miércoles, 30 de diciembre de 2015

CAPITULO 138




Pedro empezó a trabajar desde casa. Era un mes de poco trabajo de todas formas. En noviembre e incluso diciembre, no había actividad, y prefería estar cerca de ella.


Estaba tratando de hacer yoga, pero la verdad es que estaba siempre tan cansada, que lo único que quería era dormir.


Eso era de día, porque de noche no pegaba un ojo.


La bebé se movía de acá para allá, y estando acostada no encontraba postura para estar cómoda sin que le faltara el aire.


Se acostaban y los dos miraban maravillados como la panza de Pau se movía y cambiaba de forma. Le hablaban a su bebé siempre que podían, y aunque en un principio se habían sentido algo tontos haciéndolo, cada vez les resultaba más fácil.


Con el bolso y la habitación lista, quedaba un tema que charlar. El nombre.


Cuando naciera no podían seguir llamándola “la bebé”.


—A mi me gustaría algo raro. – dijo pensativa.


—Evangeline. – dijo rápidamente sonriendo.


—No tan raro. Parece nombre de analgésico para dolores menstruales. – respondió arrugando la nariz.


—Ey… mi abuela se llamaba así. Y la chica que me gustaba en el jardín… – casi hacía pucheros. —Es un nombre
hermoso.


No quería ofenderlo así que dijo sonriendo.


—Pero estamos en Argentina, y es un poquito peculiar, nada más. Busquemos algo intermedio. Que se pueda decir en ambos idiomas.


—Chloe.



—Muy difícil de pronunciar. Vos decís “Cloui” acá le van a decir chloe.Malísimo.


El puso los ojos en blanco, resignado.


—A vos te gusta Evangeline, y cualquier otro te va a parecer feo, no? – le preguntó entornando los ojos.


—Es un nombre precioso. – insistió.


—Tiene que haber alguna variante, algo que sea parecido y no tan.. – lo miró. —No tan especial.


Saltó de la cama y buscó su notebook.


—Evangeline… mmm… Evangelina… no. Evelyn…no. – siguió tecleando, hasta que leyó algo que le gustó.


 El corazón le dio un vuelco.


Era un nombre raro y esperaba de todo corazón que a Jamie le gustara, porque ese era el nombre indicado. Ese era el nombre de su hija.


Sonrió.


—Y? Qué encontraste? – dijo acercándose.


—Por favor, pensalo mucho antes de decirme que no de movida. – nerviosa y con las dos manos juntas como si estuviera suplicando, le dijo. — Eva.


—Eva. – repitió él.


—Eva… como Evangeline.


El sonrió muy de a poco. Le había gustado.


—Me gusta Eva. – ella aplaudió y mientras sonreía emocionada lo abrazaba con fuerza por el cuello.


—Gracias, mi amor. – lo besó.


El apoyó las manos en su panza y acercándose dijo.


—Hola Eva. – y le dio un besito.


—Un nombre muy inglés, mi mamá va a estar feliz. – se rió. —Siempre quiso tener una hija mujer, y quería que se
llamara Evangeline… o Elizabeth, obvio. – se volvió a reír.


—Por qué no la llamás? – esperó a que contestara, pero no lo hacía. —En cualquier momento va a ser abuela, no se lo quiere perder.


El suspiró.


—No me pongas esa cara…no me mires así. Me cuesta decirte que no, Barbie. – ella lo miró de nuevo mientras
le besaba el cuello, la mandíbula, la mejilla.


—Ok, ok. Mañana la llamo, o me junto con ella así charlamos. – levantó su dedo índice. —Si no cambia o no
muestra señales de querer hacerlo, necesito que por favor entiendas mi decisión de no volver a hablar con ella,
y que por favor vos hagas lo posible en mantener a mi hija lejos también.


—Te lo prometo.



****


Y al día siguiente, efectivamente se juntó con su madre. 


Como en viejas épocas habían pasado horas hablando de
trivialidades, y de trabajo. Ella siempre estaba al día de lo que pasaba en la industria, y un poco se imaginó que no
quería ir directo al grano. Quería antes preparar el terreno.


