viernes, 20 de noviembre de 2015

CAPITULO 52





Se acomodaron la ropa en silencio.


Ninguno sabía que hacer, ni decir.


Lo que habían hecho, había sido un impulso.


Pero ahora, que ya había pasado.


Qué significaba?


Pedro se acercó y la tomó por la barbilla.


—Te extrañé, Paula. – le dijo besándola con ternura.


Ella le devolvió el beso, totalmente embelesada.


Se había metido en un lío. Podía ver lo fácil que iba a ser de ahora en más para caer en su red.


—Esto es lo que es… y nada más. – le dijo ella, alejándose.


El bajó la mirada, cerrando los ojos por un momento.


—No vas a volver conmigo, no? – le preguntó.


—No. – le dijo ella.


—Entonces qué es esto? Algo de una noche? De cuando nos pinte? Volvemos a eso? 


—No sé. Si, supongo. – contestó ella confundida.


Pero, qué estaba diciendo? Ser amiga con derecho a roce? 


Justamente con él?


Estaba loca?


—No puedo hacer esto, Paula. Ya no puedo volver a eso. Yo quiero estar con vos.


—Vos fuiste él que me arrinconó contra la puerta. Ahora me das un ultimátum? – le dijo ella casi gritando.


—Porque no aguantaba más, Paula. Porque no puedo verte, y no querer besarte… Necesito tocarte. Me hacías mucha
falta. – lo último lo dijo mirándose los zapatos.


—Y yo no puedo volver con vos. Ya lo sabés. Me lastimaste demasiado.


El estaba a punto de discutir. Con bronca apretó los labios y miró para otro lado.


Tomando aire, como queriendo mantener la paciencia, le dijo.
—Respondeme una sola cosa, y te juro, pero te juro que ya no te vuelvo a insistir. – le dijo él.


—Decime. – le dijo ella, ahora mirándolo a los ojos.


—Lo nuestro se acabó para vos? No sentís más nada por mi? – le dijo.


Los ojos de Pedro se habían puesto rojos, y se mordía el labio para controlar ese pequeño temblor, que indicaba que se quebraría en cualquier momento. Pero aguantó.


Esperó la respuesta sin dejar de mirarla.


A ella no le temblaban solo los labios, le temblaba el cuerpo entero. No podía verlo así.


Quería abrazarlo, quería amarlo.


Alejar sus dudas, y perdonarle todo.


Pero su orgullo fue mas fuerte.


Todavía tenía grabadas en la memoria y en el alma la cara de Rebeca, vistiendo su camisa, sonriente.


—Se acabó, Pedro. – le dijo mientras algunas lágrimas le recorrían las mejillas.


El bajó la cabeza, y se marchó de la oficina con determinación.


Pasaron unos cuantos días, y ella no había vuelto a verlo. En varias oportunidades, había tenido que hacer algunas consultas relacionadas con su campaña, pero en su oficina estaba Catherine.


Ella estaba a cargo por el momento, hasta que él regresara.


Quiso preguntarle donde estaba, cuando volvía, pero sabía que no debía.


Ya no le incumbía.


Estuvo días pensando en ese último encuentro.


Había sido la despedida perfecta, después de todo.


Un cierre hermoso, a lo que fue, sin dudas, la historia con el amor de su vida. No se arrepentía de haberlo hecho, en lo más mínimo.


Estuvo pensando, también. Con el recuerdo todavía patente de sus besos, sus caricias… Muchas veces había estado casi decidida a llamarlo, decirle que lo perdonaba, y que volvieran a empezar desde el principio. Pero sus miedos la frenaban.


Miedo de que le volviera a suceder.


Era curioso como a David, le había podido perdonar una infidelidad, pero a Pedro no.


No podía evitar buscar las diferencias en ambos casos.


Para empezar, David había reconocido lo sucedido con Nadia. El mismo, se había sincerado con ella.


Tiempo después, le había explicado porque lo había hecho, y hasta cierto punto, lo había perdonado y casi comprendido.


Pedro todavía lo negaba. Aun cuando ella lo había visto con sus propios ojos.


Sería eso? Para perdonarlo necesitaba su confesión? No sabía.


Y segundo, pero no menos importante, a David no lo amaba. 


Había creído estar enamorada, pero después de Pedro, se daba cuenta de que todo lo anterior no se comparaba.


Por Pedro, sentía amor. Un amor que la consumía. Que la tomaba por completo, cuerpo y alma. La hacía sentir
completa, y a la vez tan vacía.


Había sido en una época lo mejor, y ahora era lo peor de su vida.


En poquísimo tiempo, había logrado apoderarse de su corazón. Y ahora ella se había quedado sin uno.


Distraída en su mar de pensamientos, le pareció oír el timbre.


Fue a fijarse por la mirilla y por poco grita al ver quien estaba del otro lado de la puerta.













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