viernes, 18 de diciembre de 2015

CAPITULO 99




Con solo algunos días para la boda, quedaban muchas cosas por hacer.


Había ido a la estancia en donde se celebraría, para recibir a los familiares de ambos lados de la pareja y dejarlos
bien instalados para que disfrutaran de unos días de relajación, tranquilidad, de spa… mmm… a él también le hubieran venido bien.


Todavía tenía que ir a buscar su traje, pero mirando el reloj, decidió que lo que en realidad quería era estar con Paula.


Así que llamó a su sastre y le dijo que iría al día siguiente.


Apenas entró se percató del delicioso olor a comida, y la encontró ocupada probando lo que preparaba.


—Hola mi amor. – le dijo tomándola de la cintura por detrás y
besándole el cuello.


—Hola hermoso. – le contestó devolviéndole los besos.


Tenía los ojos rojos. Había estado llorando. Frunció el ceño.


—Qué pasa?


—Nada. Estoy un poco emocionada. Ya faltan pocos días y… – pero no pudo sostener la mentira que estaba a punto de decirle. Un par de lágrimas asomaban por sus ojos y eso
fue suficiente para que su estómago se fuera al piso. Odiaba verla así.


—Hoy fui a lo de tu mamá. Me citó para que charlemos. – dijo lo último de manera irónica.


—Paula, por qué no me dijiste? Qué te dijo? Ya mismo la llamo para ponerla en su lugar. No voy a dejar que te… –
pero ella lo interrumpió negando con la cabeza.


—Esto es bastante más complicado. Sentate y te cuento.


Se había quedado mudo. No tenía palabras, ni siquiera para consolar a su novia, que estaba llorando desesperada sin saber que hacer. Su madre no tenía límites, no tenía escrúpulos.


Pero tenía que ser más inteligente, no se podía dejar llevar por la ira o la impotencia. Sentimientos que ella nunca
demostraba. Se iba a mostrar con la misma frialdad que la misma Elizabeth.


Y le iba a ganar.


En su mente ya habían empezado a formarse las ideas que lo llevarían a frenar a su madre, de una vez y para siempre.


—Paula. – le dijo mientras secaba sus lágrimas y le besaba las mejillas. — Voy a necesitar que me ayudes. No podemos dejar que gane. La boda sigue en pie.


—Pero toda esa gente, Pedro. Tu papá…


—Yo mismo me voy a encargar de que no les pase nada. Las maniobras que tiene planeadas, aun si las aprobara todo
el directorio, podrían llevar meses. – la abrazó. —Confiá en mí.


Ella asintió.


—Ahora pensemos en nosotros. Prometeme que no te vas a preocupar por esto. No quiero que arruine nuestro día.


Ella sonrió tímidamente, secándose las lágrimas.


La abrazó con fuerza y buscó sus labios para darle un beso.



****


Le había prometido a Pedro que no se iba a preocupar por Elizabeth, pero no se le hacía nada fácil. Confiaba en que encontraría una manera de solucionarlo, pero de todas formas, no podía evitarlo.


Al otro día vio como su teléfono sonaba. Se le había cumplido el plazo para tomar una decisión. Miró el número
de su suegra, pero siguiendo el consejo de Pedro, no se lo atendió.


Seguramente estaba furiosa. Y ella temía por lo que pudiera hacer en ese estado. No quería que se vengara utilizando gente inocente que no tenía nada que ver.


Sonó un bip de su celular. Tenía un mensaje.


De ella.


Solamente ponía.
“Espero no te arrepientas”.


Le dieron ganas de revolear el aparato y estrellarlo contra alguna pared.


No.


Le había prometido a su novio que no se preocuparía. Ya habría tiempo de solucionarlo todo después.


Suspiró y siguió preparando la valija para la luna de miel.


Como la boda iba a ser de día, y requería que todos viajaran horas para llegar a la estancia, habían decidido hacer las respectivas despedidas de solteros dos días antes. Distinto a lo que se solía acostumbrar.


Pedro se juntaba con sus amigos modelos y Nico en un bar para comer y tomar para después irse a vaya a saber Dios donde. No quería saberlo.


