sábado, 12 de diciembre de 2015

CAPITULO 80






Después de comer, recibieron más invitados. Sus tíos, pasaron a saludar, y los vecinos. Más tarde cayó Flor. Su
familia la quería mucho, y era lógico que quisiera saludar a Carla para el día de la madre. Además, sospechaba, que
era una excusa perfecta para ver a Nico.


Apenas entró por la puerta, su hermano cambió totalmente su actitud.


Dejó de hacer bromas, y se quedó serio en un rincón.


Ella estaba divina. Con un vestido rosado, y el pelo recogido en un rodete.


Como una bailarina. No parecía afectada. De hecho, todo lo contrario.


Era como si se hubiera olvidado completamente de todo.


Tenía mucha experiencia en tener ese tipo de relaciones, sin salir dañada, y haciendo como si nada.


Pedro, adivinando sus intenciones, se llevó a Flor afuera, supuestamente para que lo acompañara a buscar algo
para tomar, y de paso dejaba a Paula libre, para que pudiera hablar con su hermano.


Ahora estaba en uno de los sillones, sentado, con el ceño fruncido. Se sentó a su lado y lo miró. Se conocían. Ella se
daba cuenta de que estaba mal.


—Cuándo me vas a contar que paso? – le dijo.


—Qué pasó con que? – preguntó sin mirarla.


—Con Flor. Pensé que te gustaba. Por qué estas acá solo, y ni la saludaste?


—O sea que vos pensas que es por mi culpa que no nos hablamos…


—No sé. Siempre que estas con una chica, te aburrís enseguida. Y ella es muy buena, además es linda,
inteligente…


—Es preciosa. – le dijo reconociéndolo. —Y no me aburrí de
ella.


—Entonces que pasó? Se pelearon?


—Nunca te dijo nada de mí? – le preguntó mirándola.


—No. – dijo Paula, notando como su respuesta lo hacía sentir peor.


—Bueno, la verdad es que al principio empezó como algo de una noche, pero nos empezamos a enganchar. Cuando yo le dije que no estaba saliendo con nadie más, ella se asustó.
Me gritó. Me dijo que yo era un nene, que estaba siendo ridículo. Eso fue esa vez que salimos, y yo estaba raro.
Después dejó de contestarme los mensajes, las llamadas. Ella es la que no me habla.


—Y a vos te gusta? – dijo Paula, sintiendo un nudo en la garganta. Nunca había visto a su hermano así.


—A mí me encanta. Desde que estuve con ella, no pienso en nadie más. Coty me invitó a su casa esa noche, le dije que no. – levantó las manos. —Ya sé…es rarísimo, no me reconozco.


Los dos se rieron.


—No. Lo que pasa es que te gusta de verdad.


—Da lo mismo. Se que yo también le gusto. Pero no quiere saber nada.


—Y por qué te crees que vino hasta acá? Para decirle feliz día a mamá?


El se encogió de hombros.


—Andá a hablar con ella, Nico. Haceme caso. Si realmente te quisiera ignorar, llamaba a mamá por teléfono.


El la miró por un rato, y aun dudando, se levantó. Tal vez podían arreglar las cosas, tal vez no. Pero se sentía bien de haber ayudado.


Salió y fue hasta donde estaba Pedro. No pudo evitar pensar que meses antes, ella tenía dudas sobre su relación.


El no tenía novias, y ella no sabía bien que lugar ocupaba en su vida. Y ahora ahí estaban.


Se abrazó de su cintura y le dio un suave beso en los labios. 


El, la abrazó con fuerza y le sonrió.


Nico y Flor, se habían ido a hablar adentro, así que decidieron darles espacio.


Cuando empezó a anochecer, partieron para el aeropuerto.


Llegaron a Buenos Aires, y se durmieron casi inmediatamente. Les esperaba una semana agitada.


Como era de esperar el lunes a la tarde, llegó el auto de Pedro, o mejor dicho su auto.


Todavía no se había animado a subirse. Lo miraba con respeto, y cierta reverencia. Es que brillaba tanto…


El se había subido del lado del acompañante y le hacía señas para que entrara.


Ella dudó, y luego entró.


Oh Dios…olía maravillosamente bien. Cerró los ojos y tomó aire por la nariz, impregnándose del olor a cuero y a auto nuevo. Una combinación letal.


—Ahora estoy celoso – le dijo él mirándola.


—Por?


—Esa es la cara que pones cuando… – le guiñó un ojo.


Ella se rió sacudiendo la cabeza.


—Me siento tan rara sentada en este auto. Es como si toda la gente me estuviera mirando. Toda la gente me está
mirando? – preguntó mientras miraba hacia la calle.


—En realidad miran el auto, pero si. Puede ser. Es un poco llamativo.


—Según quien lo maneje. Siendo yo, es como un cartel con luces de neón, que grita “raro”.


—Para que no te sientas tan rara, traje música que me parece te puede gustar.


Del bolsillo sacó un pen drive, y tras apretar unos botones, una canción empezó a sonar en todo el auto. Y no era
solo una expresión. El sonido parecía salir de absolutamente todos los rincones del auto.


Sonrió al reconocer la canción.


Hungry heart de Bruce Springsteen. Lo miró, y lo besó. Pensaba en todo.


Más animada, y empezando a tararear la letra del tema, arrancó. Pedro estaba emocionado, se le notaba. Cada
cosa que descubría del auto, hacía brillar sus ojos.
Parecía un niño. Estaba tan concentrado, que no le molestó ni se burló de sus ladridos.


Llegó a la universidad, y como aun le sobraba un poco de tiempo, se colgó del cuello de Pedro y lo besó. Como si
fueran dos adolescentes besándose en un auto, con la música de fondo.


El corazón se sacudía en su pecho.


El beso estaba volviendo cada vez más profundo.


El aspiró con fuerza por la nariz, y tomándola por la nuca, la acercó más.


Un calor empezaba a recorrerla, de la cintura para abajo. Pedro le apoyó la mano en una rodilla, y fue subiendo.


Llegando a sus muslos, y a más arriba, quedando escondida, en donde ella cruzaba las piernas. Mmm…ya no podía pensar con claridad.


Movió su mano en pequeños círculos que la hicieron gemir
suavemente.


Mordió su labio inferior con fuerza, tirándolo con los dientes.


—Barbie, no tenés ganas de faltar a clases, hoy. No? – le preguntó sin aliento.


—No puedo. Tengo que entregar un trabajo práctico. Pero contestando a tu pregunta, si, tengo muchas ganas de faltar, y de volver al departamento.


—Mmm… – sacó la mano de donde la tenía tan bien ubicada. —Por como estamos, yo digo que no hubiéramos
llegado ni a la cochera. – se removió en el asiento, ubicándose mejor el pantalón, evidentemente incómodo.


Ella se mordió el labio. Este semestre no podía volver a faltar.


Demasiadas consideraciones se le habían tenido cuando ella viajó a Londres.


Suspiró con fastidio, se acomodó la ropa ella también, se pasó los dedos por el pelo, en un intento de peinarlo, y se
miró al espejo. Estaba algo ruborizada, pero nada más.


—Qué la pases muy bien en clases mi amor. – le dijo con un beso. —Te espero en la oficina a las 6.


—Escribime cualquier duda que tengas de la campaña, o por si te llama Amanda. – lo agarró por el rostro y le dio un beso fuerte y rápido. El suspiró. —Te amo.

Te amo, preciosa.


Se bajó del auto, ante la mirada sorprendida de sus compañeros, y entró a la facultad.


Todos miraban el auto, desde una distancia primero, pero luego se acercaban. Se iba a tener que acostumbrar.


Le había ido muy bien con los prácticos, y después de mucho esfuerzo, ya se había puesto al día con todas las
materias.


Se acercaban fechas de exámenes, y estaba algo tensa, porque se imaginaba que iba a coincidir con la campaña para Harper’s Bazaar, pero iba a tener que solucionarlo. Si tenía que pasarse un mes sin dormir por lograrlo, lo haría.


Sin dudarlo, y sin arrepentirse.


Cuando llegó a la oficina, estaba hecha un lío. Todos estaban corriendo de un lado para el otro. Aparentemente
Amanda había llamado, para decirles que iba a ir ese mismo día para tener una entrevista con todos los que iban a
trabajar para la producción. Y como si. eso fuera poco Catherine, la socia de Pedro, se sentía mal, y no paraba de
vomitar.


Estaba blanca como un papel, y no paraba de ir al baño.


Todos estaban estresados, así que se arremangó y se dispuso a ayudar para poder quedar bien con la revista.


Cuando Amanda cruzó por la puerta, se hizo silencio. Como si acabara de entrar la realeza. En seguida los vio y haciendo gestos exagerados con las manos los saludó.


—Paula, Pedro, Cómo están mis queridos? – preguntó cuando besaba sus mejillas.


—Muy bien Amanda, y usted? – le preguntó ella.


—Por favor, Paula, tuteame. Estoy muy bien, gracias. Ansiosa por conocer a todo el staff. Estuve trabajando con tu
propuesta, y traigo algunas variantes.


—Yo también estuve pensando en más cosas. Me parece que podemos aprovechar las locaciones que ya tenemos si hacemos buen uso de la luz del día.


—Así me gusta. Esta chica sabe como trabajo, Pedro. Nos entendemos, no te descuides, puede que te la robe
para trabajar en la revista.


Se rieron, y entraron a la sala de reuniones.


Habían estado hablando por más de dos horas. La producción empezaba cuanto antes. La semana siguiente, tenían las primeras sesiones. Y lo que quedaba de esta, estaría destinado a los asuntos logísticos, para que todo saliera siguiendo la agenda.


Cat, que estaba sentada con ellos, se tuvo que excusar, a punto de desmayarse, y llamaron a un médico en la planta baja.


Le habían diagnosticado una gripe estomacal. Le daban reposo de 3 días, y le indicaban mucho líquido y mantenerse
alejada de todo el mundo, ya que se contagiaba por el aire. Quiso tomarse un taxi, pero Amanda, que de todas formas
ya se iba, se ofreció a acercarla hasta la casa. Se había quedado preocupada cuando vio el color que tenía la cara de
la chica. Era un fantasma.


Por lo menos, habían podido irse a casa más temprano.


Cuando llegaron tenían un mensaje de Elizabeth. Quería hablar con su hijo, y estaba en Argentina. Los visitaría el
día siguiente.


Bueno, esto se iba a poner interesante, pensó.








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