Paula abrió despacio los ojos. Estaba abrazada a Pedro. Se dio vuelta, la estaba mirando.
—Buen día, Barbie. — le dijo besándola.
—Buen día Ken… —le sonrió y tomándolo del rostro lo besó con dulzura.
—Mmm… me encanta despertarme con vos…—le dijo mientras sus manos bajaban por la espalda de ella hasta apretar su trasero para acercarla.
Ella sonrió, moviendo su cadera, buscándolo. Pero después se acordó donde estaba. Estaba en Córdoba. Y no había dormido en casa.
—Pedro, me tengo que ir! — se levantó como un rayo y empezó a vestirse.
El se empezó a reír.
—Ya fue… ya se deben imaginar que te fuiste conmigo, si tu hermano volvió solo.
—No, mi hermano probablemente vuelva a la tarde.
Pedro frunció los labios, impresionado.
—Mirá vos.. Qué bien Nico!
—Si, es de los tuyos. — dijo ella mientras seguía buscando su ropa.
El la miraba desde la cama. Con un brazo detrás de la cabeza.
—Estas preciosa. — le dijo.
—Gracias. — le contestó ella mientras se alisaba el vestido con las manos.
—Pero, Paula?
—Qué?
—Tenés el vestido al revés. — le dijo señalando la etiqueta de la marca que sobresalía por su cuello.
—Oh, la puta madre.
Pedro había tirado la cabeza para atrás mientras se convulsionaba en violentas carcajadas.
—No te tendría que haber dicho. Le aparecías así a tu mamá. — le dijo
—Te imaginas la cara?
Entre risas se terminaron de cambiar, y Pedro la acompañó a su casa.
Cuando llegaron, él la miró y tomándole la mano, le besó suavemente los nudillos.
—Me encantó que vinieras. — le dijo ella.
—No podía estar lejos tuyo, Barbie bruja…
Ella le sonrió y acercándose más, lo besó en los labios.
—Cuando volves a Buenos Aires?
—Tengo que sacar pasaje hoy, ahora voy a la terminal… por? — preguntó ella.
—Porque saqué dos pasajes en avión por si querías volver conmigo. — le dijo él mirándola cautelosamente. Evaluando su reacción.
—En serio? — le preguntó sonriendo. — Me encantaría… odio los viajes largos en colectivo.
—Hoy te busco a las 9 de la noche entonces
—Te espero. — le dijo y se abrazó a él con fuerza.
Después de la noche que habían vivido, parecía imposible separarse. Aunque fuera por un par de horas.
Cuando llegó a su casa, nadie le dijo nada. Ella aprovechó para hacer las valijas y doblar su ropa limpia.
El resto del día se la pasó en su casa. Relajándose. Estaba agotada.
****
Pero también, se acordó de su charla. De cómo la había visto, sufriendo. Por su culpa.
Ella sentía cosas por él. Se lo había dicho.
Se le hizo un nudo en la garganta.
Se había dado de bruces con la realidad.
También sentía cosas por ella.
No pensaba dejar de verla. No iba a alejarse. Ya no era una opción.
****
Su familia, pensaba ir a despedirla en la terminal, pero cuando ella les dijo que se iba en avión, y que prefería que por esta vez no se despidieran, la saludaron desde la puerta del edificio.
Paula odiaba las despedidas, así que habían prometido comportarse.
Pero la sorpresa que se llevaron todos, cuando vieron llegar a Pedro, fue simplemente genial.
El, sin dudarlo, había ido hacia donde estaba Paula, y la había saludado con un beso en los labios.
Ok, pensó Paula. Iba a tener que dar muchas explicaciones por teléfono.
La ayudó a subir su equipaje y saludando a todos, se fueron.
Una vez en el taxi, él le agarró una mano y le dijo.
—Hola hermosa. — y la besó
Esta vez, en serio. Con ganas. Se habían besado esa misma mañana, pero parecía que sus labios se extrañaban. Los dos sentían como sus besos calmaban la sensación de sed que les dejaba su ausencia.
Habían esperado cerca de media hora en el aeropuerto, con las valijas en las manos, y empezaban a cansarse. Había un retraso por mal tiempo.
Cuando por fin pudieron abordar, a Paula no le habían quedado energías para nada más, y se durmió apoyando su cabeza en el hombro de Pedro.
