Paula sonrió. Tenía una cita con Pedro. Su día empezaba a mejorar.
Llegaron al restaurante y se sentaron en donde les indicó un mozo.
El lugar era imponente. Las mesas estaban recubiertas de mantelería color crema, que era el color predominante en el salón en donde estaban sentados. Cada mesa tenía cuatro sillas de madera oscura, en donde descansaban unos almohadones del mismo color que los manteles y una mesita auxiliar pequeña, con las mismas características, que era para apoyar las botellas.
Por encima de la mesa, había varias copas de cristal, y las servilletas estaban dobladas de manera elegante.
Desde donde se sentaban, podían disfrutar de las vistas de uno de los ventanales que daba directamente al puerto. Este, al ser de noche, estaba iluminado y le daba a todo un aire romántico.
Paula tomó del brazo a Pedro, y le dijo.
—Si me avisabas, me cambiaba. Estoy de jean, no da para este lugar.
—Estas hermosa. Y no te hagas problema, acá no nos ve nadie. — le contestó él besándole la mejilla.
Y efectivamente, en la sala en donde los habían sentado, solo había dos mesas más, bastante alejadas, cada una con una parejita en su mundo.
Un mozo elegante se acercó a tomarles el pedido, y Pedro le dijo que mientras esperaban iban a tomar una botella de champagne.
Ella, había pedido lomo al cheddar por recomendación del mismo mozo, y Pedro algo que ella no podía ni pronunciar, pero que estaba casi segura tenía langostinos.
Cuando se quedaron solos, ella empezó a ponerse nerviosa.
No era la primera vez que estaba sola con él, de hecho, lo había visto desnudo varias veces, pero esto se sentía más íntimo.
Se habían encontrado en fiestas, en su trabajo, en su casa, en la de él, pero nunca habían ido a comer.
Se sentía como una cita.
Y lo más raro, es que según la descripción que su amiga Flor le había dado de las relaciones que tenía el modelito, esto era raro hasta para él.
Lo miró. Estaba mirando su celular y escribiendo algo. O a alguien. Frunció levemente el seño.
Dejó el teléfono en la mesa y le dijo.
—Felicitaciones. — le dijo con una sonrisa.
—Por?
—Me acaba de escribir Marco, el representante de la marca. Eligieron todas tus fotos para la campaña.
—En serio? — Paula no pudo disimular su sorpresa y casi deja caer la copa que tenía en la mano.
—Si, les encantaron. Voy a hacer que pongan tu nombre al lado del de Eduardo. Te lo mereces
—Qué? — preguntó, aunque con la voz apagada, casi un susurro.
—Si, para que te conozcan. Tenés talento Paula.
Ella sentía una mezcla de calor y de frío en el cuerpo. Su cara tenía que estar pasando por todos los colores del arcoíris. Sin pensar en lo que hacía, agarró la copa y se la vació de un trago.
Era una oportunidad increíble. Todo lo que había soñado, y en casi su primer trabajo.
Ella no tenía experiencia, no sabía nada…
—Pedro, gracias, en serio. Pero no me parece que…Eric es mi jefe. Son sus fotos. Es su campaña.
—Es mi contrato. — dijo Pedro mirándola fijo.
—Pero es que ni siquiera saqué las fotos…
—Bueno, que tu nombre aparezca en post producción.
—No estoy contratada para eso…soy solamente la asistente.
—Vos salvaste a tu jefe de que no rompiéramos contrato con su productora. Te debe mucho más de lo que te imaginas, Pau.
—Pero es que…
Y no pudo seguir hablando. Pedro negó con la cabeza.
—Ya está hecho. —le dijo tajante.
Paula sonrió, y le agradeció, pero sin poder morderse la lengua. Tenía que decirle algo al respecto.
Con algo de humor le preguntó.
—Nadie te dice que no? Nunca?
—No. Por lo general, nadie.
Casi por un instante pudo imaginarse como sería ser como él. Tener lo que quería cuando, como y donde lo quería siempre.
Sin discusiones, todo haciéndose a su voluntad sin que le costara nada.
Ella misma había sido testigo de cómo númerosas mujeres caían a sus pies sin tener que pensarlo dos veces.
Y en la productora era como si él diera ordenes con la mirada.
Le agradó ver que aun siendo capaz de manejar todo desde su trono, se involucraba. Se comprometía con sus proyectos.
No tenía necesidad de modelar, pero lo hacía. No tenía necesidad de presentarse personalmente a cada una de las etapas de la campaña, pero allí estaba. No necesitaba ser uno de los promotores, pero no lo dudaba. El se arremangaba y hacía el trabajo duro, si debía.
