jueves, 24 de diciembre de 2015
CAPITULO 121
Habían llegado y se habían ido directamente a la habitación como en las viejas épocas.
El estaba siendo siempre tan delicado, y ella había estado
últimamente tan incómoda, que hacía mucho que no estaban como ahora.
Pedro buscaba desvestirla a toda velocidad y aunque nunca le había costado, ahora estaba teniendo problemas con los botones del pantalón.
Ella trató de ayudarlo frustrada, pero tuvo que acostarse para poder desprendérselos y bajárselos.
De repente y como de la nada, se angustió.
Se volvió a sentar en la cama y lo empujó suavemente hacia atrás.
—Estoy hecha un chancho. – dijo casi entre lágrimas.
—Ah? – dijo desconcertado.
—Estoy horrible. – sollozó.
No podía creer que le estuviera pasando, pero sí. Estaba llorando por subir un poco de peso. Qué le pasaba?
Las hormonas terminarían por volverla loca definitivamente.
—No estas horrible, Barbie. – le tomó el rostro con las manos secándole los ojos. —No digas eso, no es cierto.
Tampoco estás hecha un chancho… estás igual de flaca que siempre, pero con pancita.
Ella quiso sonreír, pero las emociones la confundían y la
traicionaban. Estaba hecha un lío.
—No te voy a gustar más. – se secó la nariz con la manga.
De alguna manera acababa de expresar lo que llevaba unas semanas pensando. El estaba a diario rodeado de
modelos. Modelos hermosas, de cuerpos divinos. Y ella estaba camino a convertirse en una pelota. Ya empezaba
a verse distinta, y la llenaba de complejos. Odiaba la idea de comprarse ropa pre-mamá. Por lo general era horrible y poco favorecedora.
Sabía que estaba siendo superficial, y que lo más importante en este momento era su salud, y la de su bebé. Pero de todos modos, su lado más inseguro la angustiaba.
Pedro se rió y la recostó sobre la cama, poniéndose por encima de ella.
Mordiéndose el labio comenzó a hacerse lugar entre sus piernas.
—Eso no va a pasar nunca. Nunca. – le besó el cuello. —Estás hermosa… no te das cuenta.
Una de sus manos subió por su cintura sujetándola con fuerza y bajando por su cuello mientras la besaba.
—A mí me gusta tu cuerpo ahora… de hecho, estás más linda que nunca. – la besó ahí, en uno de sus pechos.
Estaban tan sensibles, que al más mínimo roce, la piel se le erizaba. Era como una descarga eléctrica.
Fue bajando la mano hasta su vientre.
—La panza te va a quedar preciosa, Barbie. – le sonrió. —…No pensé que me iba a gustar tanto… – dijo pensativo, casi para si mismo.
Empujó su cuerpo presionándola contra el colchón, mientras seguía bajando con su mano para tocarla donde él quería.
Ella confundida le preguntó.
—Te gusta? – hizo una pausa… mientras pensaba. —Mi panza,… el embarazo. No te da… impresión?
—Mmm… – contestó él, terminando de desvestirse. —Me vuelve LOCO.
Mordió el lóbulo de su oreja y Paula gritó arqueándose.
Le resultaba difícil entenderlo. Ella no se sentía para nada sexy, y le costaba pensar que él pudiera verla de esa
forma.
Pero entonces él, moviéndose muy suavemente estuvo dentro de ella y ya no pudo pensar claramente.
Todas las sensaciones eran más intensas. Como si todos sus sentidos estuvieran potenciados, y era demasiado. No podía esperar y seguirle el ritmo a sus arremetidas, lo necesitaba con urgencia.
Comenzó a encontrarlo con la cadera para aumentar la velocidad, y así como rápidamente había comenzado, también estaba terminando.
Se vino en mil pedazos, casi gritando tomada de su espalda.
—Muy loco… – dijo Pedro, de alguna manera repitiendo lo que acababa de decirle, y sosteniéndose del colchón
para no apoyar su peso en ella siguió moviéndose. Estaba apretando los dientes, conteniéndose, y eso hizo que a
ella se le tensara el cuerpo entero nuevamente. Mmm…otra vez, pensó.
Llevando la cabeza hacia atrás, ahora si gritando como solo ella sabía, se dejaba llevar por segunda vez.
Todo era demasiado fuerte, y estaba sensible, no tenía oportunidad de recuperarse, él seguía moviéndose de
manera que la volvía totalmente loca y la empujaba una y otra vez al límite.
La respiración de Pedro empezaba a cambiar, y sabía que estaba cerca. La tomó por la cintura con una mano, y la
otra en su rostro mirándola a los ojos, se dejó ir casi al mismo tiempo en que ella lo hacía también. Otra vez.
Sintió como de a poco todo su cuerpo se relajaba.
El se acostó a su lado sonriendo mientras recuperaba el aliento.
—Creo que se te tienen que haber ido todas las dudas que tenías. – le dijo poniéndose de costado sobre su codo para mirarla.
