lunes, 28 de diciembre de 2015

CAPITULO 132




Desde ese momento en adelante, no volvieron a hablar de la pelea. Pasaron 3 días visitando todos los lugares que
ella quería conocer, y el ambiente entre ellos volvía a la normalidad muy de a poco.


Pedro estaba esforzándose de verdad, y eso la ponía contenta. No había tomado nada más que agua y jugo
y de a poco volvía a ser el que siempre había sido.


Pero el cambio más asombroso era el de su actitud. Se estaba comportando como un adulto. Ahora hablaban
abiertamente de todo. El embarazo había dejado de ser un tema tabú, y estaba todo el tiempo pendiente de sus
necesidades. Pero no como la vez anterior cuando se estresó tanto que terminó… bueno, como terminó.


Se lo estaban tomando con calma.


Ahora él le contaba de sus miedos, y juntos se escuchaban y aprendían a adaptarse. Había cosas que simplemente
siempre les daría temor, pero era parte de la experiencia.


Se permitían desesperarse, y llorar y reír cuando les venía en gana por lo que fuera. Era como si los dos estuvieran pasando por los mismos cambios hormonales.


Volvieron a Argentina, y a medida que pasaban los días, ya no tenían necesidad de llorar ni estar poniéndose mal.


Su panza se movía de vez en cuando, y las novedades de esa nueva vida, era lo que les daba fuerzas para superarlo todo.


Pedro había empezado terapia por propia voluntad, no había tenido que sugerírselo siquiera, y eso lo veía como una gran paso adelante. Por lo menos ya no tenía esa especie de ataques de pánico.


En su próxima visita al médico, descubrieron que el embarazo iba bien, y que ahora sintiera tantas patadas se
debía a que la bebé estaba creciendo y aumentando de peso. Ahora era capaz de escuchar sonidos casi como lo haría al momento de nacer.


Por eso todas las noches antes de irse a dormir, Pedro tocaba el piano, para que tanto la pequeña, como la mamá disfrutaran. Era su momento favorito del día.


Habían ido a reunirse con Amanda, que al verlos sonrió. 


Eran la viva imagen del amor. A Paula se la veía
preciosa, y saludable, quería sacar las fotos para la revista cuanto antes.


Entonces quedaron en verse en una semana para pruebas de vestuario, y todas esas cosas a las que ahora los dos
estaban acostumbrado.


Marcos había vuelto a Italia, y volvería antes del parto seguramente.


Mateo y Ana estaban viéndose más seguido y aunque ya no se molestaban en esconderlo, su amiga seguía tenía reservas para con su compañero. No terminaba de abrirle su corazón.


Francisco estaba tranquilo de que la empresa finalmente no se liquidaría, y los otros empleados no iban a quedar en
la calle, pero no había podido volver a trabajar ahí. De todas maneras se había entusiasmado con la productora, y ya se
había acostumbrado a trabajar con Catherine.



La familia de Paula había viajado a Buenos Aires, y al verla con su pancita redonda, todo lo que habían dicho cuando se habían enterado, dejó de tener importancia. Estaban emocionados como dos abuelos babosos, y habían querido
comprarles de todo. Ahora que sabían que era una nena, los llenaron de ropita, bolsitos, mantitas y ositos de color rosa.


Ella solo podía sonreír.


Estaba en medio de su quinto mes de embarazo, y ya podía decir que había aparecido en todas las revistas, todos
los diarios y todos los programas de televisión de Argentina, y algunos de Londres. Las fotos siempre eran robadas, y eso la hacía sentir increíblemente incómoda.


Siempre era ella huyendo, con gafas oscuras, sin maquillaje, haciendo ejercicio. Donde menos se lo esperaba, había una cámara vigilándola. Pensó en lo irónica de la situación. Ella hacía meses que no tomaba fotos por placer.


Estaban las de la facultad, pero ya ni siquiera lo disfrutaba. 


Extrañaba estar en un set, con locura.


Y el día de las fotos para Harper's, se sintió como en casa.


Sus manos picaban por mover las pantallas, probar unas tomas, medir esto y aquello. Pero no, en lugar de eso tenía
que estar sentada en una silla mientras la peinaban y maquillaban al lado de su esposo, al que le estaban haciendo las mismas cosas.


La producción en general había sido hermosa. Intima, porque habían logrado una conexión entre ellos que se
trasmitía, y romántica, porque la manera en que él la miraba, la agarraba, le sonreía, solo podía ser amor.


Al final del día estaban todos emocionados.


La panza, esa que tantos complejos físicos le generaba, se había convertido en el centro de atención, y salía preciosa
para las fotos.


Lo único que podía desear, es que ahora que tenían fotos de su embarazo oficiales y de estudio, dejaran de perseguirla por la calle, porque era molesto.


