viernes, 1 de enero de 2016

CAPITULO FINAL




Los invitados estaban llegando y su departamento estaba lleno de gente como en otras épocas. Aunque ahora era
para una fiesta totalmente diferente a las que solía dar. En esta había un payaso inflando globos en un costado y un
escenario de títeres.


Y en vez de modelos borrachos y productores, fotógrafos y gente del ambiente estaba su familia, los compañeritos de la salita rosa de la guardería de Eva, y sus papás.


Si alguien se lo contaba algunos años atrás, probablemente se hubiera reído, hubiera llorado, o quien sabe..


Hubiera huído a una isla perdida en el Caribe lejos de todo y todos.


Y como se hubiera arrepentido.


Ahí estaba la razón por la que había cambiado su vida. La mamá más hermosa que había visto, y a medida que veía su relación con la pequeña, también la más buena y más paciente. Su mujer.


Le sonrió.


Lo que tenían no dejaba de crecer día tras día, pero con cada pequeño gesto era como estar conociéndola todavía. 


Descubriendo siempre algo nuevo.


Habían llegado a una instancia de la relación en la que no solo podían decirse literalmente todo, si no que no tenían necesidad de hacerlo.


Y si en algún momento había pensado que se había apurado, y que se habían casado muy pronto, ahora eso le
parecía ridículo.


En todo caso, se arrepentía de no haberla conocido antes.


Su pulso todavía saltaba cada vez que ella le sonreía y se volvía loco con sus besos como el primer día.


Y a su lado, sentada en su sillita estaba la razón por la que vivía diariamente. Otra de la cosas que nunca habría creído posible. Llegar a amar tanto a una persona de manera instintiva.


Desde el fondo de su corazón y de manera totalmente incondicional. Un amor por el que no dudaría en dar su
vida para cuidar.


No había nada que fuera imposible para ella. Se iba a asegurar de eso.


Eva se reía y hablaba en su idioma complicado con consonantes raras que ella se inventaba y los conquistaba a
todos.


Era la princesa de la casa.


Ahora tenía el pelo lacio y dorado largo hasta los hombros, y unos ojos azules enormes y expresivos que los mataban de amor. Le habían puesto un vestido lila, que era su color favorito, pero teniendo en cuenta que uno de sus regalos era un disfraz de Barbie mariposa, sabía que no le iba a durar.


Ella lo miró devolviéndole la sonrisa y con toda la alegría del mundo estiró los brazos.


—Papiiiii. – dijo con su vocecita dulce y graciosa.


—Hola mi amor. – la abrazó con fuerza haciéndola casi volar en círculos.


Para sus recién estrenados dos añitos, Eva caminaba y hablaba casi perfecto. Había dejado los pañales y ahora tomaba en taza como una nena grande. Su mejor amiga se llamaba Victoria, su programa favorito en la tele era La Doctora Juguetes, le encantaba el puré que le preparaba su mami y una de las cosas que más le gustaba hacer era tocar el piano con su papi.


Su esposa siempre lloraba cuando los veía, pero no la juzgaba, él también se emocionaba a veces.


Además ella ahora tenía un permiso especial para estar sensible.


Dejando a la pequeña para que vuelva a jugar con sus amiguitas, se acercó a Pau por detrás y apoyó las manos en su panza con cariño.


—Hola, Barbie. – le besó el cuello. —Cómo anda el hermanito de la cumpleañera?


—O hermanita. – acotó. —Puede ser otra nena. – puso una mano encima de la de él y lo besó con ternura.


—Es un varón, ya vas a ver.


—Si no es un varón vas a querer tener más hasta que toque, no?


Los dos se rieron.


—Por lo menos uno más. – besó su oreja.


—Voy a ser un elefante, Pedro. – dijo entre risas.


El puso los ojos en blanco y le tapó la boca con un beso. —Te amo. – le dijo sin despegar sus labios de lugar.



****


Se abrazó a su cintura mientras observaba a su alrededor. 


No solo su vida y la de Pedro había cambiado.


Nico y Flor hacía más de dos años que estaban en una relación y vivían juntos, pero no tenían intenciones todavía de formalizar. Les daba un poco de alergia escuchar las palabras novios, boda, casamiento. Huían despavoridos.


