Se despertó gracias al olor a café que venía de la sala. Algo adormecida todavía, se colocó una bata y se fue a
desayunar.
Se quedó congelada al ver que Pedro no estaba solo. Su padre y otro hombre estaban en la mesa discutiendo.
Su esposo le sonrió divertido, y ella por poco salió corriendo.
—No sabía que estabas con gente. Eh… Hola, qué tal? Me voy a cambiar, vuelvo en 5… – y corrió.
Se miró en el espejo y tuvo que reírse. Tenía un nido de pájaros por cabello.
Cuando estuvo más presentable, se asomó y pidiendo disculpas, saludó a todos.
—Buenos días, querida. – le dijo su suegro.
Pedro le dio un beso en los labios y le presentó a su abogado, el Dr. Garret.
Estaba ahí porque había novedades de Elizabeth.
Al parecer había comenzado los trámites para liquidar la empresa. La noticia había caído a todos como una bomba, pero no había tiempo para lamentarse.
Si no encontraban una solución, más de 50 empleados se quedarían en la calle en menos de 3 meses.
Eso significaba 50 familias.
La empresa tenía su cede principal en Nueva York, y contaba con 10 accionistas. Entre ellos su madre. Pedro
pretendía viajar cuanto antes, y averiguar más. Haría lo que estuviera en sus manos.
Por otro lado, Francisco se negaba a volver a trabajar para su ex mujer. Y ellos lo comprendían. Había sido un golpe durísimo, y ya no quería saber nada, ni de ella ni de nada que se le relacionara.
Sin dudarlo, su hijo le había hecho una oferta para trabajar a su lado como el contador de N Producciones. De todas formas, su socia Catherine no podía con todo.
Estaba de abogada, de contadora, de administradora, y también hacía trabajos que tenían que ver con el área de recursos humanos.
La incorporación de personal, le pareció una buena idea.
Además desde que había entrado como director, tenía
miles de proyectos para que la productora creciera y se expandiera.
Todo iba a salir bien, se dijeron.
Era increíble con el pragmatismo con el que estaba manejando todo este asunto. Realmente tenía una mente fría cuando se trataba de negocios. Pero era su madre, y Paula sabía que él la adoraba. No debía ser fácil para él
tampoco. Pero no lo demostraba.
Se mostraba fuerte y decidido. Ella no podía ser menos.
Por más que tuviera ganas de ir a gritar a su suegra por ser tan desalmada, o de consolar a su esposo por las cosas
que le pasaban, tenía que mostrarse fuerte para él.
Tenía que apoyarlo en todo. Estaba convencida de que podrían pasar este mal trago, y todo volvería a la
normalidad.
****
realmente sentía.
El peso de tener más de 50 familias dependiendo de él, le daba fuerzas. No sabía ni lo que hacía.
Seguro, al tener acciones en algunas de las agencias de modelos, y empresas de moda influyentes del país, conocía el funcionamiento interno, pero lo que quería hacer era otra cosa.
No estaba solo. En cuanto a su asesoramiento, contaba con
profesionales del campo que con los años se habían hecho casi amigos de él, y un millón de contactos en todas partes
del mundo que estaban dispuestos a darle una mano. Tenía el capital para hacerlo. Y lo más importante, tenía el apoyo de quienes amaba.
Su padre iba a trabajar a su lado, y sabía que podía contar con él. Siempre había podido hacerlo.
Y Paula, estaría a su lado para apoyarlo. Durante todo el desayuno ella cruzaba alguna mirada con él, sonriéndole, o tomando su mano.
También contaba con ella.
Todo esto parecía una locura. Pero estarían bien. Si. Estaba seguro.
****
Ella, por su parte, tenía una agenda apretada. Debía levantarse y hacer ejercicio, cosa que era una exigencia de
Walter, su nuevo jefe que no le había dicho que tuviera que bajar de peso, ni nada. Pero si, mantenerse sana.
Luego partía para la facultad, y lo que quedaba del día, tenía clases de modelaje, y sesiones de fotos.
No se lo había propuesto, pero había bajado por lo menos 2 kilos. Se sentía más cómoda con las fotos, pero todos parecían estar alarmados.
Su esposo más que nadie.
Dejaba a Gerard indicaciones precisas de que Paula se alimentara bien en su ausencia, y le había dicho a ella que tenía que comer más.
Walter, la había pesado como todos los lunes, y frunció el entrecejo.
—Blondie, me bajaste de peso otra vez. – la miró serio. —No estarás haciendo esas dietas locas, no? Acá no necesitamos que estés escuálida. Todo lo contrario, queremos que estés
cómoda.
A ella le dio gracia como la había llamado. Su novio, cuando recién la conoció le había dicho así.