Eso hizo que el corazón de Paula se llenara aun con mas amor, si es que eso era posible.
Volvió a sonreírle.
—Entonces brindamos para festejar? — le dijo Pedro
—Brindemos.
Y chocaron sus copas.
Cenaron relajadamente, sin hablar de trabajo. Era una de las comidas más deliciosas que ella había probado. La música era tranquila, y suave, y Pedro, bajo las luces tenues del lugar estaba guapísimo.
Al rato una nueva pareja entró a la sala y se sentó en la mesa que quedaba en frente de ellos.
Paula apretó un poco las mandíbulas al darse cuenta de que era Rebeca. Estaba acompañada de un hombre elegante. Mayor que ella, pero de muy buen porte.
Apenas los vieron, Rebeca pegó un leve gritito.
—Pedro, honey!! Te acordás de mi papá?
—Hola Rebeca. Si, un gusto verlo de nuevo señor Hugh.
Apretó la mano del hombre, y le dio un beso ligero en la mejilla a ella. Paula sentía que se prendía fuego.
El hombre parecía encantado de encontrarse a Ken. Intercambiaron un par de palabras amables, hasta que notaron su presencia.
—Hugh, Rebeca, ella es Paula. Trabaja en la productora que está haciendo la campaña de jeans.
Eso era. Ni su novia, ni su amante…ni siquiera su amiga.
Rebeca la miró de arriba abajo y con cara de asco le dijo.
—Ah si. Sos del equipo técnico. Hola, mucho gusto. — le dijo sin tenderle siquiera la mano.
De que tenía miedo? De que le contagiara la peste? Pensó Paula casi sin contener una risa.
—Mucho gusto. Soy la asistente de Eduardo, en realidad.
La aclaración no pareció importarle en lo más mínimo. Estaba segura de que no la había escuchado.
—Mucho gusto señorita Paula. Un gusto. — le dijo en tono más galante Hugh.
—Ella está en primer año, estudiando fotografía en la universidad, y pronto formará parte del staff de fotógrafos de su productora.
Paula, había querido corregirlo, pero no lo hizo. Rebeca la interrumpió, mirando a Pedro solamente, como si ella fuera invisible.
—Guau. Debe tener mucho talento para avanzar tan rápido.
La doble intención bien marcada. La estaba tratando de trepadora, como mínimo. Insinuando que lo hacía de alguna manera no muy licita, para colmo.
—Mucho. — dijo Pedro mirándola de manera sugestiva.
Ella se ruborizó y le sonrió a modo de agradecimiento.
Rebeca furiosa, inventó una excusa y se fue junto a su padre al piso de arriba, donde había una sala igual que esa.
—No le hagas caso. No lo hace de mala persona. En el mundo de los modelos hay mucha competencia y mucha envidia.
—Pero, como podría competir con ella? —preguntó Pau honestamente.
—No podés. No se dedican a lo mismo. — dijo Pedro naturalmente sin darse cuenta de que Paula se
refería a otra cosa. — Pero le sale como un reflejo.
Paula asintió, y siguieron su cena como si no los hubieran interrumpido. Aunque por dentro, ella se había quedado pensando en que eso mismo que había pensado Rebeca, lo pensarían otros cuando vieran su nombre en la campaña.
Cuando terminaron de comer, se fueron hasta la puerta, donde otro empleado del lugar les estacionó el auto de Pedro para que pudieran irse.
El le agarró la mano y la acompaño al asiento del acompañante. Antes de abrirle la puerta, le tomó la cintura, y le dijo al oído.
—Vamos a mi casa? — mientras le besaba el lóbulo de la oreja.
Como se suponía que iba a decir que no si la besaba de esa manera. Y además. Por qué diría que no?
Sonrió y llevando sus labios al cuello de él, le susurró al oído.
—Podría decirte que no? — La miró con ojos divertidos, y acercando su boca a la de ella, negó con la cabeza mientras la empezaba a besar.
Ella rodeó sus brazos por el cuello de él para profundizar el beso.
No sabía cuento tiempo habían estado así, besándose, sin importar quien los veía, en un lugar público, lleno de gente.
Hasta que Pedro la apretó a su cuerpo, y ella pudo darse cuenta de que solo un par de besos habían bastado para que la deseara.
No pudo evitar suspirar.
Se separó despacio, y abriéndole la puerta del auto, la ayudó a subirse, después lo hizo él, y se condujeron hacia la zona mas lujosa de la ciudad.
Llegaron al edificio, bajando hacia la cochera.
****
Una vez ahí, volvió a tomar su boca.
Con desesperación.
