jueves, 31 de diciembre de 2015

CAPITULO 143




Cuando Eva cumplía su cuarto mes de vida, tuvo que volver al trabajo. En la productora estaba todo de cabeza, y había unas cuantas producciones esperándola a ella personalmente.


La repercusión que habían tenido tanto sus trabajos para Amanda, para la agencia y para N, sumado a su nueva fama, estaban haciendo que diferentes empresas y marcas preguntaran por ella y quisieran tenerla en sus proyectos.


Así fue como con todo el dolor del alma, esa mañana antes de irse se abrazó con fuerza a la pequeñita. Estaba todavía un poco dormida y no entendía que pasaba, así que bostezó y estiró las manitos para que Sonya, la niñera, la acunara un rato en brazos. Seguiría durmiendo seguramente.


—Cualquier cosa me llamás, si? – le dijo a la chica. —La primera mamadera es a las 10, si se le cae el chupete por favor enjuágalo. No, mejor hervilo.


—Si, Pau. – dijo sonriendo. Se sabía las indicaciones de memoria, pero ella respondía para complacerla.


Estaba a punto de decir algo más cuando Pedro la tomó por la cintura y se la llevó al ascensor.


—Va a estar todo bien, Barbie. Sonya sabe todo de memoria. Y tiene nuestros teléfonos. – una vez solos, la
besó acercándola a su cuerpo. — Además está Gerard.


—Si ya sé pero… – él la volvió a besar sin dejarla terminar de hablar, mientras le acariciaba la espalda.


Sabía lo que estaba haciendo.


Quería distraerla, para que se sintiera mejor.


—Pero… la voy a extrañar. – su corazón se estrujaba con un dolor agudo. Era irracional. —Ya la estoy extrañando.


Pedro sonrió.


—A mí me pasa lo mismo. – se quedó pensativo. —No tenés que volver a trabajar, Paula. – ella puso los ojos en blanco. —O podes tomarte más tiempo, más días, meses, incluso años.


Ella negó.


—Me gusta lo que hago. Y no voy a ser la primera madre que trabaja. – se abrazó a él y le devolvió el beso aprovechando lo poco que les quedaba de ese viaje hasta llegar a planta baja.


Por suerte había estado ocupada desde que entró, lo que a veces hacía que pensara aunque sea un poquito menos en cuanto extrañaba a su bebé. Le hacía falta en sus brazos, era desesperante.


De todas maneras se había asegurado de llamar cada 2 ó 3 horas para preguntar si estaba todo bien.


A últimas horas de la tarde, Pedro la llamó a su oficina y ella entró llena de carpetas con los nuevos bocetos, como había hecho en otras épocas.


—Tenemos como 10 producciones. No sé de donde vamos a sacar tiempo. – le dio un breve resumen de las marcas que querían contratarlos.


—Pau, vamos a tener que hacer unos cambios. Yo ya no puedo encargarme de las producciones. Por lo menos no en lo que es fotos. – se rascó la barba pensativo. —Con la producción de desfiles no voy a poder estar en tantos lugares a la vez… ya es de por sí mucho trabajo y voy a tener que contratar gente que trabaje conmigo.


—Me parece bien.


—Vas a quedar a cargo del área. Te parece? – ella abrió y cerró rápidamente la boca. —Sé que te estoy pidiendo un montón, pero pensalo. Vos también vas a necesitar más gente.


—Si, en eso tenés razón. Pero a cargo? No tengo la experiencia.


—Yo estoy acá, no te hagas problema. También pensaste que no ibas a ser capaz de ponerte en el lugar de
fotógrafa de un proyecto grande, de productora o de modelo y mirá. – la señaló.


—Mmm… – lo miró mientras muy lentamente empezaba a sonreírle. —Está bien. Pero quiero a Ana a mi lado.


—Hecho. – ella se levantó y se sentó en sus piernas acomodándose de manera provocativa.


—Me hace feliz que confíes tanto en mí. – él sorprendido y casi como un reflejo la tomó por la cintura. — Conviene mucho ser la esposa del jefe.


