lunes, 21 de diciembre de 2015
CAPITULO 109
—Mateo, te presento a Pedro. El fue la imagen de la marca para la que ahora van a trabajar, por años. Además de ser uno de los modelos más importantes… y…
Pedro lo interrumpió.
—Pedro, el esposo de Paula. Mucho gusto. – Mateo mirándola rápido y después a él, tendió la mano y se la
estrechó.
—Mateo, mucho gusto.
Walter seguía hablando de toda una cantidad de cosas, sobre lo que había hecho uno u otro modelo, desarmándose
en halagos, pero ninguno lo escuchaba.
Se estaban midiendo con la mirada.
Lo conocía. Sabía que estaba enojado. Oh por Dios. No quería escenas en su lugar de trabajo. Y menos ahora que su compañero había cambiado su actitud.
Se arrepintió de haberle contado a Pedro de las bromas.
Después de todo, ella también había sido parte de ese
juego. Y no se lo había dicho.
—Desde cuando trabajas en la agencia? No me suena tu cara de ninguna campaña. – le dijo de manera casual.
Paula lo miró. No podía creer. Era un lado de Pedro que no conocía, sin dudas. Su ojos eran fríos, y había un dejo de… soberbia… superioridad.
—Desde hace unos meses apenas. Estuve mucho tiempo trabajando en Brasil. – le contestó incómodo.
—Y para que marcas trabajaste? – parecía una entrevista. Su compañero se tambaleaba de un pie al otro. La estaba
pasando verdaderamente mal.
No le gustó. De alguna manera esa actitud le hacía acordar a su suegra. A Elizabeth.
Disimuladamente, lo tomó por el brazo y se lo apretó sutilmente para llamarle la atención.
Mateo le contestó la pregunta, cada tanto mirándola.
—Bueno, nosotros nos vamos. Me levanté muy temprano y tengo que dormir las 8 horas que Wally pide…así que… – dijo ella entre risas para alivianar el ambiente.
Se despidieron con una sonrisa, y se fueron.
Una vez en el auto lo miró seria.
—Por qué lo trataste así?
—Así como? Lo saludé. No lo conocía, así que le pregunté donde había trabajado y eso… – le dijo sonando tranquilo. Pero frío. Frío como el hielo.
—Sonaste exactamente como tu mamá. – le dijo sin mirarlo.
Silencio.
—Agradecé que no lo cagué a trompadas. – dijo por lo bajo.
Ella solamente lo miró sorprendida y no pudo evitar recordar como había reaccionado esa vez discutiendo con Marcos en la puerta de la productora. O como le había pegado a David en el boliche…
—No es la manera. – dijo negando.
—Es mi lugar de trabajo.
Más silencio.
—Lo pensé pero no lo hice. Es una manera de decir, Pau. – dijo en tono conciliador. —Pero si te vuelve a hacer algo… ahí si… me vas a tener que disculpar desde ya.
—Odio la violencia. – dijo mirando por la ventanilla.
El la miró con media sonrisa y levantando una ceja.
—Un poco te gusta, a veces.
Sabía a lo que se refería. Que desubicado. No tenía nada que ver.
—Sos un idiota. – le dijo molesta.
—Ey! Qué te pasa que no te puedo hacer un chiste? – dijo entre risas.
No le contestó. Su humor se había oscurecido de tal forma, que no quería ni hablarle.
Llegaron a casa sumidos en el más absoluto de los silencios.
Sin siquiera mirarlo, se bañó y se cambió para dormir.
—No vas a cenar? – le preguntó cortante.
—No tengo hambre. – lo miró desafiante. Casi esperando que él le hiciera algún comentario sobre su forma de comer. Pero no lo hizo. El solo levantó las dos manos y se encogió de hombros.
Se acostó y se giró para un lado dándole la espalda.
Escuchó como se bañaba y cambiaba. Se acercó por su espalda y le besó la nuca muy suavemente.
—Barbie. Perdoname. – le dijo muy bajito.
Ella se dio vuelta y lo miró.
Parecía afectado de verdad.