Había estado toda la noche esperando el momento de poder estar con ella, como él quería.
La deseaba tanto, que le dolía.
Su plan, había sido abordarla en alguna de las fiestas del fin de semana, a las que seguramente asistiría con sus amigos, pero no había aguantado. Era miércoles, y le había parecido eterna la espera.
El lunes y el martes habían pasado tortuosamente lentos, y había aprovechado que su agencia necesitaba hablar con la gente de la productora para verla.
Se inventó sobre la marcha esa cena improvisada, en un lugar al que solo había ido una vez, en una reunión de socios de trabajo.
Verla, en ese lugar elegante, románticamente iluminado, sonriéndole, llevándose el cabello detrás de las orejas… Mojándose los labios con la lengua antes de tomar champagne, lo llevaban al límite.
La quería tener en la cama, ya.
Y ahora, en su departamento, podía darse cuenta de que él no era el único. Ella también sentía esa urgencia.
Le había desprendido los botones de la camisa, y estaba dándole besos en el cuello.
La tomó en brazos y se la llevó hasta su habitación.
Una vez ahí, le había sacado la ropa entre besos y caricias.
Ella, estaba tratando de sacarle el pantalón, pero le estaba resultando difícil con el cinturón. El no pudo evitar sonreír un poco, mientras la ayudaba y terminaban de desvestirse.
La alzó nuevamente y la sostuvo por detrás mientras ella le rodeaba la cintura con sus piernas.
La acostó en la cama mientras empezaba a moverse, como si no pudiera esperar.
Su cuerpo lo volvía loco. Su piel era suave bajo su mano, y estaba cada vez más caliente.
Cada vez que estaba con ella, pensaba lo mismo. Siempre se quedaba queriendo más y más. Nunca tenía suficiente.
Los días que no se veían, se sorprendía pensando en ella, en sus gestos, en sus labios, sus besos.
Se estaba volviendo una obsesión. Era algo en su mirada, una mezcla de inocencia y de entrega al mismo tiempo. Lo tenía totalmente seducido.
Hacía que no pudiera pensar en otra chica.
No era a lo que estaba acostumbrado. Se dijo que era porque nunca había conocido una persona como Paula.
Si él hubiese sido diferente…si hubiera querido algo diferente…si…pudiera darle algo diferente…
Se pasaba pensando en posibilidades, que, después concluía, eran imposibles.
****
Pero Pedro se tomaba su tiempo. Ahora había bajado, regándole montones de besos a lo largo de su cuerpo hasta llegar a los muslos.
Ella no paraba de moverse. Lo necesitaba. Ahora.
El parecía querer probarle cada centímetro de la piel.
—Por favor —le pidió entre jadeos.
El solo había levantado la mirada sonriendo y se pasó la lengua por los labios, provocándola.
Tomó sus piernas y se las separó para estar más cómodo y la beso entre las piernas.
Vale se arqueó, llevando la cadera hacia delante.
Sujetaba las sábanas con fuerza mientras él se movía dentro y fuera de ella con una suavidad que la estaba enloqueciendo.
—Por favor — le repitió.
El la miró, sin dejar de hacer lo que estaba haciendo y sonrió. Ella sintió las cosquillas que eso le hacía y gimió con fuerza.
Pedro movió su boca una vez más y la mordió suavemente.
Y eso fue suficiente.
Paula terminó por explotar como nunca antes lo había hecho. Abrumada totalmente, era toda sensaciones.
De a poco iba recuperándose cuando sintió que Pedro se subía encima y la llenaba.
Ella todavía estaba sensible, y ahogó un grito mientras él entraba.
El, empujó hasta estar pegado totalmente a ella. Hasta fundirse con ella. Su respiración entrecortada y sus jadeos, hacían que ella empezara a acelerarse nuevamente.
Pedro empezó a moverse, un ritmo constante, implacable.
Otra vez, se sintió muy cerca. Lo tomó por los brazos para acercarse más a él.
El la miró, fijamente, en su mirada había deseo. Puro deseo.
Acercó su boca y la besa. Con fuerza, bruscamente, casi haciéndole daño.
Ella no pudo resistirlo más y todo su cuerpo se tensó.
Llevada por el momento, acercó sus labios al hombro de Pedro, ahí, donde podía ver su tatuaje de estrella, y tras darle un breve beso suave y húmedo, lo mordió. Y así, se dejó ir.
Escuchó un gemido de Pedro, y no supo si era porque lo estaba mordiendo, o por placer.
Los movimientos se volvieron cada vez más salvajes, hasta que Pedro cayó sobre ella, soltando todo el aire en un gruñido.