El se rió.


—No tiene nada que ver con eso. – ella sonrió y le empezó a sacar el ruedo de la camisa de adentro del pantalón. —
Pero me gusta esto… ahora.


Pasó las manos por sus piernas subiendo hasta sus muslos, levantando la falda que llevaba puesta.


Suspiró cerrando los ojos por un momento. Ahí estaba, esa familiar sensación. La que siempre sentía cuando estaba con él. La mareaba, le ardía la piel, aceleraba su pulso, y le hacía temblar el cuerpo entero. Sin pensarlo llevó las manos a los botones de su pantalón y tiró para desprenderlos.


—Mmm… – siguió besándola, pero se separó apenas para hablar. — Paula, esperá. Alguien puede entrar.


Se frenó.


—Cerré la puerta. – le dijo agitada. El respondió en menos de un segundo, volviendo a pegar su boca a la suya, apretando su cuerpo y moviéndose por debajo de ella.


La temperatura subía de golpe, no podía evitarlo. Se olvidaba por completo de donde estaba, no había nada ni nadie más. Lo único que podía oír era sus respiraciones. Lo único que podía ver era sus ojos.


Suspiró largo y profundo cuando la tocó. Primero muy despacio, tomándose su tiempo, obligándola a arquearse
sobre él, obligándola a clavar las uñas sobre el respaldo de la silla.


Y luego aumentando la velocidad, empujándola con su cadera. Estaba tan ansioso como ella. Lo sentía.


Todo su cuerpo irradiaba calor.



****


El mismo terminó de desprenderse los botones del pantalón mientras ella le besaba el cuello tensándole todo el cuerpo. 


No aguantaba más.


Tiró de su ropa interior hacia un costado y sin tardar la tomó, con fuerza.


Hundiendo la cara en su pelo, y así ahogando un jadeo al sentirla por todas partes. Ella lo había mordido en el cuello con el mismo fin.


Se sentía maravillosamente bien.


Todo ese calor, envolviéndolo, llenándolo de sensaciones,
expandiéndose hasta los dedos de los pies. Quería estar así para siempre.


Fue tan intenso que casi lo lleva al límite, pero no. Ella se quedaba quieta, y con movimientos muy lentos, iba de
adelante hacia atrás, arriba y abajo.


Tenía el control, sabiendo perfectamente que hacer. Solo tenía que mirarlo a los ojos y se entenderían.


No tenían mucho tiempo, así que agarrándola fuerte de la cadera aumentó la velocidad de sus arremetidas, más y
más. Supo darse cuenta de cuando se había dejado ir con solo mirarla. Y fue eso. El placer reflejado en sus ojos lo
que lo hizo explotar poco después. Era demasiado. Esa expresión en su mirada fue lo más excitante que había visto. 


No tenía suficiente de ella. No podía detenerse.


Se paró tomándola por la cadera hasta sentarla sobre el escritorio y reanudó los movimientos con más ímpetu que antes.


Tenía los nudillos blancos por la fuerza que hacía para sujetarla, sabía que le quedarían marcas en la piel y no
le importó. No le importaba nada. De hecho, le gustaba. Sus embestidas eran frenéticas, y ella se arqueaba contra su
cuerpo perdida. Dejándose ir una vez más, y llevándolo a él también.



****


Cuando pudo recuperar el aliento lo miró. Estaban los dos hechos un desastre. Despeinados, sonrojados, agitados, la ropa arrugada, fuera de lugar y se tuvo que reír.


—Mis compañeros ahora van a creer que soy la favorita del jefe.


El se rió también.


—Sos la favorita del jefe. – la besó con cariño. —Pero además sos su esposa.


—No está bueno que se den cuenta que… – se señaló.


El se rió más fuerte.


—Estuviste muy discreta, eh? – pero se encogió de hombros. —Pero apenas te vean salir así… se va a notar.


Se tapó la cara con las manos mientras Pedro se seguía riendo.








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