Se despertó con el sonido de la alarma del celular, sobresaltada como siempre y en una cama vacía. Suspiró.
Hacía días que no podía hablar con Pedro. Y empezaba a desesperarse.
Desganada, se levantó para cambiarse y salir a correr.
Consultó las noticias mientras se tomaba un licuado y
una barrita energética. No tenía ganas de hacer ejercicio.
Hoy, como pocas veces se le antojaba solo acostarse y taparse hasta la cabeza para dormir y dormir.
Pero estaba intentando ser disciplinada.
Estaba a punto de salir a correr, cuando escuchó la llave de la puerta.
Miró y ahogó un grito mientras veía a su esposo entrando.
Dejó todo lo que tenía en las manos tirado y se colgó de su cuello entre gritos incoherentes de bienvenida.
No lo podía creer! Lo había extrañado tanto.
—Te iba a sorprender con el desayuno en la cama, Barbie. – le dijo besándola. —Qué haces tan temprano? – miró su reloj.
—Ahora resulta que entreno a la madrugada. – dijo poniendo los ojos en blanco. —Te extrañé tanto… – lo abrazó más fuerte.
—Yo más. Van a estar furiosos cuando se enteren que me fui. Pero bueno, se van a tener que aguantar unos días sin mi. No podía más.
Rieron, y todavía llevándola en brazos, se condujeron a la habitación.
Apenas pasaron por la puerta, Pedro la soltó, mirándola con ojos ardientes. Todo dentro de ella se removía y aceleraba.
Sin decirle nada, tiró de su camiseta, hasta sacársela por completo y con un solo movimiento la liberó de la calza de deporte que llevaba, y de la ropa interior al mismo tiempo.
Sonrió.
Ella le arrancó la campera que tenía puesta y comenzó a desprenderle los botones de la camisa. Pasaba las manos por su cuerpo, ansiosa, casi desesperadamente. Tratando de compensar todo el tiempo en el que habían estado separados. Como si pudieran ponerse al día en ese mismo
momento.
Pedro suspiró en respuesta, rápidamente desprendiéndose y
bajándose el pantalón.
****
La había extrañado… La había necesitado tanto.
Sin dejar de besarla la empujó levemente para que cayera sobre la cama y sujetándole las manos se ubicó por encima mirándola.
Sus ojos azules ardían. Le devolvían exactamente lo que él estaba sintiendo en ese momento. Deseo.
Disfrutó de cada segundo mientras entraba en ella y muy de a poco, unidos perfectamente comenzaban a moverse
llevados por el ritmo de sus propias respiraciones.
Se sujetó a sus caderas firmemente.
Todos sus problemas desapareciendo.
Había extrañado absolutamente todo de ella. Sus gestos, su voz, su amor, …pero era ahora, así conectados de una
manera tan básica, tan primaria, tan instintiva, que se sentía finalmente cerca. Era su manera de comunicarse. Y no había ningún lugar en donde se sintiera así de bien. Asi de completo.
—Te amo. – le dijo ella entre jadeos. Y todo su cuerpo se tensó. No era lo mismo escucharlo por teléfono que en persona, mientras le hacía el amor.
Sonrió, y la besó profundamente tratando de gravar en su mente para siempre esas palabras.
En unos días tenía que volver a Nueva York y alejarse nuevamente. No sabía de donde iba a sacar las fuerzas. Y
no quería pensarlo tampoco.
Menos ahora.
Ella envolvía sus piernas en su cintura con fuerza, mientras se mordía el labio.
Quería dedicarle tiempo, quería quedarse ahí para siempre, pero había esperado tanto, que su cuerpo lo traicionaba.
Paula había cerrado sus ojos, gimiendo, dejándose ir y no pudo más que seguirla. La abrazó con todas sus fuerzas, diciéndole que la amaba también.
Muy lentamente volvían a la normalidad.
La miró y no pudo evitar reírse.
—Te saludé, Barbie? – le dijo tentado.
Ella también se rió.
—No me acuerdo. – le contestó. — Pero supongo que me puedo imaginar que estás contento de verme.
—Feliz. – la besó suavemente en los labios y abrazados, la dio vuelta para que quedara acostada sobre él.
****
Pedro la había acompañado a la facultad, y la había ido a buscar también. Sonrió. Le recordaba la primera época de noviazgo. Parecía que habían pasado años, pero no. Tan solo meses.
Ahora él tenía que trabajar en la productora, dirigiéndola, teniendo reuniones casi todos los días por la empresa a la que pertenecía su padre.
Tenía intenciones de comprar algunas de las acciones y así tener voz y voto para poder también influir en las decisiones
del directorio, que hasta ahora habían sido tomadas unilateralmente por Elizabeth. Nada menos que su madre.