—Perdón. Fui muy mal educado. Pero me dio bronca porque sé las cosas que te hizo. Y no quiero que te sientas mal…
Ella tomó la palabra, ya no tan molesta.
—Si. Pero ahora está todo bien. Tenemos que trabajar juntos, lo hablamos. De hecho antes de salir, me ayudó para que no estuviera tan nerviosa. Creo que nos llevábamos tan
mal porque no nos conocíamos. Pero no creo que tenga mala intención.
El asintió.
—No quiero que estés enojada conmigo. En dos días me voy. – dijo dejándole un mechón de cabello detrás de la oreja.
Ella frunció los labios ocultando una sonrisa, y lo besó, tomándolo del cuello.
—En serio no querés cenar? Te puedo preparar algo livianito. Una sopa?
—No querés que esté enojada, pero empezás a joder con el tema de la comida? – dijo mirándolo enojada.
—Barbie…
—Me siento mal. No tengo hambre. De los nervios por las fotos tengo el estómago revuelto. Quiero dormirme y que se me pase.
El la abrazó con cariño por detrás, y entre palabras dulces se quedaron dormidos.
La despertó el movimiento de la cama hundiéndose a su lado. Pedro había apoyado una bandeja con té, galletas de salvado, fruta y tostadas con varios tipos de mermeladas dulces.
—Buen día, Barbie. – la besó.
—Buen día, hermoso. – su sonrisa se hacía más grande por segundos. — Había extrañado tanto despertarme con vos.
Todo olía demasiado bien. El le estaba contando algo relacionado con su viaje, mientras le daba besos o le hacía
podía parar de comer.
La noche anterior se había sentido asqueada, y ahora tenía un vacío que necesitaba llenar.
Se estaba ahogando de comida.
Se paró a pensar que cualquiera que viera su comportamiento, sin conocerla, pensaría que tenía un
desorden con las comidas. Pero es que el estrés últimamente le tenía la panza hecha un nudo.
Siempre había sido su punto débil.
Había momentos en los que no podía probar bocado, y otros momentos como ahora, que comía como si alguien estuviera a punto de quitarle el alimento de la boca.
Su esposo estaba encantado de verla así.
No tenía dudas, ese viaje, en parte era para controlarla de cerca y saber si comía, si se cuidaba, si se estaba sintiendo bien. Sonrió. El se preocupaba demasiado.
Esa tarde la había acompañado nuevamente a la agencia.
Les quedaba menos de un día juntos, y no se querían
separar.
Tenía que ir un rato solamente para las pruebas de maquillaje y peinado que el día anterior no habían podido hacerse por falta de tiempo. Con suerte, al terminar podría ir a casa.
En un par de horas, ya estaba totalmente peinada y estaban
retocándole el maquillaje. Era una producción sexy, así que tenía el pelo lacio, y ojos negros muy esfumados.
Se sentía bonita.
En el set hacía más frío que de costumbre, y empezó a sentirse mal. El estómago le molestaba de nuevo. Hacía
mucho que no desayunaba y almorzaba tan pesado, eso también había contribuido, para que ahora tuviera un
torbellino de ruidos y unos dolores agudos que la estaban matando.
Probaron colores de sombras, de labiales, aumentando el volumen del cabello, todo. Como si fuera una muñeca
con la que estaban jugando. Su compañero también había ido, y estaban evaluando la posibilidad de bajarle el
jopo. El se negaba, era su toque distintivo. Estaba enojadísimo. Todos estaban enfocados en hacerlo entrar en
razón, pero ella lo escuchaba lejos.
Como en un túnel. Se sentía tan mal.
No pudo resistir más y salió corriendo a los baños de los vestidores.
Si, tanta comida de golpe había sido una mala, pésima idea.
Minutos después salía sintiéndose algo mejor, pero totalmente pálida y cubierta de sudor. Mateo estaba
esperándola con gesto serio. Oh Dios.
No estaba de humor para peleas, ni bromas.
—Estás bien? – le preguntó, sorprendiéndola.
—Si. Perfecta. – le dijo confundida.
