Habían llegado a Córdoba para la hora del almuerzo. Paula se había estado con nauseas, y no habían podido viajar hasta tarde.
Estaba empezando a hartarse del malestar. Según había dicho su médico, terminado el primer trimestre del embarazo, esos síntomas disminuían, o a veces hasta desaparecían, pero ya no aguantaba.
Sus padres los esperaban, y en un primer momento tuvieron que decir que el vuelo se había retrasado. Querían darles las noticia en persona.
Ya sentados en la mesa, se pusieron a hablar de cualquier otra cosa, esperando el momento perfecto para lanzar la bomba.
—Y cómo anda tu amigo Marcos? Tenés noticias de él? – preguntó Carla con cariño. La verdad es que su madre se había encariñado con él. Era difícil no hacerlo.
Ella miró incómoda a Pedro por un segundo, pero después dijo.
—Si. Hablé con él antes de ayer. Está haciendo todo lo posible para venir a fines del mes que viene. – sonrió. —
Le está yendo muy bien.
—Ah.. como me alegro. Decile que venga a visitarnos cuando esté en el país. Nico nos contó que le había
mandado una camiseta de regalo.
Su madre estaba de buen humor, y como siempre era la única en la mesa que hablaba hasta por los codos, dándole a los demás oportunidad apenas para meter un bocadillo.
—Quien vino a visitarnos el otro día fue Florcita. – sonrió todavía más.
—Se la ve tan bien con Nico. Espero que tu hermano se porte bien, porque si no, lo mato. Es muy buena chica. Muy
buena amiga.
—La mejor. – estuvo de acuerdo Paula, de repente, extrañando a la loca Flor.
—Ah! Casi me olvidaba… hablando de buenas amigas. – su rostro se endureció y levantó una ceja de manera irónica. —También la vi a tu ex amiga, Nadia.
Oh.
—Sabías que está embarazada? – preguntó Carla.
Pedro apretó su mano disimuladamente.
—Si, sabía.
—Sabés quien es el padre? – preguntó curiosa.
—David. – dijo dejando a sus padres con la boca abierta.
Y así como así, la charla se había desviado a su ex. Ella les había contado algunos detalles de su separación con su
ex novio, pero no todos. Y definitivamente era una sorpresa.
Tenían mucho que opinar.
Para colmo de males, parecían estar horrorizados por el hecho de que Nadia iba a ser madre tan joven.
Cómo se suponía que ahora iba a contarles su propia noticia? Miró a su esposo y estaba pálido. Había dejado de
comer, y estaba casi segura de que estaba empezando a transpirar copiosamente, como ella.
—No es tan grave. Ellos están juntos, y la familia de Nadia los puede ayudar. El padre puede mantenerlos a todos. Si quiere, hasta puede mantenernos a nosotros también, y a
varios de los vecinos de la cuadra. A ese bebé no le va a faltar nunca nada. – dijo Paula pensativa.
—Ese no es el tema, Pau. Son unos chicos. Tienen tanto que vivir. Tanto para experimentar. David quería recibirse y le faltaba tan poco. Ahora qué va a pasar con él?
El pecho de Jamie subía y bajaba tratando de hacer entrar aire en sus pulmones de manera violenta. Estaba hiperventilando. No era precisamente el discurso que necesitaba escuchar en este momento.
Estaba a punto de hacer alguna acotación tranquilizadora, cuando su esposo, en un impulso se aclaró la garganta y dijo.
—Pau está embarazada. – se frenó para mirarlos. —Vamos a tener un hijo.
Ella jadeó y sus padres contuvieron la respiración.
Wow…
No había sido la mejor manera de decirlo, pero ahí estaba.
—No lo estábamos buscando, pero pasó. Y es una sorpresa para los dos. – tomó la mano de él y le sonrió. —Estoy de 11 semanas.
Sus padres seguían sin reaccionar.
—Es todo muy nuevo, pero quiero que se queden tranquilos de que… – empezó a decir Pedro, pero Luis lo interrumpió.
—Tranquilo? Cómo me voy a quedar tranquilo? – los miró perdido. — Se conocen, se van a vivir juntos, a los pocos meses se quieren casar,…todo tan rápido.
—Siempre fuiste tan sensata Paula. – dijo su madre. —Cómo no se cuidaron?
****
No le gustaba como le estaban hablando a su mujer. La miró y se dio cuenta de que estaba a punto de llorar.
Tenía que hacer algo. Tenía que decir algo.
—Ella no va a dejar nada de lado. – los miró más seguro. —Nos cuidamos, pero de todas formas siempre existe la
posibilidad…
— Ahora que vas a hacer con tu carrera? Tus sueños? – insistió Luis.
Paula no podía hablar. Estaba asustada y sus ojos reflejaban tanto dolor, que su corazón se estrujó.
—Va a hacer lo que quiera y pueda. – dijo cortante. —Yo pienso hacer todo lo posible porque cumpla todos sus sueños.
—No te estamos atacando, Pedro. Ni a vos, ni a nuestra hija. Pero queremos que se den cuenta de que se están equivocando. – dijo Carla angustiada. —Casi ni se conocen. Van a tener toda una vida para tener hijos. No creo que sea el momento.
—Hay tantas opciones. – dijo Luis pensativo.
El le clavó la mirada sorprendido.
De qué estaba hablando? No podía creerlo. Lo esperaría de su madre, pero sus suegros habían sido siempre tan
comprensivos…
—Es verdad. – dijo Vale por lo bajo. —No es el momento perfecto, pero para mi no hay otras opciones.
