domingo, 27 de diciembre de 2015
CAPITULO 129
Desde que se habían casado ella tenía un juego de llaves de las tres propiedades de Pedro, que ahora eran también de ella. Su departamento en Buenos Aires, la casa en Londres, y su otro departamento en Nueva York, así que entraría sin llamar.
En Estados Unidos el clima estaba algo caluroso, pero a ella las manos le temblaban cuando estuvo a punto de abrir la puerta.
Mierda.
Tenía miedo.
Y si lo encontraba con alguna mujer en la cama? Y si estaba con varias? Y si estaba desmayado? Inconsciente? O peor?
No, no, no. No podía pensar así.
Entró y el alma se le cayó a los pies.
El lugar era un basurero. Restos de comida, botellas de las mas variadas desparramadas por todos lados y un olor
espantoso que no quería ni saber de donde provenía.
No había mujeres. Eso era algo.
Respiró aliviada cuando lo escuchó roncar en la habitación.
Estaba vivo. Corriendo lo fue a ver y por poco empieza a llorar de la emoción. Se lo veía tan adorable. Dormido de costado, con la ropa puesta y el celular en la mano.
Acercándose, le sacó los zapatos y dejó el teléfono en la mesita del lado.
La pantalla se encendió con la llegada de un mensaje y pudo ver que de fondo estaba ella. Sonreía para la cámara y tenía una mano en su entonces pequeña pancita. Era del día que se habían enterado el sexo del bebé.
Se acercó y le dio un beso en la frente.
—Qué te pasó, amor? – dijo por lo bajo.
Seguramente estaría dormido por unas horas más, así que para hacer algo se puso a limpiar y a ordenar todo para
que el sitio fuera habitable otra vez.
Y horas después, lo había logrado.
Se fijó en la heladera, pero solo había botellas de cerveza y sobras de comida china. No quería dejarlo solo, así que más tarde tendría que pedir algo.
Como a las 6 de la tarde tocaron el timbre, pero Pedro, no respondió.
Todavía dormía profundamente, y no lo escuchó. Ella estuvo a punto de abrir la puerta cuando escuchó.
—Pedro! Dude, wake up… we are going to a party! Lets go! (Pedro! Amigo, despertate… nos vamos a una fiesta. Vamos!) – golpearon hasta cansarse, pero no les abrió.
Cansados y pensando que no había nadie en casa, se marcharon mientras gritaban y aplaudían por el pasillo.
Justo en ese momento escuchó que Pedro estaba despierto y salía del baño.
A los tumbos volvió a acostarse, o mejor dicho a desplomarse en la cama dándole la espalda a la puerta.
Alcanzó un control remoto y de todos los rincones comenzó a sonar una música electrónica estruendosa que por poco la deja sorda. El no parecía molesto. Rodó hasta quedar boca arriba y se tapó los ojos con un brazo mientras con el otro buscaba algo al pie de la cama. Ella sabía qué. Una botella de vodka que acababa de tirar. Se había desecho de todo el alcohol que había encontrado.
Al no encontrar lo que buscaba abrió los ojos. Estaban desenfocados y tan rojos que a Paula el corazón se le
partió en pedazos. Qué te paso? – pensaba.
Se acercó a la cama y él se sobresaltó. Se sentó rápido y se golpeó con la cabecera mientras se incorporaba.
—Qué haces acá? Cuándo llegaste? – dijo con la voz rota. Parecía aterrorizado. Como si hubiera visto un fantasma.
—Vine a buscarte. – se sentó cerca de él. —Recién llego. – las lágrimas comenzaron a mojarle las mejillas. — Qué te pasó, mi amor?
—No, andate. No quiero que me veas así. – corrió su rostro tapándose con la almohada. —Andá Paula, por favor. No te quiero acá.
Le dolía su rechazo, pero iba a tener que esforzarse más, ella no pensaba irse.
—En las buenas y en las malas, Pedro. En la salud y en la enfermedad. No me voy a ir. – tiró de su brazo para que la mirara. —Perdoname, mi amor. No sabía que estabas así.
El la miró y sin poder seguir aguantándose la abrazó. Le besó el cuello, la mandíbula, las mejillas y se quedó mirándolo a los ojos.
Ella apoyó su frente en la de él.
—Te amo, Pedro.
Al escucharla, cerró los ojos con dolor.
Paula tomó su rostro con las manos y lo acarició suavemente. Lo había extrañado tanto, y le dolía tanto el
corazón por verlo así, que necesitaba de todo el contacto físico que pudiera tener.
Cuando la miró tenía los ojos vidriosos.
—No podía hacerte esto, Barbie. – la voz se le quebró. —Te mereces mucho más. – llevó una de sus manos a su panza. —Se merecen mucho más.
