaba desesperando. Era muy perfeccionista con su trabajo, y muy aplicada en la universidad. Pero tenía
razón, no podía dividirse en dos para hacerlo todo. Tarde o temprano iba a sucederle.


—Perdón Barbie. Es mi culpa, por cargarte con el trabajo para la revista. Tendría que haber pensado, que vos no tenías tiempo. – ella lo interrumpió.


—Ese trabajo es lo mejor que me pasó y que me va a pasar en la carrera. Quiero dar lo mejor. Tengo miedo de no poder.


—Vamos a hacer esto. –le dijo él, mientras le daba besos por todo el rostro, calmándola. —Vamos a contratar
un ayudante para la producción, para que puedas encargarle lo que necesites.
Se me ocurre que puede ser Ana, incluso. Entonces estaría en la productora, y no necesitarían juntarse afuera para hacer los prácticos. En cuanto a las fechas de los parciales, no me preocuparía, te va a ir bien, Barbie.
Pero podemos estudiar juntos como para los anteriores.



****

Paula sonrió. Cómo podía no amarlo de la manera que lo hacía? Lo abrazó con fuerza. Había tenido una idea genial.


—Ana va a estar dando saltos las dos semanas. No lo va a poder creer. Por qué sos tan bueno, Ken? De dónde sacaste que no sabés estar de novio? – le preguntó.


El sonrió de costado.


—No me refería a esto cuando te lo dije. Era más por la idea de estar con la misma chica siempre, y aburrirme, y meter la pata.


—Ah… – dijo ella un poco sorprendida por la confesión.


El, conociéndola, le levantó el mentón y la miró a los ojos.


—Nunca había estado enamorado, Paula. No podría aburrirme de vos. Te amo cada día más.


Sonrió como una boba. Su corazón acababa de derretirse, y se había olvidado por completo de respirar.


—Vamos a comer algo, Barbie. Y vamos de a poco, preocupándonos de las cosas cuando pasen. No nos
adelantemos. Todavía te deben quedar unos días para empezar a estudiar.


—Te amo, Pedro. – le dijo sonriendo.


Esa noche no habían pensado más en los días que tenían por delante.


Como siempre pasaba, cuando estaban juntos, se sentía capaz de superar cualquier obstáculo. Cualquier
adversidad.










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