lunes, 7 de diciembre de 2015
CAPITULO 64
Los dos se volvieron, a donde una señora de aspecto impecable los miraba haciendo señas con la mano saludando.
Era rubia, alta, elegante y de una belleza arrebatadora. No solo era hermosa para su edad. Era hermosa y punto. Los hombros bien marcados, el cabello recogido con estilo, joyas, y vestido exquisitos.
La madre de Pedro. No había lugar a dudas. Tenía sus mismos ojos, su misma sonrisa, y después de ver como se
movía, vio que también sus modos ingleses.
Se acercó a ellos, caminando tranquilamente, perfectamente cómoda y moderada.
Esa era la palabra. Moderada.
Nada en ella era exagerado.
Acababa de ver a su hijo, pero no mostraba demasiada emoción. Caminaba con gracia, como si todos sus gestos
estuvieran matemáticamente calculados.
—Mamá – dijo él, asintiendo con la cabeza antes de darle un pequeño beso en la mejilla, que casi pareció haber terminado en el aire.
—Hijo, me alegro tanto de que hayas podido venir. – le dijo sonriendo, apenas.
Pedro sonrió también, y apoyó una mano en la espalda de Paula, antes de presentarla. Todo su cuerpo hormigueaba.
Estaba asustada, y en frente de esta mujer tan fina, se sentía torpe, y mal vestida. Aunque estaba con un vestido de diseñador carísimo. Era una cuestión de actitud. A quien le
sobraba, pensó, y a quien en este momento, no tenía ninguna.
—Ella es Paula, mi novia. – le dijo él, mirándola, sin prestar atención a la cara de sorpresa que había puesto su madre.
Por más moderada y recatada que fuera, no pudo evitar entrar en shock cuando escuchó esa última palabra. La
verdad, casi se había caído de culo.
No la culpaba, era casi la misma reacción que había tenido ella.
—Mucho gusto Paula. – le dijo forzando una sonrisa.
—Mucho gusto, señora. Es una fiesta preciosa – le sonrió también.
—Gracias. Pero por favor llamame Elizabeth. – dijo antes de pasar rápidamente a mirar a su hijo. –— Podemos hablar un segundo?
Pedro se apartó de Paula y caminó unos pasos para escuchar a su madre.
Ella todavía podía escucharlos.
—Pedro, no me habías dicho que tenías una novia.
—Si, te conté cuando vine hace unos meses, que había conocido a alguien. – le dijo algo incómodo.
—Ah si. Ya recuerdo. Pero pensé que eso se había terminado, cuando volví a verte hace unas semanas
parecías tan triste, tan devastado. No podía verte así. – dijo ella cerrando los ojos de forma teatral.
A Paula se le retorció el estómago.
No quería escuchar eso. No quería saber como había sufrido Pedro. Le dolía. Y más saber que era por su culpa.
No, pensó. No por su culpa. Por culpa de Rebeca, y de Coty.
—No había terminado, hubo un… malentendido. Ahora estoy bien. Estamos bien. – dijo mirando hacia donde ella estaba, supuestamente sin escucharlos.
Empezaba a ponerse algo incómoda también.
—Y me alegro de que así sea, hijo. Es la primera vez que me presentas a alguien, debe ser muy especial. – le dijo
con una sonrisa.
Lo que le decía tenía que ser un halago, pero sonaba como una advertencia, casi una amenaza. Y estaba segura, de que esa señora sabía que ella podía oírlos.
—Es muy especial. Estoy enamorado. – dijo sonriendo.
Ella sintió como sus piernas se volvían gelatina. El tenía la capacidad de hacer que hasta este, fuera uno de esos momentos perfectos, tan especiales, que hacían que su corazón amenazara con salirse del pecho.
—Oh. No sabía. Bueno, entonces te felicito. Y espero que sepas tener cuidado.Los sentimientos nublan la razón.Nos hacen vulnerables.
—Cuidado? Con qué?
Elizabeth se rió llevándose una mano a la boca, y haciendo levemente la cabeza para atrás, de manera fingida.
—De qué? Por favor hijo, no te creo tan ingenuo. Mirate. Sos el sueño de cualquier chica. Más de una que empezando a insertarse en el mundo de la moda… – dijo entre dientes.
—Qué es exactamente lo que estás insinuando? – le dijo frunciendo el ceño, enojado.
—Pedro, no levantes la voz. La gente nos mira.
—No me interesa. Qué es lo que estás queriendo decir? – le dijo acercándose más a ella con los ojos llenos de furia.
—De que cuides tu lugar, lo que has logrado, tu imagen, y sobretodo tu capital. – dijo Elizabeth mirando de arriba abajo a Paula.
Ella se había puesto roja como un tomate. No era millonaria, pero nunca había sufrido necesidades. Más que eso,
sus padres le habían dado mucho más de lo que se podría llamar lo básico y necesario. Había ido a un buen colegio,
uno privado. Nunca se imaginó que estarían juzgándola de esta manera.
Como si quisiera aprovecharse de Pedro, de su dinero. Para ella esas cuestiones no tenían un valor de peso, no
definían a la gente.
Nunca habían sido un problema. Y ahora esa mujer la miraba como si fuera inferior. No le gustaba, pero tampoco
iba a tolerar semejante pavada. Levantó la mirada, y se buscó una copa.
Ella sabía de donde venía, y tenía sus valores muy arraigados. Nada ni nadie la haría sentir mal con respecto a
eso. Imaginaba que su suegra poseía una gran fortuna monetaria, pero una pobreza de espíritu que la dejó impactada.
Comprendía que quisiera cuidar a su hijo, cuidar de que lo lastimaran, pero esto?
Pedro, se había quedado callado, frente a las palabras de su madre.
La miró fijo a los ojos, y sin agregar nada más, se fue. La dejó sola, mirándolo desconcertada.
Tomó a Paula por la cintura y la condujo a la salida.
—Nos vamos, Barbie. – le dijo al oído. Ella no dijo nada. Solo lo siguió.
Parecía muy enojado, y no quería presionarlo.
La casa estaba llena de gente, de personajes conocidos, y él era una figura pública. Los espectáculos no lo favorecerían, y ya había visto como algunos murmuraban después de ver la escenita que había protagonizado con su madre. Irse del lugar iba a ser lo más sensato.
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Pobresss, que vieja forra ah
ResponderEliminarWowwwwwwwwww, qué intensos los 3 caps.
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