Al día siguiente, cuando se sentó a desayunar se sentía mejor. Era el primer día de las vacaciones de julio, y se
sentía genial. Se preparó un té y mientras chequeaba en el celular si tenía mensajes de su amor, desayunó en paz.
Su amigo estaba despierto desde antes, y desayunaba a su lado en silencio. Por ahí le pareció que la miraba y después se hacía el distraído.
Encogiéndose de hombros, se estiró para buscar el control remoto del televisor, pero él la frenó quitándoselo.
—Qué te pasa? – dijo extrañada.
—No la prendas, porfa. – parecía nervioso.
Con más razón aun prendió el televisor. Seguramente habían iniciado algún nuevo rumor sobre ella después de
haber salido con su amigo a una fiesta, pero no le importó.
Por más infame que fuera la mentira que ahora se habían
inventado, quería enterarse.
Fue directa a uno de los canales en donde a esa hora había un magazine de espectáculos y mientras veía como su
amigo suspiraba resignado, esperó a ver su foto, la de su panza, y un montón de otras cosas con las que les alcanzaba para inventarse miles de historias. Pero no.
No era ella la que aparecía en todos los medios.
Era una foto, tomada con una cámara de celular a juzgar por su baja calidad y desenfoque. Aun así se distinguía perfectamente a su esposo, en un boliche, mordiéndose el labio con una sonrisa, mientras una rubia altísima lo sujetaba por el cuello.
—Me estás jodiendo… – dijo ella por lo bajo.
El presentador de la noticia comentaba:
“El modelo se divierte en Nueva York, acompañado de Katy Harris, una colega con la que él trabajó hace un par de años y con la que se sabe tuvo un corto romance. Se los vio divertidos entre amigos esa noche, y en varias oportunidades esta semana. En esta otra foto se los ve cenando solos, y en esta otra los vemos entrar a un auto y después llegar a un hotel. No sabemos que pensará de esto su esposa, pero también se la estuvo viendo bien
acompañada.”
A continuación una seguidilla de imágenes de ella con gafas de sol oscuras, caminando al lado de Marcos, o bailando en la fiesta con Mateo.
—Me estás jodiendooo… – repetía ella sin sentido.
—Lo mejor es que yo siempre soy testigo de estos momentos de mierda. – se tapó la cara.
—Lo voy a matar. – decía ella entre dientes.
—No te apures a sacar conclusiones. – le sonrió su amigo
dándole apoyo.
Sin pensarlo marcó el número de Pedro y esperó. Nada. El contestador.
Suspiró. No le quedaba otra que dejarle un mensaje.
“—Acabo de ver las noticias. Quién es esa mina, Pedro? Por qué no me atendes nunca el teléfono? – se tragó el llanto, que le apretaba la garganta. — Para que veas que estoy confiando en vos, y espero una respuesta de tu parte,
llamame apenas puedas. Te amo.” – Y cortó.
—Ya sabés como son estas cosas, rubia. A vos misma te pasan. Por ahí, el pibe se reencontró con una amiga, así
como nosotros dos, y salió a divertirse nada más. – quiso restarle importancia, pero lo conocía y sabía que su amigo
estaba igual o más enojado que ella.
Tenía la mandíbula apretada y hacía un esfuerzo sobrehumano para sonreír.
Ella asintió devolviéndole la sonrisa y se encerró en su habitación.
No tenía ganas de pensar en nada hasta que no pudiera hablar con Pedro. Y lo que menos quería era, escuchar algún nuevo chimento. Desconectó el teléfono fijo, porque desde que había salido esa nefasta nota no paraba de sonar. Sólo dejó su celular en la mesa de luz a la
espera de un solo llamado.
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Suspiró. Tenía sin dudas una puntería increíble para ir a visitarla.
Llevado por un impulso tomó su teléfono y llamó al esposo de su amiga.
Antes de irse habían acordado llamarse en caso de que fuera necesario. Y en este momento, lo era.
El atendió a los dos tonos.
—Pedro? – dijo sorprendido.
—Está todo bien? – preguntó. Su voz sonaba algo rara, pero no prestó atención.
—Paulahace días quiere hablar con vos. – frunció el ceño. Por qué no la atendía?
—Si, yo intenté llamarla y nunca coincidimos. – dijo rápido.
—Bueno, está acá conmigo. Dame un segundo le golpeo la puerta del cuarto y te paso con ella.
—No, no, no. – dijo apurado. — Estoy por entrar a una reunión. Yo la llamo cuando salga.
—A mi no me jodes. Qué te pasa? – soltó un insulto. —La estás evitando? Qué hacés? Esta embarazada y vos de
joda con una mina?
Estaba dejando afuera todo lo que no podía decir con su amiga presente.
Tenía que controlarse si quería respuestas, porque al paso que iba, en cualquier momento empezaría a descontrolarse y el modelito cortaría.
—No es así, Marcos– soltó el aire con fuerza. —Es todo demasiado complicado.
—Yo lo único que sé es que cuando vuelvas, te voy a estar
esperando. Y si las cosas son como me las imagino… te juro que te voy a romper el culo a patadas. – escupió enojado. —Te lo juro.
Sin siquiera contestar, cortó.
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Tenía un mensaje de Pedro que decía que había llamado y no se había podido comunicar. Le preguntaba como estaba y
si necesitaba algo. Sonaba como un trámite. Como si comunicarse con ella fuera un compromiso, una obligación.
