martes, 8 de diciembre de 2015

CAPITULO 65





Una vez en el auto, ninguno de los dos hablaba. Cada uno estaba inmerso en sus propios pensamientos.


No podía creer que una persona como esa, estuviera casada alguna vez con Francisco, el padre de Pedro. Ella lo había conocido algunos meses antes, y era un hombre cálido, simpático cariñoso. En un principio, había tenido un concepto errado de él. Porque no apoyaba la carrera de su hijo, pero después supo darse cuenta de que era solo porque no quería que estuviera lejos.


Su madre era otra cosa.


Suspiró. Ya se habían ido, no tenía sentido seguir dándole vueltas al asunto.


Pedro no era como ella, no pensaba así.


—Nunca deberíamos haber venido. – le dijo mientras manejaba.


Ella se mordió el labio y después dijo. —Pedro, no hace falta que te pelees así con tu mamá por mí. – dijo sin poder
contenerse.


—Escuchaste lo que hablábamos? – dijo él golpeando el volante.


—Si, escuché, sin querer. Perdón.


—No. Soy yo quien tiene que pedir perdón. No hagas caso a nada de lo que dijo. No era su intención. Solamente quería, …protegerme. O por lo menos, ella piensa que es eso lo que está haciendo. Pero no pienses ni por un segundo que yo voy a dejarme llevar por… – y ella lo interrumpió.


—Ken, no tenés que decirme nada. Yo sé. – le puso una mano en el hombro, cariñosamente.


El apoyó la cabeza en su mano, y le dio un beso.


No siguieron hablando del tema.


Cuando llegaron a casa de Pedro, se fueron directo a la cama. Después de lo que había sucedido, lo único que
querían era reconfortarse en los brazos del otro.


Cuando estaban juntos, todos los problemas desaparecían, era su manera de borrarlos, y todo parecía tener solución.


Ella recordó que el vestido era carísimo, así que tuvo especial cuidado en quitárselo en el cambiador, y dejarlo
colgado en una percha, para que permaneciera liso, sin arrugas.


Cuando salió los ojos de Pedro se abrieron como platos. La ropa interior nueva, pensó y sonrió pícara.


Dio una vueltita antes de acercarse a él, para que pudiera apreciarla desde todos los ángulos a cierta distancia. Se
sentía especialmente confiada, porque sabía que le quedaba muy bien, y resaltaba sus curvas y formas naturales.


De alguna manera, realzaban sus atributos más bonitos.



****


La miró, tratando de tomar una fotografía mental de su cuerpo. Estaba perfecta.


Antes de volver a Argentina iba a asegurarse de volver a La Perla y comprar suficiente ropa interior para que ella pudiera lucir uno de estos conjuntos cada noche.


Sus piernas, se veían largas y torneadas gracias a la forma de la lencería , y su color. Era casi transparente, y estaba empezando a faltarle el aire.


El bustier sujetaba sus pechos, y los formaba de manera que su escote se acentuaba y hacía que su cintura luciera
pequeña. Toda su piel brillaba con el color de las prendas. El contraste del encaje, con las cintas de seda, era tan delicado, y a la vez, tan sensual. Era mil veces mejor a lo que se había imaginado en la tienda.


Y se había pasado un buen rato recreando la imaginación.


La miró sonriente y se le abalanzó.


Tomándola por la cadera, la tiró en la cama y encima de ella, comenzó a besarla.


Ella se reía por la desesperación con la que la había agarrado, y él no podía más que contagiarse de esa
hermosa risa.


Pasó sus manos por todo su cuerpo, deteniéndose especialmente en su entrepierna.


Sintiéndola a través de esa tela.


Ella estaba sonrojada y se mordía los labios. De a poco fue abriendo las piernas más, dándole espacio hasta que
estuvieron muy cerca.


Pedro se desvestía, mientras no dejaba de besarla, ella se movía volviéndolo loco.


Agarró su ropa interior por el elástico y se lo bajó hasta que estuvo desnuda de la cintura para abajo.


Ella se arqueaba, ansiosa, mientras él se tomaba su tiempo provocándola con sus manos.


La tomó por la cadera, y la puso por encima de él de un solo movimiento.


Estaba perdido, en esos ojos azules claros, en su cabello rubio cayéndole sobre los hombros.


Acarició su mejilla suavemente.


Paula lo miraba fijo mientras moviendo la cadera lo tomaba, muy despacio.


—Te amo, Barbie – le dijo suspirando, dejándose llevar por la sensación de estar dentro de ella.


—Te amo. – le dijo ella, antes de empezar a moverse.


Tiró la cabeza para atrás gruñendo mientras ella tomaba el control, dejándolo sin aliento.


Su mirada le transmitía todo lo que quería ver. Solo mirándola, podía darse cuando empezaba a acelerarse, a
acercarse al límite. No tenía que pensarlo, no tenía que decirlo, sus ojos le decían cuando.


La tomó por las caderas y se acopló a sus arremetidas, con fuerza, más rápido.


Ella hizo lo mismo, y estaban perdidos.


El mundo desaparecía, y solo estaban ellos, conectados, unidos, apurando ese último momento que los dejó desmoronados a los dos.


Respirando trabajosamente, y con la sensación de que el mundo acababa de estallar.


La acercó hacia su pecho, mientras seguía acariciándola. 


Ella tomando su mano, entrelazó los dedos.


Ese simple gesto, pensó, le decía tanto. Le transmitía tanto amor, que no necesitaba que hiciera ni dijera nada. El
apretó más su mano y se la llevó a los labios para darle un beso.


No sabía si era por la discusión que había tenido más temprano con su madre, o por que, pero necesitaba sentir
que estaban bien. Que estaban juntos, y ahora, después de todo lo que habían pasado, nadie los podía separar. No iba
a permitirlo.



****


Paula estaba recostada sobre el pecho de él, mientras la seguía acariciando. Todo parecía tan simple, tan fácil desde esta perspectiva. No había problemas, no había celos, no había diferencias. Eran ellos dos. Pedro y Paula.


Le tocó la espalda, y con cuidado, le desprendió el bustier. 


Volvió a abrazarla y gruñó.


Sentir su piel en contacto con la suya, caliente, suave, maravillosa.


No pasó mucho tiempo y ya estaban donde habían comenzado. El le tocaba y besaba la zona recién liberada, y la hacía retorcerse de placer.


No tenía idea de que hora era cuando se habían dormido, finalmente.


El sol empezaba a brillar, y entre las cortinas, los rayos calentaban apenas su piel. Sonrió. Se abrazó a Jamie y cerró los ojos.










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