****
Mientras sus respiraciones volvían a la normalidad, Paula se dió vuelta, apoyándose en un codo para mirarlo.
El, le corrió el cabello del rostro, mientras la miraba. Su mirada azul, tan cálida que alcanzaba para derretirla por dentro.
Ojalá pudiera decirle todo lo que siento por él. — pensó
El le tomó el rostro y lo acercó buscándole los labios. La besó con dulzura. Con ternura.
—Me volves loco, Barbie — le dijo
—Vos a mi también. — le dijo ella, sabiendo que se quedaba corta.
Se sentó, haciendo que los dos estuvieran en la misma posición. Volvió a tomarla por el rostro, y le susurró.
—Nunca me había pasado, querer estar todo el tiempo con alguien. Sos preciosa.
Ella no sabía que decir. Su corazón se derretía. Solo pudo sonreírle.
—No te rías. Es verdad. Todo el tiempo. Extraño esto, cuando no te veo. Siempre me quedo queriendo más.
—Yo también. Me gusta tanto estar con vos, que me da miedo que…
****
—Me da miedo porque se que esto va a durar hasta que… te aburras…o hasta que…conozcas a alguien más.
Pedro se quedó pensando. Ella tenía algo de razón. Siempre había sido así para él. Pero aun así, no sentía ni la mas remota gana de dejar de verla, de hecho, no sentía ganas de dejar la cama en donde estaban.
No podía asegurarle nada, ni siquiera se lo podía asegurar el mismo.
—Paula, ya sabes que yo… —empezó a decirle.
Pero ella, le tapó la boca con una mano, y acercándose lo besó.
Se sentó encima de él y lo sujetó con fuerza.
****
Rodeándolo con sus piernas, sus besos se hacían cada vez mas profundos.
Sin esperar a que reaccionara, empujó sus hombros acostándolo por debajo de ella.
El, la miraba fascinado.
Ella se colocó de manera que de a poco el se hundió en ella, otra vez.
Así, de golpe y sin preámbulos.
****
La forma en la que ella había tomado la iniciativa, le había hecho despertar todas las terminaciones nerviosas del cuerpo.
Respiraba agitado, mientras la veía como de a poco empezaba a mecerse encima de él, mordiéndose los labios, acariciándolo.
Llevo sus manos a los pechos de Paula, y empezó a masajearlos, al mismo ritmo que ella se movía.
Ella cerraba los ojos, y hacía pequeños gemidos, que hacían que todo su cuerpo respondiera poniéndose tenso.
Apenas incorporándose, empezó a besarla, estaban unidos de todas maneras posibles, pero de alguna manera, necesitaba tenerla aun más cerca.
Tomándole las caderas comenzó a moverse también.
Adentro y afuera.
Ella llevaba su cabeza hacia atrás, apretando los ojos, suspirando, estaba cerca.
Fueron aumentando la velocidad hasta perderse en el otro.
Cuando no pudieron más, se dejaron ir juntos, con la frente apoyada en la del otro, entre jadeos, sin dejar de mirarse a los ojos.
Pedro supo en ese momento, que hubiera bastado con solo esa mirada para llevarlo a donde estaba ahora. No le hacía falta nada más. Cómo podía una mirada provocar tantas cosas en él?
Había sido intenso.
Estaban agotados, tratando de recobrar el aliento, y no habían dejado de mirarse.
****
Con fuerza. Rodeándolo con los brazos, hasta que sus cuerpos estuvieron pegados.
Necesitaba sentir que esa conexión que habían logrado era real. Que no se acabaría. Que duraría para siempre.
****
Sin embargo, se sentía tan natural. Tan bien. Tan inevitable.
De a poco fue llevando sus brazos alrededor de ella, y le devolvió el abrazo.
No supieron cuando tiempo habían estado así. Atrapados en los brazos del otro, sintiendo como sus corazones volvían a latir con normalidad, juntos.
Pedro sintió como una sensación agradable se expandía por su cuerpo. Y lo dejaba tranquilo, satisfecho.
Cuando volvieron a hablar, no fue del rumbo que tomaría su relación, ni nada doloroso. Evitaron el tema, charlando de cosas más alegres, y haciéndose bromas entre ellos, dejando en evidencia que cada vez, sentían más confianza y estaban más a gusto estando con el otro.
Paula no tenía muchas amigas. Bueno, verdaderas amigas con las que pudiera hablar, a las que les importara lo que él tenía para decir, así que sintió que esto se acercaba bastante.
Estaba siempre atenta a cada detalle que él compartía con ella.
****
Mas tarde esa noche se quedaron dormidos.
