martes, 15 de diciembre de 2015

CAPITULO 89




Al cabo de unos minutos, estaban sentados en la mesa, que Pedro había arreglado de marera tan romántica,
comiendo pizza. Era hasta gracioso. La cocina había quedado hecha un desastre.


Después de mucho luchar, y entre risas, habían podido despegar lo que quedaba del pollo de la fuente, y habían abierto todas las ventanas para poder respirar.


Aun así, estar ahí con él, en su casa.


La casa que ahora compartían, a la luz de las velas, rodeados de las mismas flores que habían visto nacer y crecer su amor. Era uno de los momentos más hermosos que había vivido. Era perfecto.


—Me parece que es mejor que hablemos. Así ya lo dejamos atrás. – le dijo Paula.


—Queres empezar vos? – le preguntó él.


—Si. – le contestó. —Hablé con Marcos, y él entendió todo. Yo también lo entendí. No es que haya estado esperando que lo nuestro se arruinara, solamente no quería soltar a mi amigo, porque durante esos meses…fue quien me dio la seguridad que me faltaba, quien me sujetó. Tenía miedo.


Tomó aire y siguió hablando.


—Fui muy injusta con vos. Nunca me diste motivos reales para ser tan desconfiada. Supongo que caí en los viejos hábitos, y creo que inconscientemente espero que …todos
los hombres resulten siendo como David. Pero eso es culpa mía.


Se estaba haciendo lío. El la miraba atento. Esperando su turno para hablar.


Así que dejó de irse por las ramas y le dijo lo que había ido a decirle.


—Lo importante es que confío en vos, Pedro. Se que no me vas a engañar. Se que me queres, y se que lo que tenemos vale la pena, como para que nada más importe. Quiero que estemos bien. Quiero vivir con vos, y volver a como estábamos.


Le sonrió.


—Me hace muy bien escuchar todo eso. – le dijo asintiendo. —Es un poco tarde, pero quería pedirte disculpas por la última pelea. Estuve muy mal, y si no te lo dije antes, fue porque quería respetar tu espacio.


Ella asintió.


—Me parece bien que hayas hablado con Marcos, y que eso haya quedado atrás. Se que lo querés, y que van a seguir siendo amigos. Me hice a la idea de eso, hace un tiempo ya. – se encogió de hombros. —Y hay algo que tengo que
contarte.


Se puso visiblemente más nervioso.


Se acomodó en la silla y se empezó a apretar las manos. 


Era algo malo, a juzgar por como fruncía el ceño.


—En el tiempo que estuvimos… separados…recibí un llamado de Rebeca. Nos vimos un par de veces. – le dijo
despacio, midiendo su reacción.


Si. Era definitivamente malo. Se aguantó las ganas de gritarle que tenía, y lo dejó continuar. En parte porque le
había prometido cambiar, y en parte porque simplemente no sabía que decir.


Esa chica era la culpable de que hubieran terminado. Todos los meses de sufrimiento. Era manipuladora, mentirosa, y les había hecho mucho mal.


Cómo podía seguir hablando con ella? Y lo que era peor. Viéndola.


Qué es lo que todavía no le contaba?


Estaba ansioso. No la miraba a los ojos.


Había algo más.


Un frío había recorrido su espalda y se había instalado en su estómago, que ahora estaba hecho piedra.


—Cuando dejó de trabajar para la agencia se quedó sin nada. Todos los contactos que tenía en Argentina, los
había hecho gracias a mí. Y cuando yo la eché… – dijo mirando hacia abajo angustiado. Se sentía mal por ella! —
Necesitaba mi ayuda. Tiene problemas familiares y no puede volver a Londres tampoco.


Paula asintió lentamente, como una autómata. No pensaba en nada, tenía el cerebro frito. El seguía hablando.


—En fin. Es ahí a donde estuve yendo todos estos días. A la agencia. Le estuve dando una mano para que volviera a la normalidad.


Todos esos días en los que no habían estado juntos. Se había ido con Rebeca. Le dolía la panza.


—No quiero que pienses que siento cosas por ella. Lo hice por la amistad que alguna vez nos unió, porque la conozco desde que somos chicos, y por su hermanita. – Ella seguía asintiendo, aunque entendía la mitad de las cosas.


Tomó aire, la miró y se apoyó con los codos en la mesa.


—Y pasó algo. Si te lo cuento es porque no significó nada para mí, y porque no quiero tener secretos con vos, Paula. – Nauseas. Sentía nauseas. Qué había pasado? — Estaba un poco emocionada, porque la había ayudado, y fue todo un malentendido. Nos besamos.
Fue nada…en realidad ella me besó. Yo no la frené, hasta después de que me di cuenta de lo que hacía.


No sabía que la perturbaba más de todo el asunto. El beso en si, o que haya estado viéndola sin decirle, todos esos
días. Había querido ayudarla, y de alguna manera se había alejado de la productora, de ella, para estar en la agencia.


Con Rebeca, nada menos.


Los ojos empezaron a picarle y cada vez le costaba más respirar. Se ahogaba, necesitaba salir de ahí. El corazón le latía desbocado. Se paró, haciendo ruido sin querer con las silla, y se encaminó a la puerta.


El la frenó sujetándole una mano.


—Paula, espera por favor. Fue un momento de debilidad. De distracción. – se corrigió. —Yo no quería besarla, ni que me besara. Estuvo mal, le dejé claro que no quería que se acercara más a mi, ni a vos.


