domingo, 22 de noviembre de 2015

CAPITULO 57





Abrió el mensaje, casi mordiéndose las uñas.


“Hola, Barbie.”


Ella sonrió. No se había dado cuenta, pero había estado conteniendo el aire mientras leía. Tenía que responderle. 


Pero, qué?


Los minutos seguían pasando, y ella todavía en blanco. 


Ahora todas las cosas que había estado pensando en decirle, le parecían tontas.


Justo cuando estaba por poner las manos en su teclado. Un mensaje.


Flor le enviaba una dirección en Londres. Seguramente era la dirección de Pedro.


Le respondió agradeciéndole y preguntándole como había hecho para conseguirlas, pero ella solo le dijo que una vieja amiga se lo había dado.


Suspiró. Era más de lo que necesitaba saber.


Pero no iba a dejar que ninguna de las ex amantes de su modelito, le opacara el buen humor.


Ahora que sabía donde tenía que ir, solo faltaba pensar que le iba a decir.



****


Después de días, no podía creer que ella por fin le había respondido. Un “Hola” que para muchos no hubiera
significado nada, para él era algo gigante. Ya le había contestado, y ella no respondía. Qué hacer? Volver a
escribirle? Seguramente se había ido a dormir. La hora de su mensaje, con la diferencia horaria, indicaba que se lo había mandado a la madrugada. Tal vez hasta estaba borracha o se había confundido.


Esperaría unas horas más, y le volvería a escribir.



 ****


Paula había llegado a la casa de Pedro.


Estaba afuera.


El lugar era impresionante.


Totalmente de ladrillo, aunque el primer piso pintado de blanco, con columnas sobre bases de mármol, y enrejados
negros, que delimitaban canteros con flores de colores prolijamente cuidadas.


Como todas las casas del vecindario.


Se estrujaba las manos con fuerza.


Estaba a punto de verlo. Su corazón se había disparado.


Este era el momento.


Tocó la puerta y esperó. Las ventanas de arriba estaban cerradas, y había un par de sobres saliendo del buzón.


Tal vez no estaba en casa.


Tal vez ni siquiera estaba en Londres. Se podría haber ido de viaje, ya que evidentemente no estaba yendo a trabajar en la agencia.


Pensar en esa posibilidad solo empeoraba su estado de ansiedad. Si alguien no la atendía iba a gritar.


Entonces escuchó ruidos detrás de la puerta. Alguien se acercaba.


—Who is it? – (Quién es?) – su voz. Oh por Dios, lo había extrañado tanto. Todas las células del cuerpo se estremecieron. Solo los separaba una puerta.


No podía hablar. Estaba demasiado nerviosa.


Entonces escuchó una llave moverse.


Pedro abrió la puerta y la miró a los ojos. Abrió levemente la boca, y la volvió a cerrar. Dos o tres veces igual, hasta que fue capaz de decir:
—Paula?


Ella estaba demasiado afectada.


Tenerlo tan cerca. Cuanta falta le había hecho, y ahora lo tenía ahí, luciendo sorprendido, shockeado en realidad.


Asintió, y sin decirle nada, se acercó hasta donde estaba y lo abrazó.


El, ante el contacto, dio un respingo, pero un segundo después le devolvía el abrazo con la misma fuerza. La alzó
levemente haciéndola girar.


Pedro– había dicho ella, con el rostro pegado a su cuello.


Por fin estaba con él. Se pegó más a su cuerpo, mientras con sus manos recorría su espalda, su cuello. Como si
necesitara tocarlo para creer que lo que estaba viviendo era real. Las lágrimas le mojaban las mejillas, seguramente, lo
estaba mojando a él también, y a su remera, pero no le importó.


La llevó casi alzando hasta adentro y cerró la puerta. 


Ninguno se soltaba. No se habían dicho ni una sola palabra, solo estaban ahí, abrazados, dejándose envolver por una burbuja que los contenía. Una burbuja en donde no importaba nada, más que ellos dos.


Fue ella, la que empezó a separarse de a poco. Necesitaba verlo a los ojos, esos que con su mirada azul, le devolvían el calor.


—Perdón. – le dijo todavía sollozando. —Nunca tendría que haberte dicho que lo nuestro se había acabado.
Porque no es cierto. Nunca dejé de sentir lo que siento por vos. No quería que te fueras lejos…


Lo sujetó por las mejillas y le dijo.


—Te amo, Pedro. – por un momento había temido que él reaccionara como la última vez, y se quedara congelado o
mudo, pero no.


Imitando lo que ella hacía, la tomó por las mejillas y la besó. 


