domingo, 20 de diciembre de 2015
CAPITULO 105
Mientras se bañaba se puso a pensar que tal vez había sido un poco dura con Pedro. Estaba preocupado por ella, por eso le había hecho tantas preguntas.
Todos los que le cuestionaban tanto su peso, se angustiaban por su bienestar.
Suspiró. Tendría que pedir disculpas un par de veces.
El tema, últimamente la sacaba de sus casillas. Todo lo hacía. Sentía un nivel de estrés que estaba poniéndola
insoportable. Para colmo de males, estaba su compañerito de trabajo que no hacía más que complicarlo todo. Tenía
que ser inteligente. Después de todo, ella se había criado con un hermano varón. Si quería jugar de esa manera, ella podía defenderse. Ya se le ocurrirían un par de ideas.
Cuando salió de la ducha, se encontró con su esposo esperándola afuera del baño, con cara triste.
—Perdón. – le dijo besándolo. — Soy mala cuando quiero, grito y te trato mal. Perdoname.
El sonrió y la abrazó.
—Me banco tus gritos, pero no que te sientas mal, mi amor.
Ella le devolvió la sonrisa y lo besó en los labios. Sintió como su respiración se volvía más trabajosa mientras ella lo besaba más profundamente y todo su cuerpo empezó a arder.
Separándose un poco, para poder verlo a los ojos, sonrió y dejó caer la toalla al piso.
Los ojos de Pedro viajaban por todo su cuerpo ansiosos, pero volvió a mirarla a los ojos.
—Te sentís mejor? – ella no le respondió.
Volvió a tomar su boca, con desesperación, tratando de desprenderle la camisa.
Estaban de nuevo a donde habían estado la noche anterior cuando fueron interrumpidos. Pero esta vez no pasaría lo mismo.
Su esposo apretó uno de los botones del teléfono.
—Lo silencié. – le dijo sin dejar de besarla.
Ahora nadie podía molestarlos.
Sus besos comenzaron a bajar por todo su cuerpo, hasta situarse en medio de sus pechos, y ella ya no podía pensar
de manera coherente. Seguía bajando con movimientos suaves y casi imperceptibles de su lengua, haciéndola
perder el control.
Cuando llegó a donde realmente la quería besar, ella lo sujetaba con fuerza del cabello y gemía con fuerza.
Solo unos segundos después se estaba dejando ir. Había sido rápido, demasiado. Su cerebro estaba en cortocircuito.
Estaba diez mil veces más receptiva que otras veces.
Pedro la miró sonriente, y buscó su boca para besarla. Sin poder esperar más se hundió en ella y comenzó a moverse.
Se sentía a punto de explotar. Todo el cuerpo se le prendía fuego, la sensación era tan fuerte que la llevaba a cerrar los ojos, morderse los labios, y clavarle las uñas a Pedro en la espalda que no parecía notarlo.
El tenía su cabeza en el cuello de Paula, mientras avanzaba al ritmo que los llevaba a los dos y los hacía perderse.
Lo necesitaba, de forma urgente.
Llevó sus manos más abajo, y volvió a clavar las uñas, pero esta vez en su trasero, justo donde se flexionaba al mismo ritmo constante, sin piedad.
El gruñó con fuerza y la miró justo antes de terminar al mismo tiempo juntos. Sin aliento, entre gemidos incoherentes de ambos, volvían a la normalidad.
Pero ella quería más. La abrazaba por la espalda, haciéndole cucharita mientras se recuperaban.
Estaba agotada, pero no podía evitarlo.
Llevó una de las manos de Pedro hasta su entrepierna y lo miró. Entendió casi al instante y volvió a besarla mientras la tocaba.
No podía parar, se arqueaba, gemía, temblaba, se estremecía.
—Mmm…me encanta… – le decía él mientras seguía acariciándola.
Estaba perdida, totalmente perdida.
Sin poder resistirse, volvió a tomarla, desde donde estaba y
rápidamente se acoplaron suspirando con fuerza. Calor.
Sentía mucho calor.
Así, de costado, fueron sincronizando los movimientos
dejándose llevar otra vez. Y otras más.
Había perdido la cuenta, pero esa noche se fueron a dormir bastante tarde, y totalmente agotados. No les había quedado fuerza para nada más.
Abrió los ojos de a poco, porque la luz que entraba por la ventana amenazaba con dejarla ciega. Sonrió. Ni siquiera habían cerrado las cortinas la noche anterior. Nadie podía verlos, por la altura del edificio, pero siempre la cerraban por la luz de día. Era temprano todavía.
