lunes, 28 de diciembre de 2015
CAPITULO 131
Cuando se recuperó le dieron el alta, y para su sorpresa parecía hasta de mejor ánimo.
Ella lo había cuidado lo más que había podido, pero él se negó a seguir en cama. Se puso en movimiento. La ayudó a limpiar, se bañó, afeitó y fue a hacer compras.
No había podido detenerlo. Era como un torbellino.
Por suerte habían pasado un día, y una noche de lo más tranquila. Nada de sorpresas. Se habían ido a dormir
juntos, y se habían despertado juntos, y totalmente sobrios.
No había en él, el menor síntoma de haber bebido o
tomado nada.
Elizabeth había ido a visitarlos
La cara de su esposo al verla, fue de sorpresa, y de enojo.
Estuvo a punto de cerrarle la puerta en la cara, pero
Paula se lo impidió. Todo el tiempo que estuvo, casi no habían cruzado ni una palabra.
Ella se sentía como una especie de mediadora.
A Elizabeth pareció no importarle, según le dijo cuando se iba, le bastaba con ver que él estaba bien y sano.
No le contó que ellas habían hablado, y la excusa de que estuviera ahí era la firma de documentos legales que
supuestamente tenía pendientes.
Paula, miró a su suegra y cuando Pedro no miraba, le agradeció por ir. La mujer le había dado el teléfono de los
psicólogos a los que él iba cuando estaba mal disimuladamente y le había pedido ver su panza.
Sentía un poco de pena, en el fondo. Podía ver en sus ojos que estaba sufriendo la lejanía de su hijo.
Cerca de la noche sonó el timbre y eran sus amigos. El les abrió la puerta pero no los invitó a pasar. Les dijo que
no se iba a ir de fiesta. Que por el momento estaba bien…y de paso la presentó como su esposa. Y para asombro de todos, sobretodo de Katy, como la madre de su futura bebé.
Todos lo felicitaron e hicieron “owww” con ternura cuando él la había abrazado por la cintura con las manos en su barriga.
Supieron entender su situación y se fueron sin causar problemas. Pero Katy había sido la última en irse.
Se separó del grupo para poder hablar con él en privado.
—A baby? – parecía desorientada.
El asintió de manera cortante, sin agregar nada más. Era obvio que no quería hablar con ella frente a Paula. Qué
había pasado o estaba pasando entre ellos?
Sin decir nada más, la chica lo miró por última vez con reproche antes de irse con los demás.
Era inevitable que empezara a imaginar cosas, así que cuando Pedro se dio vuelta para mirarla ella lo frenó con
una mano y negó con la cabeza.
—Vamos a hablar más adelante. Cuando estés mejor. – de donde había sacado esa fortaleza? No sabía.
Sin poder contestarle asintió suspirando.
Mierda. Había algo.
Cambiando te tema, le contó de la reunión que había tenido con Amanda y se puso a preparar la cena mientras él la
miraba callado. Le contó que ella no conocía Estados Unidos, y tenía ganas de hacerlo. Le propuso salir a caminar
al día siguiente y hacer algunos paseos turísticos aprovechando que estaban ahí.
No le había preguntado cuando volverían porque no quería presionarlo.
Quería tenerlo recuperado para cuando pisaran tierra argentina.
Habían cenado tranquilos, y ahora estaban acostados mirando una película.
Una vieja costumbre que tenían, y que los hacía sentirse normales, como si nada hubiera pasado. Como en casa.
Se abrazó a él con fuerza, y comenzó a besarle el cuello, la
mandíbula, por detrás de la oreja… Necesitaba sentirlo cerca en todo sentido, y lo conocía. Sabía lo que las caricias de ella le hacían.
Pero para su sorpresa, la frenó.
—Esperá,Paula. – haciendo como Pedro había hecho algunas noches antes se llevó el índice a los labios haciéndolo callar, y se subió hasta quedar por encima.
El cerró los ojos y suspiró mientras le devolvía el beso. Lo sentía por todas partes. Era consciente de las ganas que
tenía, pero otra vez se separó de ella.
—No, Pau. – la sujetó con fuerza de las caderas para que no se moviera y agitado la miró. —No.
Se bajó sintiéndose rechazada y sin entender que le pasaba lo miró esperando que le dijera que tal vez estaba demasiado gorda, y ya no le gustaba… o algo así.
—Necesito que antes hablemos. Puede ser? – respiró profundo. —No me voy a sentir bien si no.
—De qué querés que hablemos?
—De Katy.
Todo su cuerpo se tensó. El, al verla se apuró a aclarar.
—No es lo que te imaginas. – daba igual, ya estaba congelada en el lugar.
—Vos me preguntaste varias veces por teléfono si te estaba engañando con ella, y no. La respuesta es no. Nunca te
engañé. Con nadie.
—Entonces? – frunció el ceño.
—Ella y yo tuvimos algo hace unos años… y le siguen pasando algunas cosas. – la miró con cautela. —Quiso que pasara algo más y yo siempre la frené…
—Ajá.
—Ehm… – se puso más nervioso.
—Borracho me puedo haber hecho un poco el boludo, y darle la impresión de que las cosas eran distintas, pero nunca llegó a nada.
Levantó una ceja, reaccionando apenas. Estaba demasiado serena. Eso era tal vez lo que más lo asustaba.