El levantó una ceja y se acercó más a ella. Y con toda la confianza del mundo le puso la mano en la frente como
tomándole la temperatura. La miraba de forma curiosa.
Estaba revisándola?
Después tomó sus manos y las miró de cerca. Qué estaba buscando?
Sobresaltada, se soltó de su agarre y puso cara de malos amigos.
—Mirá, yo pasé también por eso. Y lo peor que podes hacer es no reconocer el problema y esconderlo.
—Ah? – no sabía que decir.
—Te escuché vomitando, Paula. – le dijo como si entendiera perfectamente lo que le pasaba.
—Si, estoy mal del estómago. Comí pesado y…
—Y nada. Es una enfermedad. Yo pasé por algo parecido al principio de mi carrera. La presión por ser uno más, y no tener ni un gramito de grasa… sé de lo que te estoy hablando.
Ahora estaba entendiendo. Puso los ojos en blanco ofuscada.
—No estoy anoréxica, ni soy bulímica. – dijo repitiendo
mecánicamente lo que hacía semanas venía diciendo.
—Al principio yo tampoco me daba cuenta. No lo reconocía. Tuvo que pasar algo muy grave para que me abriera los ojos. – la miró. —Conmigo podés hablar. Aunque soy un poco forro, y me gusta joderte. – puso los ojos en blanco. —Con estos temas no jodo.
—Te juro que nada que ver. Amo comer, y en unos meses cuando termine el contrato, no es mi idea seguir modelando. Voy a seguir sacando fotos. – le sonrió.
El frunció los labios, resignado y levantó los hombros rindiéndose.
—Ya sabés. – le recordó, antes de volver al set.
Otra persona más que tenía que sumar a la lista de personas
preocupadas por ella. Tendría que ir al médico para que le hiciera estudios, y a un nutricionista para que le recomendara alimentos que no le sentaran tan mal en tiempos de mucho estrés.
El había sufrido esa enfermedad?
Hacía cuánto? Se lo veía tan saludable.
No era para nada un modelo escuálido, de los que hacen alta costura. Estaba bien formado, y le gustaba entrenar. Por
algo lo querían siempre para las marcas de ropa interior.
Qué sería lo grave que le pasó para abrir los ojos?
Sus pensamientos fueron interrumpidos por Pedro, que entraba al vestidor para ver como estaba. Y por más que le aseguraba que se sentía bien, podía ver en sus ojos que no terminaba de creerle. Era agotador.
—Te puso algo en el café otra vez, ese idiota? – le preguntó molesto.
—No! – contestó calmándolo. — Ya me sentía mal. No tomé ni comí nada acá.
Asintió serio. El día había terminado horrible. Estaba exhausta y solo quería descansar.
Para colmo de males, todo el día siguiente se había sentido como la misma mierda. Se la había pasado en cama, con vómitos, y dolor de panza.
Un médico había ido a verla, y le había dicho que eran síntomas de gastritis. Sin dudas, provocada por un estado de nervios, mezclado con el cambio de sus horarios, y por supuesto, por la ausencia de su marido. Tenía que ir a la clínica para hacerse algunos análisis de rutina, pero nada urgente.
A la noche ya se sentía como nueva.
De hecho, había podido comer y todo.
Pedro estuvo a punto de posponer su viaje, pero ella lo convenció de que no lo hiciera. Cuanto antes terminara con
esos trámites antes lo tendría en casa.
Aunque lamentaba profundamente haber pasado un día entero en ese estado cuando sabía que pasarían varias
semanas antes de que pudieran estar juntos otra vez.
Se habían despedido entre besos, abrazos y algunas lágrimas. Cada vez le costaría más? Su visita se le había hecho tan corta…
—Si te sentís mal, me llamás y vengo. No me importa nada. – le dijo serio, mirándola a los ojos mientras tenía la frente apoyada en la suya.
—No podés dejar todo. – se rió. — Voy a estar bien. Anda, terminá lo que tenes que hacer y volvé rápido. Si?
El asintió, besándola y abrazándose con fuerza.
—Te amo. – le dijo. Y se fue.
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