martes, 17 de noviembre de 2015
CAPITULO 39
Al otro día, Marcos se había ido a entrenar. Y ella se había quedado mirando tele.
No tenía ganas de nada más.
A la noche, se levantó, e hizo algo que no había hecho en más de un mes.
Prendió la notebook.
Y ahí estaban. Cientos de mensajes de Pedro, por todos lados. Con mucho cuidado de no abrirlos, fue borrándolos.
Había un par de su familia, y eso logró sacarle alguna sonrisa. Los extrañaba.
Les había dicho a modo de excusa, que no viajaba porque tenía unos eventos sociales importantes a los que acudir, que serían provechosos para su carrera.
De esa manera, no se lo cuestionarían. Y ella podría quedarse en Buenos Aires sin problemas.
Ya no le quedaba nada que hacer.
Estaba aburrida. Llamó a Flor, pero ella tenía planes con el chico con el que se había ido la noche anterior. Habían
tenido buena onda, y ahora salían a comer y después a un bar de moda.
Suspiró.
Hacer algo de gimnasia le vendría bien, pensó. Como este año todavía no había tenido mucho tiempo libre, no se
había anotado en ningún club o gimnasio. Era algo que tendría que hacer pronto.
Pero ahora, haría algo básico, como para entrar en calor.
Se cambió por un short cómodo, que usaba cuando jugaba al tenis con Nadia, y un corpiño deportivo, que usaba
cuando iba a bailar ritmos.
Prendió el equipo de música, y se puso a estirar. Después se puso a hacer brazos, y abdominales. Se sorprendió.
Con el tiempo que hacía que no ejercitaba, estaba en forma.
Se decidió a hacer algo más rítmico, y cambió la música por una que le permitiera ponerle un poco de baile.
Pasados los minutos, estaba agotada y sudada. Era una buena forma para descargar lo que le pasaba, de hecho,
era excelente. No sabía como no se le había ocurrido antes.
Antes de terminar, estiró algunos músculos como había hecho en un principio.
Respiró profundo y bajó las manos tanto como pudo. Tocaba el piso sin problemas. Entonces, ahí, de cabeza, algo le llamó la atención.
Con la música no había escuchado el sonido de las llaves.
Marcos estaba en la puerta, mirándola. Si, mirándole el trasero.
Porque desde donde estaba parado, tenía una visión perfecta de este.
Se paró de golpe, como si le hubiera agarrado la corriente, y algo en la cintura le tiró. Había hecho un mal movimiento.
Auu.
Gritó de dolor, sujetándose.
—Cuidado rubia, te podes lesionar. Dejame que te vea. – le dijo preocupado.
Se le acercó, y se le paró a un lado, sujetándole la cadera. Le masajeó los músculos que la tiraban, y el dolor, poco
a poco iba desapareciendo. Pero había algo en ella que iba en aumento.
Lo sintió cerca. Estaba sudado, vestido con un pantalón de algodón de gimnasia y una musculosa con un logo
del club en donde jugaba.
Ahora de a poco, hacía que se parara derecha, agarrándola con fuerza, para que no le doliera.
Oh por Dios.
Lo miró, la estaba mirando también.
Alargó la mano y buscó una toalla que había entre las cosas con las que había salido a entrenar, y con cuidado, se la
pasó por el cuello.
Ella no se había dado cuenta, pero una gota de sudor, se le deslizaba por la clavícula, y hacía su camino entre los pechos.
Ella miró la gota, después lo miró a él.
—Te sentís mejor, no? Me voy a bañar. – dijo y se fue casi corriendo.
Paula frunció el gesto. Otra vez había perdido el control con su amigo. Cada día se hacía más difícil.
Y ahora, al escuchar el agua corriendo, no pudo evitar imaginárselo desnudo, otra vez.
Sacudió la cabeza.
Miles de veces habían estado en compañía del otro. Miles de veces, él se había bañado en su casa, hasta habían dormido juntos, y nunca hasta ahora había tenido estas ganas… ganas de arrancarle la ropa y tirársele encima.
Se rió. Estaba loca. Ese beso lo había arruinado todo.
Cuando él salió de la habitación, ya cambiado, ella entró a bañarse también.
Todavía podía sentir el olor de su perfume por todas partes.
Sus hormonas, estaban fuera de control. Tendría que
buscarle una solución.
Y se puede decir, que se dio sola.
Estaban los dos cansados de tanto entrenar, y Marcos le propuso quedarse en casa a mirar unas películas después
de comer.
Ella estaba decidida. Le gustaba su amigo, y tenía ganas.
Cuál era el problema?
Qué podía salir mal? El también quería, pero se frenaba porque pensaba que Paula lo hacía por las razones
equivocadas.
Se sentaron en el sillón de cuero y empezaron a ver una comedia romántica.
Casi tentada de la risa, por lo que estaba a punto de hacer, Paula se mordió el labio y muy despacio, recostó su cabeza sobre el regazó de él.
Dio un respingo, y se quedó congelado.
Muy de a poco, puso un almohadón bajo la cabeza de ella.
Casi sin tocarla.
Por Dios, era ridículo.
Bueno, plan B, pensó Paula. Se incorporó despacio, pero él antes de que ella pudiera hacer algo, se sentó en la
alfombra.
No quería estar con ella?
La película, era por lejos, lo más aburrido que había visto, así que de a poco sus ojos empezaron a cerrarse.
Y su mente voló. Recreando todos y cada uno de los momentos que se imaginaba con Marcos.
Se despertó sobresaltada, la estaba tapándola con una manta que estaba en la sala, que él usaba para dormir.
El sueño la había dejado afectada.
Un calor le recorría el cuerpo, y el corazón le galopaba a mil por hora. La cara de su amigo tan cerca.
No pudo contenerse. Lo besó.
Como la última vez, él empezó por respondérselo, pero después se alejó.
Ella, esta vez no se daría por vencida, lo tomó por los hombros, haciendo que el beso se hiciera más profundo.
La respiración de Marcos, empezaba a agitarse.
Sin darle lugar a que se arrepintiera, Paula tiró de los bordes de su remera hasta sacársela.
El, se hizo para atrás.
—Paula, ponete la remera….Diosss… – dijo tapándose la cara —Me vas a volver loco.
—Pero, por qué? No querés…?
—Te parece que no quiero? – le dijo mientras se miraba.
Paula se mordió el labio. Oh, ella también quería.
—Ya lo hablamos, rubia. – le dijo mientras le devolvía la remera.
—Somos dos personas grandes, tenemos ganas…y encima somos amigos, nos queremos y conocemos.
—Lo vas a hacer porque estás mal por cortar con Pedro, rubia. No quiero que te arrepientas de nada. – dijo mirando para otro lado.
—Qué importa por qué lo hago? Sabemos qué somos para el otro. Nunca voy a dejar de ser tu amiga. Para mi no
va a cambiar nada.
—Para mí si, Paula. Por que a mi me gustas en serio. Me pasan cosas con vos. Para mi va a cambiar todo. – le dijo
casi gritando.
Se quedó mirándolo con los ojos abiertos. El había agarrado la llave y se había ido. Dejándola quieta en el lugar.
Aun sin reaccionar.
Era demasiado para asimilar
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