martes, 8 de diciembre de 2015

CAPITULO 67





Paula fue al hotel, a la hora puntual en la que habían quedado. Marcos, ya estaba sentado esperándola.


La vio llegar y se paró para darle un abrazo. Sus ojos ya empezaban a picar.


Habían elegido una mesa que estaba algo alejada, y decidieron tomar la merienda.


Era un poco temprano, pero les dio igual.


El le contaba como le estaba yendo hasta ese momento con el pase, y se lo veía tan emocionado e ilusionado, que hacía que no se sintiera tan terrible con la idea de su amigo viviendo en otro país.— Me alegro por vos, Mar. – le dijo
tomándole una mano.


El se la apretó y se la besó.


—Vos como estás? – le preguntó él.


—Bien. – respondió, sin querer darle muchos detalles.


—Se te ve bien.


Sonrieron.


Cuando quisieron darse cuenta, era tarde, y cenaron en el mismo bar.


Todavía no se querían ir a dormir, así que decidieron ir a tomar unas copas por ahí.


Ella llamó a Pedro, para avisarle que regresaría tarde para no preocuparlo, y él había hecho todo un esfuerzo por sonar normal con la idea de que su novia se iba de copas con su
amigo. Quien estaba enamorado de ella.


El bar estaba lleno de gente. Todos amontonados, bailando, o simplemente gritando, era una locura.


Se dio cuenta de que no había salido a conocer la noche londinense, y como así fue que conoció a su amigo, de
fiesta, le parecía una muy buena manera de despedirse.


Habían hecho unas rondas de shots de tequila, y ahora estaban disfrutando de unas cervezas.


Para seguir con sus costumbres, se pusieron a bailar.


Esta, tal vez, sería la última vez en mucho tiempo que lo hacían, así que lo disfrutó.


Como en otras épocas, cerró los ojos, y se dejó llevar.
Marcos la estaba sujetando de la cintura. Estaba un poco borracho, ella había notado como se empezaba a
tambalear en su agarre.


—No puedo dejar de pensar en vos, rubia… – le dijo besando su cuello. — No se como voy a hacer para estar tan lejos.


Ella empezó a apartarlo, pero él tenía más fuerza.


—Esperá Mar. – le dijo.


Lo miró a los ojos. Nunca había visto lo que en ese momento vio. Dolor.


Algo se rompió dentro de Paula. No soportaba causarle angustia a una de las personas que más quería en el mundo.


Y entonces todo sucedió tan rápido que no se dio cuenta, ni pudo frenarlo.


Marcos la tomó por el rostro y la besó. Ella estaba tan sorprendida que al principio se dejó.


Lo apartó apenas con los brazos, y él entendiendo, la soltó. 


Asintió con los ojos cerrados.


—Soy un desubicado, perdón. – dijo ahora tapándose la cara.


—Esta bien, Mar. No pasó nada. – le dijo ella sacándole importancia. No quería lastimarlo más.


—Prometeme, que si las cosas con Pedro no funcionan, vas a decirme. Si me tengo que volver de Italia, porque vos no te querés ir, yo voy.


—Mar… – los ojos se le llenaron de lágrimas.


—Prometeme.


—Te lo prometo. – le dijo sollozando.


Sin decir nada más se abrazaron.


Pasaron horas así. Dejando salir todo.


Quería a su amigo. No, no solo eso. Lo amaba. Con todo su corazón. Pero no estaba enamorada de él.


La acompañó en un taxi hasta la casa de Pedro, pero no se bajó. Era entendible.


—Rubia, sos lo más lindo que me pasó. Quiero que te cuides, y que seas feliz.


— Te quiero tanto morocho…ojalá que encuentres todo lo que buscas en Italia. Te voy a extrañar.


Se abrazaron.


—Te amo, Paula. – le dijo. Estuvo a punto de decirle que ella también, aunque no significara lo mismo. Pero él le tapó la boca y negó con la cabeza.


Se despidieron entre lágrimas y promesas de mantenerse en contacto siempre que pudieran, y aunque no pudieran también.



****


Pedro estaba acostado, pero no podía dormirse. Su mente estaba con Paula.


Que estarían haciendo? Miró el reloj, era tarde.


Escuchó que un auto se frenaba en la puerta. Un taxi. Se acercó a la ventana sin abrir las cortinas para que no lo
vieran.


Paula estaba abrazada a Marcos en el interior del vehículo. 


Estaba llorando.


Se bajó un rato después, despidiéndose con la mano.


Marcos se fue.


Ella se había quedado en las escaleritas de abajo, sentada, con la cara entre las manos. Estaría llorando todavía.


Los minutos pasaban. El no quería interrumpirla, pero tampoco podía verla así y no ir a consolarla. Se le partía el
corazón. Se vistió y salió a su encuentro.



****


No podía dejar de llorar. Su cuerpo se sacudía, y las lágrimas bañaban su rostro.


Sintió un ruido a su espalda y levantó la vista. Pedro estaba parado, y la envolvía con una manta por los hombros.


Sin decir nada, se sentó a su lado, abrazándola, mientras ella se dejaba ir.


En sus brazos se desahogó. No era justo para él, pero de todas formas se abrigó en su abrazo.


Cuando dejó de llorar, estaba tan cansada que los ojos se le cerraban. El la alzó y la llevó a la cama. Se acostó a su lado, sujetándola y se durmieron.


Cualquier otro hombre, se hubiera puesto celoso, o le hubiera reprochado lo destruida que estaba porque otro se
marchaba. Pero él no dijo nada. La dejó lamentarse en silencio. Sin reclamos, sin caras raras, sin distanciarse. Fue su hombro.


A media noche se había despertado,y él estaba ahí, a su lado, acariciando su pelo, hasta que dejara de llorar y se durmiera de nuevo.







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