—En qué estabas pensando? La ayudaste, pero…para qué tenías que verla todos los días? Pasar tanto tiempo con ella… Días en los que nosotros no estábamos bien.
Apenas me voy, te vas con ella? Te sigue gustando? Estas confundido? La trajiste acá? – decía al borde de las lágrimas.


Su cabeza y su boca iban a una velocidad vertiginosa. Todo lo que se le había atorado en la garganta y no la dejaba respirar estaba saliendo a borbotones sin sentido mientras
tironeaba de su agarre para zafarse y escapar de ahí. Quería irse a su casa, y hacerse un bollo entre las sábanas y
frazadas para llorar.


—Qué!? No! No me pasa nada con ella, Paula. Dejame que te explique, no te vayas por favor. – le dijo en tono suplicante.


—Estuvo acá en el departamento? – le insistió ella.


—Si. Vino una vez. – Paula dio un paso atrás. – No pasó nada, te lo juro.


Ella asintió y se soltó de su mano.


No se iba a ir. Escucharía hasta el final la historia, porque aunque todavía el corazón le iba a mil, le había prometido
confianza.


—Yo estaba confundido Paula. Fuimos muy rápido, todo entre nosotros fue tan intenso. Yo no estaba acostumbrado, y no sabía que esperar de una relación. Y entonces me enamoré, y pasó lo que pasó. Me dejaste, y nunca, nunca – dijo haciendo énfasis en esa palabra mientras la miraba fijo a los ojos. —me había sentido así. Y después cuando quisiste volver, otra vez fue como si …me sacaras la alfombra de debajo de los pies. Por meses pensé que te había perdido, y que habías empezado algo con él.


Marcos. Aunque no lo nombró, sabía que se refería a él.


—Estos últimos días que estuvimos separados, volví a lo que era mi vida antes.
Bueno, no del todo. Pero si a mi antiguo trabajo, a mi espacio estando solo, mi independencia. Pude pensar mucho las cosas. Hubo momentos en los que pensé que era mejor así. Que era más fácil. Vos aunque querías, no podías confiar en mi, y yo…nunca iba a poder superar tu relación con tu amigo. Pensé que no estábamos listos para mudarnos juntos cuando lo hicimos. Que nos habíamos equivocado.


Paula cerró los ojos. También había pensado lo mismo en algún momento, pero escuchar que él tenía las mismas
dudas le dolió. Después de tantas idas y vueltas, finalmente llegaban a la conclusión de que no podían estar juntos. De que por más que lo intentaran no podían ser lo que el otro necesitaba.


El corazón se le estrujó en el pecho, y las lágrimas empezaron a caerle. El le levantó el mentón con una mano y la miró. —Estaba hecho un lío porque te extrañaba, Barbie. Porque cuando me pediste un tiempo, tenía miedo de que
quisieras dejarme para siempre. – le besó una mano. —Y
después pasó lo de Rebeca, y eso terminó de abrirme los ojos.


El sonrió. No entendía nada. Como podía estar sonriendo mientras hablaba de algo que la estaba lastimando? Se
sentía como si todos sus miedos, y peores pesadillas se hubieran hecho realidad.


Pedro, tomó aire y cuando habló, su voz le salió quebrada, afectada. Entornó los ojos y la sujetó con ambas manos
por el rostro.


—No me arrepiento de ese beso Barbie. – le dijo con una media sonrisa.


Lo miró extrañada. Entonces qué hacía ahí con ella?


El, como adivinando lo que ella pensada, se rió apenas.


—No me arrepiento, porque me sirvió para darme cuenta que no quiero mi vida de antes. No me interesa que sea
fácil. Ni mis espacios. Porque son solamente espacios vacíos. Quiero todo esto. Con inseguridades y miedos incluidos. Te quiero a vos. Tus celos, tus besos, tus abrazos…hasta tus enojos.
Solamente los tuyos, los de nadie más.
Y los quiero para siempre, Barbie.


Lo miró a los ojos. Lo que vio en ellos le dejó la boca seca. 


Nunca lo había visto así. La miraba con amor.


Sincero, profundo y verdadero amor.


Ahora las lágrimas que le caían no eran por lo que le había confesado, eran por esa mirada. Esos ojos azules que se
clavaban en su corazón, en su alma.


El bajó las manos, y le acarició los brazos, hasta llegar a las manos, en donde entrecruzó sus dedos. Tomó aire y cambió la forma en la que estaba parado, visiblemente incómodo. O
ansioso… Había más? Más confesiones? No sabía si iba ser capaz de lidiar con más.


Buscó sus labios y la besó. Un beso dulce, lento, lleno de adoración.


Volvió a suspirar, esta vez diciendo “mmm” cuando soltaba el aire.


—Hay algo más… – le dijo. Había empezado a mover inconscientemente los pies.


Estaba nervioso.


Se soltó de ella, y se tapó la cara riendo apenas.


—Oh my… – dijo por lo bajo. Hacía bastante que no lo escuchaba hablar en inglés. Qué le pasaba? Qué podía ser tan terrible que le costara tanto confesar?


Como un mecanismo de defensa ella se había quedado muy quieta, helada.


Esperando el golpe. Qué podía ser peor que el beso con Rebeca? Oh Paula, no vayas ahí… se dijo. Su cabeza ya
imaginaba todo tipo de escenarios.


Aunque ni en un millón de años se hubiera imaginado lo que pasó a continuación












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