Su relación con Pedro, por mucho que se había enfriado en los primeros meses, en este segundo trimestre, se había vuelto a calentar. Sin las incomodidades, ahora estaban los dos buscándose a cada rato. No podían sacarse las manos de encima.


Ella seguía sorprendiéndose de cómo su estado lo atraía. 


Tal vez se debía a las hormonas de ella, a su sensibilidad, o al hecho de que de tener una talla 90 de busto, había pasado a ser 95…y tal vez un poco más.


Su marido la miraba con deseo, y ella no se podía controlar. 


Era como si acabaran de ponerse de novios.


Esa tarde, después de salir de compras para la bebé, él se ofreció a darle un masaje porque la veía cansada y sus pies se habían hinchado como globos.


Lo que se convirtió en un baño juntos, y finalmente terminó cuando él la tomó en brazos sacándola de la ducha para llevarla directamente a la cama.


Mojados como estaban, no importó.


Pasó sus labios por su cuello y ella tuvo que cerrar los ojos.


Se tomó de su espalda, y empujándolo levemente lo dio vuelta hasta quedar ella por encima. Sentía sus ojos, viajando por todo su cuerpo, la necesitaba tanto como ella a él.


La tomó por las caderas y se movió despacio por debajo, pero ella rápidamente le sacó las manos y se las sujetó por arriba de su cabeza. Lo quería a su manera.


Mientras lo miraba fijamente a los ojos, se acomodó para que muy delicada y suavemente entrara en ella. Suspiró
echando la cabeza hacia atrás, y eso solo había bastado.


Esa sensación, ese momento, esa conexión. La única certeza que tenían de que las cosas no iban a cambiar entre
ellos, no importaba las circunstancias.


Se tenían el uno al otro, y tenían esto.


Pedro no aguantaba estarse quieto y empezaba a moverse. 


Con sus ojos fijos en ella y la boca entreabierta, mientras
todos los músculos de su cuerpo y el rostro se tensaban. 


Como en otras épocas, la tomó del cabello con fuerza.


De a poco iba perdiendo delicadeza y se convertía en algo violento y brusco que la hacía temblar. Era eso lo que le
gustaba. Sin dudarlo, respondió sujetándose de su cuello y tirando de él para tenerlo de frente a ella, sentados.


Tenían que ser más cuidadosos que otras veces en esta posición, pero lo que sentían hacía que todo valiera la pena.


La sujetaba por la cintura, cuidándola, disfrutando de su cuerpo como quería. Ahora si deteniéndose, la besó con ternura, la acarició,adorándola.



****


Sentía tanto deseo como ternura.


Muy difícil de explicar, pensó. Quería aprovechar cada beso, cada suave caricia, quería todo de ella.


Se movían juntos, se miraban transmitiéndose lo que sentían. La amaba con cada célula de su cuerpo, y esta era la manera tal vez más básica, pero más verdadera de demostrarlo.


Era un sentimiento tan fuerte que le nublaba la razón y lo hacía sentir poderoso, pero a la vez indefenso.


Solo con pensar que había puesto en riesgo lo que tenían, lo dejaba helado. Se abrazó a ella casi temblando, dejando que lo consolara, que lo llevara a donde ella iba.


Que se dejaran ir al mismo tiempo.



****


Se habían quedado en los brazos del otro por un largo rato después. Sabía que él lo necesitaba. Sus cuerpos estaban unidos por todos lados, y casi como si quisiera participar también de ese abrazo, la bebé pateó muy suavecito.


Pedro rió y llevó la mano a su panza.


—Hey! Hola… Tendrías que estar dormida, es tarde. – dijo acercando su boca.


—Creo que duerme de día. – dijo ella tocando su panza también.


—Vamos a estar meses sin dormir de noche… – se rió. —O años… 


Bajó su cabeza y con cariño la besó bajo el ombligo antes de
acomodarse a su lado para dormir.


Ella se acostó también y cómoda con él a sus espaldas, acarició su brazo y sonriendo le contestó.


—Nos conviene dormir ahora, entonces.


—Estás cansada, no? – dijo sonriendo. Siempre la cargaba con el tema. La verdad es que se dormía hasta en la mesa cuando cenaban. Ni hablar de ir al cine, era un papelón. Y le gustaba más todavía la idea que era él el que la había agotado de la manera en que lo había hecho un rato antes.


Antes de responderle se rió.


—Me estoy por desmayar. No se te ocurra levantarme temprano porque mañana no curso, y pienso dormir.
Dormir fuerte.


Rió también y acariciándola con la nariz oliendo su pelo le dijo.
—Que descanses, Barbie. Te amo.


Y efectivamente, al otro día, los dos habían abierto los ojos después del mediodía.


Quedaban pocos días para que ella tuviera que volver a la facultad, y para que él se reincorporara a la productora.


Según le había dicho Catherine, había muchas novedades.


Pero ese viernes, tenían algo más importante que hacer. 


Anotarse a las clases preparto.








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