Cuando Paula se despertó, estaba sola en la cama. Le llamó la atención. Por lo general ella se despertaba antes. Se fijó la hora, era temprano.
Ya no tenía más sueño, así que se levantó. Fue hasta el baño y tras una rápida ducha, se vistió con la misma ropa del día anterior.
Al salir de la habitación, un olor a café recién preparado inundó sus sentidos. Oh…que maravilla, pensó. Justo lo que le hacía falta.
Cuando llegó a la cocina, se quedó de piedra. Pedro, vestido solo con el pantalón pijama que usaba, cocinando el desayuno.
—Me olvidé que Gerard tenía el día libre Barbie. Espero que te guste lo que te preparé. — dijo sonriendo.
—Por lo menos el olorcito…mmm…, — cerró los ojos disfrutando
****
Lo tenía embelesado la manera de disfrutar de cosas tan simples como el olor de café.
Era demasiado fácil hacerla sonreír. Hacerla feliz.
Y lo que lo impresionó más, fue que eso era lo que él más quería en ese momento. Verla feliz.
Con los ojos un poco hinchados, y el pelo húmedo y revuelto, era una de las mujeres más lindas que había visto.
—Estas hermosa hoy, Barbie
—Es que lo soy. — dijo ella riéndose, claramente en tono de broma.
—Si, muy hermosa. — le dijo él, acercándola mas para poder besarla en los labios.
Ella lo rodeó con los brazos, y lo besó con todas las ganas.
Desayunaron café, con mini muffins, que eran una receta de su abuela inglesa.
****
—Por que me hablabas en inglés cuando apenas nos conocimos? Si sabes hablar muy bien español.
Nunca lo entendí.
Pedro sonrió algo avergonzado. Y levantando los hombros como disculpándose, le explicó.
—Por lo general, me ayuda a conocer alguna chica e irme sin darle explicaciones. Me la quiero sacar de encima, le digo que me volví a Londres…o que no entiendo lo que me dice — le dijo entre risas.
Paula abrió la boca, y entornó los ojos, exagerando una expresión de ofensa, pero le pareció gracioso.
Bromearon sobre el tema mientras comían.
****
Una vez en la universidad, Pedro estacionó el auto, se bajó con ella y sin importar quien lo viera, o que pudieran pensar los que pasaban por allí, se despidió de ella con un beso apasionado.
****
—Gracias por todo. — le dijo, mirándolo cuando se separaron.
El le sonrió.
—No se porque te hacen tan mala fama, Ken. Al final sos un tierno. — dijo ella
El no le respondió. Frunció el seño y endureció la mirada.
Ella pensó que no le había caído muy bien el comentario y se arrepintió al instante.
Para sacarle el hierro a la cuestión, bromeó.
—Es genial lo que pueden hacer los hombres para que a las chicas se les caiga la baba.
Lo dijo con la intención de que sonara a que él hacía las cosas para llevársela a la cama, que es precisamente lo que le había dicho que iban a hacer. Y nada más que eso. Pero era inevitable pensar que había algo más, cuando él era tan dulce con ella.
Por momentos se permitía fantasear con la idea de que él sentía algo más.
Era masoquista además de ingenua e infantil.
El sonrió, por suerte, ante su chiste.
—Nunca subestimes lo que un hombre puede hacer por una chica linda.
Ella rió. Los dos lo hicieron. Y aflojaron el ambiente, otra vez negando los temas que no iban a nombrar por nada del mundo. Y después de decirle adiós, se fue.
El resto la semana de Paula, había sido rara.
Repasaba cada momento, cada palabra. Pedro la confundía.
Por un lado le decía que no quería una relación, y ella sabía que eso era lo que siempre hacía, con todas. Ella no iba a ser la excepción. No la llamaba, ni le escribía. Siempre lo veía con otras chicas.
Pero cuando estaban juntos…
El, no le había dicho nunca nada que la hiciera dudar, pero era la forma en que se comportaba.
Se contradecía completamente.
Era tierno, sensible, considerado, y cuando estaban en la cama, era como si…nada más existiera.
Se necesitaban. Como imanes se atraían. El mismo había reconocido que era la primera vez que le sucedía.
Eso, la hacía pensar que en un futuro, tal vez podrían encontrar la manera de estar juntos.
Y no tenía que sufrir, como ya se había resignado.
Las cosas podían ser diferentes…
Para protegerse del dolor, la alternativa era alejarse de Pedro. Ahora, sin dejar pasar mas tiempo.
Pero ni siquiera podía imaginárselo ya.
Iba a seguir viviendo el momento, como venía haciendo hasta ahora. En completa negación
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