Tomó la mano de su esposa y sin pensarlo si quiera dijo.
—Para mí tampoco hay otras opciones.
Ella se había quedado mirándolo por un rato y apretó su mano un poco más fuerte.
La miró y tenía lágrimas en los ojos. No podía verla triste.
Era como si algo afilado se le clavara, y se le retorciera por dentro. Se acercó para decirle al oído.
—Paula, me parece que es mejor que vayamos. Es mucho para ellos, necesitan pensar, hablarlo y tener tiempo de asimilar la noticia. – la besó en la mejilla. —Y vos necesitas descansar, no te va a hacer bien angustiarte.
Ella lo miró asintiendo y después de un rato se despidieron.
Era mejor para todos.
Las cosas seguían complicándose, y cada vez le costaba más ser optimista.
Había dejado todo tirado en Estados Unidos para volver con su mujer, y ahora no estaba tan seguro de cómo haría para volver a retomar esos negocios. La ecografía lo había dejado
impresionado.
No podía ni llegar a imaginar la dimensión de lo que estaban viviendo.
Le dolía todavía pensar en como había reaccionado cuando Paula lo llamó por teléfono aquella vez. Ella parecía haberlo perdonado por completo, pero él aun seguía castigándose por eso.
Le bastó con verla, para darse cuenta de que ella también estaba muerta de miedo. Y tal vez fue eso lo que le había hecho falta.
No veía otras alternativas posibles, él la protegería de todo, y haría todo por verla bien. Seguro, un hijo en este momento no era el plan de nadie, pero estaba secretamente feliz de que le tocara vivirlo con ella. No se imaginaba una mejor madre en el mundo.
Recordó como lo había cuidado cuando tuvo esa gripe estomacal espantosa unos meses atrás. Ella podía con esto.
No tenía dudas.
Era él quien le preocupaba. No estar a la altura, defraudarla… era eso lo que le preocupaba en realidad.
En medio de todos esos pensamientos, llevó a su esposa al hotel, donde empacaron todo rápidamente para tomarse el próximo vuelo a Buenos Aires.
****
Tampoco esperaba que recibieran la noticia con la alegría que Francisco lo había hecho… pero esperaba que al menos la hubieran respetado en su decisión, o le hubieran ofrecido su apoyo como siempre.
Lo único que hacía que ahora no estuviera llorando desconsoladamente, era Pedro. La había defendido frente a
Carla y Luis. Se había hecho cargo de la situación y había estado allí para darle cariño.
Ahora estaban llegando a casa después de un viaje relámpago a Córdoba, y él le preguntaba a cada rato si necesitaba algo o si se sentía bien.
Sonrió. Estaba sobreprotegiéndola.
Y para variar, le encantaba.
Los días fueron pasando y tras miles de análisis y estudios, pudo quedarse tranquila de que el embarazo estaba perfecto, y ella también lo estaba.
La nueva dieta que le había dado la nutricionista, le exigía que comiera cada 2 horas, y estaba tratando de cumplirlo.
Ya notaba que su peso empezaba a aumentar. Por lo menos, en zonas localizadas como sus pechos.
Se sentían como dos piedras rígidas, y estaban por demás sensibles.
Lamentablemente, eso también había enfriado mucho la relación física de la pareja. Estaba a veces con tantas
molestias, que prefería no hacer nada.
Se sentía un poco insegura de su nueva silueta también.
Irónicamente, su esposo parecía estar encantado con las novedades.
Amaba su nuevo escote, y la estaba pasando bastante mal por no poder hacer nada al respecto.
El doctor les había garantizado que no había problemas, y que podrían llevar una vida sexual normal, sin cambiar absolutamente nada, y de hecho se lo había recomendado. Era sano, y la ayudaría a sentirse mejor.
Pero ella entre el dolor en los pechos, las nauseas la acidez, y el dolor de cabeza que muchas veces la atacaba, no estaba de humor para nada.
También la habían asegurado que después en el cuarto mes, algunas de esas molestias desaparecerían y ya no
faltaba mucho. No podía esperar…
Habían tratado de ser lo mas reservados posibles, ya que nadie en la agencia podía enterarse. Pero no había podido ocultárselo a Nico, Flor y su amiga Ana, que estaban emocionados por la noticia.
Todos estaban ansiosos por verla con panza, y empezar a comprarle regalos a su futuro sobrino. De hecho, hasta su hermano lo había tomado bien.
Era el más sorprendido y muchas veces le decía que no podía creerlo y que le costaba imaginárselo, pero estaba feliz.
En la universidad estaba atrasadísima, y ahora que ya habían pasado todos los parciales, y quedaban solo los finales, tenía materias al borde de desaprobar con grandes
posibilidades de recursar.
Ese día, uno de los profesores habló con ella y Anabela.
No habían entregado un práctico y ahora estaban a punto de quedarse libres.
—La única posibilidad es que me entreguen el trabajo terminado para la próxima clase. Y eso incluye el informe,los paneles y la producción de fotos. – dijo su profesor, sabiendo que era imposible tener todo eso listo en dos días.
—Va a estar listo para entonces. – dijo Paula sonriendo.
El hombre asintió y se fue. Ana estaba con los ojos abiertos mirándola totalmente descolocada.
—No hay forma, Pau… no tenemos tiempo…
—Algo se nos va a ocurrir. – suspiró.
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