—Quedate tranquilo Wally, estoy comiendo como siempre. Deben ser las clases. No estoy durmiendo bien.
—Tenés que dormir bien, para salir bien en las fotos. Y para no desmayarte por ahí. – le midió la cintura preocupado.
—Estoy bien! Gracias por preocuparte, pero siempre bajo de peso cuando estoy estresada. Es hasta que me acomode en mis nuevos horarios, ya vas a ver.
Su jefe asintió poco convencido y aun inquieto por su nueva modelo. No era la primera vez que veía a una novata que desesperada por integrarse al mundo de la moda, caía en dietas absurdas o desórdenes alimenticios. Lo había visto
todo en ese campo. Y tenía que vigilarla de cerca.
Cuando después de unos días, ya había tenido un par de clases, y pruebas, era hora de sus sesiones reales.
Para estas, pasaban a otros sets, llenos de luces especiales, muy parecidos a los que tenían en la productora, así que no se sentía como una extraña por lo menos ahí.
Se sorprendió cuando vio a otros modelos entrar también, entre ellos el antipático que conoció en su primer día.
Este le hizo una sonrisa burlona, y se fue a sentar con los otros, esperando que fuera su turno por ser maquillado.
Si ya de por si estaba algo nerviosa, ahora estaba peor.
Podía ver como desde la distancia la miraba mal, o se reía con sus otros amigos modelos.
Pero cuál era su problema? Por qué tenía que ser así de desagradable?
Cuando tuvo el visto bueno de la maquilladora y el peinador, fue su turno de pararse frente al objetivo y empezar a hacer las poses que le habían marcado días antes.
Estaba con las manos en la cintura, levemente encorvada hacia delante, haciendo que sus clavículas sobresalieran, cuando escuchó una risa estruendosa.
La hizo desconcentrar completamente.
Era ese chico pesado, que ahora la imitaba haciendo que el resto de sus compañeros se murieran de risa. Idiota.
Sabía que no tenía que hacerle caso, pero de todas formas, la predispuso mal, y todas las fotos que le habían sacado habían sido rígidas, y sin dudas iban a tener que repetirlas.
Al final del día, Walter se acercó a ella para preguntarle que había pasado.
Estaba revisando el trabajo de todos, y le llamó la atención lo que ella había hecho.
—Estaba algo dispersa, perdón. – le dijo ella angustiada.
—Está todo bien? Sabés que podés contarme lo que sea. – le contestó poniéndole una mano en el hombro.
—Te digo la verdad? Hay un modelo. El de los tatuajes. Siempre me mira mal. Hoy se estuvo burlando de mí todo el día.
—Mateo? Es su forma de ser, es muy alegre, le gusta hacer bromas. No te lo tomes como algo personal. – dijo sonriendo.
Ella asintió.
—Pero hay alguna manera de que la próxima vez, esté yo sola en el set para la sesión?
—Mmm… lamentablemente contamos con muy poco tiempo.
Entonces facilita mucho que otros se vayan preparando mientras se desarrollan otras sesiones. – le contestó.
—Si querés yo le puedo pedir que no te moleste.
—No, no. No quiero problemas con nadie. Dejemos las cosas así. Voy a estar bien. – dijo devolviéndole la
sonrisa.
Llegó a su casa con el cuello totalmente contracturado.
Tenía que aguantar solo 4 meses.
Pedro estaba sentado en la mesa de la sala rodeado de papeles, y decidió no hacerle ningún comentario sobre su día.
Después de todo, él se enfrentaba a problemas reales. Y no pavadas de colegio secundario. Se lo iba a tener que
bancar.
Se acercó a su esposo que tenía el ceño fruncido, y muy despacio le masajeó el cuello besándolo.
—Hola, mi amor. – le dijo con una sonrisa.
—Hola hermoso. Está todo bien?
El se sentó más derecho y se refregó los ojos por un instante.
—Si, todo perfecto. Mucho trabajo nada más. Pero ahora que viniste, pienso dejar todo. – la besó en los labios con
dulzura. —Qué tal tu día?
—Tranquilo. – mintió. —Ya empezamos con las producciones, así que es mucho trabajo también. Me alegro de estar del otro lado esta vez. – se rió. —Solamente tengo que posar y estar bonita.
El la sentó en su regazó y la acarició por la cintura.
—Eso no te cuesta para nada. – le dijo mientras comenzaba a besarla.
Ella, sonriendo, lo abrazó por el cuello haciendo el beso más profundo.
—Se me ocurre algo para olvidarnos un ratito del trabajo. – le dijo subiéndole la falda mientras le acariciaba las piernas.
Sin decir nada más, se habían entendido perfectamente. La sujetó con fuerza por detrás y se la llevó alzando hasta la habitación.
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