martes, 17 de noviembre de 2015

CAPITULO 40




Aunque se fue a acostar, esa noche había dormido poco, casi nada.


Marcos, había dormido en el sillón, y se había ido a entrenar. Le había dejado el desayuno hecho, y el almuerzo en la
heladera.


Ella, marcó el número de Flor y esperó.


Se sentía como si hubieran corrido el piso en donde se paraba.


—Flaqui… Cómo andas?


—No sé…tenés dos minutos?


Paula le contó todo lo que había pasado. Y su amiga, si bien la escuchó hasta el final, no parecía sorprendida.


—Así que te contó, eh? Yo le dije… te tenía que decir de una buena vez. Mas ahora que estas soltera…


—Qué!? Vos sabías? – le preguntó Paula casi gritando.


—Me hizo jurar que no iba a decirte, flaqui. Pero si… hace un tiempo ya. Esta loquito por vos.


—No se ni que decir…


—No digas nada. El te gusta?


—Si, es divino. Y últimamente me sentí muy atraída… lo empecé a ver de otra forma…


—Decile.


—Yo no estoy como para volver a …enamorarme.


—Wow…esperá. Quién dijo enamorarse? Hay que caminar antes de correr. Pueden empezar a conocerse más, salir, y ver que onda…


—No creo que él quiera nada…y yo tampoco voy a insistirle. Ya está.


—Hablá con él, y si no le parece, y todo se vuelve muy incómodo, te volvés al departamento, y yo le hago guardia
para que nadie se acerque.


Las dos rieron.


Cuando Marcos volvió esa noche, Paula lo estaba esperando para hablar.


Respiró profundo, le alcanzó una botellita de cerveza al tiempo que abría la suya, para darse valor, y le dijo.
—Tenemos que hablar.


El agarró la botellita, y asintió.


Paula se sentó en el sillón, lo esperó.


El, se acercó y se sentó a su lado, y le tomó las manos.


—Perdoname por como te traté anoche, rubia. Soy un animal. Pero es que…me estabas volviendo loco, y no soy de madera… Perdón. – le dijo angustiado.


Paula asintió, y apretó el agarre de las manos.


—No era la manera de decírtelo, pero es verdad Vale. Me gustas. Y se que ahora estás en cualquiera, nunca me
aprovecharía de la situación.


—Mar, a mi también me gustas. Y anoche tenía ganas de estar con vos… en serio.
El, la miró frunciendo levemente el ceño, como si no entendiera lo que le decía.— No te quiero lastimar, morocho.
Vos sabés lo que siento. Más que nadie sabes que cargo con un corazón roto… Esa es la verdad.


—Decime una sola cosa. – le dijo él mirándola fijo. —Tu historia con Pedroterminó para siempre?


—Si. Para siempre. – le dijo ella sin dudar. Su corazón se encogía al escuchar su nombre. Nunca iba a superar lo que tuvo con él. Pero estaba segura de que no volvería a caer en su trampa.


Marcos, sin decirle nada más, asintió.


Entrelazó sus dedos con los de ella.


—Vamos a ir despacio, rubia. Si? – le dijo su amigo tratando de contener una sonrisa.


Ella asintió y lo abrazó.


Pocas cosas tenía en claro en ese momento, pero sabía que ese era el lugar donde necesitaba estar.


Se dejó llevar por el corazón, y se refugió en su amigo.


Esa noche se fueron a dormir temprano, cada uno por su lado.


Lo de ir despacio, era en serio.


Esa noche soñó, toda la noche, con quien menos quería. 


Con Pedro. La llamaba hermosa, mi Barbie…
caminaban de la mano por un jardín con flores, cruzaban un puente, estaban abrazados, se besaban.


Se despertó llorando. Le ardía el pecho de tanto dolor.


Qué estaba haciendo? Estaba empezando una relación? Cómo iba a hacer, si no podía ni con ella misma?


Marcos la ayudaba a olvidar su historia con Ken. Y a la vez, lo quería de verdad.


Tal vez, este era una nueva oportunidad. Tal vez, era lo que tenía que pasar desde un principio.


Se pasó todo el día en cama. El pensar en su ex, ni que hablar de soñar con él, la drenaba físicamente.


Su amigo, se había ido a entrenar, y habían quedado en juntarse con Flor a las 11 de la noche para salir.


El, tenía que ir al club para hacer unos trámites.


Como el día anterior, hizo ejercicios, miró tele, y cuando se acercó la hora, se bañó y empezó a preparar.


Eligió un vestidito negro, con zapatos altos, y al pelo se lo dejó suelto, y con sus ondas naturales. No tenía ganas de planchárselo.


Sus amigos, llegaron, cenaron, y empezaron los juegos de bebida.


Habían elegido una palabra al azar: “noche”, y habían prendido la radio.


Cada vez que alguna canción o el locutor decía la palabra, tenían que hacer un shot. Esta vez además de tequila, había vodka, y whisky, según tocara en los dados.


Cuando se dieron cuenta era la 1. Si no se apuraban, no llegarían a entrar a ningún lugar, así que se apuraron en
salir. Esta noche, el elegido, fue un boliche gigante, que tenía un patio, y en donde sonaba reggaetón. Podía ser peor, se dijo.


Comenzaron a bailar los tres entre risas, mientras hacían una ronda de toctocs cada tanto.


Flor se había puesto una minifalda casi invisible, por lo que tenía a los tres segundos 2 ó 3 chicos bailándole. Ella
reía, y se meneaba con soltura. Los chicos, no podían creerlo. Una modelo de esas características, ahí y bailando
con ellos.


Paula y Marcos, como siempre, bailaban juntos.


La sensación de incomodidad o rareza que había existido días antes, volvía a desaparecer, y dejaba en su lugar otra cosa.


El la miraba, con sus ojos negros, profundos, que mezclados con la música rítmica a la que sus cuerpos se movían…estaban haciendo que a Paula, se le disparara el pulso.


El, tenía una manera muy sensual de bailar.


Sin dejar de mirarla, llevó sus manos a su cintura, dubitativo. Ella le sonrió, dándole confianza llevó sus manos y las ajustó más, dejándolos pegados.


Marcos, sin poder aguantar más, acercó su cara y la besó.


Sin dejar de bailar, Paula rodeaba su cuello con los brazos y respondía a su beso suave. Era como lo recordaba.


Dulce, caliente, glorioso.


Su amigo le gustaba, de verdad.


No pudo evitar comparaciones, y sabía que los besos de Pedro, para ella, siempre habían significado más. Se
sentían distintos. Se conectaban de una manera que ella nunca hubiera creído posible. Sus besos la llenaban de amor.


Con Marcos, los besos eran ardientes y sensuales… eran fuego. Pero era algo físico. Nada más.


Ella, quería a su amigo, pero no lo amaba.


Tal vez, con el tiempo, aprendería a quererlo como él necesitaba, como se merecía.








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