viernes, 18 de diciembre de 2015

CAPITULO 100




Era temprano cuando abrió los ojos. Tal vez la ansiedad no la dejaba dormir más. Se fijó a su lado y Pedro ya no estaba. 


Se había ido antes para arreglarlo todo. Además no se suponía que llegaran juntos.


Antes de irse le había dejado una nota.



“Me quedaría mirándote dormir
todo el día porque sos hermosa, pero
me tengo que casar, Barbie.
Estoy contando los minutos, los
segundos…Y la próxima vez que te vea
vas a ser mi mujer.
Te amo. P. (Ken.)”


Se rió. Hasta cuando estaba muerto de nervios era adorable.


Sería una boda de día, y la celebración se prolongaría el resto de la tarde y cerraría a la noche, con una cena para quienes quisieran quedarse.


A medianoche partía el vuelo a París. Su corazón se agitaba violento.


Esto se estaba volviendo más real a medida que pasaban los minutos.


Su boda.


Su padre la tenía que ir a buscar a las 9, pero no llegaba. Se preocupó. Le habría pasado algo? Tampoco estaba
contestando su celular.


Justo cuando estaba por empezar a desesperarse su celular sonó. Pedro.


—Hola Barbie. Te llamo para decirte que hubo un pequeño cambio de planes y Luis no te va a ir a buscar. Preparate que ya mandé el remplazo.


—Por qué? Le pasó algo? – dijo casi gritando.


—Nada. Es una sorpresa. Te amo. – y cortó.


No tuvo tiempo ni de pensar en que había querido decir, cuando el timbre empezó a sonar.


Un chofer le decía que su auto estaba listo. Le había mandado un remis? Esa era la sorpresa?


Se rió.


Bajó y cuando lo vio, por poco no deja sordo al portero que estaba en la recepción.


Su amigo Marcos, vestido impecablemente de traje y corbata la saludaba con una mano mientras la apuraba señalando el reloj.


Abrió la puerta de edificio y se colgó a su cuello abrazándolo.


—Rubia. – le dijo al oído. —Te extrañé.


—Yo también, morocho.


El la sujetó con fuerza un rato antes de decirle.


—No vengo a raptarte para que te escapes conmigo. – le dijo entre risas. —Te tengo que llevar ya a la estancia
para que empieces a prepararte.


—Pensé que no ibas a venir. – ya tenía los ojos llenos de lágrimas.


El sonrió y le dio un beso en cada mejilla.


—No empieces a llorar, rubia. O lloramos los dos.


Se rieron.


—Por hoy tengo permitido llorar todo lo que quiera. – le dijo levantando el mentón.


—Flor me dijo que si te hacía llorar me pateaba el culo.


Vale se rió.


—Todos sabían que venías?


Pedro me habló por teléfono. Arreglamos las cosas, casi. – miró para otro lado. —El quiere lo mismo que yo. Que seas feliz. – se encogió de hombros. —Llegué anoche a Buenos Aires, y me junté con Flor y Nico.


Otra cascada de lágrimas.


—Vamos mejor. Si llegas tarde y encima llorando, me van a patear entre todos.


Se rió y se subió al auto con su amigo.


Su mejor amigo. Quien había dejado de lado todo por estar ese día con ella.


Ahora todo era perfecto.


Llegaron a la estancia, y Marcos la dejó en las habitaciones donde estaban las otras mujeres maquillándose y peinándose. Se despidió de ella con un rápido beso, deseándole suerte.


Respiró profundo y se sentó.


Habían pasado 15 minutos, tal vez había sido media hora, o 3 días. No lo sabía. Tenía un equipo de personas trabajando sobre su cabello y rostro a toda velocidad, pero ella estaba tan en su mundo que parecía que el tiempo se negaba a avanzar.


Su amiga Flor le había llevado una copa para olvidar un poco los nervios, pero había sido inútil. Estaba que
caminaba por las paredes.


Su madre, había ido a verla, solo para acabar hecha un mar de lágrimas.


Suspiró profundo. Si a ella se le ocurría llorar, se arruinaría tanto trabajo que tenía en el maquillaje.


Anabela había ido con su cámara y había tomado fotos de todo. Estaba feliz de poder retratar hasta el último detalle.


Cuando le dijeron que era hora, sentía las piernas de gelatina. Sus manos hormigueaban y su garganta estaba seca.


Su padre fue a buscarla para llevarla al altar y la emoción que vio en sus ojos por poco la quiebra al medio.


La abrazó con delicadeza de no despeinarla y le dijo palabras dulces al oído.