Cuando empezaron a tocar los temas escabrosos, ella toleró y escuchó con paciencia, todo lo que su hijo tenía que decirle. Todo eso que se había estado guardando por años.


Su madre no se imaginaba ni por casualidad, todas las cosas que le habían pasado por la mente y el corazón cuando ella y Francisco se separaron.


Sentían como si fuera la primera vez que hablaban.


Se conectaron de una manera que no lo habían hecho antes, y se sentían más livianos.


Elizabeth estaba dispuesta a renunciar a todas las propiedades, incluyendo la cual que actualmente ocupaba. 


Pero él se había negado. No le interesaba ese dinero, en lo más mínimo.


Y no se trataba de una cuestión de orgullo, simplemente no le importaban lo suficiente. Para él no tenían el valor que su madre si les daba.


Lo único que le había pedido, de ahora en más, fue honestidad y un buen trato hacia su esposa y su familia. 


Ahora eran parte de su vida, y de la vida de su bebé. Le gustara o no.


Afortunadamente, la mujer entendía todo a la perfección, y estaba sobretodo agradecida por esta segunda oportunidad
que su hijo le estaba dando.


Para ser justos no era la segunda, era como la décima. Y ahora todos estarían más cómodos.


Con el tiempo fueron encontrando la mejor manera de relacionarse y volver a ser lo que eran.



****


Ese mes había pasado rápido.


Estaba ansiosa, y ya quedaba cada vez menos.


Su amigo Marcos había vuelto a Argentina, y ya definitivamente se había instalado a vivir con su pareja Coty.


No le gustaba la idea, y todos lo sabían, pero no podía decir mucho en frente de él, porque quería verlo feliz. Y en verdad lo parecía.


Hacía un par de noches que dormía sentada entre almohadones y Pedro ocupaba un rinconcito mínimo de la
cama sin quejarse.


Había leído que para esta época la futura mamá se ponía muy incómoda y empezaba la impaciencia por el parto, y
era tan cierto.


En preparto les habían enseñado todas las respiraciones, todas las posturas para tolerar las contracciones en ese momento, y por supuesto les habían dado una visita guiada por las salas de parto del sanatorio a donde se hacía atender.


Y no era que el miedo se le hubiera ido, eso seguro que no. 


Pero ya se había cansado de estar embarazada. Se sentía
pesada y muchas veces sofocada.


Era diciembre, y el calor no la estaba ayudando tampoco.


Su esposo le hacía masajes siempre, y podía ver que se desesperaba por hacerla sentir aunque sea un poquito mejor, pero no. No la estaba pasando bien.


Y para colmo, su casa ahora era como la terminal de ómnibus. Siempre llena de gente, que quería verla y quería
estar cerca porque se acercaba la fecha.


Su compañero Mateo había silbado abriendo mucho los ojos cuando la vio abrirle la puerta.


—Estas enorme. – y se tuvo que callar porque Pedro que estaba parado detrás de ella le hizo señas con el dedo
índice en los labios de que no le dijera nada.


—Andate a cagar. – respondió ella malhumorada.


—Bueno, pero ya no falta nada… en poquito tiempo vas a tener a tu bebita. – quiso sonreírle, pero ella seguía mirándolo mal.


—Sos un idiota. – dijo su amiga Ana, que había ido con él. —Estas hermosa, no le hagas caso. Mirá lo que te traje.


Le dio una bolsa con un libro.


Ella lo abrió curiosa.


Era el libro del bebé, pero en formato de un álbum de fotos.


—Es para que te canses de sacarle fotos y después se las muestres.


—Oww.. – abrazó a su amiga con lágrimas en los ojos. —Graaaacias.


—Ey, es de parte de los dos. – dijo Mateo abriendo los brazos para que lo abrazara también.


Se rió y secándose los ojos fue a abrazarlo a él también.


—Gorda y todo te quiero. Ves? – le dijo haciendo que todos se rieran.










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