jueves, 19 de noviembre de 2015

CAPITULO 47




Al día siguiente, Marcos la había ayudado a trasladar las cosas a su casa nuevamente. Ni palabras cariñosas, ni
abrazos amorosos, ni silencios incómodos.


Con cualquier otro hombre hubiera sido raro, pero él era su amigo, la conocía y la quería.


Se sintió afortunada por tenerlo, y muy culpable por haber querido aprovecharse de su afecto.


Una vez que estuvo instalada, se despidió de Marcos y se fue a trabajar.


Los momentos en la productora eran los mejores de todo el día. Siempre y cuando no se cruzara con Pedro.


Amaba lo que hacía. Faltaban pocos días para la sesión de fotos, y no podía esperar.


Había podido llevar todo lo que aprendió en la productora, a su facultad.


Su experiencia había servido a la hora de hacer trabajos.


En el proceso, había conocido a una chica. Su nombre era Anabela. Ana. Era tímida, y hablaba muy poco. Tenía ojos
claritos, y el pelo atado en una trenza.


Siempre que la había visto, había tenido la cabeza escondida detrás de algún libro.


Tenían muchísimas cosas en común.


No le gustaba salir a bailar, ni estar en fiestas, así que solo la veía en la universidad. Le había costado mucho acercarse realmente, y conocerla. Era bastante retraída, y le gustaba aislarse.


Se ponía sumamente nerviosa si tenía que hablar en público, toda colorada y dejaba sus enormes ojos abiertos.


Era del interior de Córdoba, de una ciudad llamada Río Cuarto, que quedaba apenas al sur de la capital. Lo que les
daba miles de cosas para hablar.


Era hija única, de un matrimonio, que la había tenido siendo mayores.


Eran dueños de uno de los centros comerciales más importantes, y por lo poco que podía percibir, tenía mucha,
pero mucha plata.


Se pasaban horas hablando de libros y de su pasión por la fotografía.


Estaba contenta de tener otra amiga en la ciudad. El drama con Pedro, se volvía más liviano cuando podía distraerse, cosa que no pasaba muy a menudo.


Ese día en particular, se sentía animada. En la universidad habían comenzado con nuevas materias, llenas de nuevos conocimientos y experimentación. Marcos le había
mandado un mensaje diciendo que a la salida del trabajo, iban a una fiesta con Flor, así que con suerte, se divertiría
mucho.


Se dispuso a trabajar en su computadora, cuando algo le llamó la atención.


Abajo del mouse, había una notita.


Estaba doblada en 4 partes.


Decía:
Barbie, te extraño. K.


Miró hacia la puerta de la oficina, Pedro la estaba mirando. 


Levantó el papelito, lo arrugó y lo tiró a la basura, sin dejar de mirarlo a los ojos.


El miró el tacho, la miró a ella, y enojado, cerró la puerta de un golpe.


Más tarde, era la hora en la que solía tomarse un café, así que se levantó de su escritorio y se fue al lado de la cafetera.


Ahí, como no, había otra notita.


Por favor creeme. P.


Ja! Volvió a arrugar el papelito, y lo tiró en la papelera que estaba cerca.


—Paula no seas tan dura. No me extrañas? Aunque sea un poquito? – Pedro estaba a sus espaldas, y le hablaba bajito, para que nadie los escuchara.


Ella suspiró y de a poco se dio vuelta.


—No tenés a nadie más que molestar? – dijo ella de mala manera.


—No puedo olvidarme de vos, de todo lo que vivimos. Me duele. – le dijo agarrándole una mano y llevándosela al
pecho, a su corazón.


Ella se quedó un rato mirando esos ojos azules, que estaban tan llenos de dolor.


Le hubiera gustado creerle, y abrazarlo en ese preciso momento.


Contenerlo. Alejar todo su sufrimiento, que era el de ella también. Los ojos le picaban.


Sacó su mano, y miró para abajo, secándose torpemente una lágrima que acababa de caerle por la mejilla.


—A mi también me duele. – le dijo y se fue.


Era casi hora de irse a casa, de todas formas. Y no podía tolerar ni un segundo más en ese lugar. Empezaba a faltarle el aire.


Pedro la había seguido hasta afuera.


—Paula, por favor. – le decía


—No quiero hablar, basta. – alzó la vista y Marcos estaba afuera, esperándola.


Cuando la vio llorando, frunció el ceño y la siguió con la mirada, preocupado.


Pedro la agarró por la mano y la dio vuelta. La acercaba a él, mientras ella forcejeaba para alejarse


—Paula, te necesito. – le decía y la sujetaba para que no saliera corriendo.


—Soltame, dejame ir. –sentía que su contacto la quemaba. Estar tan cerca de él, hacía que su corazón se disparara.


Toda su piel se estremecía. Ella lo necesitaba también.


Marcos viendo esto, se acercó.


Viendo que Pedro no retrocedía ni la soltaba, dijo.
—Hey, no quiere hablar ahora. Se siente mal. – dijo, y la tomó por la mano para llevársela.


Pedro la soltó, pero le siguió hablando.


—Paula, por favor. – decía mientras buscaba con desesperación que lo mirara a los ojos. Estos en donde podía leer claramente lo que sentía. Pero ella lo esquivaba.


Paula cansada de luchar en contra de sus sentimientos, empezó a llorar. Se tapó la cara y lloró. Miró a su ex, con puro enojo.


—Basta! No es justo. No tenés derecho. – y se metió al auto de su amigo.


El todavía no entraba al lado del conductor. Miraba por la ventanilla, y los veía hablar, aunque no llegaba a escuchar.


Marcos tenía cara de enojado.


Pedro llevándose el dedo índice y el pulgar al puente de la nariz, dijo algo por lo bajo y después, para sorpresa de Paula, le pegó un derechazo en plena cara a su amigo.











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