Se rió.
—No te entiendo… – contestó pensativa. —Qué es lo que te puede gustar de cómo estoy? Imaginate cuando tenga una panza asíii. – hizo un gesto estirando su mano lejos de su abdomen, para imitar como sería en un futuro.
El sonrió.
Con la otra mano la acarició bajo el ombligo y la miró dulcemente.
—Vos me gustas. – la besó —Y cuando estés asíiii – imitó su gesto. — Vas a estar hermosa.
Ella resopló haciendo un gesto irónico, y estaba por hacer un chiste sobre su peso, pero las palabras se le quedaron trabadas en la garganta. El la miraba de una manera tan intensa que le cortaba la respiración. Sus ojos estaban
brillantes, y transmitían amor. Sólo eso. Amor.
Sintió como lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas. Ni siquiera se había percatado de que estaba por llorar. Su cuerpo ya no respondía a su cerebro, definitivamente.
Pedro al mirarla frunció el ceño y la abrazó fuerte.
—Eyy…qué pasa? – preguntó preocupado.
—Soy un lío de hormonas, me voy a volver loca o voy a reventar como un sapo de lo hinchada que me siento. Y
vos vas a salir corriendo. Pase lo que pase primero. – dijo con humor.
El no pudo evitar reírse de lo que había dicho y negó con la cabeza.
—Vos sos la única que se lleva mal con tus hormonas, Barbie. – se subió sobre ella, y con un gruñido le besó el cuello, poniéndole la piel de gallina. —Y yo me llevo muy bien…
Buscó sus labios y la besó apasionadamente mientras nuevamente se hundía en ella.
Todo su cuerpo se arqueó de placer y tomándolo del cabello con fuerza, otra vez se perdían en el otro.
Al menos podía verle un aspecto positivo a su estado.
Acelerando el ritmo y mirándose a los ojos, siguieron amándose por horas.
Olvidándose por completo de las inseguridades sobre su cuerpo y lágrimas de momentos antes.
Cuando despertó, tenía a Pedro a su espalda abrazado a ella con fuerza, y como era su costumbre ahora, con una
de sus manos sobre su panza.
Se preguntó si lo haría estando despierto o sería un acto involuntario de la posición en la que se quedaban
dormidos…
Se movió con cuidado para ver la hora en su teléfono y con un grito saltó de la cama a punto de caer como una bolsa de papas.
—Pedro, nos quedamos dormidos. – él abrió los ojos de golpe y estiró la mano con torpeza para buscar su celular
también.
—Mierda, mierda… – dijo.
—Nos están esperando en la productora desde hace una hora. – dijo angustiada mientras buscaba que ponerse.
Ese día tenían que hacer las fotos, y se tenían que juntar a la mañana para ver que modelos podían posar, y organizar el escenario, la utilería, el vestuario. En fin, todo. Y era tarde.
Rápidamente marcó el teléfono de su amiga para avisarle que iban en camino. No atendía.
Qué mierda su suerte, pensó.
Al décimo intentó contestó.
—Hola. – una voz ronca le atendió.
Esa no era su amiga.
—Ehm… quiero hablar con Anabela. – dijo confundida y chequeando el número que había marcado. Si, si. Era
el celular de ella.
Un silencio.
—Hola? – su amiga sonaba igual de confundida. Estaba durmiendo todavía.
—Ana! Nos íbamos a juntar hace una hora en la productora. Nos quedamos dormidos, ya vamos. – dijo terminando de vestirse.
—La puta madre! – se sintió un ruido de algo que acababa de caer al piso. Un vaso? —En 15 estoy allá.
—Dale, nosotros también.
Entre todo el lío del otro lado de la línea, mientras corría y se preparaba, escuchó una voz masculina.
—Shhh. – había dicho su amiga a quien quiera que estuviera ahí con ella.
—Nos vemos, Pau. – cortó rápido.
Eso había sido como mínimo raro.
Era fácil imaginarse quien podía ser esa persona después de ver con quien se había ido la noche anterior. Pero no iba
a sacar conclusiones todavía. A veces su mejor amigo de la escuela estaba de visitas en Buenos Aires y se quedaba
con ella.
Fue entrar a la productora, y verlos a los dos con cara de dormidos, para terminar de confirmar sus sospechas.
Mateo sonreía como un estúpido.
Tuvo que hacer un esfuerzo para no reír.
Y su amiga parecía incómoda y trataba de poner entre ellos toda la distancia posible.
Pedro estaba en una de las oficinas, tratando de contactar a todos los modelos que pudiera. Y su compañero, por su parte había dicho que 6 de sus amigos vendrían.
Con Ana empezaron a prepararlo todo y a bocetar ideas para los modelos y cada uno de los meses del calendario.
Como todo estudios de fotos, tenían una sala llena de utilería de otras producciones que les vendría genial. Iba a ser un día largo.
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Espectaculares los 3 caps!!!!!!!!!!!!
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