Y ella ahora se estaba preparando para juntarse con Flor, para después encontrarse con sus amigas modelos, y
Anabela.


Sus planes eran bastante parecidos, aunque les había hecho prometer que nada de strippers, ni nada de ese estilo.


Aunque ella podía ser una, con la ropa que la habían obligado a vestir.


Una minifalda ínfima, negra de cuero, con botas altas y una remera que decía: “Despedida de soltera” en letras brillantes. Literalmente brillaban. Todo esto acompañado claro, por una vincha de cuernitos rojos en el cabello. Sin dudas lo más horrible que se había puesto.


Y ahora tenía que salir a la calle así. Estaba mortificada. Si no empezaba a tomar ya mismo, la iba a pasar mal.


Por lo menos la consolaba que todas sus amigas vestirían algo similar.


Cuando apareció en la sala, después de haberse encerrado en el vestidor por media hora sin querer salir, Pedro abrió los ojos como platos.


Fue un segundo. Y luego por poco se cae de la silla por culpa de las carcajadas.


Ella lo señaló con mala cara.


—Shh! No quiero que digas nada. – lo fulminó con la mirada.


El hizo como si se cerrara la boca con un cierre y tratando de contener la risa, le ofreció una copa de algo que estaba tomando.


—Gracias, me viene perfecto. – lo vació de un solo trago. Mierda. Qué era Whisky?, pensó cuando toda su garganta
se prendió fuego. Tosiendo un poco fue a servirse más.


—Ey despacio, Barbie. Así no vas a llegar ni a lo de Flor.


—No te hagas drama que les dije que me vinieran a buscar. Asi que no manejo. Salud! – le dijo levantando su copa.


—Salud. – contestó Pedro devolviéndole el gesto.


Quemaba.


El se levantó y recogiendo la cámara, le dijo:
—Necesito una foto de este momento.


Después de un par de fotos y copas más, cada uno partió a su despedida.


Para su sorpresa, no se había emborrachado. Festejó con sus amigas toda la noche de boliche en boliche, sacándose fotos con todo el mundo.


Incluso le habían dejado números de teléfono en el escote. 


Se rió. Todo eso había sido idea de Flor. Pero dentro de
todo, podía decir que se había portado muy juiciosa.


Ahora, su novio, era otra cosa.


Cuando se levantó la mañana siguiente y no lo vió en la cama se asustó.


Se fue corriendo y lo encontró en el piso, cerca de la puerta con un cartel en la frente que decía “pesa mucho”. Se rió.


Le habían dibujado en la cara unas cuantas cosas antes de pegarle el dichoso cartelito.


Oh… ella necesitaba una foto de ese momento.


Entre risas, le sacó un par antes de moverlo apenas para despertarlo y que siguiera durmiendo en la cama.


No iba a poder levantarlo, realmente pesaba mucho. Le dio besos en los labios. Apestaban a alcohol.


Pobrecillo.


El frunció el ceño y gruñó con un gesto de dolor mientras se negaba a cooperar.


—Buen día, mi amor. Por qué no vas a dormir a la cama? – le dijo.


—No puedo. – le contestó con los ojos cerrados.


—Te sentís muy mal, no?


—Noche larga. – le dijo asintiendo.


—Parate y yo te ayudo a acostarte.


Entreabrió un ojo y la miró con una media sonrisa.


—Y te quedás un ratito a cuidarme?


Paula se rió.


—Vamos, Ken.


Apenas apoyó la cabeza en la almohada, se desmayó. 


Estuvo fuera de combate por horas. Recién había
empezado a dar señales de vida a la tarde.


Ella había aprovechado para hacer todo lo que quedaba pendiente. Su vestido ya estaba camino a la estancia.


La idea es que Pedro no lo viera hasta ese momento.


Las valijas para la luna de miel estaban listas. Ya estaba todo listo.


Sonrió.


Prendió el equipo, y mientras bailaba y cantaba las canciones de la radio que tanto le gustaba, se puso a
cocinar la cena.








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