Se había estado viendo con Elizabeth, y para su grata sorpresa se estaban llevando de maravilla.
De hecho, la estaba pasando bien.
Habían salido a comer afuera, a merendar, se habían hecho manicura y masajes. Sus programas eran siempre parecidos, pero le gustaba. Nunca le había prestado atención a esas cosas y estaba aprendiendo que le gustaba que la mimaran un poco.
Ese día en particular, su suegra la había llevado de compras.
Ya no podía seguir resistiéndose o iba a romper todos sus pantalones. Y pretendía seguir usándolos una vez hubiera bajado de peso.
La tienda a la que la llevó no se parecía en nada a lo que se había imaginado. Era elegante, enorme y sonaba música clásica. Le parecía de verdad increíble que allí fuera a
encontrar algo para ella, pero aparentemente se dedicaban al guardarropa de la embarazada.
Estaba en el probador mientras le pasaban una variedad enorme de jeans, camisetas, y vestidos que eran una belleza. Todos se amoldaban a la perfección sin hacer demasiado evidente su estado, pero acentuando los detalles
más bonitos.
Había un vestido que le gustaba más que los otros. Era un vestido azul, muy veraniego, con pequeñas florcitas,
con corte en la cintura pero con un detalle bajo el busto y escote en V.
Era conservador, pero se sentía femenina y hasta atractiva en él. Sus ojos resaltaban y con el rubor rosado que ahora tenía siempre, la favorecía horrores.
Y así siguió midiéndose hasta que sin darse cuenta había gastado dos sueldos de su trabajo en ropa.
Adelantándose a ella, Elizabeth le dio a la vendedora su tarjeta de crédito.
—No, Elizabeth. No puedo dejar que me pague todo! – se apuró a decir Paula.
—Es lo menos que puedo hacer. Esto no es nada. – la vendedora se la devolvió y la hizo firmar.
No había forma de decirle que no.
Cuando salieron, agregó.
—Apenas pueda hablar con mi hijo voy a devolverle las propiedades. Le voy a dar todo. – negó con la cabeza
avergonzada. —Eso es de ustedes.
—Nosotros no queremos… – la interrumpió.
—Mi padre, quería que eso fuera de él y su futura familia. No es mío. Por culpa de mi codicia, de mi avaricia, me quedé sola. – sonrió amargamente. — Por algo a mí no me dejó prácticamente nada de herencia. Lo sabía. Siempre supo como era.
—De verdad, no necesitamos el dinero. Estamos perfectamente bien. Más que eso. – dijo sonriéndole.
—Les corresponde, y pretendo devolverlo cuando pueda dialogar con Pedro.
Paula asintió y guardando las bolsas en el auto se despidió de la mujer.
Debía creerle todo lo que decía?
Parecía sincera.
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Básicamente la idea era que la productora se ampliara organizando desfiles a gran escala, como las que se
realizaban en las capitales de moda más importantes del mundo.
El sería el encargado del área, la cara visible. Y Eduardo el nexo que unía la productora de Europa con la suya. Era, casi una sociedad.
Significaría un cambio radical.
Algo ambicioso, pero si salía bien, serían líderes en el mercado.
Todavía no se hacía nada parecido en el país, y los nombres que aparecían en el proyecto tenían un peso que nadie
podría negar. Tendría que hacer una inversión. Algo razonable considerando las posibles ganancias que obtendrían si las marcas más importantes los contrataban.
Implicaba que él volviera a la pasarela, pero del lado de atrás. Sabía del tema, y lo entusiasmaba.
Cuando Eduardo fue a verlo, ya tenía el “si” dándole vueltas en la cabeza, pero tenía una pregunta fundamental que hacerle antes.
—Por qué a mí? – lo miró curioso. —Podrías haber ido a las mejores productoras, a las número 1. Incluso en Europa. Por qué acá? Por qué conmigo?
Eduardo le sonrió.
—Primero porque esta fue mi productora. Yo crecí y me formé acá. Fue siempre mi primera opción. Segundo porque sé como trabajas. Y tercero porque te debo más de lo que te
imaginas. – Pedro asintió. —Me imagino que cuando me recomendaste, tuviste tus razones. Querías estar a cargo de esta. Pero a mi me cambió la vida, y es mi manera de agradecerte, y de devolverte el favor. No tengo dudas de que vas a estar a la altura.
Se estrecharon las manos amistosamente y se pusieron a trazar ideas y pasos a seguir para lo que sería uno de los rumbos más arriesgados de su carrera profesional. Pero también más emocionantes.
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Se había quedado sorprendida al leer la propuesta y al ver como le brillaban los ojos a su esposo, sonrió.
Era algo bueno. Muy bueno.
—Vayamos a festejarlo. – le dijo tomándola de la cintura. —Salgamos a comer.
—Dale. – lo besó en la boca. —No me dejes repetir postre, por favor.
El se rio devolviéndole el beso.
Era la ocasión perfecta para usar su nuevo vestido azul. Se dejó el pelo con sus ondas naturales, y apenas se puso rimmel. Estaba contenta con su look. Dio una vuelta frente al espejo.
Mmm….apenas tuviera a su bebé, se pondría de nuevo el vestido, pero con tacones. Seguramente se vería mejor.
Salió a la sala en donde la estaba esperando su esposo. Se había quedado con la boca abierta. Extrañaba esa expresión. Sonrió con más ganas.
—Barbie, estas… – tomó una de sus manos y la miró de cerca. — Preciosa.
—Gracias mi amor. Vos estás precioso también. – de traje sin corbata, se veía guapísimo. Y si a eso le sumaba que con la terapia estaba comiendo sano y había vuelto a entrenar… estaba… muy bueno.
Buscando su boca la besó primero lentamente, rozando su nariz con la suya y después con más necesidad, tomándola
del rostro con ambas manos.
Gruñó por lo bajo tocándola, pegándose a ella. Podía sentir su cuerpo responder a ese beso.
A ella se le empezaba a acelerar la respiración y muy de a poco se fue apretando más a él. Ahora lo primero que lo tocaba era la panza, y ya estaban acostumbrados. Ya sabía como amoldarse a su nueva figura. Llevó una de sus manos sujetándole la cadera y casi de manera violenta retiró su pelo
suelto de su hombro y lo mordió. Las tiras del vestido cedían y cayendo lentamente, le descubrieron el corpiño de encaje azul marino que tenía debajo.
—Hmm… – dijo él apreciativamente mientras la miraba.
Pasó sus manos por su cintura, y arrastrándola la llevó a la habitación.
—Después pedimos algo. – le pidió al oído con la voz ronca. — Salimos a comer mañana. Si?
Ella asintió con los ojos cerrados disfrutando de cómo la tocaba sobre la tela de ese precioso vestido.
Se dejó llevar y una vez más los dos estaban perdidos en el otro.
Ayyyyyyyyyyy, qué lindos los 3 caps.
ResponderEliminarBuenisimos!!! Que amor!!!
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