—Podrías ser un poquito mas claro? Cómo exactamente quiso que pasara más? – su voz era neutra…
El abrió los ojos con un poco de temor y le resultó todo un desafío hablar sin tartamudear.
—Se quedó unas veces acá… y se quiso meter a la cama conmigo. – se rascó la barbilla, queriendo distraerla. —Me quiso besar un par de veces… y esas cosas.
—Esas cosas? – la cara de Paula era de hielo.
—Yo siempre me la saqué de encima. Te lo juro.
—Pero no la pusiste en su lugar. Porque por algo te seguía buscando, por algo se seguían viendo…y por algo seguía entrando acá. No? – apretó los labios en una línea.
—Nunca hubiera hecho nada, Paula. Está bien… te acepto que no le corté el rostro, pero tampoco cedí..
—La dejabas. – concluyó.
—Estaba mal, Barbie. Apenas podía mantenerme en pie. No la alenté si es a eso que te referís. Ella sabía que estaba casado. – la miró. —Perdón.
Ella asintió lentamente. Confiaba en su esposo, pero estaba malditamente furiosa. El la había dejado llegar demasiado lejos para su gusto, y los celos la estaban devorando.
—Ella te gusta?
—No. – por suerte para él, no había dudado.
Volvió a asentir.
—Ok. Algo más que me quieras contar? – él la miraba extrañado mientras negaba con la cabeza.
—Estás muy tranquila. – si, lo estaba. —Me asusta un poquito. Me imaginé que ibas a putearme, o a salir corriendo.
—No. Te creo, y confío en que no estabas en condiciones de pensar en lo que hacías. – suspiró. —Vamos a dormir. Estoy cansada.
—Esto es horrible. – se tapó la cara con las manos. —Prefiero las puteadas. Así me siento, un asco… me da vergüenza todo esto. Siento tu decepción y me hace mierda…
Como un volcán al hacer erupción toda la bronca de esa última época salió a la superficie de la manera más horrible.
—Podés dejar de pensar un poquito en vos? En toda la culpa que sentís? Y como te miro o no te miro? Qué esperabas? Unas felicitaciones? Qué pretendes? Sabés por todo lo que me hiciste pasar? Tenés idea de cómo te
necesitaba en Buenos Aires cuando los fotógrafos me perseguían? Un día casi tengo un accidente porque uno se me cruzó en la cochera…Fueron semanas intensas. Y vos? Acá de joda! Preocupándote por tus reacciones y de si
estabas o no listo para ser padre! Por lo fuerte de TU situación! – soltó una risa irónica. —Y mi situación? A mí me
estaba creciendo la panza! Yo tengo todos los síntomas!! Yo me tuve que fumar el acoso de todos los medios que
me mostraban fotos tuyas con minas!!
El se había quedado mudo. Tenía los ojos como platos y estaba blanco como un papel. Pero ya estaba demasiado atacada y no se pudo frenar a tiempo.
—Estabas más preocupado porque le contesté a un periodista -porque ya me tenía podrida- que por mis visitas al
obstetra. No estuviste a mi lado cuando sentí las primeras pataditas, y eso Pedro, me partió al medio. – su voz se quebró y empezó a llorar.
Pedro había bajado la cabeza y cerrado los ojos como si lo hubiera golpeado.
—Querés puteada? Acá la tenés! Puede ser que después no hayas podido salir de todo esto, pero por favor fíjate!
Yo no pude darme el lujo de desesperarme y mandar todo a la mierda! Ni siquiera me puedo enojar más de la cuenta, porque a mí nadie me dio esa opción! Yo tengo que cuidar el
embarazo! – tomaba aire entre sollozos. —Y te interesa saber como me siento? Como el culo! Me siento fea, gorda y
por un tiempo…..abandonada y rechazada! Estoy cagada de miedo,Pedro! No sé como voy a hacer para ser mamá! Me da terror! Y hubiera sido lindo poder compartir eso con vos.
El se sentó en la cama y estaba por decirle algo, pero ella lo interrumpió.
Presentía que serían disculpas, y más disculpas, pero no las toleraría. No ahora.
—No, Pedro. Estoy cansada. – suavizó su tono de vos. —Perdona que te lo largue todo así, no te quiero lastimar. – frunció el ceño. —Todo lo contrario, quiero que te mejores. Cada uno reacciona de la manera que puede. Solamente te pido que me entiendas. Si?
Para mí no fue fácil, pero sé que mucho de lo que te pasó vos no lo podés manejar. Empecemos de cero, si? Sin
culpas ni reproches de ahora en más. Ya esta dicho todo lo que había para decir.
El la miró sin decir nada.
—A vos te queda algo que quieras reprochar? Algo que quieras sacarte del pecho? Lo hagamos ahora, para volver a
Argentina mejor, dejando todo esto atrás.
El negó con la cabeza. Sabía por su gesto que se moría por abrazarla, pero ella no quería hacerlo. En otro momento,
tal vez.
Al ver que no iba a decir nada, apagó la luz de su lamparita de noche y se acostó dándole la espalda. Algunos minutos después él también hizo lo mismo. Lo sentía darse vuelta a cada rato, seguramente dudando si acercarse o no, pero tomó la sabia decisión de no hacerlo.
Y ella, destrozada por el momento que acababan de pasar lloró hasta quedarse dormida.
Unas lágrimas que la desahogaron y lavaron las últimas semanas para hacer borrón y cuenta nueva.
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