Y además de dolerle, le molestó. Acá estaba ella, embarazada… preocupada y siendo atacada por periodistas que decían las cosas más horribles de su marido, y éste no le atendía el teléfono.
No quería hablar con ella, le había quedado claro por fin.
Algo le pasaba que no quería hablar.
Sabía que estaba pasando por un mal momento, y que ahora más que nunca necesitaba tener la cabeza
despejada, porque cuando estaba en Buenos Aires los nervios lo enfermaban.
Literalmente. Pero de ahí a desligarse de ella, había una diferencia.
No quería desconfiar de él, pero cada vez le costaba más.
Había aparecido en los medios una nueva foto
en donde se lo veía en un evento, muy bien vestido, hablando con esa Katy casi en el oído.
Ella no se merecía eso.
Por más que no estuviera saliendo con la modelo, tenía que pensar en que ella vería las fotos. Su mujer embarazada y sensible, tarde o temprano las vería. Por qué no la cuidaba? Por qué la hacía pasar por eso con los medios?
Las lágrimas le mojaban las mejillas mientras intentaba dormir.
Su amigo, que la conocía casi de memoria, se acercó a ella y la envolvió en un abrazo hasta que por fin pudo descansar.
Cuando se despertó se sorprendió al ver una llamada de Pedro en su celular. Era raro porque últimamente le
dejaba solo mensajes. Se fijó la hora y frunció el ceño. Sería urgente?
Sin dudarlo y preocupada marcó su número. No le daba el contestador, y eso hizo que sus manos temblaran. Por fin
hablaría con él.
Lo atendió con voz ronca.
—Hola? – estaba durmiendo.
—Pedro, hace mucho que te estoy tratando de ubicar.
—Paula, hola. – se aclaró la garganta. A ella el pulso se le había disparado. “Paula”? Desde cuando la llamaba así?
—Estás bien? Te escucho raro. – tuvo que sentarse porque sentía flojas sus rodillas. Algo le decía que algo andaba mal. Muy mal.
—Estaba durmiendo, perdón. Vos estás bien?
—Si, bah. Qué son todas esas fotos? Quién es esa chica? – dijo con un hilo de voz.
—Qué fotos? Estoy viendo a unos amigos que hace años no veía y salimos un par de veces. – el sonido de algo cayendo al suelo la hizo saltar. — Mierda.
Del fondo se escuchó una segunda voz.
—What was that? – era una mujer, con la voz tan ronca como la de su esposo.
Todo empezó a darle vueltas y se sintió enferma. Sentía la cabeza liviana.
—Quién es esa, Pedro? – no pudo contener más el llanto. —Es verdad? Me estás engañando?
—No, Paula No es así. – parecía molesto. —Es una amiga, se quedó porque vive lejos. Viste como es esto… – soltó una risa.
Al fondo alguien reía con él.
—Estas borracho?
Más risas. Otro golpe, más gente gritando y aplaudiendo y la
comunicación se cortó.
La ira empezaba a apoderarse de ella, pero entonces se dio cuenta que cuanto más se enojaba, más se le endurecía la panza. Tomó aire por la nariz.
Tenía que pensar en su hija.
No iba a enojarse. Era la primera vez en su vida, que no iba a hacer nada impulsivo. Iba a esperar que él se comunicara de nuevo, y le explicara mejor. Cualquiera podía emborracharse de vez en cuando.
Y más cuando eran amigos que hacía mucho que no veía.
No pretendía que no se divirtiera, eso no. Pero ella pensó que era un viaje de negocios, y que apenas terminara su trabajo volvería para estar con ella, porque supuestamente eso era lo que él más quería. El mismo había dicho que no se quería separar en los meses que quedaban de embarazo.
Decidió ignorar todo el asunto y concentrarse en cosas mejores. Cuando la guardia periodística los dejó salir del
edificio, se dirigieron en su auto a la casa de la familia de Marcos. Era gente muy amable, y la trataron como una
reina. Comieron hasta hartarse.
La madre de su amigo, cocinaba unos canelones de verduras tan buenos, que había tenido que frenarse ella misma después del segundo plato. Todos estaban encantados con el éxito del jugador, y se pasaron el día mostrándole fotos de cuando era más pequeño y jugaba en el club del barrio. Estaban tan orgullosos y lo miraban con tanto cariño que habían hecho que se emocionara en
repetidas ocasiones.
—Está un poquito sensible con el embarazo. – explicó él mientras ella sollozaba tras un pañuelo.
Su madre la miró enternecida.
—Es una época hermosa, aprovechala. Los bebés son tan
hermosos. – miró a su hijo con gesto acusador. —A ver cuando me haces abuela y dejas de salir con cuanta chica
se te cruza que ya me estoy haciendo vieja.
Todos rieron. Y su amigo, se levantó para abrazar a la mujer con cariño.
—No te estas haciendo vieja, estás cada día más hermosa. – la besó en la mejilla y agregó. —Cuando encuentre una madre para mis hijos, vas a ser abuela.
La mujer resopló.
El corazón de Pau se encogió. Iba a ser un padre maravilloso. Era siempre tan cariñoso, cálido y protector.
Además le encantaban los chicos. Siempre hablaban de cómo quería tener muchos.
Sin dudas cuidaría a su esposa, y sabría darle amor…
Más lágrimas.
Al verla otra vez llorando, todos sonrieron y su amigo corrió a abrazarla a ella también.
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