****
Sabía que lo que estaba haciendo, era peligroso. El pensar en como podía lastimarla si las cosas no funcionaban, lo llenaba de temor.
Nunca había estado con nadie por más de, cuánto? Una? Dos semanas?
Con ella era distinto. Ella era distinta.
Pero él seguía siendo el mismo.
Pensó en su próximo viaje a Londres y se tapó la cara con las manos. Oh Dios…
Un viaje, donde iba a estar rodeado de modelos, compartiendo eventos con ellas, hasta el hotel. Y las fiestas a las que tenía que ir.
No a fiestas como a las que acostumbraba en Buenos Aires.
Estas fiestas, …eran diferentes.
Y él, era soltero. Siempre lo había sido.
Cómo podía si quiera pensar que iba a poder cambiar? Era su naturaleza.
Se sintió la peor persona del mundo.
Llegaron temprano, así que Pedro la invitó a dormir a su casa. Ella, estaba tan cansada, que había aceptado.
El la había cargado hasta llegar a la habitación, dejándola acostada mientras la besaba en la frente.
Sonrió. Ella estaba destrozada. Se suponía que se iba a Córdoba a descansar, de las semanas de trabajo duro, pero volvía aun más cansada.
Le sacó las zapatillas, y el jean, para que pudiera dormir más cómoda.
El, se desvistió, quedándose en ropa interior, y se acomodó a su lado, sin hacer ningún movimiento brusco que pudiera despertarla. Muy de a poco se quedó dormido también.
Cuando se despertó, miró a su lado, pero estaba solo. Se escuchaba la ducha en el baño. Miró su reloj, y era muy temprano.
Se levantó y sigilosamente, abrió la puerta para verla.
Estaba con los ojos cerrados, lavándose el cabello.
Se sacó el bóxer, y se le unió.
****
El la tomó por la cintura y la besó.
—Buenos días, hermosa — le dijo
—Buenos días, hermoso — le respondió ella sonriéndole.
Ella le pasó las manos por la espalda, su ancha espalda.
Mmm…que bien se sentía su cuerpo bajo el agua… —pensó.
Sus labios encontrando los de él. Con desesperación, pasión, calor.
Las respiraciones entrecortadas, agitadas, y una sensación dulce, creciendo en su interior. El deseo, explotaba en todo su cuerpo.
El la tomó por la cadera, y la dio vuelta.
Mordiéndole el lóbulo de la oreja, le dijo.
—Apoyá las manos en la pared.
Ella le hizo caso sin dudar. Lo necesitaba con urgencia.
Las manos de Pedro viajaban por su cuerpo, por sus brazos, sus hombros, sus pechos.
Se detuvo, jugando con sus pezones. Ella gimió.
Más abajo, por su estómago, su cadera. Apretó mas sus dedos, sujetándola con fuerza. La atrajo de golpe hasta pegarla a su cuerpo.
Ella dejó de sujetarse con una mano, y la pasó por el cuello de Pedro, para encontrar su rostro, y poder besarlo.
El beso se hizo profundo, ansioso.
Las manos de Pedro siguieron bajando, con deseo, hasta llegar a la entrepierna de ella.
Se movieron acariciándola, jugando, tentándola.
Ella se había empezado a mover contra él, arrancándole jadeos.
Pedro, mordiéndole el cuello, muy despacio se hundió en ella.
Paula se tuvo que volver a sostener con ambas manos.
Saboreando la sensación de tenerlo dentro.
Se movía lento, mientras le decía cosas al oído. Ella, se sentía deseada, amada, al borde… gimió.
Como respuesta, él empezó a acelerar las arremetidas, y empujó cada vez más y más fuerte. Su respiración entrecortada, en su oído.
Cada vez más profundo.
Más rápido, más duro.
Ella cerró los ojos y tiró su cabeza hacia atrás.
—Mmm…Bar…bie… —jadea él, entrecortadamente.
Y no le quedó más remedio. Se viene, gritando, gimiendo, perdiéndose en él.
El hundiéndose por última vez, se deja ir gruñendo.
La rodeó con los brazos por un momento, abrazándola, conteniéndola.
Perdieron la noción del tiempo.
Tranquilamente, habrían podido estar horas en la misma posición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario