Las siguientes tres semanas, fueron las más lindas de su vida. No habían parado en todo el año anterior, y un
respiro es lo que les hacía falta.
Habían paseado por todos los lugares que se suponía que tenían que pasear, conocido todo lo que tenían que
conocer, y Paula había llenado un par de tarjetas de memoria con una cantidad increíble de fotos en ese tiempo.
No se habían despegado para nada.
Los momentos de intimidad eran otro tema.
Era como si su nuevo estado civil, hubiera sumado potencia a la atracción que ya sentían por el otro, porque la verdad es que esas semanas habían sido algo de otro mundo.
Había momentos en los que bromeaban preguntándose como habían hecho para no ser echado del hotel en donde se quedaban. Entre lo “expresiva” que era Paula, y los ronquidos de Pedro,eran una pareja de lo más ruidosa.
El lugar contaba con una piscina cubierta gigantesca, que funcionaba las 24 horas, y una noche se les había
ocurrido tomar un baño antes de dormir.
Por supuesto una vez que estuvieron en el agua, abrazados y empezaron a besarse, había pasado muy poco antes de que eso se tornara algo más.
Paula se había enroscado en el cuerpo de Pedro, abrazándolo con brazos y piernas, teniéndolo bien cerca,
mientras subía y bajaba sobre él, que gruñía.
Un sonido cerca de la puerta los hizo estarse quietos.
Una pareja de ancianos, había querido bañarse también.
Por como estaban ubicados, pasaban como dos que solo se estaba dando un abrazo, pero lo mismo los había puesto algo nerviosos.
La pareja se fue a sentar a las reposeras que quedaban más alejadas quedándose acostados ahí por un rato largo, y ya solo se les veían las cabezas
Ella pensó que iban a aprovechar para escapar, pero no.
Pedro la había retenido en el lugar, y muy disimuladamente no había dejado de moverse.
No había manera de que los vieran, pero de todas formas, no estaban solos ahí.
El agua se había puesto más caliente o era solo ella? No lo pudo saber.
Cerrando los ojos levemente, se dejó llevar.
No podían moverse mucho, y eso lo hacía más difícil, pero mil veces mas excitante. El que otros pudieran levantarse e ir a donde estaban en cualquier momento, también.
Estaba prendida fuego, pero sabía que no podía decir nada, ni hacer ningún ruido que los delatara.
Para ahogar sus gemidos, mientras Pedro se movía rápida y violentamente por debajo de ella, había puesto la boca
en su cuello y cada tanto, cuando ya no podía más, lo mordía.
Los dos terminaron juntos, para quedarse abrazados después por un rato hasta que respiraron con tranquilidad y
se pudieran ir de la manera más decente que podían.
Había sido una locura, pero la habían pasado genial.
No habían podido evitar reír casi a carcajadas cuando los ancianitos los miraron y saludaron después.
Entre risas, se fueron corriendo a la habitación a donde terminaron lo que habían empezado en la pileta.
Le parecía mentira que en unas horas aterrizarían en Argentina, y dejarían todo eso atrás para volver a la vida normal.
Bueno, con Pedro nunca era normal, pero hasta ellos ya habían establecido una rutina.
Cerró los ojos quedándose dormida.
Cómo le hubiera gustado quedarse para siempre de luna de miel!
****
volver. La verdad es que la había pasado tan bien que no quería.
Le dio gracia pensar que de los dos, el que más había comprado era él.
Había dejado todas sus tarjetas prendidas fuego, pero no se arrepentía.
La moda en París era la mejor de todas, no había dudas. Y ahora que había ido siendo más grande, realmente podía
disfrutar de Francia y valorarla.
Siendo un adolescente, digamos que se había entretenido con otras cosas como para notarlo.
A Paula la ropa parecía darle lo mismo.
Le gustaba verse linda para él, pero sabía perfectamente que apenas pusieran un pie en el departamento volvían las calzas y las remeras desgastadas que ella usaba para estar
cómoda.
Le encantaba verla así. Era ella.
No necesitaba de las apariencias. Y hacía sombra a la modelo más linda, solo con un rodete despeinado y
zapatillas.
Se sentía a gusto a su lado.
Cómodo. Y había sido así desde el primer día.
Se inclinó y le dio un beso antes de abrazarla y volver a dormirse.
****
Supuestamente su fecha de regreso era el viernes anterior, para tener todo el fin de semana para recuperarse, pero
la estaban pasando tan bien que no les había sido posible volver.
Y ahora, en 5 horas, tenían que enfrentar todas las obligaciones de golpe.
Las clases empezaban en una semana, así que solo tenía que ir a la productora.
Pedro tenía tanto trabajo acumulado, que ese mismo día tenía que presentarse a una reunión y probablemente quedarse hasta tarde.
Ella tenía que pasar por la agencia, en definitiva a conocer a quienes la habían contratado realmente y tener una
entrevista formal. La hubiera gustado estar más despierta y lucir mejor, pero…
Después de todo estaban interesados en ella justamente por esas cualidades que en un día como hoy le sobraban.
Buscó su mejor ropa, hizo un esfuerzo maquillándose, y se planchó el cabello. No se veía para nada mal, pero tampoco lucía como una modelo.
Antes de salir había visto que tenían varios mensajes en la
contestadora.
Gente que los había llamado durante su viaje.
Amanda les había deseado muchas felicidades, y le había dicho a Paula que tenía que ir a conocer a su nuevo jefe
apenas pudiera. Sus padres, la felicitaban también, y le decían que apenas llegaran les mandara un mensaje.
Ya lo había hecho de todas formas.
Marcos, la había felicitado y deseado lo mejor antes de partir
nuevamente a Italia, esta vez de manera más alegre que la anterior.
Genuinamente contento por ella.
Tenía algunas llamadas de Flor diciéndole que la llamara para chusmear. Sonrió.
Se dijo que la llamaría una vez que volviera de su entrevista, y partió.
El lugar era precioso. Un edificio con salones iluminados y abiertos, decorados con colores claros y fotos de modelos bellísimos por todas partes.
Una morocha altísima, de figura casi escultural, se le acercó confundida.
—Hola. Te puedo ayudar en algo? – Paula sonrió. Le parecía raro que hubiera llegado tan lejos sin que le soltaran los perros.
—Hola. Soy Paula, tenía una reunión con Walter, vengo de parte de Amanda de Har… – no alcanzó a terminar cuando la chica la interrumpió.
—Si! Paula! Cómo estás? Soy Andrea, mucho gusto. Ahora le aviso a Wally que llegaste. – a partir de ese momento fueron todas sonrisas.
Se sentó en uno de los sillones que estaban dispuestos en una improvisada y relajada sala de estar. Le gustaba ese
lugar. Había pufs en el suelo cerca de una alfombra, un tele de plasma, y una fuente de agua feng shui. Era precioso.
Recordó que Pedro le había contado que era una de las pocas agencias que además contaba con un estudio de
fotografía para producciones menores.
Estaba por hojear una revista cuando un modelo en ropa interior se dirigió hacia ella. Tenía el cuerpo cubierto de tatuajes, el cabello rapado, salvo por una pequeña cresta de color castaño claro, mandíbula fuerte y labios rellenos.
—Disculpame, no se si te dijeron pero la sesión de fotos era hace media hora, flaca. No sé que harás vos con tu tiempo, pero el mío vale oro. – se cruzó de brazos y la miró esperando una explicación.
—Me parece que te equivocaste de persona. – dijo Paula con una leve sonrisa.
—No sos la fotógrafa? – dijo rascándose la cabeza.
Ella negó con la cabeza.
—Soy fotógrafa, pero no la de tu sesión. – se encogió de hombros.
—Disculpá. – la miró de arriba abajo. —Modelo tampoco sos. Qué hacés acá o quién sos?
Paula se había quedado callada.
Obviamente su aspecto no era el de una modelo, pero la manera en que se lo había dicho realmente la había ofendido.
La miraba casi con asco.
—Como sea, no me interesa. – le dijo y se fue por donde vino.
Pero quién se creía que era? Se compadeció profundamente de quien sea que fuera su fotógrafo y agradeció no serlo, porque si no la hubieran echado por decirle un par de cosas.
Ella conocía a muchos modelos hasta la fecha, y ninguno, salvo unas pocas excepciones, eran así de desagradables.
Pero bueno, saldría bien en las fotos, y caminaría bien en la pasarela.
Con eso bastaba.
Justo en ese momento la hicieron pasar a la oficina de quien sería ahora su nuevo jefe. Al menos por los
siguientes 4 meses.
Walter, era una persona simpática, alegre, y había insistido en que lo llamara Wally. Se notaba que era una persona creativa, y aunque un poco caótica, muy talentosa.
Cuando se fue a casa, estaba diez veces más tranquila. Ella esperaba encontrarse más gente como ese modelo, pero no.
El dueño de la agencia era cálido, y amaba su trabajo. La había recibido como a una modelo más.
Aunque explicándole todo con mucho más detalle y paciencia que a cualquier otra. Porque si bien ella sabía
bastante de la moda ahora, recién estaba dando sus primeros pasos.
Habían quedado en verse a diario, para que le explicara como posar, y para que hiciera pruebas con vestuario frente
a cámara que era lo que más les interesaba.
Ella escuchaba todo y anotaba. No podía creer que estuviera por hacerlo. Iba a modelar. Ella.
Esta gente estaba loca.
En medio de todos esos pensamientos, no se dio cuenta de que cuando entró al departamento, Pedro no estaba por ningún lado.
Le había dejado una nota diciendo que había surgido algo urgente y no llegaría a cenar. Frunció el ceño. Ahora
estaba preocupada.
Tomó su celular, y estuvo a punto de llamarlo. Pero después pensó que si él no lo había hecho, por algo era. Así que le mandó un mensaje de texto corto, preguntándole si estaba bien, y si necesitaba algo.
La respuesta llegó casi automáticamente. Que no se preocupara, y que en cuanto pudiera la llamaba, o se
volvía a casa.
Respiró tranquila.
No había mucho para hacer, así que se puso a llamar a todas las personas que había quedado en llamar. Entre ellas
Flor.
Su amiga quería saber todos los detalles de la luna de miel. Hasta esos que la hacían poner colorada como un tomate.
Pero entre risas, le contó lo maravilloso que había sido.
Flor, por su parte, estaba feliz con su hermano. Se habían ido unos días a Córdoba, y ahora se estaban alternando
de departamento cada noche. No se ponían de acuerdo con muchas cosas, pero se estaban divirtiendo. Y eso la hacía infinitamente feliz. Por los dos.
Se hizo de noche y cenó, para irse a acostar esperando que Pedro llegara.
Pero en algún momento se había hecho demasiado tarde y se quedó dormida.
Cuando abrió los ojos, él estaba abrazado a ella, casi totalmente vestido.
Miró el reloj. Las 5 de la mañana. Era demasiado temprano, así que se volvió a dormir, dándole un beso suave en los
labios.
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