Ella negando con la cabeza se acercó de nuevo a él y lo besó. Dulce y suavemente. Hasta sentir como sus mejillas se mojaban. Pero no eran sus lágrimas. Eran las de él.
—No me estás haciendo nada… hablemos. Por qué estás así? – tomó aire. —Por qué no me contaste lo que te había pasado hace unos años?
El se separó apenas para mirarla y se secó de manera brusca los ojos con la manga de su camisa.
—Me daba vergüenza. Me da vergüenza. Que estés acá… y yo así. – arrugó la nariz. —Me odio en este momento.
—No tengas vergüenza. Me podés contar lo que sea, yo te voy a seguir amando igual. No me voy a ir a ningún lado. – lo besó.
El le devolvió el beso y la abrazó hundiendo la nariz en su pelo.
—Hmm… te extrañé. – suspiró.
—Yo más. – lo tomó de la mano y lo llevó al baño. —Vamos a darnos una ducha.
El sonrió apenas.
—Tengo olor a muerte.
—Un poquito. – reconoció ella sonriendo también.
Estaba inestable, y le costaba no perder el equilibrio, pero lo ayudó a bañarse cuidadosamente. De a poco los colores iban volviendo a su rostro, y se lo veía más sobrio. Lo secó y cambió como a un niño pequeño y después de cambiarle las sábanas, lo acostó y arropó con cariño.
Pidió sopa de pollo, y de apoco también le ayudó a comerla.
No decían nada. Tan solo estaban ahí. Ella, apoyándolo, sosteniéndolo… demostrándole todo el amor que sentía
por él. Más tarde esa noche, se quedaron dormidos como tantas veces lo habían hecho, abrazados.
Algunas horas más tarde se despertó sobresaltada. Otra pesadilla.
Se sentó en la cama y al no encontrar a su esposo, se asustó. Un ruido en la sala le dijo que por lo menos estaba en el departamento.
Estaba a punto de levantarse, cuando lo vió que entraba a la
habitación casi en zigzag. Mierda. Había estado tomando otra vez.
—Pedro?
El se llevó el dedo índice a los labios.
—Shh… – se sacó la remera y el pantalón en pocos movimientos.
No llevaba ropa interior.
Se veía tan hermoso como siempre.
Estaba preocupada por él, pero no podía evitar que al verlo se le secara la boca.
El al ver su expresión sonrió mordiéndose los labios.
Se subió a la cama, y fue gateando hasta quedar por encima de ella.
Apestaba a alcohol.
—Esperá, Pedro… – quiso alejarlo con una mano, pero él sonriendo fue más rápido y comenzó a besarle el cuello.
—No pienses ahora, Barbie. – le mordió el lóbulo de la oreja. —Me muero de ganas…shh… Sus palabras,… sus húmedos y cálidos besos doblegaban su voluntad.
No podía resistirse. Las manos de Pedro, la tentaban por debajo de la ropa y la hacían arquearse de placer.
Apretando su cadera a la de ella, empezó a desvestirla.
—No, Pedro. Estás borracho… – quería negarse, pero era demasiado…
Le tomaba los pechos con ambas manos, se los besaba… muy lentamente.
Torturándola.
No podía seguir negándose.. No podía seguir hablando.
El bajaba cada vez más, hasta quedar entre sus piernas y comenzar una nueva tortura.Paula se agarraba con fuerza de la almohada y movía sus cadera, sin control. Hacía mucho que no se sentía así.
El, al verla jadeó y volviendo a su anterior posición fue hundiéndose con cuidado en ella.
Los dos soltaron el aire con un gemido mientras se acostumbraban a la sensación. Era maravillosa.
La besó con fuerza mientras se sujetaba a sus manos y se movía lentamente dentro y fuera haciéndola suspirar.
Todo su cuerpo se había alterado.
Lo deseaba, lo quería, lo necesitaba…
Lo abrazó con las piernas, hasta clavarle los pies al final de la columna, incitándolo a que se moviera más a prisa y más profundo.
El gruñó y aumentó la velocidad mientras le mordía el cuello haciéndola gritar.
Todos los estímulos eran demasiado fuertes, todos los
movimientos muy violentos, estaba fuera de sí. Y se dejó ir, libreándose.
Liberando su cuerpo de la angustia, liberando su mente de problemas, liberando su alma de miedos. Se entregó por completo a ese momento, a él y a todo lo que le hacía sentir.
El, tras dos movimientos se dejó ir también tensándose a su alrededor, y cayendo sobre su pecho entre gemidos.
Rodó para un lado y se quedó dormido casi al instante. Ella lo tapó con cuidado y abrazándolo se durmió también
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