Con desesperación, pegando su rostro al de ella. Cuando habló, su voz estaba quebrada y era ronca, como si estuviera sin aliento.


—No puedo creer que estés acá. – Cerró los ojos. —No sabés como te extrañé, Barbie. – Tomó aire y le dio otro beso.


Ella se dejó besar, mientras lo abrazaba por el cuello, recordando la canción que le había cantado. El era todo lo que necesitaba, era su lluvia en el desierto, y se sujetaba fuerte, porque era su cielo. Ahora no lo dejaría ir a ningún lado, y ella ya no escaparía.


Había encontrado su lugar en el mundo.


Pedro la miró a los ojos, de manera tan dulce, que a ella se le aceleró el corazón.


—Te amo, Pau. – le dijo sonriendo antes de besarla.


Ella sonrió mientras le devolvía el beso. Había escuchado bien, o era la emoción del reencuentro que estaba jugando con su mente?


Todas esas veces que se habían visto, que habían estado juntos, todas esas veces que él la había visto con otro y había sentido celos, cuando la besaba, la tocaba, ese día en la isla. Todo cobraba otro valor.


Ahora todo parecía más. Hasta el mundo, parecía tener más colores de los que ella conocía y había visto.


Al lado de esto, sus dudas, sus inseguridades, todo se veía pequeño. No existía.


—Cuándo llegaste? Por qué no me dijiste? Qué significa esto, Paula? – dijo, ahora tratando de recuperarse de la
sorpresa.


—Llegué hace unos días. Quería sorprenderte, pero no sabía donde encontrarte. Estuve algunos días caminando por todas partes por si te veía.


El se rió, un poco nervioso todavía.


Entornando los ojos, la tomó de la mano y la llevó a la sala.


No paraba de mirar para todos lados. Era una casa, preciosa. Mezclaba detalles de estilo clásico como molduras, alfombras y cuadros antiguos, con muebles más modernos y colores vibrantes. No había dudas de que era la casa de Pedro. Había un enorme parecido con su departamento en Buenos Aires, aunque este era más un pequeño palacio.


—Y por qué viniste, Paula? Qué te hizo cambiar de opinión y querer estar conmigo? – acariciaba su mano, y entrelazaba sus dedos con los de ella.


—Por vos, Ken. Te extrañaba, la estaba pasando muy mal, y ese video… – se le cortó la voz. Otra vez, le ganaban las lágrimas. —No sabía que tocabas tan bien. El sonrió y se encogió de hombros.


—Hacía 10 años que no tocaba, Barbie.


—Fue lo más lindo que alguien hizo por mi. – dijo ella mirándolo a los ojos.


—Haría mucho más, si me lo pidieras… – le contestó en voz baja. Oh por Dios… Se lo quería comer a besos. 


—Por qué te fuiste Pedro? No vas a volver a Argentina?


—Me fui porque ya no podía estar allá. Me hacía mal verte, y no poder estar con vos. Que vos hubieras empezado otra relación…


Bajó la cabeza, y siguió hablando.


—Eso se terminó, o ustedes siguen…? – preguntó dudando, sin mirarla.


—Si, terminó. En realidad nosotros no… pero si. Eso se terminó.


Había querido decirle que no era una relación, pero algo era. 


Y no quería mentir, quería mucho a su amigo, y sentía cosas por él.


Pedro asintió.


—Vos con Rebeca? Eso también se terminó? – preguntó sin poder evitarlo.


—Nunca tuve una relación con ella, Paula. Yo no te engañé. Pensé que habías venido porque me creías. – le dijo soltándole la mano.


—Quiero creerte. – Y era lo más que podía prometer. Intentaría creerle.


—Te lo juro Paula. Cuando vos me dijiste que me amabas, me asusté. Pero porque yo no sabía que me pasaba a mi
y porque nunca me habían dicho eso.


—Nunca? – le preguntó con los ojos abiertos de par en par.


—Nunca. Y me sentí tan mal por haberme quedado callado, tenía miedo de perderte. No lo podía poner en palabras, pero creeme Barbie, me pasa desde que te conocí. Y no hubiera
arriesgado lo que teníamos por una noche con ella, ni con ninguna otra.


Parecía tan sincero. No le quedaba remedio. Le estaba creyendo. Miraba en sus ojos, y solo veía amor. Había
viajado kilómetros por que en el fondo, ella creía en su palabra.


Sin decirle nada más, se acercó a él y lo abrazó. Era su manera de darle a entender que todo había quedado en el
pasado, y desde ahora estaban juntos.


No importaba nada más.





No hay comentarios:

Publicar un comentario