Y ella, tenía que prepararse para una campaña de ropa interior, en la que iba a desempeñarse como modelo, con
un compañero que no podía ni ver.
Como su esposo tenía conocidos en la agencia, la había acompañado ahí también.
Apenas llegaron todos lo saludaban afectuosamente. Algunas de las modelos con las que nunca había hablado, de hecho era la primera vez que las veía, se habían amontonado a su alrededor, y le preguntaban por personas que tampoco conocía.
Walter, cuando se enteró, corrió a saludarlo, y a invitarlo a que se quedara cuanto tiempo quisiera.
Hacía diez minutos que habían llegado, y ya todo el lugar estaba revolucionado.
Un poco más acostumbrada a este tipo de situaciones, puso los ojos en blanco y fue a los vestidores a prepararse. Ese día tenía la primera prueba de vestuario. O fitting. Y dado
que era en ropa interior, estaba algo nerviosa.
Mateo ya estaba ahí, casi desnudo, haciendo flexiones.
—Hola. – le dijo apenas mirándola.
—Hola. Cómo estás? – había sido un buen comienzo, después de todo.
Bastante diferente al trato que habían tenido hasta ahora.
—Bien. En esas perchas de ahí vas a encontrar las prendas en orden. Tenemos que pasar, sacarnos dos o tres fotos así nomás, sin posar, y Walter nos dice.
Ella asintió.
Se escuchaban muchas provenientes del set. Nunca había
posado en frente de nadie más que Walter y los fotógrafos. Y bueno, algunos de sus compañeros modelos.
Pero ahora parecía que estaba lleno de gente. Justo hoy, pensó amargamente.
Las sesiones anteriores habían sido de cosméticos. Por lo tanto su única ropa era una bata de satén corta, que casi no aparecía en las fotos. No habían necesitado hacer un fitting. Pero ahora, tenía que posar con, por lo menos 15 conjuntos y cambios distintos.
Era su primera prueba de vestuario. Y por lo que había visto en la productora, a estas asistían, estilistas, equipo técnico de maquillaje y peinado, gente de la agencia, e incluso algunos representantes de la marca en cuestión.
—Estas nerviosa? – le preguntó Mateo.
Ella asintió.
—Vos seguime a mí. Mirame a mí. Yo te voy diciendo que hacer. – le dijo serio, aunque en un tono… más amable
que de costumbre.
Ella volvió a asentir, esta vez sonriéndole.
Walter los llamó para empezar, y rápidamente buscaron las prendas y se cambiaron en los baños para salir.
—Gracias. – le dijo mirándolo a los ojos.
En el set, no había ambiente de producción de fotos. Era más bien, una locura. Todos corrían, anotaban, se acercaban a ellos con cintas métricas, sujetándoles tela con alfileres. Como si fueran dos maniquíes.
Estaba incómoda.
Miró a su compañero, que le dio una sonrisa alentadora. El la estaba pasando igual. Lo hacían caminar de un lado a otro. Le pedían que se midiera otros talles de exactamente lo mismo que tenía puesto.
Y lo hacía con una enorme paciencia.
Miró hacia el detrás de cámara, y Pedro estaba ahí. Al lado de Walter, supervisando todo. Lo habían dejado presenciar el fitting, porque era él, sin dudas.
La gente de la marca también lo conocía. Vagamente se preguntó, si él alguna vez había modelado para ellos.
Seguramente si.
Lo saludó con un gesto rápido con la mano y él le guiñó un ojo.
Cuando por fin terminaron, era de noche. Y bastante tarde.
Ya cambiada con su ropa normal, se fue de vuelta al
set, en donde habían dispuesto algunas mesas improvisadas, y gente de catering estaba sirviendo algo para comer.
Liviano, por supuesto.
Le duraban todavía los nervios de antes, así que no tenía hambre. Tenía un nudo en la boca del estómago bastante
desagradable
—Estabas hermosa. – le dijo Pedro besándola suavemente mientras se acercaba a ella.
—Gracias. – contestó poniéndose roja. Era raro estar ahí con él, frente a sus compañeros de trabajos, clientes, su
jefe.
—Hermosos. – dijo Walter, llamando su atención. —Su compañero estaba hecho un bombón también. Ya lo
conocías a Mateo?
Apenas su jefe mencionó ese nombre, Pedro entornó los ojos. Un gesto de reconocimiento. Mierda. Se acordaba lo que ella le había contado.
Ese era el modelo que la había molestado. Y él había amenazado con buscarlo y… ponerlo en su lugar.
Comenzó a sentir nauseas.
—No lo conozco, de hecho. – dijo con cara de póker.
Walter lo llamó con un grito, y su compañero se acercó a donde estaban.
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