Y los más gracioso era que sin estarlo, vivían como una pareja casada.


Mateo y Ana estaban muy enamorados y ya iban camino a su segundo aniversario de matrimonio. A decir verdad, nadie daba ni dos pesos por esa pareja, pero ahí estaban. El
llevaba 2 años insistiéndole para tener un bebé, y según su amiga le había contado, recién ahora estaba empezando a dar el brazo a torcer, así que no se sorprendería cuando cualquiera de esos días ella fuera con la noticia de que
estaba embarazada.


Elizabeth, que vivía en Londres, ahora venía varias veces al año para visitar a su nieta y como no, a traerle todo tipo de regalos lujosos desde Europa. En sus cortos 2 años de vida,
superaba su guardarropas por lejos. Eso sin tener en cuenta que su padre, otro fanático de la moda estaba pendiente de
que Eva tuviera lo mejor, antes que nadie.


Francisco estaba feliz trabajando para la productora y más ahora, que había crecido considerablemente y él había
sido parte de ese proceso. Se sentía orgulloso de su hijo y de su nuera.


Producciones N, tal y como lo habían predicho, era una de las más importantes del país. Asociada con la productora en Europa, con Eduardo como su representante se encargaban de los eventos de moda más importantes del país, y de movidas innovadoras que apoyaban a diseñadores nuevos, nuevas modelos y marcas emergentes con gran proyección a futuro.


Y para las empresas que ya estaban más consolidadas y diseñadores con una trayectoria en el ambiente brindaban un
servicio totalmente diferente a lo que se conocía en Argentina. Desfiles de nivel internacional, con la última tecnología y personal especializado específicamente para cada tarea.



Si seguían así, no sería solo la productora la que crecería, si no toda la moda Argentina, posicionándose de otra manera en Latinoamérica, y por qué no, en algunos años más, a las ya conocidas capitales Paris, Nueva York, Milán y Londres. Porque ellos habían tomado la iniciativa, pero muchos se habían sumado y cada vez había más empresas como la de ellos haciendo un trabajo profesional y de calidad.


Habían contado, por supuesto con el apoyo de Amanda, que desde su influencia en las principales revistas, había logrado brindarles apoyo y contactos útiles. Además, no se le
pasaba por alto el detalle de que ella y Cat se habían estado viendo mucho este último tiempo.


Estaba casi segura de que estaban saliendo.


Hacían una linda pareja después de todo. Las dos pelirrojas, bellísimas de miradas intensas y personalidades interesantes. Amanda era segura, sofisticada y sumamente dominante.
Mientras que Cat era más práctica, directa y muy compañera.


Y por último estaba su amigo Marcos. Que en esa oportunidad había ido acompañado con la chica con la que salía. Desde que había roto con Coty había saltado de relación en relación sin encontrar realmente una que le durara en el tiempo.


Tampoco es que estaba amargado y sufría por los rincones. 


Estaba pasándola muy bien. Nunca estaba solo por mucho tiempo, y al estar soltero era siempre uno de los futbolistas votados entre los más lindos en los sitios de internet.


A él no le importaba para nada, pero disfrutaba los efectos secundarios de esa fama.


Mujeres. Muchísimas. Y ni siquiera tenía que estar buscándolas, aparecían de debajo de las piedras todo el tiempo.


Por su parte, podía decir que aunque estuviera constantemente tapada de trabajo, y ocupada con la nena y su nuevo embarazo, estaba encontrando un equilibrio para no volverse loca.


Hacía lo que a ella le gustaba. Era el trabajo de sus sueños y no lo hubiera cambiado por ningún otro.


Se había casado con el hombre de sus sueños y cada día la hacía más feliz.


Estaban formando su familia.


Con la hermosa Eva, y ese hermanito o hermanita que veía en camino la vida les hacía cambiado y probablemente les cambiaría cien veces más.


Pero por fin podía decir que había echado raíces y había dejado atrás fantasmas del pasado.


Se movió para mirarlo a los ojos y devolviéndole la sonrisa le respondió.


—Yo te amo más.








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