Pedro todavía dormía, lo sabía sin mirarlo. Bastaba con escucharlo.
Acarició su cabello, despertándolo de a poco porque últimamente estaba despertándose antes que ella.
Sin abrir los ojos sonrió y se acercó besándola.
—Buen día, Barbie. – le dijo con voz ronca en el oído.
—Buen día, hermoso. – le contestó sonriendo.
—Hacía mucho que no me despertaba taaan relajado.
Se rieron.
—A mí me duele todo.
Se movió para quedar frente a él.
Por suerte ese día no cursaba ninguna materia a la mañana, y recién tenía que ir a trabajar a la tarde, porque no tenía
ni idea de donde iba a sacar las ganas de levantarse.
Volvió a besarla.
—Querés que te haga un masajito? – le preguntó acariciándole la cintura con un dedo.
Involuntariamente se mordió los labios y luego se pasó la lengua por donde se había mordido. La agarró con fuerza y la volvió a besar.
Y lo que iba a ser un inocente masajito terminó con un par de horas de la misma pasión que habían vivido la noche anterior. Había empezado en la cama, para seguir en la ducha y terminar nuevamente en la cama.
Más tarde, cuando estaban almorzando, se miraban y se reían.
Estaban en el periodo que todos llaman de “luna de miel”, y no podían sacarse las manos de encima. Habían recuperado el tiempo perdido, de esas últimas semanas en las que no habían podido estar juntos por sus obligaciones.
Incluso estando en la agencia, su mente seguía en esas horas que habían pasado. Sonreía, y le respondía a los
mensajitos subidos de tono que le mandaba su esposo.
—Bueno, parece que hoy te sentís mejor. – le dijo Walter contento cuando la vio.
No pudo evitar sonrojarse un poco.
—Perfecta.
—Mmm… me puedo imaginar por qué. Hablando de eso. – le dijo en voz baja para que ella solamente lo escuchara. —Hacía mil que no lo veía a tu esposo, está di-vi-no.
Se rieron. Estaba acostumbrada a que Pedro fuera objeto de deseo tanto entre las mujeres como entre los hombres, y no le sorprendía el comentario. Su jefe tenía una manera muy graciosa de expresarse, y se llevaban perfectamente bien.
—Si… la verdad es que tengo mucha suerte. Todavía no se que me vio. – dijo entre risas.
—Ay cállate! Si sos un bombón.
Los dos son divinos.
—Vos también estás divino, Wally.
Se rieron.
La maquillaron en 10 minutos, y en menos de 5, estaba frente a los flashes, tratando de aplicar todo lo que había
aprendido.
No había visto a su compañero el modelo antipático, y eso le llamó la atención. Aunque todavía le duraba el enojo por lo que le había hecho, se preocupó por, posiblemente haberle
causado algún problema con la gente de la agencia. Ella tampoco pretendía eso.
Estaba por irse, cuando pasó por el vestidor y lo escuchó hablando.
Se quedó quieta en el lugar cuando escuchó su nombre.
Estaba hablando de ella, y no se había percatado de que
estaba cerca y podía escucharlo.
—Sabés lo que pasa? Es que esa está acá porque se casó con ya sabemos quien. Si no fuera así, vos te pensas que
Amanda la tendría como favorita en todo? Mirá lo que es… Es torpe, no sabe posar, no tiene nada de elegancia,
tiene ojeras, dientes chuecos y el pelo… Viste lo que es el pelo? No debe saber lo que es un baño de crema.
Todos los que estaban con él se rieron, festejando cada cosa que decía.
—El otro día la escuché pidiendo tener el set para ella sola cuando le toca sesiones de foto. Podés creer? Quién se
cree que es? Y a vos que te pidió un café? – risas. —Yo le di el café que quería. La ayudé de paso, a ver si baja ese culo enorme que tiene.
Ahora sabía la razón para que ninguno de sus compañeros la quisiera mucho. Todos habían llegado por medio de castings, y trabajo duro de años, y ella era una recién llegada, que caía gracias a contactos importantes. Frunció
el ceño.
No quería ser esa clase de chica.
Pero ellos no sabían lo que Amanda le había dicho, lo que realmente se proponía. Ella estaba para ser la antimodelo.
No le darían oportunidad de contarles tampoco. Era obvio que no se la bancaban. Así que tomó aire y se fue a casa.
Lo único que le quedaba era esperar a que esos meses se pasaran rápido.
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