Su corazón se estrujaba. Cuando le permitieran llorar, iba a hacerlo por tres días seguidos. Notando su estado de
ánimo, otra de sus amigas modelos, le tendió una nueva copa para que bajara el nudo de la garganta.


Respiró hondo y se miró al espejo.


Nunca en su vida se había visto así de bella.


El vestido era un Vera Wang de un blanco puro que iba perfecto con su piel clara. Tenía un trabajo de bordados y
encajes en la parte superior, y en la inferior, caía con movimiento. Era delicado, femenino y vintage.


Exactamente como ella lo quería.


En el escote tenía un pequeño bordado en tules, que se extendía por toda su espalda hasta la cadera prácticamente, que la hacía lucir como una princesa.


La habían maquillado con el cabello sujeto en lo que parecía un rodete, para luego soltarlo y que cayera libre en suaves ondas que brillaban claritas. Una idea que había tenido Fabi,
su peluquero. Ahora que empezaba el verano, y por el color que había elegido para el vestido, se había aclarado unos
tonos su cabello ya rubio.


El maquillaje era fino y sutil con apenas algunos acentos de color, como las pestañas oscuras y las mejillas rosadas, que iban perfectamente a tono de las flores del ramo. Sus flores. 


Las del puente.


Se agarró al brazo de su padre Luis, y fue en busca de Pedro. La música sonaba de fondo, era tal vez una melodía en el piano, de la banda que habían contratado, pero no podía prestar atención.


Ni al decorado de la estancia, que olía al perfume de centenares de flores, ni a todos los invitados que habían
viajado para verlos. No le importaba nada.


El nudo de su estómago se iba desatando a medida que caminaba. Y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando lo
vio.


El le sonrió y le hizo un discreto gesto con la mano saludándola, que hizo reír a más de uno. Y ella no pudo más
que saludarlo también entre risas.


Estaba hermoso. Mucho más que cualquiera de las otras veces en que se había quedado impresionada por ser
quien estaba a su lado.


Su esmoquin era de color gris oscuro de tres piezas que le quedaban perfectas con el vestido que ella había elegido. 


Fue la primera vez que se sintió a tono con él.


Tomó su mano y todo tuvo sentido.


Lo que sintió cuando sus dedos se entrelazaron, para ella fue más definitivo que todo lo que siguió.


Intercambiaron anillos, dijeron sus votos, dieron el Si para todos los asistentes, porque para ellos eran solo
formalidades.


Cuando la besó, sintió que una etapa de su vida se había terminado, dando paso a una nueva. Una mucho mejor, llena de posibilidades, llena de momentos felices, llenas de amor. 


En donde se prometían amarse para siempre.


Se abrazaron apenas después del beso y todos aplaudieron.


Aprovechando ese momento de intimidad en que nadie podía escucharlos, Pedro le dijo.


—Te amo, Barbie. – volvió a besarla.


—Yo te amo más. – respondió ella con los ojos húmedos.


La gente empezaba a amontonarse a su alrededor para felicitarlos, pero ellos todavía no se soltaban. Hubiera querido prolongar ese momento para siempre.


Pero no pudieron. Los padres de Paula la abrazaron por la cintura, y Francisco y los amigos modelos de Pedro lo arrancaron de su abrazo entre gritos y palmadas en la espalda que sacudieron a su pobre y reciente esposo.


Después de eso se había pasado de brazo en brazo saludando a todos los asistentes, y haciéndose tantas fotos
como podía.



****


Todo el mundo parecía querer felicitarlo, y tenía palabras cariñosas, pero la verdad es que él solo quería volver a los brazos de Paula.


Si hubiera sido por él los echaba a patadas a todos para poder estar solo con su esposa.


Bueno, al menos faltaban un par de horas para irse bien lejos con ella por tres semanas en las que solo sería suya.


Era el primero de sus amigos que se casaba, así que todo el mundo estaba loco. Si para muestra estaba la despedida de soltero que le habían hecho dos días antes. Por Dios. Solo se alegraba de que conociéndolos, podría haber sido mil veces peor.


No se le había pasado por alto que su madre no había asistido. Quizá sería mejor así.


Después de cómo había amenazado a Paula, y de sus intenciones de destruir a su padre por dinero, no quería volver a tener nada que ver con ella.


No era vengativo. No pensaba tomar ninguna medida en su contra, aunque haría lo posible por ayudar a su padre y a todos los empleados de esa empresa. Estaba cansado, decepcionado y muy aliviado de haber cortado con toda esa mierda.


Miró hacia donde Francisco, hablaba animado de fútbol con Marcos y Nico, mientras Flor y Paula bailaban. Esa era
su familia ahora. Sonrió.











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