martes, 29 de diciembre de 2015

CAPITULO 135




Apenas entraron al sanatorio, él hizo que se sentara en las butacas mientras hablaba con la secretaria de la recepción.


Enseguida los hicieron pasar a preparto, que era a esa hora la guardia de obstetricia que tenían de turno.


—Te vamos a poner esta cinta que se prende con abrojo. Adentro tiene tres transductores, para que escuchemos los
latidos del bebé y para que podamos ver como van las contracciones. Por favor cuando sientas una, decime. Si?


Aunque la enfermera tenía una voz dulce y tranquilizadora, ella estaba a punto de ponerse a gritar del susto.


Pedro la tenía apretada de la mano, y con una frialdad que le sorprendió respondía a todas las preguntas que le hacían. 


Ella no estaba en condiciones de hablar, estaba entrando en pánico.


—Mi nombre es Rocío. Esto que te estoy haciendo se llama monitoreo, y no duele ni te hace ningún mal ni a vos ni al
bebé. – le palpó la panza pensativa. — Tratá de relajarte lo más que puedas, mamá. – le sonrió.


Estaría muy mal visto morder a una enfermera?– pensó mientras se obligaba a respirar más lento.


—No me parece que estés en trabajo de parto. – leyó la tira de papel que arrojaba el aparato. Como una especie de electrocardiograma. —Son contracciones Braxton Hicks.


Pedro a su lado suspiró aliviado.


—Qué cosa? – preguntó ella.


—Son contracciones uterinas esporádicas. Son comunes en este periodo del embarazo. Puede que se vuelvan algo más dolorosas con el tiempo, pero no es nada de que preocuparse. – le sacó los aparatos. — Cuando las sientas recostate de costado y descansa. Si después de un rato ves que no paran o tenés otros síntomas, ahí si. Venite apenas puedas.


—Como los músculos y el útero se preparan para el parto. – dijo su esposo tranquilo.


Ella casi se ahoga con la risa.


—Y vos cómo sabés? Tuviste muchas de estas? – le dijo levantando una ceja.


—Estuve leyendo. – contestó con una sonrisa contagiosa.


—Así es. – dijo Rocío mirándolo hipnotizada. —El señor está muy bien informado. – le sonrió mirando para otro lado, tímidamente.


Lo único que le faltaba.


Se cubrió la panza con la remera y clavándole los ojos a la enfermera coqueta se levantó casi de golpe.


El, que veía como Paula la miraba, y estaba intuyendo lo que pensaba, la tomó delicadamente de la cintura y le dio un besito en la cabeza.


—Vamos, mi amor. Tenés que descansar. – y la alejó antes de que soltara alguna maldición por culpa de sus hormonas.


Pero una vez en el auto, empezó a putear.


—Ha! Pero que le pasa a la idiota esa! – tiraba del cinturón queriéndoselo abrochar y sin lograrlo. —Te hacía ojitos!


El sonrió y sin contestarle le ayudó. Sabía que se le pasaría en segundos, y si decía algo sería usado en su contra de todas formas.


—O sea, la mina te ve que estás con tu mujer… embarazada! – hizo énfasis en la palabra señalándose. —
Cómo se puede ser tan puta?!


El estaba haciendo un esfuerzo grande para no reírse. 


Apretaba los labios y procuraba no mirarla.


—Te ve el anillo en el dedo. Porque te lo vio, Pedro. – resopló. —En frente mío encima!! – murmuró entre dientes… —Atorranta…


El la miró y cuando llegó a un semáforo le tomó una mano besándole los nudillos.


—Pero no hay forma que me fije en nadie más. – sonrió. —Así que si quiere mirar, que mire.


Sonrió más tranquila.


—Sos la más bonita, Barbie. Y esa pancita te hace más bonita todavía.


—Estoy como un tanque, pero gracias. – rió.


—Vos sabés que a mi me gustan tus curvas. – le guiñó un ojo. —O te quedan dudas?


Sonrió sonrojada.


—Cuándo leíste sobre las contracciones braxton…como sea que se llamen?


—En internet más que nada. Pero puede que tenga algún libro o revista… – se frenó cuando vio que ella se reía.


—O no.


—Y qué? Te escondes para leer? Por qué no me dijiste? – le preguntó riendo.


—Por eso. – la señaló mientras ella trataba de controlar las risas. —Los tengo en la oficina.


Más risas. El sonreía. Era imposible no contagiarse de su risa infecciosa.


—Bueno, traelos a casa. Yo también quiero enterarme esas cosas. – y esperando el próximo semáforo, lo tomó por la ropa y lo atrajo para darle un beso largo y profundo. —Te amo.


El sonrió y le devolvió el beso con el mismo entusiasmo y fueron a casa a descansar.



****


Unos días más tarde, por la productora apareció alguien que no se esperaban.


Todos lo habían recibido afectuosamente y le preguntaban si había ido para quedarse, pero él solo dijo que venía de visitas.


Entro a su oficina y sorprendiéndolo lo saludó.


—Pedro – sonrió. —Cómo estás?


Se levantó y le aceptó la mano que el otro le tendía.


—Eduardo! Tanto tiempo… Cómo estás?


—No tan bien como vos. Me enteré que te casaste, felicitaciones.


—Gracias. Estamos muy contentos.


—Felicitaciones por el bebé también.


—Bueno, muchas gracias. – sonrió. —Sentate, por favor. – era raro estar ofreciendo asiento a quien antes ocupaba su lugar del otro lado del escritorio.


—Gracias, pero no me quedo mucho tiempo. Tengo una propuesta para hacerte. – le pasó una carpeta.—Quiero
que lo evalúes. Confío en tu criterio.


—Bueno… eh… – no sabía que decirle.


—Mañana a esta hora paso a verte. Tenemos tiempo para decidir, pero quiero saber tu opinión. Estoy ansioso.


Asintió mecánicamente.


Eduardo estaba a punto de salir, pero se frenó de golpe y se dio vuelta apenas.


—Cómo está Paula? – la pregunta lo ponía nervioso. Era obvio que él había tenido un interés por su esposa.


—Bien. Un poco molesta con el embarazo, pero bien. Si todo sale como pretende, termina de cursar en noviembre. Quiere recibirse en marzo. Estuvo trabajando como modelo, pero
también hizo unas producciones para Harper's.


—Si, estuve siguiendo su trabajo. – se corrigió rápidamente. —Llegaron muchas noticias a mi productora.


Eso lo hizo sentir orgulloso. Se sabía de ella, y de a poco estaba recibiendo el reconocimiento que se merecía. Tenía planes. Crecería en su trabajo.


Sonriendo se despidieron hasta el día siguiente.



****

Había recibido por correo un ejemplar de la revista Harper's con una nota firmada de la misma Amanda, felicitándola por el trabajo y deseándole lo mejor para su pequeña.


Las fotos la dejaron sin palabras.


Estaba acompañada de una nota muy breve que habían accedido dar, y en donde solo se hablaba de temas
placenteros, como la infancia de ambos y esas cosas.


Pero sin dudas, las imágenes estaban el punto fuerte. Se los veía tan bien, tan enamorados, tan… emocionados. 


Parecían una pareja feliz esperando la llegada de su hija con
alegría.


Sus manos se unían en todas las tomas, y en especial había una, que traía lágrimas a sus ojos.


Estaban los dos parados y él abrazándola por atrás tenía sus manos tomadas, y a la vez apoyadas sobre su panza. Esa conexión, esa unión. Las abrazaba a las dos.


Las protegía a las dos.


Eran una familia.







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